9º La ciudad en el cielo

No se olviden dejarme comentarios por favor, eso me ayuda a crecer en la paltaforma.

Para Airín, los últimos tres años de su vida en la recién creada Nación Mindag, no habían sido agradables. Tras haber acompañado a Freya y su equipo limpiando el territorio para la creación de la nación por diez años, estar atrapada en lo que era una inmensa porción de tierra a dos mil metros de altura sobre el cielo, la estaba sacando de sus cabales.

Con Freya como su maestra, viajando por territorios adyacentes y purgándolos de presencia humana, gozaba de mayor libertad. Tanto ella como el resto de su equipo, la habían entrenado desde pequeña, tanto en combate como en magia, pero al llegar a la nación, todo había cambiado por completo.

La primera noche que llegó, fue marcada. En la nación Mindag la sociedad se dividía por un sistema de castas, dependiendo la pureza de la sangre unua que recorriera las venas de cada miembro. Airín, al ser hija directa de una mujer humana y al no conocerse la pureza de sangre de su padre, había sido marcada como una "kvara", miembro de la casta más baja, donde su función como sierva de su nación se limitaba a la atención de las castas superiores, la limpieza, construcción de la ciudad y, sobre todo: a la reproducción. Al igual que en otras naciones unuas, las mujeres eran muy escasas, debían concebir la mayor cantidad de guerreros posibles con miembros unuas de sangre pura, para así tener descendencia "Dua", pertenecientes a la segunda casta, y de esa manera, poco a poco lograr una nación unua pura.

Los cuatro puntos azules en su frente, que empezaban al inicio del cabello y se iban haciendo cada vez más pequeños hasta llegar a su entrecejo, permanecerían para siempre, demostrando de manera clara al resto del mundo, cuál era su lugar.

Tras cumplir con sus labores de la tarde, se cambió la ropa, se puso sus botas, un pantalón entallado y un peto plateado. Ató bien la espada a su cintura y traspasó el largo y oscuro pasillo subterráneo que llevaba de su habitación a unas escaleras que conducían al exterior.

"Nokto" era el nombre con el que habían bautizado a la primera ciudad de la nación Mindag. Eso debido a su cercanía con el cielo. La primera y única ciudad flotante en el mundo conocido, un lugar donde los mindag entrenaban y crecían su población lejos de los humanos y otras naciones unuas.

Ya en el exterior, Airin debía seguir caminando hacia la torre central de la ciudad, esquivando a los guerreros que la miraban con reproche por atreverse a usar una espada siendo una kvara. A ella no le importaba, incumplía las normas en lo que podía, porque sabía que contaba con la protección de Freya, la vade de la nación mindag; y era a verla a ella donde se dirigía.

—Vas a meterte en problemas. —La voz de Sabas, su compañero, sonó a sus espaldas. No volteó, siguió su camino. El joven se le adelantó y caminó de espaldas para hablarle de frente mientras la chica no detenía su andar—. No tientes a tu suerte. Si un unua de la primera casta te ve, va a decirle a Enra y sabes que el hará lo que sea por perjudicarte.

—Mejor, solo quiero un motivo para enfrentarme a él. Aunque me dejen en prisión toda la vida, habrá valido la pena.

Sabas se detuvo y la incentivó a detenerse también, tras fijarse que no hubiese nadie cerca, le habló en voz baja.

—No te precipites, sabes que si todo sale como lo planeamos, te daré el placer de eliminarlo. Cortarás su cabeza y la colgarás de un árbol como a él le gusta hacer. Pero si queremos que todo vaya acorde al plan, de verdad necesito que mantengas el perfil bajo. Y eso incluye no decirle nada a Freya.

—Ya sé. —Bajó la mirada con frustración y con ira contenida se quitó la espada. —No le dije nada, ni lo haré, sé que ella no puede saber sobre esto o va a intentar disuadirme.

—Bien, a media noche afinaremos detalles. —Le sonrió, y como siempre esperó que Airin le devolviera el gesto, pero era imposible. En los trece años que la conocía, desde aquel día en que la habían rescatado de un granero en una aldea humana, que jamás la había visto sonreír.

