Capítulo 17: Titán hembra (✔️)


Había transcurrido una semana desde el retorno de la expedición marcada por el fracaso y la decepción. La atmósfera estaba impregnada de incertidumbre, y las misiones fuera de las murallas habían sido temporalmente suspendidas, una respuesta lógica ante las dolorosas pérdidas humanas que habíamos sufrido. En medio de este periodo de inactividad, me sumergí en tareas rutinarias dentro del regimiento, intentando apartar de mi mente los eventos traumáticos.

Desde aquel incidente repetitivo en la oficina del capitán, no había vuelto a coincidir con él. ¡Había besado al capitán dos veces! Maldición, ¡al capitán! Muchas noches me sumí en conversaciones internas, llegando a la conclusión de que sentía algo por él. Experimentaba una sensación cálida en el pecho cada vez que lo miraba, una señal que me llevaba a esa confusa conclusión. Su mirada, su aroma... desencadenaban emociones que no sabía cómo manejar.

—Buenos días, soldado —escuché mi nombre a mi espalda y me giré. Era el comandante Erwin, con una expresión que erizaba la piel—. Necesito que me acompañes. Tendremos una reunión; por favor, sé discreta.

Asentí de inmediato y fui por mi chaqueta, interpretando por la mirada del comandante que se trataba de algo de suma importancia. Lo seguí en silencio hasta su oficina, notando la presencia de algunos reclutas de la 104. Todos llevaban una expresión seria y eso me inquietó; algo no estaba bien.

—¿Pasa algo? —pregunté, intercambiando miradas con Mikasa.

—Iremos con Eren, tenemos un plan para atrapar a la titán hembra.

Abrí los ojos con sorpresa. ¿Ya sabían quién era? Miré discretamente a Armin quien se le veía bastante afectado. ¿Sería algún amigo suyo?

Dirigí mi mirada de nuevo al comandante. Realmente merecía el puesto que ocupaba, y decir que era una persona inteligente, cautelosa y estratega era quedarse corto.

Sin más preámbulos, nos movimos de inmediato al lugar donde sería la reunión y el trayecto transcurrió en absoluto silencio, como lo exigía la gravedad de la situación. No podía comprender cómo podría haber más individuos como Eren... ¿acaso era algo fácil de lograr? ¿Lo que mis padres hicieron conmigo era tal vez la manera de crearlos? A excepción de aquellos que salieran mal, como yo. Surgieron muchas preguntas y ninguna respuesta. No divisé a Mike, Nanaba o Gelgar, y me resultaba incomprensible el por qué yo debía estar allí.

Al llegar al recinto y abrir la puerta, casi sufro un colapso al ver que Eren estaba presente junto al capitán. Involuntariamente, me puse nerviosa y tropecé con el pie de Jean, quien me miró extrañado por mi torpeza repentina. ¿Qué demonios estaba haciendo?

—¿Por qué están aquí? —preguntó Eren preocupado. —¿Pasa algo?

—Identificamos a la persona que podría ser el Titán Hembra —declaró sin rodeos el comandante—. Esta vez la atraparemos.

Ocupamos nuestros lugares alrededor de la amplia mesa de madera situada en el centro de la estancia, y nos entregaron hojas detallando toda la planificación estratégica para la misión. Sin poder evitarlo miré de reojo al capitán, quien, imperturbable, leía el plan con la misma concentración que yo debería estar leyéndolo. No mostraba ni un poco de nerviosismo... pero ¿que esperaba? Si él nunca ha sido de los que expresa emociones.

Aún así esperaba al menos detectar algún indicio, por último de complicidad. Pero nada.

Quizás simplemente no era algo importante para él.

Quizás yo le estaba dando demasiada importancia a un simple beso.

—La persona detrás del Titán Hembra es Annie Leonhart —anunció el comandante.

Me sacudió lo último que dijo el comandante. ¿Quién era ella? Sentí que Eren se tensó  al escuchar su nombre y colocó una expresión incrédula, quizás incapaz de comprender aquella revelación. El comandante continuó explicando meticulosamente el plan para detenerla. Me tensé; era realmente arriesgado llevar a cabo todo esto dentro del distrito de Stohess, considerando toda la población que vivía allí.

