10. El primer hombre desnudo

- ¡Ioannis, Nikos, aquí tenéis lo que habéis pedido! ¡Daos prisa, por favor! -pidió Kyrene a sus camareros, señalando las bebidas alineadas sobre el mostrador.

La taberna rebosaba de gente aquella noche, debido al torneo de póker que habían organizado algunos de sus clientes habituales con permiso de la jefa, que confiaba en poder gestionar aquella inusual aglomeración sin grandes problemas. Los camareros se movían de un extremo a otro de la sala, sirviendo y llevándose jarras mientras ella preparaba las órdenes con la mayor rapidez posible, tan centrada en su tarea que no advirtió la mirada fija en ella de la mujer que, sentada en un rincón, tomaba notas en una pequeña libreta.

- Oye, chico -interpeló a Ioannis cuando pasó por su lado-, ¿esa es la dueña?

- Sí, señora -respondió el joven.

- ¿Cómo se llama?

- Kyrene.

La boca de aquella individua se curvó en una desagradable sonrisa al tiempo que dejaba un par de monedas sobre la mesa para pagar su consumición.

- El último sitio donde te buscaríamos... ¡Qué casualidad! -murmuró, subiéndose el cuello de la chaqueta en dirección a la salida y esquivando a los jugadores que entraban en aquellos momentos.

El ambiente continuaba animándose en la taberna, con nuevos participantes incorporándose a las apuestas y pidiendo una bebida tras otra, a tal punto que Kyrene, atrapada en su bucle de preparar comandas, atender a los clientes de la barra y cargar el lavavajillas, no se apercibió de la llegada del joven de cabello revuelto y ojos azules hasta que una servilleta convertida en avión aterrizó en su trenza. Cualquier otro día le habría molestado, pero en aquella ocasión, lo que aquella pequeña nave voladora implicaba le hizo sonreír: levantó la mirada de la pila de vasos limpios que estaba ordenando y le localizó sentado en un extremo de la barra, con camiseta blanca y cazadora vaquera, como un James Dean contemporáneo, exhibiendo aquella dentadura perfecta que era la marca de la casa.

Deathmask la vio secarse las manos y acercarse a él con expresión de felicidad, envuelta en los ajustados pantalones negros de cuero que dejaban su ombligo al descubierto. Después de un mes, temía que le hubiese olvidado, pero su cara mostraba bien a las claras que no era así. Kyrene apoyó los antebrazos en la encimera, con su mano muy cerca de la de él, y le sonrió de nuevo:

- Hola, Death. ¿Qué te pongo?

- Me pones caliente como magma volcánico, gatita...

Ella se echó a reír:

- ¿Y de beber? ¿Una jarra?

- No, esta vez algo sin alcohol. Estoy intentando reformarme... un poco. ¿Cuánto me has echado de menos? -le guiñó un ojo seductoramente.

- Calculo que la mitad que tú a mí...

- Pues eso es mucho...

Ella agradeció el cumplido con una mirada de soslayo y se dispuso a prepararle la bebida. Un par de minutos más tarde volvió a su lado con una gran copa en forma de balón decorada con una rodaja de naranja y un trozo de piña.

- ¿Nueva poción?

- Para un nuevo Death... A ver lo que te duran los buenos propósitos...

- Lo que tarde en descubrir que esto está asqueroso, gatita -agarró la copa y le dio un trago-. ¡Ah, pues no sabe nada mal!

- Una vez más, he conseguido resistirme al deseo de envenenarte... -bromeó ella- Ahora tengo que dejarte, mira cómo está esto... -abarcó con un ademán el local abarrotado y las partidas de póker en curso, con decenas de curiosos apostados detrás de los jugadores y varios árbitros improvisados vigilando que nadie soplase manos.

- Puede que me apunte, ¿con quién hay que hablar para desplumar a todos esos insensatos? -preguntó Deathmask con arrogancia.

- Lo lleva aquel de allí -Kyrene apuntó con la barbilla y él se levantó para ir al encuentro del organizador-. Por cierto, Death...

- Dime, gatita.

- Me alegro de que hayas vuelto.

https://youtu.be/fxKBnR_8LIM


Los camareros terminaron de recoger y se despidieron, hasta que solo quedó Kyrene, que hizo su ronda habitual, asegurando la puerta del local por dentro y dando una última pasada de fregona al suelo. Después, comprobó que todo estuviese en orden, apagó las luces y pasó al almacén para subir a su pequeño estudio. La vivienda, que en tiempos de Giorgos no tenía uso, ya que él disponía de su propia casa en la aldea, constaba tan solo de un espacio diáfano que hacía las veces de dormitorio y sala de estar -la cocina estaba en la planta inferior, junto al almacén-, y un cuarto de baño independiente a la izquierda de la cama.

Estaba tan cansada... Solo quería meterse entre las sábanas y perder la consciencia. Al haber luna llena, la suave luz argéntea que entraba por los balcones era más que suficiente para orientarse, así que, tras arrojar a un rincón el top que llevaba puesto, se agachó para quitarse las botas, cuando de repente, por el rabillo del ojo, percibió la estrecha franja amarilla que dejaba pasar la parte inferior de la puerta del baño.

No estaba sola.

Con sigilo, desenfundó uno de sus cuchillos y, sujetándolo en posición de combate, se incorporó y se colocó a una distancia prudencial, aguardando al intruso, con el corazón a punto de salírsele del pecho.