***

Freya terminaba de dar un entrenamiento a varios unuas jóvenes. Al regresar a la nación después de cumplir su misión, que las cosas habían cambiado también para ella. Había asumido su cargo como vade, la hechicera más poderosa, y debía entrenar en magia a los elementos más prometedores de la nación. Esos eran niños y niñas de la primera casta, y entre estos elegir un discípulo, quien sería su reemplazo en caso de muerte, o que sus habilidades la superasen. Sin embargo, ella ya tenía elegida a su sucesora. Jamás había conocido a nadie con la habilidad de Airín. Ella poseía un don poco frecuente, que era escuchar la voz de Aión. La magia le salía natural, no necesitaba aprender hechizos, ella podía interpretar la voz del cosmos y conocer el origen de cada palabra, además de crear hechizos nuevos. Mas existía un problema, y era que el sistema de castas impuesto por Aishla, su líder, impedía que Airín pudiese asumir tan importante posición en algún momento.

Mientras sus nuevos discípulos se retiraban, Airín entró a la sala circular en la cima de la torre, cuyas paredes y muebles eran metal color dorado, desde donde Freya mantenía el escudo de la nación, haciéndola invisible al ojo humano.

—¿Estás lista? —le preguntó la mujer, reuniendo un grupo de papeles dentro de un libro de pasta dura, mientras le daba la espalda.

—¿Lista para qué? — preguntó confundida la joven, había ido ahí como siempre, para entrenar con la vade, o solo conversar. Freya de alguna forma era lo más parecido a una figura materna que tenía desde la muerte de su madre biológica, y una de las pocas personas con las que conversaba.

—Dar una buena impresión —respondió Freya, cerró con torpeza el libro, dio media vuelta y caminó hacia la salida. La joven la siguió.

—¿A quién? ¿de qué hablas?

—Debo reunirme con Aishla, y veré de qué manera puedo convencerlo de tus habilidades. —Calló un momento y tomó una bocanada de aire para hablar—. Enra te pidió como pareja de cúpula.

—¡Eso lo hace solo para fastidiarme! —El odio visceral que le tenía a Enra aumentó en ese momento. El guerrero había formado parte del equipo de Freya y con quien había tenido que viajar por territorios humanos. Si bien Freya, Sabas y el resto de guerreros habían sido la mejor compañía, Enra siempre le había desagradado. Mientras crecía, sentía que él también tenía algo en su contra, siempre había asumido que se debía a su originen impuro, y lo terminó de demostrar cuando observó con placer la forma en la que fue marcada como kvara al unirse oficialmente a la nación. Ahora quería seguir demostrándole su superioridad obligándola a parir hijos suyos.

—Él tiene un capricho contigo desde hace años.

—Pero sabe que no puedo tener hijos aún.

—Eso no le interesa. Por eso es ahora cuando debemos convencer a Aishla que puedes hacer más por la nación que solo parir guerreros. No hables si no te lo ordena, no lo mires, mantente callada, déjame hablar a mí. ¿Entendiste?

—Sí —afirmó de mala gana.

Continuaron el camino hacia las construcciones principales. En la parte más elevada, encima de los campos de entrenamiento, estaba la sala principal, donde se reunían los generales y principales gobernantes de la nación.

Otro pasillo largo de suelo de mármol estaba acompañado en ambos costados por enormes arcos que permitían ver la luna y los ríos caudalosos que bajaban agua desde las montañas hacia la cuidad y que después caían en cascadas que comenzaban en la isla flotante y se iban convirtiendo en bruma y lluvia con tal las partículas de agua iban llegando a tierra firme.

Alrededor de un fogón circular, la figura de Aishla se veía imponente. Las llamas de fuego chispeaban frente a su rostro, dando la ilusión de que las marcas en su piel aparecían y desaparecían. Airín lo había visto en persona pocas veces y observarlo le causaba una reacción indescifrable, entre admiración y un poco de miedo.

Lo acompañaban Enra y Zero, la segunda guerrera más fuerte de la nación y la dueña de las marcas de los guerreros de clase baja. Todos los hombres de las tres castas más bajas estaban en la obligación de entregarle su marca. De esa manera ella tenía el control completo sobre ellos, adueñándose literalmente de sus vidas.

Airín no le retiró la vista a la mujer, quien también la observaba de manera cínica. Las veces que la había visto, sentía casi tanta repulsión como hacia Enra. Ella era dueña de la marca de Sabas. Al llegar, mientras que a ella solo le habían marcado la frente, a su compañero, que pertenecía a la tercera casta llamada "Tria", le habían puesto dos pequeños círculos en la frente y también había sido obligado a darle su marca a esa mujer, para así poder formar parte del ejército.

—Que la traigas no hará una diferencia en mi decisión, Freya— fueron las toscas palabras de Aishla.

