Vigilante

Link del capítulo original: https://www.fanfiction.net/s/13191768/2/La-Purga-Loud-Afternight

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Lucy jamás había sido alguien quisquillosa con la comida. No le importaba lo común o medianamente insípida que pudiera llegar a ser la comida dentro de su plato, ella siempre podía agregarle algunos ingredientes extra o incluso darle la forma que requería para un consumo más adecuado para alguien como ella.

Ahora con un plato de puré de papas demasiado húmedo, un poco de sopa en un tazón y algo de carne hervida sobre sobre el puré, pudo apreciar un poco más los alimentos dentro de casa. Daría lo que fuera por cambiar ese pedazo de carne por un poco de pollo frito, y quizás algo de espagueti con salsa roja. Pico la carne con el tenedor y la levantó frente a sus ojos ocultos tras su cabellera negra, la cual ya iba adquiriendo algunos mechones rubios. Con una mueca de asco la regresó al plato. ¿No habían comido lo mismo el día anterior?

Miró a su alrededor. El lugar le recordó un poco a la cafetería de la escuela, solo que estaba dividido en distintos comedores dependiendo de la edad de los niños. Lucy reconoció a la chica ciega del autobús, y a uno de los niños que fueron trasladados junto con ella, pero no pudo encontrar al resto.

¿Dónde se supone que estaba Lincoln? Había intentado colarse más de una vez durante el almuerzo y perderse en los pasillos durante la noche, pero su bestia oscura no parecía ser lo bastante fuerte para ocultarla del ojo vigilante de las cámaras nocturnas durante la noche. Había terminado por ser confinada a su cuarto todo un fin de semana con vigilancia de consumo de medicinas y un recordatorio de lo que podía ocurrir si continuaba con su rebelión. ¿Era un asilo o un manicomio? El odio que Lucy sentía por el asilo juvenil había ido cada día en aumento desde que descubrió que los baños eran compartidos. Un inmenso cuarto donde todas se desnudaban a los ojos de una mujer dentro de un cuarto aislado frente a ellas que encendía las regaderas repartidas sobre sus cabezas y las cerraba cuando era hora de retirare.

-Tan humillante... -tenían suerte para que aun faltara un año para la próxima purga, o su bestia interna no hubiera dudado en salir disparada.

-¿Te comerás eso? –El niño junto a ella le preguntó señalando la carne sobre su plato. Era algo regordete, con algunas manchas grises sobre una camisa del mismo blanco que el de Lucy. Mejillas hinchadas y una lengua que se relamía los gruesos labios al ver la comida sobre el plato de Lucy.

Lucy gruñó y movió su charola hacia él.

-¡Muchas gracias! –y comenzó a devorar su comida como un perro hambriento que no había visto un hueso en muchas lunas.

Mañana encontraría un asiento diferente. No podía sentarse sola, ni encontrar compañeros que respetaran su depresiva intimidad. Todos se veían tan... Tan enfermos... Tan extraños. Y siempre había alguien que comenzaba una pelea en algún lugar, o que solo comenzaba a gritar antes de que algún enfermero entrara con una jeringuilla en mano dispuesto a acallarlo y hacerlo desaparecer.

No era un asilo para el tratado de niños. Era un manicomio para dementes.

Lucy no pertenecía allí.

Ni planeaba quedare mucho tiempo más.

Ya habían pasado dos semanas de medicamentos controlados y cesiones psicológicas donde se le repetían las mismas preguntas. Y no importa cuánto se esforzara Lucy por transmitirle la verdad, el resultado era la misma ignorancia de los tontos que creen saber más de lo que pueden percibir.

Lucy juntó ambas manos debajo de la mesa y esperó a que acabaran los quince minutos de almuerzo. Sus padres habían prometido pasar a visitarla cuando se hubiera asentado lo suficiente... Lucy no quería admitirlo... Pero la idea de rogar que la sacaran de allí inmediatamente cruzo por su cabeza, ¿Por qué no iban a hacerlo? No es como si la actuación de Lana pudiera ser perfecta, estaba hablando de una niña asesina adicta a comerse la basura de los vecinos. ¡Tendrían que haberla descubierto desde hace tiempo! Lucy se mordió el labio inferior, ¿Cuánto tiempo más? Quizás esta semana, tal vez perdía su tiempo con planes de fuga y solo debía ser paciente.

