Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 2

Tan solo estaba en el jardín delantero de la universidad y ya se podía contemplar la inmensidad de aquel lugar. El viejo castillo había sido completamente renovado para ser usado como centro de estudios, casi parecía nuevo, como si en lugar de hace siglos hubiera sido construido pocos meses antes.

El camino empedrado que iba desde la verja hasta la misma entrada del castillo estaba rodeado de plantas de un verde brillante y flores de aromas y colores muy diversos. En medio de ese camino había una fuente de piedra con una estatua en su centro que parecía ser una mujer con un elegante y voluminoso vestido que era rodeado por rosas con sus tallos llenos de espinas. Lejos de parecer incómoda, la expresión que habían plasmado en el rostro de la mujer era sereno.

Por la base de la estatua había unos pequeños agujeros que soltaban agua continuamente. Algunos pajarillos se paraban en el borde de la fuente para tratar de beber un poco de agua, como si el montón de gente que se congregaba a las puertas de la universidad no fuera nada especial.

—Petirrojos europeos —dijo Julieta al darse cuenta de que Nyx miraba los pequeños pajarillos—. Lo sé por las plumas rojas que tienen en el pecho.

—¿Te gustan las aves?

Julieta se encogió de hombros.

—No más que a cualquier otra persona. Pero en Saint Rose tienen un club de observación de aves, y a veces se quedan algunas cosas de escuchar hablar a sus miembros todo el día sobre pájaros.

La chófer de Julieta abrió el maletero del coche y sacó primero la maleta de Nyx, ya que era la que estaba encima de las demás, y su bolsa de viaje. Luego le dio a Julieta sus propias maletas.

—¿Desea que me quede con ustedes, Signorina Morelli?

—No hace falta, puedes irte Sophia.

—Como usted diga.

La mujer hizo una reverencia ante Julieta antes de dar media vuelta y volver a subirse al Roll-Royce. En menos de un minuto ya había arrancado y se marchaba del recinto dejando tras ella solo una leve nube de humo y polvo.

—Venga, te voy a enseñar este sitio —le dijo Julieta para que la siguiera.

Esquivaron personas y coches de lujo hasta poder pasar al interior del edificio. Para sorpresa de Nyx, aunque por fuera era un castillo sacado del siglo dieciocho, el interior no tenía nada que envidiar a las instalaciones más modernas. El suelo era de mármol blanco, y en el centro de la entrada estaba el escudo de la universidad plasmado en el suelo.

—Cuidado, no lo pises —le advirtió Julieta mientras seguían caminando—. Dicen que si lo haces jamás logras graduarte. Trae mala suerte —cuando Nyx la miró arqueando una ceja ella se encogió de hombros—. Supersticiones universitarias, pero no tengo ganas de ponerlas a prueba, y tú tampoco deberías. Por si acaso.

Ahora entendía por qué todo el mundo evitaba pasar cerca de aquel punto como si el escudo tuviera la peste.

—¿Qué sabes exactamente acerca de Saint Rose? —preguntó entonces Julieta.

—Es una prestigiosa universidad fundada a principios del siglo diecinueve por Lady Margaret Devereux que...

—Ahorrémonos toda la historia sin interés, ¿si? Me refiero a qué sabes sobre la gente que estudia aquí.

Pues para ella toda esa historia sin interés sí que tenía interés. Más del que Julieta pudiera imaginar.

—Lady Margaret fue una antigua miembro de la Casa del Mono, ella abandonó su casa para poder crear esta universidad para que todos los jóvenes de todas las casas pudieran estudiar aquí en paz. Así que todos y cada uno de los estudiantes de este sitio forman parte de alguna casa —se lo pensó un poco antes de añadir—. Excepto los becados.

—Aprendes rápido —la felicitó Julieta—. Desde que las casas de jade abandonaron el palacio del Emperador, han tenido algunos problemas para adaptarse a la vida en la tierra. Cuando alguien se entera de que eres miembro de una casa intenta que le hagas favores y esas cosas, y las casas de jade no están para eso —Julieta parecía molesta al mencionar eso—. Las casas de jade rigen la sociedad, deben de actuar en las sombras sin la intervención de personas ajenas. Tienen que ayudar a los humanos como el Emperador de Jade lo ordenó hace milenios, protegerlos incluso de ellos mismos. Por eso somos nosotros los que movemos los hilos del destino.

—¿Eso no es como jugar a ser Dios?

