Capítulo 6: Limpieza (✔️)



Al día siguiente, llegamos al antiguo cuartel general sin ningún problema. Era mi primera vez allí, y la magnitud del lugar superó con creces mis expectativas. El cuartel se encontraba en medio de un amplio valle repleto de un sin fin de vegetación, con un majestuoso bosque de árboles gigantes cerca. Estos lugares espaciosos y tranquilos donde la paz parecía impregnar el ambiente eran mis preferidos.

Mientras observaba el entorno, Eren se dirigió a mí con una sonrisa amigable.

—Qué bueno que  estés aquí con nosotros—Me dijo.

Sus palabras me tomaron un poco por sorpresa, ya que nuestra interacción hasta ese momento había sido limitada, y no compartíamos una gran confianza. No obstante, decidí devolverle una sonrisa como señal de aceptación y disposición a cambiar eso.

Finalmente, dejamos nuestros caballos bajo la sombra de un árbol, ya que el establo estaba fuera de servicio debido al estado de abandono del lugar. La escena evocaba una atmósfera de misterio y nostalgia en ese antiguo cuartel que, a pesar de su estado, parecía haber sido testigo de tiempos mejores.

—Bien—dijo el capitán, con un tono firme y autoritario, mientras todos prestaban atención.—Como ya saben, lo primero que debemos hacer es limpiar este chiquero.

La noticia de que la primera tarea sería la limpieza me llenó de satisfacción y una sonrisa de aprobación se dibujó en mi rostro. Yo tampoco era amiga de la suciedad y apreciaba trabajar en un entorno limpio y ordenado. Lo único que deseaba en ese momento era que me asignaran mi habitación para poder dejarla a mi gusto, ya que no sabíamos exactamente cuánto tiempo nos quedaríamos allí.

—Tú—Dirigió su mirada hacia mí— Te encargarás del establo y los caballos, para que ellos puedan descansar como corresponde.

Rodé los ojos en respuesta a la tarea asignada. No podía evitar sentir que, una vez más, el capitán estaba yendo a propósito en contra de mis deseos. Todo esto presagiaba que, bajo el mando del capitán, las cosas jamás se desarrollarían como yo quería.

En ese mismo instante, dio comienzo la tarea de limpieza. Siguiendo las órdenes, me dirigí directamente al establo. Pero cuando llegué y observé lo grande que era, bufé.

¿De verdad se esperaba que  yo sin ayuda  limpiara todo este espacio? Había una acumulación de paja envejecida, telarañas en cada rincón y varias cosas deterioradas debido a la humedad esparcidas por todas partes. Pero como no había mucho que hacer al respecto,  tomé una profunda inhalación, masajeé mis sienes y me cubrí la boca y la nariz con un paño. Estaba decidida a hacerlo lo más rápido posible, total, no creía que la tarea de limpieza a nivel general durara mucho.

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Transcurrieron cinco interminables horas, y no podía creer que aún estuviéramos limpiando. ¡Por el amor de Dios! ¿No era suficiente ya? Cada hora, el capitán aparecía en el establo para analizar y supervisar mi trabajo, y siempre encontraba algo que no cumplía con sus estándares, mandándome de vuelta a limpiar.

— ¿De verdad crees que los caballos pueden descansar en un lugar así?— me preguntó el capitán con expresión crítica mientras pasaba su dedo sobre un pilar de madera ubicado al centro del establo.

—Sí—le contesté con un toque de irritación en mi voz—que yo sepa, no tenemos caballos con alergias al polvo.

Continué barriendo en una esquina sin dirigirle la mirada, pero aun así, pude sentir sus penetrantes ojos clavados en mi espalda. Me recriminé internamente, sin entender cómo había encontrado la confianza necesaria para responder de esa manera a alguien tan importante como Levi Ackerman, después de todo, él era la mano derecha del comandante Erwin.

— ¿Por qué siempre cuestionas mis órdenes? —me preguntó, sacándome de mis pensamientos.

—No cuestiono sus órdenes —le repliqué—. Cuando veo algo que no tiene sentido, simplemente me gusta expresarlo en lugar de guardármelo.

