8- ¿Salir corriendo?

Esa noche, mientras intentaba leer un libro sobre filosofía que nos habían dado en clase, mi mente se encontraba deambulando y pensando en el breve encuentro con Dean. En cómo Nelly me había convencido de que él estaba intentando flirtear conmigo y en cómo yo no me lo había creído ni por un segundo.

Ya estaba dispuesta a dejar el bendito libro y acostarme, cuando casi me doy de lleno contra el escritorio por quedarme dormida. Por suerte, un sonido logró que me despertara un micro segundo antes de mi posible desfiguración.

Era el sonido de un mensaje. Intenté sacarme un poco del sueño que tenía encima para tomar mi teléfono y ver de quién se trataba. No tuve que hacer demasiado para que el sueño se fuera por completo cuando vi el nombre del contacto: Dean.

Casi me caigo de culo de la bendita silla, haciendo que mi madre gritara preguntándome si me encontraba bien.

─¡Todo está bien mamá! ─exclamé con más emoción de la que pretendía─. ¡Solo me tropecé!

Pareció quedarse tranquila con mi respuesta porque no dijo más nada y pude concentrarme en el mensaje que me había llegado.

Hola Zoey. ¿Cómo estás?

Bien. Un mensaje genérico, nada especial. Estaba intentando iniciar una conversación. Algo era algo.

Dean, holaa. Todo bien. Y tú?

Había dejado pasar unos minutos desde que llegó el mensaje. Esperaba no parecer desesperaba al contestarle diez minutos después. Oh no. ¿Solo dejé pasar diez minutos? ¿Por qué eres así Zoey? ¡Debiste esperar un poco más!

No tuve tiempo para seguir pensando en mi estupidez, porque vi que decía "escribiendo" en su chat. Inmediatamente me salí de la app, me daba demasiada ansiedad lo que podía poner y no quería verlo apenas llegara el mensaje.

Di vuelta el teléfono, apagué el vibrador y lo puse sobre la mesa, para no estar pendiente de cuando llegara la notificación de mensaje.

Sé que podía sonar exagerada, pero la ansiedad y yo nos habíamos convertido en compañeras desde hacía un par de años, por lo que trataba de controlarla de la mejor manera posible. O por lo menos con lo que se me ocurría en el momento, tal como ahora mismo.

Aunque... A pesar de haber hecho todo eso, seguía con un nudo en el estómago, deseando ver qué había respondido Dean y a la vez sintiendo miedo sobre qué habría puesto. Lo sé, no era nada fácil, pero supongo que a muchas personas les sucedía lo mismo cuando un chico que les parecía lindo les escribía por primera vez.

Vi la hora en el reloj de mi mesita de luz. 11:15. Habían pasado veinte minutos. Veinte minutos me parecía un tiempo prudente para ver el mensaje. Di vuelta el teléfono, se encendió la pantalla y...

¿Nada? ¡No había absolutamente nada! ¿Se había arrepentido mientras estaba escribiendo? Aghhh. Tiré el teléfono y por suerte cayó sobre mi cama, pero casi me muero cuando lo lancé y vi que podía caer en el piso. Comprar un teléfono nuevo no era algo que podía permitirme en este momento.

Volviendo al tema. ¡Qué imbécil! Esperé veinte minutos dando vueltas en mi habitación, toda nerviosa, para que no hubiese ni una respuesta. Era claro que estaba jugando conmigo. Tenía que ser eso.

Pensé en escribirle a Nelly, contarle lo que había pasado y pedirle consejo. Luego decidí que lo mejor sería apagar el WiFi, dejar ese bendito aparato e ir a la cama. No había nada que una buena noche de sueño no pudiese curar.

Spoiler alert. Esa noche dormir no curó ¡nada! Había estado envuelta en sueños de que un chico me invitaba a salir y a último momento me cancelaba y yo lloraba, iba a mi cama a tratar de olvidar todo con una buena noche de sueño y de nuevo la ensoñación se repetía en un bucle sinfín.