Las ideas no habían dejado de recorrer su cabeza desde que llegó. Ninguna niña de nueve años debería pensar tanto.

Se sentiría más segura si pudiera encontrar a Lincoln. Lucy estaba segura de que estaría en el mismo asilo, ¿Pero dónde? Le pidió ayuda a su bestia interna. La sintió retorcerse dentro de sus entrañas, rasgar las delgadas capas de su estómago intentando salir, olfatear el aire y... El estómago de Lucy gruñó con apetito. El niño regordete la vio un segundo, y luego siguió comiendo como si no hubiera escuchado nada. Lucy bajó su cabeza para ocultar su sonrojo. Todavía había muchos caminos para salir.

Aún faltaba un mes para que Lucy sintiera lo que era la verdadera desesperación.

-¿Tienes idea de lo delicioso que es esto? –Luna levantó el porro frente a su cara. Estaba sentada contra la pared del ático abrazando sus rodillas con una mano. El porro se mantenía encendido y dejando salir una buena cantidad de humo –. Todos tus problemas desaparecen en un suspiro... -inhaló una buena cantidad de humo con su nariz, lo sintió bailar dentro de ella hasta llegar a sus pulmones.

¿Con quién estaba hablando? Quizás para ella misma, tal vez había alguien más junto a ella ahora mismo. Escuchando sus problemas con una sonrisa comprensiva y compartiendo con ella aquel pequeño filtro blanco quemándose entre sus dedos. Colocó la punta entre sus labios y comenzó inhalar, la marejada de humo volvió a acumularse dentro de sus pulmones, fue mucho mayor que la primera. La retuvo dentro de sus pulmones, sus ojos se desorbitaron y se sintió caer sobre un colchón repleto de mariposas que luchaban desesperadamente por salir. El colchón se rompió y las sintió revolotear a su alrededor, incluso se metieron dentro de su ropa y acariciaron cada parte de su cuerpo antes de encontrar otra salida. Cuando Luna no pudo soportarlo más dejó escapar el humo y lo vio ascender a un cielo infinito repleto de colores ondulantes que siempre regresaban a la misma tonalidad negra antes de la siguiente inhalación.

-...¿Cómo es posible que esto siga en las calles? –Luna volvió a mirar su porro. La mayor cantidad de exportación e importación se llevaba a cabo la noche de la purga, allí podían mover gran cantidad de mercancía sin temer por la policía. Venderla a quienes se encargarían de dividirla y esparcirla en las calles... Por supuesto, no podían hacerlo en la misma noche, el tiempo era demasiado escaso. Y venderlo a plena luz del día era peligroso, ¿Cuántos años le darían a su burro? Uno por cada grano en el pene –. Debería de hacerse un examen.

¿Cuántos para Luna si la policía veía el humo escaparse entre las grietas del techo? ¿O si una de sus hermanas se hartaba de tener a una drogadicta viviendo en el ático?

-Me van a joder tanto entre rejas... -se rio como si hubiera dicho el mejor chiste de todos.

-Apaga eso... El humo comienza a filtrarse al piso de abajo –Luan asomó la cabeza fuera de la pequeña puerta del ático, se mantenía parada en las escaleras, no iba a entrar con tanto humo esparcido –. ¿Quieres que esa cosa llegue hasta alguna de nuestras hermanas?

Luna se rio un poco más. Dio otra pequeña inhalación consumiendo una buena parte de su porro y escupió el humo hacia Luan.

-¿Y por qué no tú y ese buen par de compañeras no vienen aquí y pasamos un buen rato las cuatro? –Luna pregunto guiñándole un ojo. Luan se preguntó si su hermana era consciente del aspecto que tenía en ese momento, las ojeras bajo sus ojos, la ropa arrugada y cubierta de cenizas junto a la humedad de su propio sudor –. Puedo enseñarte tantos lindos trucos hermanita.

