1- Así empezó...
Toda mi vida había soñado con encontrar un chico que se enamorara de mí, alguien que me gustara y yo a él. Luego, seríamos novios y por último, el gran primer paso, mi primera vez.
De más está decir que nada de eso se dio como me lo imaginaba y que los años pasaron y empezaba a perder las esperanzas de que algún día se diera.
Durante mis años como estudiante de abogacía me había gustado mucho un compañero y sí había realizado intentos para acercarme a él, pero era como una niña que empezaba a aprender cómo caminar, no sabía qué se suponía que debía hacer para llamar su atención.
Como siempre suele suceder, mis compañeras de curso, a quienes les había confiado el secreto de mi atracción, le habían contado todo a él. Ya no podía ocultarlo y el hecho es que me daba demasiada vergüenza, al punto que prefería evitarlo para no ponerme roja como tomate cuando lo veía.
El tiempo pasó y yo dejé la carrera en el tercer año de la misma, porque me di cuenta que no era mí y no iba a a hacerme feliz. Al no saber qué estudiar, decidí tomarme un año para conocerme un poco más y darme el tiempo para descubrir algo que de verdad me apasionara.
Un año después regresaba a la misma universidad para estudiar periodismo. Un nuevo intento en algo que de verdad me gustaba. Y ahí fue cuando lo conocí. Su nombre era William y tenía cuatro años menos que yo. Si tengo que ser sincera, hoy, viéndolo desde lejos, no puedo explicar qué fue lo que me atrajo de él en ese momento. No se parecía en nada al tipo de chicos que me habían gustado en el pasado, sino más bien era lo completamente opuesto. Tenía la apariencia del típico nerd que describen en los libros, pero de alguna forma hubo algo en él que me atrajo.
Las redes sociales definitivamente jugaron un papel fundamental en el proceso de acercarme a él. Le escribía con la excusa de preguntarle mis dudas sobre algún trabajo que nos hubiesen dado, hasta que poco a poco las conversaciones se fueron haciendo más frecuentes y ya no solo eran sobre temas de la universidad; pero cuando nos veíamos en persona ninguna de los dos tomaba la iniciativa para saludarnos, ambos éramos un secreto para el otro.
Veintidós años habían pasado y no tenía demasiada idea sobre cómo flirtear con un chico. Por suerte, mi psicóloga jugó un papel fundamental en esa parte de mi vida.
Sarah me escuchaba una vez por semana, durante una cantidad de meses que ya ni siquiera recuerdo. Me aconsejaba, me ayudaba a ver los problemas que tanto me aquejaban desde otra perspectiva, e incluso me explicó temas que tenían que ver con la sexualidad que nunca había hablado ni con mi propia madre. Supongo que cuando estás con alguien con quien no compartes todo los días de tu vida sumados a los 9 meses que pasé en su vientre, se hace más fácil abrirse con esos temas. Al menos esa fue mi experiencia.
Gracias a los consejos de Sarah, comencé a cambiar mi táctica con William. Las conversaciones fueron evolucionando, pasando de ser amistosas a un poco más que eso. Le conté que nunca había besado a nadie y se sorprendió bastante al enterarse, porque pareciera que los procesos en la vida de una persona se definen solo por su edad, y que yo, a mis 22 años, ya debería haber tenido una amplia experiencia en el tema. Pues no. No era mi caso.
Después de haberle hecho semejante confesión, él se ofreció a "ayudarme" a desbloquear ese nivel, como si se tratara de un videojuego.
En cierto punto debo admitir que me sentía desesperada por tachar todos los ítems de la lista, aquello que estaba determinado por la sociedad a cierta edad. Y eso hizo que me dejara llevar y después de muchas idas y vueltas, acepté su propuesta.
Con la excusa de pasar la noche en la casa de una compañera, me escapé de la casa de ella y fui a ver a William. Había empezado el invierno y hacía mucho frío, pero estaba decidida a cumplir con esa parte de la lista.
Él me esperaba dentro de su casa, donde vivía con su madre, quien ya estaba durmiendo cuando llegué. Me pidió que no hiciera ruido y hablara bajo para que ella no se despertara, lo cual hizo que mis nervios subiesen hasta el techo. Sin embargo, no perdimos tiempo y fuimos directo al grano. Mi primer beso.
Podría decir muchas cosa sobre esto, pero nada que sea memorable. No sabía qué se suponía que debía hacer ni cómo, y él tampoco fue de mucha ayuda. Lo que sí recuerdo es cómo el contacto físico hizo que mi cuerpo despertara de una forma infernal, haciéndome desear mucho más que un beso.
Me llevó hasta su habitación y la intensidad de los besos fue creciendo, así como el deseo de ir más allá. Ambos fuimos explorando nuestros cuerpos, por encima de la ropa y luego por debajo. La situación iba acrecentándose, hasta que un ruido hizo que todo se parara de golpe. Su madre se había despertado y yo tuve que esconderme detrás de la puerta de la habitación de él. En ese momento me pregunté qué demonios estaba haciendo y solo deseaba que su madre no me descubriera allí, porque pronto se convertiría en una primera experiencia de mierda.
Por suerte para mí, la señora se había levantado para ir al baño y cuando salió del baño para entrar a su habitación, aproveché para emprender mi salida de la casa.
La despedida con William no fue la gran cosa, sino podría decir algo al respecto pero ni siquiera la recuerdo. Regresé caminando sola y con miedo, en medio de la noche más silenciosa y fría del año, hasta la casa de mi compañera, donde me quedé hasta el día siguiente, cuando mis padres me fueron a buscar.
Al fin había sucedido. Había pasado de nivel. Ya no moriría como la jamás besada. Algo era algo. Por lo menos, hasta ese momento.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top