—Lo hará si compruebas por ti mismo el don que tiene. Se supone que debemos buscar lo mejor para nuestra nación, y debemos elegir a los mejores prospectos. No hay nadie, ni en otras naciones con el potencial que tiene Airín. Solo deja que te lo demuestre. —Freya retrocedió un paso y le hizo un gesto no verbal a Airín para que la adelantara —. Puede escuchar la voz de Aion, mientras crecía inventó cientos hechizos nuevos, ni siquiera me dio el tiempo de registrarlos todos. Y también es una excelente guerrera.

—Y es un kavara —intervino Zero—. ¿De verdad quieres poner como tu sucesora a una impura? Eso pondría en riesgo nuestra nación.

—Incluso siendo impura tiene más habilidad que tú, por eso dejaste de ser vade en cuanto yo regresé —la picó Freya, sonriendo. Zero frunció el cejo y se levantó de su lugar—. ¿Qué tal si te demuestra lo que sabe?

De inmediato, Zero miró a Aishla, buscando su aprobación, su líder asintió y apoyó los codos sobre sus piernas para observar mejor.

Freya se dirigió a su discípula, le extendió la mano para recibirle su espada y le indicó que era el momento de demostrar lo que sabía.

—Solo magia —Les ordenó Aishla, y Zero se despojó también de su arma.

Airín agradeció haberse cambiado, la ropa que llevaba era más cómoda que el vestido que usaba cuando se encargaba de la cocina. No pensaba perder, esa era una oportunidad única en la vida. No necesitó concentrarse ni pensarlo demasiado, de pronto esas voces que le susurraban se hicieron presentes. Repitió lo que le decían en su cabeza, con su propia voz.

Zero atacó de inmediato.

—¡Farjo!—Pronunció y lanzó hacia la muchacha la esfera de fuego azul que había formado.

Airín la esquivó con un giro en el aire. Zero iba avanzando hacia ella, repitiendo el mismo hechizo una y otra vez, haciéndola retroceder.

Aishla perdía el interés al notar que Zero estaba acorralando a la chica con un hechizo tan básico, pero el gesto preocupado de Enra, que seguía callado, le hizo volver a observar el combate. Él había estado junto a Airín demasiados años y conocía a la perfección sus habilidades, por supuesto estaba planeando algo.

—¡¿Qué pasa niña?! —gritó la guerrera—. ¿Solo vas a esquivarme? esperaba un poco más de combate.

Airín no respondió, permaneció firme en su lugar, repitiendo en su cabeza lo que le indicaban las voces.

—Esto es estúpido —Zero dio media vuelta hacia Aishla, pero el gesto de admiración que puso su líder la hizo regresar la atención a su contrincante.

Vió a Airín flotando a pocos centímetros del suelo. Detrás de ella y de manera vertical, se iba dibujando un mandala de luz dorada. No quiso darle tiempo a terminarlo, así que lanzó otro ataque hacia la chica, pero este rebotó antes de llegar a ella. El cabello plateado de Airín flotaba como si hubiese una fuerte ventisca y el mandala que permanecía a sus espaldas, pasó a través de ella, poniéndose adelante. La chica estiró el brazo y el mandala fue haciéndose cada vez más pequeño. Sus espectadores no habían visto ese hechizo nunca antes y no sabían qué esperar.

La joven hizo el gesto de cerrar el puño en el centro de su hechizo y giró la muñeca. Con esta acción la realidad pareció transformarse. Toda la habitación y lo que había en ella comenzó a ponerse de cabeza. Las pierdas del suelo se desprendían e iban desmoronándose, la leña del fogón cayó también hacia el techo, que ahora estaba bajo sus pies y el resto de guerreros intentó desprenderse del suelo, pero su movilidad estaba reducida, solo la contrincante de la joven guerrera se desplomó de manera estrepitosa ya que tenía los sentidos atrofiados y no podía reaccionar. Aquel hechizo había hecho más que solo voltear todo. Era como estar atrapado en una ilusión.

Zero intentaba levantarse, pero sus piernas se sentían como dos trapos, y su mandíbula estaba tan pesada que no podía abrir la boca para gesticular algún hechizo. De pronto volvió a elevarse, con la mano que tenía libre, Airín había creado un aro de luz que se cerraba alrededor del cuello de su rival, más, cada vez más fuerte. En ese momento, Airín se di cuenta que tenía la situación cien por ciento bajo su control, podía acabar con la mujer, y si lo hacía, liberaría a todos los guerreros que le habían dado su marca. No lo pensó dos veces y comenzó a asfixiarla. Creyó que lograría su cometido cuando de golpe todo volvió la normalidad.