— ¿Y por qué no haces lo mismo con Erwin? —preguntó. Se aproximó a mí, se apoyó en la pared y cruzó los brazos mientras me observaba fijamente. —Él también ha dado instrucciones que no tienen sentido para los soldados.

Volteé para enfrentar su mirada y fruncí las cejas en señal de desacuerdo.

—Es... es diferente —respondí mientras aceleraba el ritmo de barrido como señal de nerviosismo—. Es el comandante.

—Y yo soy el capitán del escuadrón.

—Pero él no es desagradable como usted. —Cerré los ojos y mordí mi labio inferior en un intento de contenerme; ¿por qué no podía quedarme callada?— No, digo...

El capitán dejó escapar una risa burlona.

Lo miré espantada, desconcertada por su reacción. ¿Había sido una risa de diversión? ¿Qué diablos estaba pasando? No pude evitar compararlo con la siniestra sonrisa del instructor Shadis.

El hombre de cabello oscuro se dio la vuelta, aparentemente listo para marcharse, pero antes de hacerlo, volvió la mirada hacia mí.

—Vuelve a trapear el suelo. —ordenó, con firmeza.

Apreté con todas mis fuerzas el mango de la escoba y dejé escapar una silenciosa mueca burlona, imitando las palabras "Vuelvi a trapir el pisi" que el capitán  había pronunciado unos momentos antes.

—Te vi.

Maldición, Levi sacaba lo peor de mí, incluso despertaba mi lado infantil que creía haber dejado atrás hace mucho tiempo. La vergüenza me invadió de tal manera que me di la vuelta bruscamente y me dirigí al fondo del establo para volver a trapear el piso, por quinta vez.

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Quedaban escasos minutos para que el sol se ocultara en el horizonte. Finalmente, había terminado de limpiar el establo y ahora me encontraba ocupada aseando a los caballos. Esta última tarea me la había ganado como castigo por la mueca de burla que había hecho horas atrás, aunque en realidad no me molestaba en lo más mínimo; de hecho, me resultaba relajante.

Mi caballo, al que había cuidado durante más de tres años, se llamaba Kiwi. Era un corcel de pelaje blanco,  hermoso y de carácter dócil. El nombre era un secreto que compartíamos, ya que en el Cuerpo de Exploración no solían dar nombres a los caballos. Pero Kiwi sabía que ese era su nombre, y cuando lo llamaba, acudía sin falta. Con el tiempo, le había dedicado esfuerzo y entrenamiento personal para que adquiriera más experiencia y tuviera una mayor probabilidad de sobrevivir en situaciones extremas.

—Qué hermoso estás —le dije con una sonrisa mientras pasaba suavemente el cepillo por su pelaje—. Creo que ya estás listo.

En ese momento, una voz interrumpió mi tarea.

—Hiciste un trabajo excelente.

Me di la vuelta y me encontré con Eren.

—Gracias —respondí—. Creo que con esto, dormirán muy cómodos en su "palacio reluciente"—añadí con un toque de ironía.

Eren soltó una carcajada.

— Créeme, hoy todos estábamos igual. Resultó ser extremadamente agotador; no tenía idea de que fueran tan fanáticos de la limpieza —comentó Eren mientras giraba los hombros para liberar la tensión acumulada.

El cabello castaño me brindó ayuda para guardar a los caballos y asegurarse de que estuvieran alimentados. Cuando terminamos, nos dirigimos hacia unas mesas de madera que se encontraban afuera del cuartel, buscando un merecido descanso. El cielo se teñía de un tono rosa mientras el atardecer se aproximaba.

Nos sentamos en silencio, disfrutando de varios minutos de paz mientras observábamos el horizonte infinito que nos ofrecía aquel pintoresco paisaje. Cerré los ojos y dejé que la brisa suave y apacible del viento acariciara mi piel. Nada parecía indicar una catástrofe en ese momento, y me permití relajarme por completo.

— ¿Sabías que el capitán Levi fue un delincuente famoso en la ciudad subterránea? —preguntó Eren con incredulidad.

—No me sorprendería —respondí sin asombrarme—. Con su personalidad, debe haber tenido un pasado difícil.

— ¿No te da curiosidad?

Arqueé una ceja y le dirigí una mirada confundida.