Julieta rió ante la ocurrencia de Nyx. Por su risa escandalosa algunas personas las miraron.

—Eres más graciosa de lo que pensaba, Nyx. En fin, como iba diciendo, esta universidad se fundó para que pudiéramos estudiar aquí sin preocuparnos por el mundo exterior. Para que nos formemos y podamos serles útiles a nuestras casas. También tienes que tener en cuenta que las casas no son conformadas por una sola familia, ¡hay cientos de familias en una misma casa! Por eso es que la red de conexiones se extiende por todo el mundo.

—Pero sí que hay una familia en cada casa que es más importante que las demás ¿no?

—Exacto —Julieta sonrió con orgullo—. Es la familia del fundador. ¿Has escuchado alguna vez la historia de la creación de las casas de jade?

—¿Esa en la que el Emperador de Jade hace llamar a los humanos? Que llega al palacio primero una niña, luego un cazador cojo y así.

Julieta asintió.

—Entonces sí.

—Pues esa familia principal está formada por descendientes de los fundadores. Por ejemplo, la familia principal de mi casa, la Casa del Caballo, es descendiente de la sacerdotisa de la historia.

Antes de que se diera cuenta ya habían llegado a un mostrador donde había varios hombres y mujeres atendiendo a los recién llegados. Los estudiantes empezaban a amontonarse frente al mostrador, así que Julieta tuvo que abrirse paso entre unos y otros para llegar hasta él. La gente a la que codeaba y empujaba para pasar se quejaba, pero en cuanto la veían preferían callarse.

A Nyx eso le llamó bastante la atención.

Un chico se marchó dejando libre a una de la mujeres que estaban allí atendiendo. Rápidamente Julieta se puso frente a ella para que las atendieran a ellas primero.

—¡Buenos días! Julieta Morelli, Casa del Caballo, de segundo año.

—Buenos días, señorita.

Con eso la mujer se alejó un poco hasta llegar a la pared tras ella. Había un montón de pequeños buzones y la mujer abrió uno de ellos sacando una llave.

Al volver le extendió la llave a Julieta que agradeció.

—Que tenga una buena estadía en Saint Rose —ahora la mujer miró a Nyx.

Esta se quedó bloqueada por un segundo sin saber muy bien qué estaba pasando. Fue Julieta la que reaccionó primero y habló por ella.

—Es su primer año aquí, es una becada.

Con esa rápida explicación la mujer pareció saber exactamente qué hacer.

—Bienvenida a Saint Rose, señorita. Esto es la recepción de la universidad, aquí los estudiantes vienen cuando necesitan pedir información acerca de alguna cosa que implique a la institución, también aquí recibimos el correo y vienen a recogerlo cuando pueden —la mujer señaló los buzones que tenía a su espalda—. El primer día del curso también es aquí a donde tienen que venir para recoger las llaves de la habitación que la universidad les asigna. Si me dice su nombre le podré decir en qué habitación se alojará.

—Nyx Shapiro.

La mujer asintió con una sonrisa y volvió a alejarse del mostrador para llegar a los buzones. Estuvo buscando un rato hasta dar con el que quería. Cuando regresó le extendió a Nyx una llave.

—Su habitación es la setenta y siete, está en la tercera planta.

—Yo la llevaré hasta allí, mi habitación también está en esa planta —se apresuró a aclarar Julieta.

—Perfecto, en ese caso solamente decirle que las habitaciones en Saint Rose son compartidas. Cada habitación es ocupada por dos estudiantes, aquí no hay tratos de favor así que su compañera puede ser de cualquiera de las doce casas o incluso alguna otra estudiante becada.

—De acuerdo, muchas gracias.

Nada más terminar de hablar con la mujer otro grupo de estudiantes acaparó toda su atención. De nuevo Julieta tuvo que abrir paso entre la masa de jóvenes para poder salir.

—Dice que no hay trato de preferencia, pero eso es mentira —Julieta puso los ojos en blanco—. Los del consejo estudiantil pueden elegir a sus compañeros de habitación. La única norma que deben cumplir al respecto es que las habitaciones deben separar hombre y mujeres, no hay habitaciones mixtas. Además, ¿el correo, en serio? ¿Quién escribe cartas aún? Un mensaje de texto o una llamada son mucho más rápidos.

Nyx dejó que Julieta divagara sobre las cartas y como el papel había sido sustituido por el mundo digital. La oía pero no la escuchaba realmente mientras le daba vueltas a otro tema.