La habitación retornó a su forma original, su mandala se había desvanecido y Zero recuperaba el aire en el suelo. Buscó con la mirada a Freya, como lo suponía, la vade era quien la había detenido.

—Tres minutos, ¿qué pasó Zero? ¿Es todo lo que aguantaste con la niña? —sardónica, Freya se dirigió a la mujer.

Airín se aguantó de reclamar. Aishla le dirigió la mirada y le habló directamente por primera vez.

—Nunca vi un hechizo como ese. ¿Lo usaste antes?

—No. Solo obedecí a las voces de mi cabeza.

—Escuchar la voz de Aion no es un don común, menos de esa manera.

—Te lo dije —lo interrumpió Freya—. Tendrías que estar loco para no darle el lugar que merece, con ella ninguna nación podría hacernos frente. Ni siquiera Abby...

—Su sangre sigue siendo impura y sabes que eso va a costarnos en un futuro. No importa que tan fuerte sea. Las castas son la mejor opción para la purificación. Si implementamos un sistema debemos ceñirnos a él. Si me lo salto, daré paso a creer que hay excepciones y eso creará caos. Nuestro sistema es temporal, cuando la purificación de nuestra nación sea completa las castas no van a ser necesarias, mientras tanto eso trae orden. Airín será un excelente elemento para traer guerreros fuertes, ese don es heredable. Así que yo mismo la tomaré como pareja de reproducción.

El rostro de todos los presentes cambió de pronto. Incluso el de Enra, quien dejó la mirada inquisitiva que dirigía a Airín y habló por primera vez.

—Yo la elegí ya —arremetió contra Aishla.

—Eso no importa. Esto no es un capricho de placer. Debemos hacer crecer nuestra nación con los mejores elementos —le respondió devolviéndole la mirada.

—Aún no puedo tener hijos —Airín habló, en su desesperación por no saber qué decir, intentó disuadir a Aishla como pudo.

—Es verdad, aun no le llega la menstruación, por eso no estaba considerada como pareja de cúpula —la secundó Freya.

—¿Qué estás haciendo? Deja de darle lo que le estés dando. Ella dejó de ser tu discípula hace tres años, ahora solo es una sirvienta más de su nación y debe cumplir con su destino. Tienes treinta días. —Le dio un ultimátum y Freya ya no supo qué decir. Sabía que convencer a Aishla de dejar a Airín ser su sucesora como vade no iba a ser tarea fácil, pero al menos esperaba evitar que Enra la tomara como pareja.

Aishla y Freya cruzaron miradas un momento. Finalmente, la mujer cedió, tomó a la chica del brazo y salieron de ahí.

—¿En qué momento pasé de ser la pareja de cúpula de Enra para ser la de Aishla? ¿eso era parte de tu plan? —preguntó Airín sin poder creérselo.

—Debí suponer que pasaría. Solo déjame pensar. Tenemos treinta días. Déjalo en mis manos y sigue haciendo lo que debes hacer—le advirtió—. Creo que tienes turno en la cocina.

—Freya, no quiero...

—¡Ve a cumplir tus labores!—le ordenó y la dejó sola.

La chica se apoyó contra la pared. Necesitaba un momento para pensar. Su situación era horrible, pero aun había esperanza. Recordó la reunión a media noche. Después de cumplir su turno en la cocina, se daría encuentro con Sabas y otros guerreros, si sus planes se cumplían, serían libres antes de los treinta días de plazo.

Se disponía a ir a cambiarse de ropa cuando fue interceptada por Enra. La tomó del hombro con fuerza, ella intentó soltarse, pero el guerrero era mucho más fuerte.

—Sabes que si quiero algo lo consigo y si no lo consigo lo destruyo. No importa lo que Aishla ordene, si no eres mía prefiero matarte. —La soltó y se retiró furioso, dejándola un tanto temblorosa en el frío pasillo.

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Disculpen la demora, ya con las fiestas de fin de año y el que me hayan borrado depués de clases de la plataforma andaba medio desmotivada y con poco tiempo y ganas. 

El siguiente saldrá pronto, esta ya avanzado. Y pues gracias por leer, No se olviden de darle un voto y un comentario al capítulo. Tampoco de seguirme así saben cuando suba cosas nuevas.

Un besote!!

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