Capítulo 2: Sacrificios (✔️)



—¿Qué?—No podía dar crédito a lo que estaban escuchando mis oídos. El soldado que nos informaba debió notar la incredulidad que reflejaban nuestras expresiones, así que continuó proporcionándonos detalles sobre la tragedia que se había desatado.

—Un titán de unos 60 metros embistió la puerta de Shiganshina y permitió que otros titanes ingresaran...—El soldado parecía conmocionado, y sus palabras salían con dificultad. Hizo una pausa para tomar aliento antes de proseguir—Luego apareció otro titán, con una especie de armadura o coraza, y destrozó una sección del Muro María... No pueden imaginar cuántas vidas... se han perdido... La gente trató de huir... y...

El soldado luchó de todas las maneras posibles por contener sus lágrimas, pero, evidentemente, fue en vano, y se derrumbó en ese mismo instante.

Me di la vuelta y me puse en marcha con mi caballo, decidida a llevarlo de vuelta al establo para alimentarlo, consciente de que pronto tendríamos que volver a la acción.

En ese momento, mis emociones eran tan abrumadoras que me resultaba difícil identificarlas. En un instante, me encontré agradeciendo en silencio el no tener a ningún familiar con vida, lo que significaba que no experimentaría el dolor y el sufrimiento que cientos de personas debían estar sintiendo en ese preciso momento debido a la tragedia. Sin embargo, inmediatamente me sentí egoísta y eliminé ese pensamiento de mi mente.

Esa noche, el viento soplaba inusualmente cálido, y por un instante, juré haber visto la luna teñida de un tono rojizo en el cielo.

Después de ocuparme de las tareas en el establo, me encaminé hambrienta hacia el comedor, ya que hasta ese momento, no había probado bocado desde el desayuno. El ambiente que se respiraba era sombrío, y el miedo parecía impregnar el aire. La sensación era tan intensa que casi podías jurar escuchar los gritos desgarradores de personas siendo devoradas. Titanes dentro de las murallas... era como una pesadilla hecha realidad.

Cuando llegué a mi destino, me sorprendió encontrar al Comandante Erwin y a los demás veteranos reunidos, seguramente discutiendo los eventos recientes. Todas las miradas se posaron en mí, y maldecí mi eterna mala suerte por interrumpir constantemente asuntos importantes. Decidí retirarme inmediatamente , pues sufría de un cierto grado de ansiedad social, especialmente cuando se trataba de personas de alto rango.

Una vez afuera, tomé una profunda bocanada de aire y exhalé. A pesar de mi hambre, la idea de comer pan mientras otros debatían sobre cómo salvar a la humanidad no me resultaba apetecible en absoluto.

—¿Por qué están teniendo una reunión en el comedor?— exclamé sin pensar, mientras estiraba mis brazos. Estaba exhausta y hambrienta.

—No sabía que teníamos que pedirte permiso—respondió una voz que me hizo sobresaltar. Giré bruscamente para encontrarme cara a cara con el Capitán.

—N-no, no quise decir eso, lo siento— tartamudeé, sintiéndome incómoda. En realidad, el Capitán y yo no nos llevábamos muy bien; nuestras personalidades chocaban en más de una forma.

—Tch, no entiendo cómo puedes pensar en comer en un momento como este, pareces un perro—declaró secamente. Sabía exactamente a lo que se refería, pero también era importante recordar que habíamos pasado todo el maldito día en una misión fuera de los muros.

—No es mi culpa que usted no sea humano— respondí frunciendo el ceño. Sin embargo, de inmediato me di cuenta de a quién me estaba enfrentando y me cubrí la boca con ambas manos. Maldición, odiaba ser tan impulsiva.—N...no quise decir eso, me refiero a que...

El Capitán solo me observó, sin ninguna expresión en su rostro. Me aterraba esa mirada suya, ya que nunca sabías en qué podría estar pensando acerca de ti. Sus ojos parecían estar llenos de desilusión y dolor.

Levi—una voz interrumpió de repente—nos vamos a la oficina.—Era el Comandante, que había salido del comedor junto con los demás.

—De acuerdo— respondió el pelinegro mientras se daba la vuelta sin siquiera mirarme.

—Qué tipo tan insoportable...— me dije para mí misma.

Permanecí observando al grupo de veteranos mientras se alejaban. Era evidente que entre ellos existía una profunda conexión. Incluso al discutir asuntos serios, se notaba la confianza y el cariño que compartían. Me embargó la envidia. No tenía un grupo al que pertenecer ni amigos, tan solo a Mike, Nanaba y Gelgar... aunque a veces me cuestionaba si sólo eran compañeros de trabajo o eran realmente amigos.

Caminé hacia el centro del regimiento, donde se encontraba una hermosa fuente. La imponente luna de esa noche se reflejaba en sus claras aguas. Me senté allí durante un largo rato, y el silencio era sobrecogedor. Me pregunté cuántas veces mi madre había estado sentada en este mismo lugar. De repente, ya no tenía hambre.

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Había transcurrido un año desde la invasión de los titanes a Shiganshina y la brecha en el Muro María. Fue un año extremadamente difícil debido a la escasez de alimentos, resultado de la llegada de miles de refugiados al interior del Muro Rose.

Ese día, Nanaba y yo estábamos de compras, ya que Mike nos había encargado algunos materiales que se vendían en el mercado. Mientras regresábamos hacia las puertas del Muro Rose, nos encontramos con una multitud aglomerada en un punto específico.

—¿Qué está pasando?— pregunté confundida mientras las puertas comenzaban  abrirse lentamente—¿Pero qué están haciendo? ¡Pueden entrar titanes!

Miré a mi compañera, y en su rostro vi una expresión triste y resignada.