La puerta del baño se abrió finalmente, dejando escapar una gran nube de vapor que, unida a la penumbra, le impedía identificar la silueta que comenzaba a formarse a contraluz bajo el dintel. Kyrene apretó los dientes y se inclinó un poco más hacia adelante, tratando de escudriñar las sombras. La figura extendió un brazo y ella aprovechó el momento para abalanzarse, dispuesta a hundirle el arma en el costado.

- ¡Eh! ¡Ten cuidado con eso, podrías hacerte daño! -se burló una voz conocida a la vez que se accionaba el interruptor de la luz.

- ¿Death? ¿Qué coño haces en mi casa? -gritó ella, deteniéndose en seco y parpadeando para acostumbrarse al repentino cambio en la iluminación al tiempo que guardaba el cuchillo.

El italiano sonrió, enarcando una ceja. Su piel y su cabello brillaban con la humedad, entre los labios sujetaba un cepillo de dientes y tan solo una pequeña toalla anudada a la cintura le separaba de la desnudez total. Se llevó la mano a la cadera y se exhibió, en un movimiento que hizo que los músculos de sus brazos y su pecho se tensaran, atrayendo la atención de Kyrene.

- ¿Es que necesitas gafas? He venido a darme una ducha. Estaba demasiado cansado para teletransportarme al Santuario.

- ¡Espera! ¡¿Ese es mi cepillo de dientes?! -volvió a gritar ella, pasando del nerviosismo a la ira.

- Quería tener el aliento fresco cuando te diese las buenas noches... -ironizó él, volviéndose para depositar el cepillo en el lavabo y ofreciéndole una panorámica de la musculatura de su espalda y de sus piernas hasta casi el inicio de los glúteos.

- ¡¡¡Te has puesto mi toalla para la cabeza... ahí!!!

- Ah, ¿esto? No pensé que te molestaría, gatita, perdona a este cangrejo -con un gesto decidido se deshizo de la tela, quedando completamente desnudo ante ella.

Kyrene se cubrió los ojos con las dos manos, ruborizada hasta las orejas e intentando no mirar al hombre que se le aproximaba sin dejar de sonreír.

- ¡Tápate! ¡Y no... no te acerques!

- ¿Por qué, gatita? ¿Acaso soy el primer hombre que ves desnudo? ¿O solo el más guapo? -preguntó Deathmask, avanzando hacia ella hasta arrinconarla contra la pared.

- ¡Death, te lo estoy pidiendo bien! ¡No me hagas enfadar!

- De acuerdo, si te pones así... -recogió la toalla del suelo y se la enrolló en las caderas.

Kyrene bajó las manos con cautela, pero no pudo evitar observarle y sonrojarse de nuevo. No esperaba que Deathmask poseyese un cuerpo tan atlético y proporcionado, teniendo en cuenta la mala vida que le atribuían los rumores: sus brazos eran espectacularmente fibrosos, sus pectorales y abdominales estaban bien marcados y las fuertes piernas indicaban que no se saltaba ni un entrenamiento.

- ¿Por dónde íbamos? -Deathmask retomó su juego, apoyando una mano en la pared junto a la cabeza de Kyrene, que cerró los ojos al sentir su proximidad- ¿Ya te ibas a la cama, pequeña? -le susurró al oído, dejando que su flequillo gotease sobre el pecho de la chica al acercarse.

Mirando su sujetador de satén negro, siguió con el índice el camino recorrido por las gotas de agua desde el esternón hacia el ombligo, lamiéndose el dedo a continuación.

- Para, por favor.

- ¿Te doy miedo? ¿O lo que te da miedo es admitir que me deseas?

- Death... -murmuró ella en tono de advertencia, intentando disimular el temblor en su voz y en sus tobillos.

¿Qué le estaba pasando? El atractivo físico de Deathmask estaba fuera de cuestión, pero se comportaba como un cretino integral y un arrogante y lo último que ella necesitaba en ese momento era caer ante los encantos de aquel idiota... Aunque su cuerpo comenzaba a pedirle que replegase las defensas.

- No sé qué te retiene, pero si me pides que me marche, lo haré -declaró él, repentinamente serio, tomándola por la barbilla para mirarla a los ojos-. Puede que sea un golfo y un sinvergüenza, pero nunca te obligaría a nada.

Ella tragó saliva, dividida entre la razón y el instinto, perdida en aquellos ojos como zafiros que parecían leer en su interior, y asintió.

- Tienes que pedírmelo, gatita -insistió él, acercándose despacio a su boca, seguro de su victoria.

- Death... márchate -consiguió decir, con voz entrecortada.

Deathmask le rozó la frente con los labios y pronunció un tenue "como quieras", exento de cualquier resquicio de acritud, antes de volver al cuarto de baño y cerrar la puerta tras de sí. Ella respiró hondo, intentando recuperar la compostura, esperó unos minutos y abrió la puerta del aseo para refrescarse la cara, pero, tal como prometió, él ya se había marchado. A fin de cuentas, aún conservaba algo de caballero.


¿Quién es la mujer de la taberna y qué quiere de Kyrene? ¿Cuáles son las razones de Kyrene para rechazar a Deathmask?

En el próximo capítulo, "Señales", sabrás algo más acerca de los motivos por los cuales ella está en Rodorio y asistirás al nacimiento de una nueva forma de comunicación entre el caballero y la camarera. Os dejo un pequeño adelanto:

"¿Qué coño...? Se inclinó hacia delante, intrigado. ¿Estaría Kyrene acompañada en el dormitorio? Tampoco sería extraño... Al fin y al cabo, era una mujer joven y atractiva, tendría sus necesidades..."

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