— ¿Eh? ¿Debería? —pregunté, dejándole claro que no me interesaba en absoluto—. El pasado ya no existe. Lo que realmente importa es el presente—Le dije con un tono melancólico—. Independientemente de si tu pasado fue bueno o malo, es la base de tu personalidad actual. Si hubieras tenido un pasado diferente, simplemente serías otra persona.

— ¿Cuántos años tienes? ¿Eres mayor que yo, verdad? —inquirió.

Lo miré, frunciendo las cejas de manera juguetona, para expresarle que su pregunta me había ofendido.

— ¡Lo siento! No era mi intención ofenderte —se disculpó rápidamente—. Si no quieres... no tienes que responder.

No pude evitar soltar una carcajada ante su preocupación.

—Tengo un par de años más que Petra y los demás —respondí sin dudar, sin la menor molestia por mi edad.

Eren pareció sorprendido por mi respuesta, quizás esperando una diferencia menor de años de la que había revelado.

— ¿Eres mayor que Oruo-san? No me lo creo... —respondió Eren incrédulo, lo que nos hizo a ambos soltar una carcajada—. Te lo pregunté porque siento que tienes mucha más experiencia en la vida que yo.

—Qué manera tan sutil de decirme vieja...

Al pasar los minutos el cielo se oscureció gradualmente, y las primeras estrellas de la noche comenzaron a brillar. Nos quedamos allí durante unos segundos, maravillados por la belleza que solo unos pocos tenían la fortuna de contemplar.

— ¿Se van a ofrecer al turno nocturno o qué? —Nos sobresaltó una voz que surgió de la nada detrás de nosotros. En cuestión de segundos, nos dimos cuenta de que era el capitán— hora de la cena.

La cena transcurrió sin contratiempos, a pesar de que solo teníamos pan, té y agua para alimentarnos. La única iluminación provenía de las velas que decoraban la amplia mesa del comedor central.

Antes de que el capitán nos ordenara retirarnos para descansar, nos indicó las tareas programadas para el día siguiente, las cuales seguían centradas en la limpieza y pequeños entrenamientos.

Me dirigí a la habitación que me habían asignado y me preparé para encontrarla desordenada y sucia, ya que no había tenido tiempo de limpiarla durante el día debido a las tareas en el establo. Sin embargo, me sorprendí gratamente al descubrir que estaba completamente limpia, con las sábanas y cortinas en su lugar. Una sonrisa de alivio se dibujó en mi rostro.

Después de acomodar mis pertenencias, me deshice de las botas y la chaqueta, me puse cómoda  y tomé con cuidado un candelabro que había en la habitación. Lo coloqué en mi mesa de noche y me senté en la cama con el libro en mis manos. A pesar de que seguía sintiendo cierto temor hacia ese objeto, sabía que era el momento de enfrentarlo.

Decidí abrirlo.

Lo primero que vi fue una dedicatoria dirigida a mí en la primera página. Se me paralizó el corazón al notar que la letra era de mi madre.

"Mi pequeña...

Si estás leyendo esto, es porque ni tu padre ni yo estamos a tu lado, y ha llegado el momento de que descubras el sacrificio y gran pecado que hemos hecho por el bien de la humanidad. Queremos que nunca olvides cuánto te amamos, y que todo lo que hicimos fue para ofrecer un futuro más prometedor a todos los niños de Eldia. Comprendemos que es probable que no puedas perdonarnos jamás, y lo entendemos, pero nunca dudes de cuánto te amamos, pase lo que pase. Tenemos fe en ti, y estamos seguros de que, con tu ayuda, un mundo mejor es posible.

Un abrazo inmenso y miles de besos,

Con amor, Mamá."

Pequeñas lágrimas empezaron a emerger, solo por el hecho de sostener entre mis manos algo escrito por mi madre.

Esperé unos minutos para tranquilizarme, pero una vez que lo hice, un torbellino de dudas comenzó a llenar mi mente. "¿Niños de todo Eldia? ¿Qué significaba eso? ¿Qué se supone que hicieron mis padres?" Tomé el extremo de la hoja y seguí leyendo.

El título decía: "Experimento Ackerman: Etapa Inicial".

—¿Ackerman? —musité, desconcertada.

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