Parecía ser que los miembros del consejo contaban con bastantes ventajas respecto al resto de estudiantes. Eran la élite dentro de la élite.

—Entonces... ¿tu habitación está cerca de la mía? —preguntó Nyx mirando la llave que le acababa de dar la mujer del mostrador interrumpiendo las quejas de la otra chica.

—La mía es la sesenta y ocho, una pena que no compartamos habitación. El año pasado me tocó junto a Glacia Vessal, de la Casa de la Cabra —Julieta hizo como si un escalofrío recorriera su cuerpo—. Qué horrible experiencia.

—¿Tan malo fue?

—Los de la Casa de la Cabra son... bueno dejémoslo en que tienen su propia manera de hacer las cosas. Y no suele ser la que más le gusta al resto. Ah, ten, es para tí —Julieta le extendió un panfleto—. Lo he cogido del mostrador. Vienen todos los equipos deportivos y todos los clubes de artes y ciencias que ofrece la universidad. No es obligatorio pertenecer a alguno, pero podría ser buena idea para que conozcas a más gente, solo ten cuidado. Yo estoy en el club de música, por si te interesa —le guiñó un ojo divertida.

Nyx dobló el papel y lo guardó en su bolso. Más tarde le echaría un vistazo, cuando no hubiera docenas de personas empujando y no tuviera que estar al cuidado de sus maletas.

Al llegar a las escaleras Julieta guardó la barra de la maleta y la tomó del asa más pequeña. Nyx se quedó abajo mirando como la rubia subía las dos enormes maletas ella misma.

—¿A qué esperas? —Al ver que Nyx no la seguía, Julieta paró y se giró para mirarla— Aquí no tienen ascensor, así que toca subir las maletas a mano.

—¿Qué? —casi se le salieron los ojos de las cuencas de la sorpresa— Pero hay que subir a la tercera planta.

A su alrededor vio como hombres y mujeres trajeados tomaban las maletas en lugar de los estudiantes para subir por las escaleras. Julieta no pudo contener la risa al ver la cara de estupefacción de la contraria.

—Solo son unos cuantos escalones, no le iba a decir a Sophie que se quedara para hacerme de mayordoma solo para esto —dijo la rubia.

Nyx suspiró abatida. El esfuerzo físico nunca había sido lo suyo y esa maleta suya pesaba como un saco de piedras. Sin embargo, las dos maletas que llevaba Julieta tenían aspecto de ser aún más pesadas que la suya y la chica no parecía ni esforzarse al cogerlas.

No iba a quedarse delante de las escaleras toda la vida, así que sin más remedio guardó la barra del asa y la agarró como pudo en alto para subir todos esos escalones. La tercera planta no era siquiera la más alta de esa universidad. Diría que lo lamentaba por la pobre criatura que estuviera en la última planta, pero seguro que hasta esa pobre alma desamparada tenía tres gorilas como el que escoltaba a Beta en el aeropuerto para subirle las maletas.

Ser una becada apestaba.















—Venga, ánimo, solo un par de escalones más.

Julieta ya había llegado cuando a Nyx aún le quedaba un enorme tramo hacia arriba. Esas tres plantas se habían sentido como veinte para ella, incluso había empezado a sudar. Definitivamente su estado físico no era el mejor.

¿Debería mirar esos equipos deportivos y apuntarse a uno para ponerse en forma? Sería la opción más inteligente. Pero si subir unos cuantos escalones ya le había costado un enorme dolor de piernas no quería imaginarse qué sería de ella si la ponían a correr de buena mañana.

Con el último esfuerzo de sus débiles rodillas y sus pulmones a punto de estallar consiguió llegar junto a Julieta. Esta le dedicó un pequeño aplauso para felicitarle su increíble azaña.

—Para, que vergüenza —le pidió cuando varios alumnos y sus sirvientes se giraron a mirarlas.

—Ya ha pasado la peor parte. Recupera el pulmón que acabas de escupir y vamos a buscar esas habitaciones.

Julieta señaló con el pulgar el pasillo tras ella. Las paredes blancas estaban llenas de rimbombantes ornamentos como cuadros, espadas y escudos y hasta algunos extintores aquí y allí. El suelo de los pasillos que iban a las habitaciones estaba cubierto por una impoluta moqueta roja que ayudaba aún más a darle ese estilo de castillo sacado de un libro de historia.