Armin inició la explicación de las razones por las cuales sospechaba de Annie, mientras que Mikasa afirmaba que su apariencia era sorprendentemente similar. Eren se desconcertó ante el comentario y se puso de pie para iniciar un intercambio de opiniones con sus compañeros, criticando la falta de pruebas para una acusación de tal magnitud; era evidente que no quería aceptar esa teoría.

—No tenemos más pruebas, pero lo haremos de todos modos —sentenció el capitán.

—Entonces, ¿estaré escondida para atacar en caso de que se transforme antes, verdad? —pregunté con determinación. En ese momento, estaba completamente centrada en la misión, incluso empezaba a sentir cosquilleo en las manos. Sería la oportunidad perfecta para desahogarme como correspondía.

—No, acompañarás a Levi, por cualquier cosa que suceda, ya que tiene una fractura en la pierna —respondió.

— ¿Qué? — Todos me quedaron mirando al ver mi decepción ante la orden que se me había dado.

Genial, super genial...¿Ahora soy guardaespaldas o qué?

— Está bien...— ahora entendía el por qué estaba allí.

Y el plan quedó cerrado.

Con la llegada de la noche, la tensión impregnaba todo el regimiento. Era el momento en el que los soldados se sumergían en reflexiones sombrías sobre la posibilidad de morir al día siguiente, y no me excluía de ese pensamiento en absoluto. Ahora, mientras reflexionaba, sentí por un momento que mi vida carecía de significado. Solo seguía adelante por el capitán y la extraña misión que mi padre me dejó...

¿Sería Eren la clave que nos llevaría a esa libertad tan ansiada?

En ese instante, recordé el libro. Estaba decidida, después de la misión del día siguiente, lo terminaría de leer y le contaría todo al pelinegro.

Recordé a Petra y a los demás, aquellos días lleno de aventuras y convivencia explosiva. Sentí tristeza al pensar que esos días jamás volverían y que solo quedarían en mis memorias.

Me recosté en mi cama mientras mi mirada se perdía en el techo de madera, con el que siempre jugaba con las manchas para imaginar figuras. A menudo veía perros o incluso gatos en ellas.

Suspiré.

En ocasiones, sentía el deseo profundo de pertenecer a alguien, de experimentar esa sensación reconfortante de que alguien te espera o se preocupa por tu regreso después de una misión. Sin embargo, sabía que pensar así era egoísta, ya que, de no regresar con vida, dejaría a alguien sumido en un dolor profundo.

De repente, un sonido rompió mi concentración y me apartó de todos mis pensamientos.

Alguien golpeaba mi puerta. ¿A estas horas? Eran casi las doce de la noche, y la mayoría de los soldados ya estaban durmiendo para prepararse para el día siguiente. Abrí la puerta lentamente, con un poco de temor, y me sorprendí al ver a alguien completamente familiar.

—¿Jean? ¿Qué está pasando? ¿Por qué estás aquí?

—Lo siento, pero el capitán me ordenó avisarte que te está esperando en su oficina. —Jean parecía genuinamente avergonzado por tener que hacer esa solicitud. Sabía de antemano que no era la hora apropiada para llamar a los soldados.

—Tengo que dormir, dile que...

—Por favor... —La expresión de Jean casi rozó la súplica, consciente de lo que le esperaría si no cumplía con lo que le habían pedido. Sonreí, sintiendo pena al darme cuenta de cómo esos chicos estaban traumados por el pelinegro. —Muchas gracias.

Le dije que se fuera a dormir y que yo me dirigiría a la oficina.

Dado que estaba en pijama cuando Jean vino a buscarme, solo tuve tiempo de ponerme apresuradamente los pantalones y la camisa blanca del uniforme. El camino, que normalmente tomaba diez minutos, se me hizo eterno, todo debido a las mil y una razones que se me ocurrían sobre por qué el capitán me había mandado llamar tan tarde. Las posibles razones iban desde un regaño por mi actitud al enterarme de que sería su guardaespaldas hasta incluso algo más íntimo. Descarté completamente la última opción, ¿cómo no sentirme avergonzada?

Recorría los pasillos absorta en mis pensamientos cuando sentí la presencia de alguien detrás de mí.

—¿Un soldado? ¿A estas horas? —me preguntó un hombre de alrededor de cuarenta años, probablemente el capitán de otro escuadrón, ya que su insignia indicaba un rango superior— ¿Qué estás haciendo aquí?