-Tienes un problema Luna –Luan intento mantenerse serena –. Y será mejor que comiences a trabajar en ello ...Ya no podemos tolerar tu comportamiento dentro de casa... No son tiempo par-

-¡Cállate! –Luna le arrojó su mechero morado. Con sus sentidos tan distorsionados le había parecido lo más pesado cerca de ella, lo suficiente para arrojar a su hermana de las escaleras y quizás causarle una contusión si no tenía cuidado. Pero el mechero cayó frente a su hermana, Luan lo miró durante un segundo con una mirada plana y sus ojos luego regresaron a Luna –. No me hables como si fueras mayor que yo solo porque tus tetas son más grandes. ¿O estás esperando hacer un chiste con eso? Oye oye, te tengo uno. ¿Cómo muje una vaca cuando tiene un orgasmo?

-Luna...

-Lo hace Muuuy fuerte, ¿Entiendes? –Luna se rió de su propio chiste con fuerza, lo suficiente para atragantarse con el humo y caer de lado sin perder su sonrisa –Oh cof... vamos... a- antes te cof... gustaban.

Luan no respondió. No esperaba regresar a casa de la escuela para encontrar humo saliendo del ático. ¿Cuánto había durado Luna estaba vez? ¿Una semana? A diferencia de sus padres, Luan había dejado de creer tan ciegamente en las palabras de Luna cuando juraba dejar de consumir drogas. Pero creer en las palabras de su hija debía de ser más reconfortante que la alternativa... Los crímenes fuera del horario de la purga eran duramente castigados. Y Luan estaba presenciando como Luna cometía un crimen cada vez que se llevaba el porro a los labios, ¿Cuántos años podrían darle a ella por ser solo una espectadora?

-Apaga esa cosa. Date un baño. Y come algo sólido, Luna.

Luna imitó las palabras de Luan en un dialecto retorcido mientras dejaba escapar muecas cómicas, pero apagó el porro sobre la madera del piso. El humo tardaría más tiempo en disiparse.

Luan asintió con la cabeza y comenzó a bajar por las escaleras.

-...¿Tanto me odias hermanita?

Luan se detuvo en seco. Su cabeza casi había desaparecido detrás de la puertecilla, levantó los ojos para ver a su hermana desdichada contra la pared del ático. Alumbrada solo por la pequeña luz de la bombilla del techo. Luna ya no sonreían, sus ojos enrojecidos se mantenían fijos en Luna esperando una respuesta.

Luan miró a su hermana con una compasión que no había sentido en mucho tiempo. Como una víctima más de la tragedia que había intentado superar el dolor a su modo, un modo equivocado, a la vez que un grito desesperado de ayuda y comprensión... Luego la visión fue reemplazada con una chica que apestaba a sudor, cenizas y orina. Abrazándose a sí misma y esperando que alguien sintiera compasión por algo que ella misma se había hecho.

Reprimiendo una mueca de asco y sin una respuesta, Luan cerró la puerta del ático cuando bajó por las escaleras.

Y el mundo continuaba. ¿De qué otra forma podía verlo Luna? Su hermana pequeña estaba muerta, Lola no había salido de su habitación desde entonces. Todo lo que hacía era cuidar de las mascotas de Lana una después de la otra mientras les susurraba palabras que sólo ella misma podía ocultar.

¿Qué había sido de Lori? Había pedido una extensión de tiempo en la universidad para quedarse en casa un mes extra, pero le había sido negada. Un crimen cometido en la purga no era razón suficiente, ni que una de sus hermanas perdiera un tornillo. Luan ni siquiera la vio irse.

La Purga había echado a perder a su familia.