Las puertas de roble macizo tenían números dorados en ellas, a juego con los pomos del mismo color, indicando qué número de habitación eran. Nyx notó que los chicos iban a pasillos diferentes que las chicas. El ala este parecía ser la de los cuartos de las mujeres y el ala oeste el de los cuartos de los hombres.

Siguió a Julieta por aquel lugar como llevaba haciendo desde que habían llegado. La primera habitación en aparecer fue la de la rubia, pero insistió en acompañar a Nyx antes de entrar en su propio cuarto. Era un poco exagerado dado que no iba a perderse en un pasillo recto, pero aún así Nyx le agradeció por el gesto.

—Aquí está, habitación setenta y siete.

Julieta miró la puerta con una amplia sonrisa para luego mirar a Nyx, de nuevo la puerta y otra vez a la chica. Parecía estar esperando alguna reacción de Shapiro. Alegría, nervios, sorpresa. Algo. Pero lo que recibió en su lugar fue bastante decepcionante.

—Ah.

—¿Ah? —sus sonrisa se esfumó, ahora parecía como si le acabarán de insultar a la cara— ¡Yo estaba flipando cuando llegué aquí por primera vez el año pasado! Esa triste reacción es como si escupieran a la cara a mi yo de hace un año.

—Perdón, no quería ofenderte. Pero es solo una puerta. Supongo que me sorprenderá más el interior.

Julieta se dio por vencida con la chica.

—Eres igual de expresiva que una cáscara de pistacho.

—Ey —ahora era Nyx la ofendida.

—Voy a dejar las cosas en mi habitación y a ver si está por ahí mi nueva compañera que, con algo de suerte, será mejor que Vessal. Tengo que presentartela.

—¿No la odiabas?

—Claro, por eso mismo. Así la odiaremos juntas.

Nyx no fue capaz de determinar si Julieta estaba bromeando o hablando en serio. Aunque si Glacia Vessal era igual de amigable que Beta, Nyx podía hacerse una idea de la reticencia de la rubia.

—Imagino que querrás deshacer también tú maleta, así que vendré a buscarte para la comida. Después puedo darte una vuelta por la uni, hasta esta tarde no será la ceremonia de bienvenida que celebra Saint Rose todos los años para los nuevos. Si no recuerdo mal empezaba a las cinco, así que tendremos tiempo de sobra —Julieta había empezado a hablar tanto y tan rápido que Nyx apenas podía seguirla, parecía que hablaba consigo misma—. Bueno, tú no tardes mucho, tengo habré y me gustaría llegar pronto al comedor, antes de que se llene todo de estudiantes.

Nyx solo pudo observar cómo Julieta daba media vuelta para recorrer de nuevo el camino hasta su habitación. Ni siquiera le había dejado contestar.

Estaba genuinamente sorprendida de que Julieta se estuviera tomando tantas molestias con ella. Acababan de conocerse, hacia menos de dos horas que se habían encontrado por casualidad en el aeropuerto de la isla, pero ella actuaba como si se conocieran de toda la vida. No estaba acostumbrada a eso. Nyx no era la persona más abierta y la cantidad de amigos que había tenido a lo largo de su corta vida era increíblemente pequeña, casi podría contarlos con los dedos de una sola mano.

Y estaba segura de que con ninguno de ellos había sido tan fácil entablar una conversación por primera vez.

Julieta era... rara.

Metió la llave en la cerradura bajo el pomo de la puerta. La llave no estaba echada, lo que le hacía saber que ya había entrado alguien allí antes de ella. En efecto, al abrir se encontró con otra chica dentro de la habitación.

El suelo estaba cubierto por una moqueta, igual que los pasillos de las habitaciones, solo que esta era de color celeste, tirando a gris, en lugar de roja. Las paredes seguían siendo blancas y ahora carecían de los múltiples adornos de los pasillos. Había una cama a cada lado de la habitación acompañada de dos escritorios y dos armarios. Era bastante amplia, y el hecho de que estuviera casi vacía a excepción de los pocos muebles y las maletas de la que debía de ser su compañera, la hacía parecer incluso más grande. Tenía que ser casi el triple de grande que su habitación en su casa de Chicago.

—Buenos días —saludó cortésmente la chica en el interior.

Al menos parecía agradable.

—Buenos días —saludó ella de vuelta.

Estaba pensando en si debía de presentarse o decir algo más para romper un poco el hielo. La chica se le adelantó: —Tu debes de ser mi compañera de habitación, ¿eres de primero?

Nyx asintió.