—Yo, eh... —inocentemente hice mi saludo característico— vengo a una reunión con el capitán Levi, señor.

—¿Con Levi, a una reunión? ¿A esta hora? —bufó divertido y su sonrisa se transformó en una de malicia— Ya entiendo a qué has venido...

De repente, me agarró del brazo y me arrastró dentro de una oficina que nunca antes había visto. Rápidamente noté que se trataba de la oficina de asuntos regulatorios del regimiento de exploración, con enormes estanterías y un imponente escritorio en el centro. Escuché cómo el hombre cerraba la puerta tras de sí, y me volteé con temor.

A veces los humanos actuaban de una forma mucho más aberrante que los mismos titanes.

—¿Qué quiere?

—Lo mismo que Levi, no creo que tengas problemas en matar dos pájaros de un tiro. —Dijo con una sonrisa que me apretujó el estómago.

Tomé esas palabras de manera demasiado literal y me asusté. No era una broma; estaba harta de pretender que estas cosas no sucedían en un regimiento de tal envergadura. Era común escuchar a soldados avergonzados por situaciones como la que ahora tenía ante mis ojos. El abuso de los superiores siempre había existido, pero era un tema del que nadie hablaba. Aunque alguna vez me encontré en situaciones similares con el capitán, ya tenía la confianza suficiente para mandarlo a volar y salir del paso.

Pero esta vez era distinto.

Se trataba de un superior al que no conocía... ¿Podría resistirme? ¿Me expulsarían si lo hacía? ¿Contaría con el respaldo del comandante en caso de necesitarlo? ¿Me creerían? ¿Le darían importancia a un caso así, considerando que tenían asuntos más apremiantes como atrapar a los titanes y liberar a la humanidad? Sabía que no sería la primera vez que alguien enfrentara una situación así, por lo que tampoco debía sobrevalorar mi importancia.

—Vamos, no tengas miedo —se acercó a mí y me volteó bruscamente contra la gran biblioteca a la izquierda—. Deberías estar acostumbrada.

—Para su información, no es así —le contesté ofendida, a lo que el individuo soltó una leve carcajada.

Me quedé inmovilizada por unos instantes, indecisa sobre qué hacer. Experimentaba una sensación desagradable de impotencia al darme cuenta de que podría hacer pedazos al individuo a patadas, pero las reglas absurdas de la jerarquía militar impedían que lo tocara. El hombre se acercó más a mi cuerpo, y pude sentir su erección en mi espalda.

¡Qué horror! ¿Cuál era la mejor acción a tomar?

— ¡NECESITO IR A DESCANSAR! ¡TENGO UNA MISIÓN IMPORTANTE EN UNAS HORAS! —grité con todas mis fuerzas, buscando ser escuchada.

Mis palabras resonaron con la única intención de ser percibidas.

— ¡Baja el tono! —gruñó el hombre mientras colocaba su mano sobre mi boca— ¡Esto terminará rápido si dejas de protestar!

Mordí mi labio inferior con firmeza. Todavía me costaba creer que hubiera individuos tan retorcidos dentro de las murallas, personas que deberían ser nuestro apoyo en un mundo lleno de titanes que amenazan con devorarnos.

De repente, resonó un golpe en la puerta, y mi corazón experimentó un alivio. Ninguno de nosotros dos respondió de inmediato; él por la sorpresa, y yo, por su desagradable mano sobre mi boca. La puerta se abrió, y entró el capitán, aparentemente imperturbable.

Nuestra posición ya era bastante sugestiva por sí sola, y tenía sentido dado el propósito que buscaba el hombre.

—Levi.

—Veo que estás ocupado. Como no respondiste, sentí la obligación de entrar. —Dijo de manera neutral. Me devolvió la mirada, y con la mía le imploré: "Sácame de aquí, por favor, necesito ayuda". Estaba al borde de las lágrimas, pero me contuve. — ¿Terminaste los informes que te encargué ayer?

—No... pensaba revisarlos más tarde...

—Si querías divertirte tanto, deberías haber pensado en hacerlo después de cumplir con tus responsabilidades. Termínalo ahora —le ordenó con frialdad. Aunque su rostro no cambiaba, el tono que empleaba infundía miedo, incluso en mí.

