Prólogo
¿Cómo sabes que estás enamorada?
Cuando era niña, él era mi compañero en jardín de infantes. Con apenas cuatro años ya sentía una atracción hacía él. Los años pasaron y nos alejamos, pero supongo que la vida quiso que nos reencontremos años después. Ambos teníamos 11 años e íbamos a la misma maestra particular que nos ayudaba con nuestras tareas después de clases.
Pasar tanto tiempo juntos me hizo sentir claramente que me había enamorado pero, ¿cómo sabes que estás enamorada con solo once años de edad? Ese pensar constantemente en él, extrañarlo cuando no estábamos juntos, recordar las bromas y burlas que nos hacíamos mutuamente; pues supongo que eso era amor, al menos a mis once años. Luego volvimos a ser compañeros en la escuela y mis sentimientos hacia él se intensificaron, era una niña pero entendía muy bien lo que sentía. Estaba enamorada.
Fuimos compañeros hasta noveno grado y déjenme decirles que, si bien fueron años hermosos compartiendo con él, a veces se sentía una tortura. Nuevamente las bromas, burlas, sumadas a las llamadas a su casa y largas conversaciones que me hacían pensar que él también podía estar interesado en mí; pero nunca pasó nada, ni siquiera un beso. Siempre creí que lo nuestro se iba a dar, pero supongo que es normal creerlo cuando tienes catorce años.
Un año después, cada uno eligió una modalidad diferente en la escuela y aunque nos habíamos separado, todavía quedaban restos de todo lo vivido de niños. Sin embargo, llegó ese momento que nunca pensé que llegaría, él comenzó a alejarse y prácticamente me convertí en una extraña para él. Saludos como si fuese una completa desconocida me dieron la pauta de que debía dejar ese amor atrás.
Pasaron los años y aunque pueda parecer extraño nunca tuve una relación seria, ni siquiera algo casual. Lo máximo a lo que había llegado eran mensajes de chat con algunos chicos. Aprendí a flirtear, sí, pero, ¿de qué me servía si todo era solo a través de una pantalla?
Solía pensar que así encontraría el amor, porque era demasiado tímida para verme con un chico en persona, en el sentido romántico claro está.
Tenía veintidós años y nunca había besado a un chico, ni siquiera en alguno de esos juegos de jugar a la botella que se hacían en los cumpleaños cuando era más pequeña. Nada. Hasta que llegó el gran momento. Con un compañero de facultad, unos años más chico que yo, se me dio. El beso. Sí, eso fue lo máximo a lo que había llegado a mis veintidós años.
Ahora tenía veintiocho años y pensaba que el amor no iba a llegar para mí. Pensé que iba a terminar sola, como la vieja de los gatos de los Simpson. Puede sonar gracioso pero, para mí, fueron momentos muy tristes y de angustia.
Todos mis amigos me decían "ya llegará", "ya llegará, "ya llegará". Repitieron esa frase tantas veces que comencé a odiarla, y la odiaba con todo mi corazón.
Pero luego llegó él.
Sus nombres ya no importan. Ninguno de ellos importan. No desde que lo encontré a él.
Llegó así, de casualidad, sin esperarlo y sin buscarlo. Como amigos al principio y después transformándose en algo más. En mi todo. Mi verdadero amor.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top