—Acabo de llegar. Soy Nyx.

—Llámame Val, un gusto. En mi caso es mi cuarto año ya aquí, así que si tienes alguna duda o algún problema con algo no dudes en consultarme.

—Claro, gracias —no quería dejar morir ahí la conversación, Val parecía amable y no quería ser ella la aguafiestas. Julieta también había sido muy amable y puede que todo eso fueran señales para que intentara abrirse un poco más al mundo ahora que estaba a miles de kilómetros de su casa—. Así que este es tu último año en Saint Rose.

—Sí. Este año me graduaré en protocolo y organización de eventos, o eso espero —rió para acentuar la broma—. ¿Tú que estudiarás?

—Farmácia y nutrición y dietética.

—¿Un doble grado? Vaya, se te debe de dar genial esto, no todo el mundo se aventura a estudiar dos grados al mismo tiempo.

—No podía elegir cuál de las dos estudiar, así que no elegí —se encogió de hombros.

—Ojalá poder solucionar así todos mis problemas, eres increíble, chica —Val puso las manos sobre sus caderas dejando caer el peso de su cuerpo sobre un pie—. Por cierto, he cogido la cama de la izquierda, espero que no te moleste.

—No tengo problema.

Se acercó ante lo dicho a la cama libre de la derecha. Ambas camas eran exactamente iguales, mismo tamaño mismas sábanas blancas perfectamente colocadas y un par de cojines bordados con el emblema de Saint Rose, como en la entrada, apoyados en la almohada.

—Tengo que irme, así que te dejo tranquila si quieres aprovechar para colocar toda tu ropa y eso —Val se fue hacia la puerta que Nyx no había cerrado al entrar—. Espero que nos llevemos bien durante este año, Nyx.

Solo asintió como respuesta a su compañera. Val pareció satisfecha con esto así que solo hizo un gesto con la mano como despedida antes de salir de la habitación y cerrar la puerta al salir.

Nyx inspiró hasta que sus pulmones no pudieron guardar más aire, luego lo soltó lentamente con los ojos cerrados. La habitación, ahora que lo notaba, tenía un agradable olor a lavanda. No sabía si era cosa de Val o algo que todas las habitaciones de Saint Rose compartían.

La ventana daba al jardín delantero de la universidad, así que podía ver cómo los coches de lujo empezaban a abandonar el recinto y cada vez eran menos los que llegaban. Parecía ser que la mayoría de estudiantes ya habían llegado.

Sacó su teléfono del bolso que lanzó después sobre la cama. Tenía un mensaje de su madre Katherine deseándole suerte, y su madre Aleya le había pasado una foto de a saber qué. Más tarde les contestaría. Se dirigió directamente a una carpeta de documentos que había quedado casi olvidada entre todas las aplicaciones, de las cuales no había usado en la vida la mayoría. Al pulsar el icono le pidió una clave numérica que introdujo rápidamente para que le dejar acceder a las imágenes y documentos que guardaba ahí.

Abrió la primera de las fotos que había ahí metidas y que ni sus madres sabían que tenía. Ellas nunca podían enterarse de eso, y mucho menos de como había obtenido todos esos archivos.

La imagen mostraba una familia bastante normal en lo que parecía era el jardín de una casa. La madre sostenía en brazos a la hija más pequeña que no tendría más de unos meses, era aún un bebé, el padre estaba dejando un plato con algo de comida sobre la mesa de jardín y el hijo mayor, de tan solo un par de años, jugaba con un balón frente a sus progenitores. La imagen de una familia estereotípicamente idílica.

Pasó a la siguiente imagen y se quedó mirándola fijamente. Era una especie de medallón, algún tipo de collar. Era un poco más pequeño que la mitad de la palma de una mano y tenía grabada la imagen de una rata. El medallón era verde, era de jade. Los ojos de Nyx parecieron brillar en ese mismo color verde por un segundo.













—Muchas gracias por ayudarme con esto, Cheng Li.

Bai Long dejó la última silla sobre el escenario justo después de Li. Los miembros del consejo, junto a algunos otros alumnos de los cursos superiores, terminaban de colocar todo lo necesario para la ceremonia de bienvenida. Ellos dos se habían estado ocupando de poner a punto todo lo que se necesitaba en el escenario del salón de actos junto a Daehyun y Noviembre, aunque está última había estado más pendiente de charlar con Beta que de ser de ayuda.

