Después de ese encuentro sexual tan desenfrenado con kung jin, fui incapaz de pensar en otra cosa.
No pude sacar de mi mente todo lo que hice con el, ¡cielos! en verdad era tan exquisito, tan cálido y estrecho, de solo pensarlo me sube la calentura...
Pero, más allá del deseo carnal y sexual que pudiera sentir con el, me encontraba en el dilema de si de verdad podía estar con el, me puse a pensar en lo bueno que sería que los dos nos fuéramos lejos, lejos de todo.
Me visualicé con el, teniéndolo a mi lado, no suelo tener esos sueños, pero después me desanimó el hecho de que el es aun muy joven, no es un niño, el sabe tomar decisiones, me refiero a que no le espera una buena vida a mi lado.
Al pensar en eso, me dispuse a sacar mi inseparable libreta negra, debido a que se me daba bien dibujar, me puse a dibujarlo a el...
Comencé por sus ojos, sus negros y profundos ojos, delineé el contorno de su rostro, tracé el semblante de guerrero que lo caracteriza, tanta fuerza y determinación que lo hacen realmente atractivo, dibujé su larga cabellera sedosa y suave sujetada en una coleta, pasé a sus brazos fuertes, pero me concentré más en sus suaves y bellos labios, esos que me roban el alma en cada beso...
Estaba tan concentrado en el dibujo, que había olvidado mi angustia, la preocupación que supondría querer que esté a mi lado...
En ese momento me di cuenta que sentía algo más fuerte, existía un vínculo que me ataba a el más allá del físico, quizá me estaba enamorando de aquel arquero que encendió la chispa que creí apagada, le devolvió la vida a este cadáver andante que vagaba por el mundo sin una esperanza...
Pero... Me daba tristeza el no estar destinado a algo así, mis pecados eran tantos que no merecía siquiera pensar algo así para mi, así que, desconsoladamente, abracé mi libreta y me puse a llorar amargamente como nunca lo hice en mi vida por la imposibilidad de lo que nunca podrá ser...