Luan dio dos pasos hacia su habitación, luego comenzó a girar con los brazos extendidos y finalizó con una pequeña reverencia –. Hola señor, ¿Cómo está usted? –preguntó con una fingida voz masculina. Se movió hacia adelante y realizó otra reverencia más pequeña –. Muy bien, gracias –volvió a imitar una voz masculina, pero con un tomo más suave –. ¿Cómo fue la Purga de anoche? ¿Logró contentar a su bestia? –Luan giró nuevamente y cambió de lugar –. Como cada año mi buen compañero -. Levantó los brazos al aire como abarcando un gran espacio –. Toda una familia repleta de niños inocentes. Los maté a todos con mi martillo, pero no antes de violar a la madre frente a su marido. No dejaba de llorar que me detuviera, los niños no dejaban de gritar así que no pude disfrutarlo, lo que si disfruté fue ver sus pequeños ojos saltar fuera de sus cuencas oculares, los sesos escurriendo por sus narices y orejas, y el momento en que se dieron cuenta de quiénes serían los siguientes –dio otra vuelta tomando el lugar del oyente, esta vez con una expresión pensativa mientras acariciaba su barbilla –. Interesante. Interesante, mi amigo. Quizás deba intentar la violación y el asesinato el próximo año, todo lo que pude hacer anoche fue dispararle a la gente desde mi coche. ¿Creerías que los muy canallas incluso intentaron devolverme los disparos? –Luan cambió de lugar adoptando una expresión indignada –. ¡Pero que barbarie!

-¿Qué haces Luan?

Luan se sobresaltó y perdió totalmente el ritmo. Leni había salido de su cuarto al escucharla hablar consigo misma y la miraba algo extrañada.

-Yo... Sólo hacia algunas interpretaciones... -Luan se rio un poco de si misma. No era una mentira, pero no creyó que a Leni le gustara el tipo de interpretación que realizaba.

La sonrisa de Leni creció y juntó sus manos frente a su pecho –. ¡Perfecto! Luan, hace años que no te veía practicar interpretaciones. ¿Puedo ver? ¡Puedo ir por Lily, y Lola, a ella quizás la animé un poco! –la cara de Leni decayó mucho –. También extraño mucho a Lana, y no me gusta ver a Lola así...

-A mí tampoco...

¿Qué pasaría por la mente de Lola en este momento? Perder a una gemela a manos de tu otra hermana trastornada... A Luan le dolía solo perder a Lana, ¿Pero Lola? ¿Qué podía estar pasando dentro de su hermana en estos momentos? Necesitarían algo más que malas interpretaciones para aliviarla.

-Anoche tuve ese sueño otra vez –Lola murmuró cerca de las orejas de Charles. Se encontraba de rodillas en medio de su cuarto abrazando al perro familiar. Algunas de las cosas de Lana habían sido guardadas en cajas, pronto pasarían a formar parte de la pila de cajas en el ático junto a las cosas de su hermano –. Estaba en el piso... Y Lana estaba encima de mí con un punzón... No dejaba de levantarlo una y otra vez sobre mi... -se señaló una parte del vientre –justó aquí. Papí dijo que los sueños no duelen... Pero me dolió, sentí como el punzón me atravesaba una y otra vez el mismo lugar. Era como si algo me picara por dentro y luego saliera otra vez para volver a hacerlo. Me dolió mucho... -Lola acarició la cabeza de Charles con la barbilla –. Entonces me desperté y no pude volver a dormir... Porque lo sentía, como si todavía estuviera dentro de mí. Me rasqué y me rasqué, pero el dolor no se iba. Me quité el pijama y me rasqué todavía más fuerte, y aun lo sentía dentro de mi piel. Me había despertado mientras el punzón seguía dentro de mí, y ahora estaba atorado.

Charle dejó escapar un pequeño ladrido y lamió la barbilla de su ama con delicadeza, esperando más caricias como recompensa. Lola no lo dejó esperar y comenzó a rascar el estómago de Charles como le gustaba. Se rio un poco al verlo hacer caras graciosas, entonces la expresión de Charles pasó a una de molestia cuando Lola comenzó a usar las uñas con demasiada fuerza. Se revolvió de entre sus brazos y se separó de ella algo indignado.

-¿Crees que todavía lo tenga a dentro, Charles? –Lola se rascó los ojos. El maquillaje apenas podía ocultar las ojeras. ¿Por qué todavía no podía dormir? No tomaba pastillas, no le gustaba el café, tampoco le molestaba el olor de sus animales. ¿Por qué todavía no podía dormir? ¿Por qué las pesadillas no la dejaban en paz? –¿Qué hice mal?

Charles solo ladeó la cabeza, estaba esperando sus disculpas junto a su golosina. Lola tendría que darle una rica golosina si esperaba que la perdonara por acariciarlo con demasiada fuerza. Lola no lo dejó esperar mucho tiempo, arrojó una golosina con forma de hueso al aire, Charles la atrapó y se la comió de un mordisco. Lola sacó una segunda golosina de su bolsillo, la miró fijamente y sin pensarlo mucho más la arrojó sobre su cabeza. Antes de que Charles pudiera saltar para atraparla, Lola se le adelantó y se la tragó entera.