—No es nada, ya sabes que me gusta ser de utilidad —contestó estirando su espalda—. ¿Hay algo más que hacer?

—No, ya está todo. Inchy y Zippy se están ocupando de las luces y el sonido así que en cuanto todo esté listo nos iremos a comer y a prepararnos para recibir a los novatos.

—Se te ve bastante animado con esto —no pudo evitar comentar, Bai Long sonrió.

—Me gustan este tipo de ceremonias, me hace recordar a cuando llegué a Saint Rose por primera vez —admitió, sus ojos miraban a un punto que Cheng Li no supo averiguar, era como si estuvieran perdidos en los recuerdos más que mirando a algo en específico—. La noche anterior a llegar ni siquiera pude dormir de los nervios. Estudiar aquí era todo lo que había querido en mi vida.

—Yo a penas descubrí que este sitio existía un par de semanas antes de venir, así que no tuve mucho tiempo para pensarlo.

La mirada de Bai Long regresó de ese otro mundo en su mente al que se había ido. Miró entonces a Li con interés, esperando a que el mayor añadiera algo más. Pero no lo hizo.

—El año que viene será mi último año aquí, y será la última vez que presencié algo como esto —Bai Long decidió ser él quien rompiera el silencio—. Voy a aprovechar al máximo las pocas ocasiones que me quedan. En cambio este si que es tu último año —dijo refiriéndose a su conpañero—. ¿No estás nervioso? Tu graduación está a la vuelta de la esquina.

No sabía qué contestar a eso.

Por un lado no era bueno mintiendo, Bai Long lo notaría en seguida porque lo conocía lo suficiente. Pero por otro no tenía demasiadas ganas de tocar ese tema.

¿Qué iba a decirle? «No tengo ganas de graduarme porque no sé qué haré con mi vida», «estoy totalmente perdido porque no sé qué es lo que espera mi familia de mí», «A veces pienso en marcharme y no mirar atrás, alejarme de las expectativas y las obligaciones, como hizo mi padre». No, definitivamente no le podía decir eso.

Al final optó por la clásica respuesta de encogerse de hombros. Si es que a eso se lo podía catalogar como respuesta.

Por suerte Bai Long no insistió.

—Si no hay nada más que hacer me voy, Colby me está esperando.

—¿Una cita?

—Al parecer un amigo suyo ha entrado este año a Saint Rose y quiere que comamos juntos.

—Que os lo paséis bien entonces, nos vemos después.

Bai Long se despidió con una leve inclinación de cabeza que Xie imitó casi de inmediato. Fue terminar de hablar y varias personas se acercaron a Bai Long para pedirle ayuda con diferentes cosas. No por nada era miembro del consejo estudiantil de Saint Rose.

Era tan solo un año menor que Cheng Li, miembro de la Casa del Dragón igual que él, y sin embargo siempre había sentido que iba un paso por detrás del albino. Bai Long no sólo pertenecía a la segunda familia más importante de la casa, sino que también era una de las personas con más influencia en la universidad y era obvio para cualquiera que tras su graduación le esperaba un futuro igual de brillante. Al igual que sus padres, Bai Long acabaría siendo una pieza importante de su casa y una de las figuras más relevantes de las casas de jade. Mientras que Cheng Li era una decepción, tanto para su familia como para su casa.

No tenía el carisma de Bai Long, la confianza absoluta de Quentin o la astucia de Simeon. Ni siquiera era considerado miembro de pleno derecho de la Casa del Dragón por la deserción de su padre mucho antes de que él naciera. Era más un traidor a los suyos que uno de ellos. Eran pocas las personas de su casa que no lo trataban como escoria por ello, Bai Long era uno de esos pocos, igual que sus tíos y su primo.

Al salir del salón de actos le escribió un mensaje a Colby avisándole de que ya estaba libre. La respuesta de este no tardó en llegar informándole de que estaba en la cafetería junto a ese amigo suyo que había llegado hacía algunas horas a la universidad. Se apresuró para ir a reunirse con ellos.

La cafetería estaba practicamente vacía. Algo normal dado que la mayoría de alumnos aún estaban acomodándose en las habitaciones, visitando la universidad o ayudando en los preparativos de la ceremonia de bienvenida. Divisó a Colby en una mesa carca de la puerta, como ya había mencionado no estaba solo, un chico de pelo gris lo acompañaba y charlaban tranquilamente.