—El gobierno ha lanzado una Operación de Reconquista del Muro María— me respondió la pelirrubia. Al notar mi silencio, continuó explicando—Enviarán a estos refugiados con la intención de retomarlo.

—¡¿Es una broma?! ¡Son civiles, por el amor de Dios!— grité.—¿Qué probabilidad tienen de sobrevivir si no cuentan con ningún tipo de equipo para defenderse?

Simplemente no podía concebirlo; aquello parecía más bien una exterminación.

Nanaba solo bajó la mirada y se quedó en silencio. Me quedé mirándola, impotente ante la situación, y luego dirigí mi vista hacia toda esa gente a la que prácticamente estaban forzando a enfrentar su propia muerte.

—¡Abuelo, no te vayas!—escuché que alguien gritaba, lo que atrajo mi mirada en esa dirección. Era un niño de cabello rubio que lloraba junto a su abuelo. —¡No entiendo por qué tienes que irte!

—Tranquilo, Armin—le contestó el anciano con una sonrisa.—Es un plan para retomar nuestro hogar...

No pude seguir escuchando. Recogí las bolsas que se me habían caído debido a la impresión y me dirigí rápidamente de regreso al regimiento, dejando a Nanaba atrás. Estaba furiosa, no podía entender por qué engañaban a la gente solo para aliviar la escasez de alimentos. Eso no era algo que los seres humanos debieran hacer.

Apenas llegué, arrojé las compras con fuerza sobre la mesa y me dirigí a toda prisa a mi habitación. Gelgar y Mike no dijeron una palabra, lo que me llevó a pensar que ya sabían lo que estaba ocurriendo. Lo que no me di cuenta en ese momento fue que el Capitán Levi estaba con ellos.

Llegué a mi habitación, cerré la puerta con llave y, con una patada, arrojé mi silla de noche a un lado, tratando de liberar toda la rabia e impotencia que sentía hacia esas personas. Sentía que los estaban tratando como si fueran tontos, como si fueran carnada... A pesar de que no tenía a nadie de mi familia con vida, el simple hecho de haber presenciado al niño con su abuelo me apretó el pecho. Me pregunté en qué nos estábamos convirtiendo como sociedad.

De repente, alguien tocó mi puerta.

—¡NO QUIERO VER A NADIE! ¡VETE DE AQUÍ!—grité con rabia. Algunas lágrimas comenzaron a escaparse lentamente. Volvieron a golpear la puerta dos veces más—¿ACASO ESTÁS SORDO? DIJE QUE NO...

No tuve tiempo de terminar la frase cuando vi mi puerta volar por los aires. Alguien la había pateado para entrar. Cuando miré hacia donde, segundos atrás, había estado mi puerta, vi a la última persona que deseaba ver en ese momento.

—¿Crees que puedes hacer un berrinche cuando te plazca?— preguntó con su amabilidad característica.

Permanecí estupefacta, y me sequé rápidamente las lágrimas con la manga de mi chaqueta al identificar al intruso. Nunca  imaginé que un superior vendría a visitarme en ese preciso momento. Traté de recuperar la calma y mantener la compostura.

—L-Lo siento, no sabía que era usted—dije con mucho más serenidad, esforzándome por controlar mis emociones.

—Aunque no hubiera sido yo, eso no te da derecho a tratar a nadie de esa manera—declaró el pelinegro mientras se cruzaba de brazos y avanzaba hacia el centro de la habitación, sin apartar la mirada de mí.

—Bueno, estaba en mi habitación; este es un espacio personal, por lo que puedo reservarme el derecho de admisión— respondí rápidamente, sin pensar demasiado, ya que todavía sentía mi enojo a flor de piel.

—Oh, ¿y crees que siendo un simple soldado tienes derecho a eso?— replicó. No pude evitar sentirme mal al escuchar la palabra "simple".

—Puedo ser una "simple" soldado, pero al menos soy alguien que se da cuenta de los exterminios que este gobierno de mierda comete contra nuestra propia especie— le dije, mirándolo fijamente y dejando que todo el rencor que sentía en ese momento fluyera en mis palabras. Los dientes me rechinaban mientras hablaba.

—Ah, ¿y nosotros no?—respondió con un tono más serio.

—Pues parece que no, porque no están haciendo nada—contesté, apretando los puños con fuerza.

—Hmm...Y dime, ¿tú qué harías?—me preguntó, su tono reflejaba su fastidio.—Si solo sabes matar titanes...— lo último lo dijo con tono despectivo, lo que me enfureció aún más— como todos nosotros.

Al mencionar "todos nosotros", noté que quizás sentía  empatía por la situación y que compartía mi frustración.

—Tú estás en el Cuerpo de Exploración, como nosotros—continuó el hombre de cabello azabache con un tono firme. Sentía que me estaba reprendiendo y dándome una lección, así que lo escuché con atención.—El Cuerpo de Exploración mata titanes para evitar que devoren a los humanos,explorar nuevos territorios y ganar nuestra libertad. Esa es nuestra tarea. Si quieres culpar a alguien, culpa a los titanes que abrieron el agujero y a los que se encuentran dentro del Muro María, y entrena duro para poder eliminarlos.

En ese momento, me sentía completamente calmada y solo pude mirar el suelo. Sabía que el capitán tenía razón, pero aún así no entendía los sacrificios.

—A veces...—se tomó un momento para continuar, quizás para estar seguro de si podía decirlo— hay que hacer sacrificios por un bien mayor— dijo el pelinegro mientras se dirigía hacia la puerta dispuesto a marcharse—y si realmente quieres cambiar el sistema que controla nuestra sociedad, entonces únete a la Policía Militar y deja de quejarte aquí.

Luego de eso, se marchó... y sin arreglarme la puerta.

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