Me quedé perpleja, ya que, según mis cálculos, ambos tenían el mismo rango. Entonces, ¿por qué el hombre parecía temerle?

—Sí... disculpa. —El individuo soltó el agarre, y aproveché la oportunidad para escapar de la oficina.

—Y tú, no te vayas; aún no te he dado permiso —me ordenó.

Cumpliendo la orden lo esperé afuera mientras ajustaba mi camisa. El sujeto, al haber tenido una posición estratégica detrás de mí, había logrado tocarme hasta el alma. Hice una mueca de disgusto, ya que me produjo repulsión.

Esperé a que ambos resolvieran sus asuntos. El pelinegro había cerrado la puerta, así que estaba en la oscuridad acerca de lo que estaba ocurriendo en su interior.
Después de unos minutos, el capitán salió de la habitación con calma y me indicó que lo siguiera. Ya en su despacho, dejó escapar un suspiro de fastidio.

—Perdóname, fue mi culpa por haberte hecho llamar tan tarde. —Me miró con preocupación— ¿Estás bien?

—Sí, no se preocupe. No es algo importante, especialmente considerando que hay titanes ahí fuera deseando devorarnos... —respondí minimizando la importancia del incidente. Crecer en un mundo donde los titanes te recordaban a diario que tu vida no valía mucho afectaba profundamente la manera en que afrontabas este tipo de situaciones y la vida en general.

— No tienes porqué normalizar este tipo de conductas — me recriminó con severidad— estos actos no están permitidos por orden de Erwin y ese estúpido lo sabe.

Quedé asombrada. ¡Y yo aquí dudando del comandante y preguntándome si estaría de mi lado al acusar a ese individuo! Mis disculpas, comandante, nunca más volveré a desconfiar de usted. No tengo perdón de Dios.

Aunque no puedo negar que me resultó conmovedor que el capitán se preocupara más por mi situación que yo misma. Fue un gesto que iluminó mi corazón.

—Pero créeme, ahora le ha quedado claro que tiene prohibido tocar a cualquier soldado. —respondió casi con rencor.

Respondí con una sonrisa amplia ante su comentario.

—Y... ¿por qué me llamó? —pregunté, rompiendo el silencio, ya que el capitán parecía absorto en sus pensamientos.

En respuesta a mi inocente pregunta, el capitán se acercó decidido hacia mí y, sin rodeos, abrió de un solo movimiento mi camisa, dejando al descubierto mi elegante brasserie de color azul marino.

¿Qué? Fue tan rápido que ni siquiera tuve tiempo de articular palabra.

Con la misma rapidez, se acercó a mi cuello e inhaló. ¿Acaso había adoptado las costumbres de Mike o algo por el estilo? Sentí su aliento tan cerca de mi cuello que experimenté un estremecimiento a niveles insospechados; incluso juraría que dejé de respirar por unos instantes.

Después, se distanció y me miró a los ojos, visiblemente molesto.

—Lo sabía, has quedado impregnada con el olor de ese idiota. —dijo mientras se alejaba lentamente, regresando a su escritorio.

Solo en ese momento reaccioné lo suficiente como para cerrar rápidamente mi camisa, ya que me había quedado en estado de shock e inmóvil desde que se acercó a mí. Mis mejillas me traicionaron y se volvieron de un rojo intenso. ¡Sentía como si la fiebre estuviera a punto de apoderarse de mí en cualquier momento!

—¡C-Capitán, aquello no era necesario! —tartamudeé nerviosa, tratando de expresar cierta incomodidad, aunque sin mucho éxito.

—Levi, llámame Levi... —corrigió con tranquilidad mientras buscaba algo en la cajonera de su escritorio— ...cuando estemos solos, como ahora.

— ¿Q...qué? —en realidad, no podía creer lo que me estaba diciendo. ¿Cómo podría tutearlo? ¿Por qué? ¿Con qué propósito?— No puedo hacer eso.

— ¿Ah? ¿Desde cuándo tanta formalidad si antes lo único que hacías era llevarme la contraria? —bufó.

Sí, es cierto, pero jamás le había faltado al respeto, ¿verdad? Guardé silencio porque realmente no supe qué decir. Los episodios anteriores y el beso que había sucedido en este mismo lugar cruzaron por mi mente.