En cuanto se acercó un poco Columbia notó su presencia y lo saludó haciendo que su amigo se girara para mirarlo. Este sonrió levemente y saludó con un gesto de la mano que Cheng Li correspondió. Al llegar a la mesa Colby se puso de pie para abrazarlo y darle un fugaz beso en la mejilla como saludo.

—¿Qué tal todo con Bai Long? ¿Te han dado muchos problemas los del consejo?

—Nada que no pudiera controlar.

—Esa es la actitud —entonces Colby se giró hacia el amigo que permanecía aún sentado en su sitio—. Li, él es Preston. Es de la Casa del Buey como yo y nos conocemos desde niños, básicamente es mi mejor amigo, como un hermano —y entonces se giró para mirarlo a él—. Preston, él es Cheng Li, mi pareja.

Preston se levantó de la silla y extendió la mano hacia él.

—Colby me ha hablado mucho de tí, tenía ganas de conocerte.

Pero él no le correspondió el gesto esta vez. No hizo amago de estrechar su mano, solo inclinó la cabeza ante la estupefacción de Preston.

—Ah, es que no le gusta mucho el contacto físico con personas que no son cercanas a él —se apresuró a aclararle Colby para que Preston no se pensará cosas raras—. Ya sabes que en Asia eso no se lleva mucho, y bueno, Li lo lleva un poco al extremo.

—Ah, disculpa, no lo sabía. ¿De qué parte de Asia eres?

—Hong Kong.

—Yo soy de Caerphilly, en Galés, igual que Colby.

—Ven, siéntate con nosotros —pidió Colby señalando la silla a su lado—. ¿Quieres tomar algo?

—Un té rojo estaría bien.

—Voy a por él, vosotros quedaros aquí hablando un poco.

Con una sonrisa Colby se fue hacia la barra donde un chico estaba limpiándola aprovechando la falta de consumidores.

En el momento en el que se quedaron solos Cheng Li se tensó un poco. No tenía ni idea de qué podía hablar con Preston. Quería tratar de llevarse bien con él porque sabía lo importante que era eso para Colby, así que tenía que hacer un esfuerzo para que aquel primer encuentro fuera lo menos incómodo posible.

—Y... ¿Desde hace cuánto tiempo os conocéis Colby y tú?

—Desde que íbamos en pañales —Preston rió—. Nuestras familias siempre han sido muy cercanas. Tienen diferentes acuerdos entre ellas e incluso se apoyan económicamente. Nuestros padres estudiaron juntos en Saint Rose y bueno, este ha sido el resultado.

—Vaya, pues si que tienen historia vuestras familias.

—¿Y vosotros dos? ¿Lleváis juntos mucho tiempo?

—Pues pronto vamos a hacer un año.

La cara de Preston se iluminó al escuchar eso.

—¿Y os conocíais ya de antes? Es decir, si hacéis un año dentro de poco y Colby está ahora empezando su segundo año en Saint Rose... Empezasteis a salir casi cuando él llegó aquí por primera vez.

—Un mes después, concretamente —se sentía un poco avergonzado por hablar de un tema así tan directamente, no era algo a lo que estuviera acostumbrado—. Y sí que nos conocíamos de antes, pero no éramos tan cercanos en realidad. Empezamos a llevarnos más cuando Colby llegó a Saint Rose el año pasado.

—Colby nunca me ha hablado sobre eso —la expresión de Preston se volvió más reflexiva, cruzó los brazos echándose hacia atrás en la silla—. Mira que me ha contado cosas sobre tí, y él no suele tener problemas en hablar abiertamente sobre sus relaciones, pero ahora que lo pienso siempre evita hablar sobre cómo empezasteis a salir.

—Ah, eso seguro que es por...

—Porque no hace falta mencionarlo —Colby zanjó la conversación dejando el té de Cheng Li justo enfrente suya—. No es una historia tan interesante. Chico conoce a chico, hablan mucho, chicos se enamoran y empiezan a salir. Fin de la historia.

Preston miró a Cheng Li con una ceja arqueada, como si esperara la afirmación de este para creer la versión que Colby había dado. El moreno se encogió de hombros e hizo una mueca divertida. No tenía intención a arriesgarse a que Colby se enfadara por contar el chisme... en ese momento al menos. Colby se sentó donde había estado antes de que su pareja llegará con una expresión satisfecha.

—Ah y no te habíamos contado —habló entonces—. Preston ha tenido la maravillosa suerte de conocer a nuestro querido presidente del consejo.

—¿A Quentin? —preguntó y Colby asintió— ¿Has tenido algún problema con él?