La alarma del despertador sonó, pero yo ya estaba despierta.

No me sorprendió cuando al levantarme me vi en el espejo y mi cara estaba demacrada, con unas ojeras violetas horrendas.

Hice lo que pude para mejorar mi rostro con algo de maquillaje, me cambié con lo primero que encontré, nada especial, solo jeans, un sweater y un par de borcegos. Tomé mis cuadernos, mi cartera y mi teléfono.

Recién antes de salir hacia la universidad, recordé que no había encendido el WiFi de mi celular, y para mi sorpresa, tenía un mensaje... ¡De Dean!

Zoey! Hola de nuevo! Justo cuando te estaba escribiendo se me apagó el celular. Me quedé sin batería. Lo siento
😅 .

Seguro estás durmiendo pero quería preguntarte si te gustaría ir al cine algún día. Espero tu respuesta. Besos.

El mensaje había sido enviado a las 3:35 de la madrugada. Ok. Eso había sido completamente inesperado y a la vez alentador.

Ya no estaba tan segura de querer ir a clases. De repente mi estómago se había hecho un nudo ante la posibilidad de cruzarme con Dean. Me había invitado a una cita, eso era claro. La cosa es que era la primera vez en 22 años que un chico me invitaba a una cita y no tenía la más mínima idea de cómo abordarlo, mucho menos de cómo comportarme si lo veía ahora. Lo más seguro era que de la vergüenza saldría corriendo a esconderme en algún lado.

Papá me esperaba en el auto, listo para llevarme. Por un segundo se me cruzó por la cabeza hacerme la enferma y decirle que no me sentía bien, para no ir a clases. Luego de pensarlo rápidamente, me di cuenta de que tenía que afrontar la situación y reaccionase como reaccionase, al menos iba enfrentar mis miedos.

Me subí al auto, me coloqué el cinturón y papá arrancó. Íbamos en completo silencio. En general era yo quien siempre encendía la radio para escuchar música durante el viaje, pero esta vez se me había olvidado por completo al estar con la cabeza ocupada pensando en Dean y papá debió notarlo.

─¿Te pasa algo hija? ─sus palabras me tomaron por sorpresa. No esperaba tener que dar explicaciones sobre mi comportamiento, porque en realidad no había notado que no estaba actuando como siempre.

─Emm... Nop. No pasa nada papá ─respondí con poco convencimiento, pero esperando que eso fuese suficiente para que papá se lo creyera y no hiciera más preguntas.

Él me miró un par de veces más. Lo podía ver por el rabillo del ojo. Seguramente esperaba que yo dijera alguna otra cosa, pero la verdad es que no tenía deseos de compartir mis peripecias amorosas con mi padre.

Por suerte, la universidad no quedaba tan lejos de mi casa y a pesar del tránsito que había a esa hora, llegamos bastante rápido.

Le di un beso a papá para despedirme y me bajé del auto.

─¡Suerte en las clases! ─alcancé a escuchar que vociferaba, a medida que me iba alejando.

Una fina lluvia había comenzado a caer y lo peor es que había olvidado de traer mi paraguas en mi bolso. Siempre lo llevaba conmigo ante la posibilidad de que un cambio de tiempo me encontrara en el medio de clases. Iba concentrada pensada en ello cuando, sin darme cuenta, ya había llegado a la entrada de la universidad.

No puedo decir que casi no salgo corriendo, porque mi instinto me decía que escapara y me lo hacía sentir tan fuerte que mis piernas casi se movieron sin que lo pensara. Sin embargo, no lo hice.

Seguí caminando y cuando llegué al lugar exacto, los vi. Noah y Dean, apartados por una distancia de menos de dos metros. Los dos se dieron cuenta de mi presencia, los dos voltearon para saludarme y fueron acercándose hacia mí para ello. Y los dos, se miraron un poco desconcertados cuando ya estaban frente a frente conmigo.

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