Y si a lo mejor... ¿le gustaba al capitán? ¿Será demasiado egocéntrico pensar de esa manera? Pero recordé su frialdad hacia mí enfrente a otros en la vida cotidiana. ¿Y si lo hace con frecuencia con otras personas? ¿O con otros? Me estremecí al recordar lo que había escuchado del comandante Erwin. Todos los superiores tenían su vida privada, como indicaba el nombre, privada. No se sabía mucho, y los escasos detalles que se manejaban eran solo rumores de pasillo sin fundamentos sólidos.

Hasta esta altura ya no podía negarlo...

El capitán removía en mí sensaciones extrañas pero increíbles. Cada vez que estaba a su lado, sentía que podía alcanzar todo lo que me propusiera en la vida, era una sensación nueva pero muy reconfortante. Aunque su rostro pudiera parecer imperturbable, a este nivel, podía afirmar con total confianza que ya sabía leer más allá de esa máscara que la vida le había impuesto.

Sus pasos me sacaron del trance que inconscientemente me había atrapado. Levanté la vista y me encontré con aquellos hermosos ojos azabaches, como un bosque nocturno en pleno invierno, fríos pero magníficos. Sostenía un pequeño frasco en su mano derecha, elevándolo a la altura de mi cuello.

— ¿Qu-que es es...

No pude terminar mi pregunta, ya que fui interrumpida por el sutil perfume del capitán que roció sobre mí. ¿Perfume?

—Ahora sí, mucho mejor. —dijo con lo que me pareció una sonrisa, que no pude distinguir bien por la falta de luz—. Ya no hueles a idiota.

El aroma del perfume del capitán envolvió el aire, y solté una sutil carcajada. Su comentario, aunque inusual, dejó un rastro de humor que me hizo preguntarme como es que aquel hombre tan excéntrico llegó a interesarme.

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La tierra comenzó a estremecerse, y aun dentro de la carroza que continuaba su marcha, pudimos sentir la vibración. Era la señal inconfundible de que se estaba poniendo en marcha el plan estratégico para capturar a Annie. Los caballos se detuvieron bruscamente, y el comandante, seguido por el capitán, fue el primero en descender, encontrándose con un Nile consternado por la situación. Sin más opción, nos vimos obligados a engañar a la policía militar, ya que sin Eren en la primera fila, era imposible llevar a cabo la operación.

Fui uno de los últimos en descender y observé a lo lejos cómo el polvo se elevaba hacia el cielo desde el lugar del acontecimiento. Finalmente, las sospechas habían sido confirmadas.

— Nile, despacha a todos tus soldados, lo más probable es que sea un titán.— le habló el comandante con autoridad.

— ¡Imposible ! Esta es la muralla Sina, es imposible que haya titanes aquí.

Con sorpresa, el líder de la policía militar observó cómo el individuo que se hacía pasar por Eren Jaeger, que viajaba en la carroza unos metros detrás, se transformaba en un soldado del Regimiento de Exploración. Jean se apresuró a reunirse con el comandante Erwin y, tras recibir órdenes, se alejó velozmente para brindar apoyo a sus compañeros.

En cuestión de segundos, otro camarada apareció con un equipo de maniobras tridimensionales listo para entregárselo a nuestro líder.

— ¡Todos los que puedan moverse pónganse en marcha! —ordenó luego de colocarse el EMT— debemos asistir a la captura de la titán hembra.

—Erwin, detente.

En ese momento, mi corazón pareció detenerse y sentí que me faltaba el aliento. Un grupo de soldados de la policía militar nos apuntó con sus armas de fuego, y de manera instintiva, me coloqué delante del capitán como si fuera un escudo. No sabía cuán efectivo sería eso, ya que si disparaban, la bala atravesaría mi cuerpo sin dificultad y llegaría de todas formas hasta él.

¿Pero eso es lo que hacen los guardaespaldas, ¿verdad?

—¡Lo que estás haciendo es claramente una rebelión contra el rey, Erwin! —gritó Nile.

—Nile, tu cabeza es tan hueca como la punta de esa pistola. Parece que no tienes idea de lo que está sucediendo.

Este episodio apenas comenzaba y yo ya deseaba marcharme.

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