Preston negó ante la pregunta.

—Casi lo arroyo cuando intentaba pasar entre la multitud para llegar al mostrador para coger las llaves de mi habitación —explicó—. Solo me ha mirado con el ceño fruncido y ha seguido con lo suyo.

—Como quien miraba a un simple insecto —la voz de Colby sonó molesta.

—Se supone que debería de ser Preston el que estuviera enfadado, no tú —se burló.

—¡Es que es exasperante! Esa maldita arrogancia suya, y esa aura de superioridad, ¡bah! Es irritante.

—¿No se lleva bien con el consejo estudiantil? —le preguntó Preston a Xie como si Colby no estuviera presente.

—No les tiene demasiado aprecio... —le contestó para luego mirar de nuevo al mencionado— ¿Prefieres pasar tiempo con Gamma entonces?

La cara de Colby se descompuso por un segundo. Cheng Li tuvo que reprimir una carcajada mientras que Preston no comprendió la reacción de su amigo.

—Prefiero tener que casarme con Quentin mil veces a tener que estar con ese... con ese...

—¿Gamma? —volvió a preguntar Preston que se veía claramente perdido.

—Galen le Blanc, Gamma es solo un apodo que a saber quién le dio —se adelantó Colby esta vez en la explicación—. Algunos miembros del consejo tienen alguna clase de fetiche con el alfabeto griego.

—O el alfabeto náutico, dependiendo de a quién más metas en el saco —añadió Cheng Li.

—Vas a amar el consejo —dijo Colby expulsando sarcasmo por cada poro de su cuerpo a la vez que rodaba los ojos—. Me gusta esperar a ver cuál será la siguiente forma que buscarán de jodernos.













Había acabado agotada después de ordenar todo el armario y eso que no había llevado ni tanta ropa. Algunas prendas de verano, algunas de invierno, accesorios, zapatos y algunos objetos personales. Necesitaría ir a la ciudad pronto para comprar algo más de ropa. Por lo que había podido ver, toda la gente allí vestía de manera inmaculada, con ropa que no parecía estar a su alcance económico. No podría permitirse prendas así, pero si que podía comprar algo más para tener mayor variedad.

Se dejó caer sobre la cama. Miró la hora en su teléfono, eran pasadas la una. Tenía tanta hambre que el estómago le había rugido un par de veces, no había comido nada desde la tostada seca y dura de mantequilla aceitosa que le habían dado en el avión cerca de las ocho de la mañana.

¿Cuando iría Julieta a por ella? Nyx sabía cuál era su habitación, también estaba la posibilidad de que fuera a buscarla, pero Julieta le había dicho que la esperara. Tal vez había tenido algún problema y por eso estaba tardando tanto, no quería molestarla.

Decidió apartar sus pensamientos del hambre contestando los mensajes de sus madres. Les hizo un breve resumen de su llegada y de la chica que había conocido y que la había llevado hasta Saint Rose. Hizo una rápida mención a su compañera de cuarto también. No había hablado con Val por más de dos minutos así que tampoco es como si les pudiera decir mucho.

En medio del intercambio de mensajes alguien tocó a la puerta. Con esfuerzo, porque había caído en una posición muy cómoda, Nyx se levantó y fue a abrir. La melena rubia que había esperado por un buen rato por fin estaba frente a ella.

—¡Ya he terminado todo lo que tenía que hacer! Y por lo que veo tú también —Julieta echó un vistazo a la habitación y vio que todo parecía ordenado y que las maletas de Nyx no estaban por medio—. ¿Vamos a comer? Ya tengo hambre.

Dioses, sí.

No mostró su gran entusiasmo por ir al comedor, solo asintió a la pregunta de Julieta, pero por dentro estaba dando saltitos. Nadie creería eso al verle la cara de desinterés, como si la cosa no fuera con ella. Para su sorpresa Julieta sonrió cuando cerró la puerta de su habitación y guardó la llave.

—No sabía que tenía tanta hambre.

No era capaz de creer que Julieta realmente había averiguado lo que de verdad estaba pensando.








Después de que la semana pasada no pude actualizar aquí estamos de nuevo. Las cosas van avanzando poco a poco en Saint Rose, ahora al fin conocemos un poco de la universidad y como funciona.

Tengo pensado actualizar el capítulo 3 pronto, sino esta semana a principios de la que viene. Se van viniendo cosas interesantes ^^

~Nova/Dreamer

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