Charles miró a Lola con acusación y refunfuñó por el robo.

-Chicas... Este fin de semana su madre y yo iremos a visitar a Lucy.

El silencio se apoderó de la mesa en cuanto Sr. Lynn terminó de hablar. Las únicas que habían ido a cenar a la mesa aquella noche habían sido Leni, Luan y Lynn, y todas ellas miraban fijamente al patriarca de la familia.

El tenedor de Luan tembló sobre su mano, pero se controló lo mejor que pudo. Luan había estado esperando esto, sus padres no iban a dejar a Lucy encerrada en un asilo para olvidarse de ella mientras seguían con sus propias vidas. Solo que no esperó que el tema llegara tan rápido... Nadie dentro de la casa había pido superar realmente lo que Lucy había hecho.

-¡¿Irán a ver a ese pedazo de mierda asesina?! –Lynn gruñó. La furia que desprendía su mirada lanzaba una advertencia de peligro para cualquiera que se atreviera a contestarle, pero era diferente cuando esa persona resultaban ser sus propios padres.

-Lynn... Cuida tu lenguaje señorita –Rita la reprendió –. Y no hables así de tu hermana... Ella... Ella no está bien, y sigue siendo nuestra hija... -Rita tuvo que reprimir un sollozo –. Ella nos necesita ahora más que nunca y no vamos a abandonarla.

¿Cuándo fue la última vez que visitaron a Lincoln? Luan se vio tentada a lanzar esa pregunta, pero se contuvo. Las cosas no harían más que complicarse si traía ese tema ahora mismo.

Lynn arrojó sus cubiertos dentro de su plato, todavía con restos de pollo y ensalada. Se le veía ansiosa por gritar, quizás maldecir, pero en su lugar miró hacia la cocina donde ahora se encontraban lo poco que quedaban de sus hermanas menores y se mordió la lengua.

-Tendríamos que dejarla allí tirada durante el resto de su vida...

-Lynn, entiendo que estés enfadada, pero no puedes hablar así de tu hermana menor –Sr. Loud intentó que su tono de voz fuera autoritario, pero le estaba costando demasiado trabajo en aquella situación. –Es importante que ella sepa que aún tiene un hogar al que regresar.

-Ella no va a regresar –Lynn volvió a hablar.

-Lynn –Rita tomó la palabra –. Lucy mejorará, se dará cuenta de lo que hizo y... y volverá a casas. Será el primer paso para que podamos dejar todo esto atrás y volver a ser una familia... Y para eso debemos demostrarle a Lucy que sigue teniendo un lugar en esta familia.

Para Lynn no existía ningún lugar dentro de la familia que Lucy pudiera ocupar. Lo había perdido hace mucho tiempo, incluso antes de que enloqueciera. Lo había perdido en cuanto comenzó con sus estúpidos delirios sobre lo bello que era la purga. Lo que antes había esperado que fuera una etapa se había convertido en fanatismo. Lucy había estado enferma mucho antes de aquella fatídica noche, es sólo que nadie quiso aceptarlo.

-M-me gustaría ir... -Leni levantó tímidamente su mano, evitando hacer contacto visual con el resto de sus hermanas.

Lynn la miró fijamente sin ocultar la furia que había comenzado a acumularse dentro de ella con aquellas palabras, pero no se atrevió a decir nada más. Todos en aquella mesa eran libres de elegir, y ella ya lo había echo.

-Ya no tengo hambre –Lynn se levantó de la mesa y comenzó a caminar con pasos pesados a su habitación. Tenía programado un encuentro de último minuto contra la pared junto a su cama.

Ambos padres se miraron fijamente durante un segundo y compartieron un suspiro. Al menos podían agradecer que aquello no terminara en violencia. Regresaron su atención a Luan, y la comediante se sintió arrinconada por sus figuras paternas. No quería ir. Directamente no quería ir. No quería ver a Lucy, tampoco quería que ella regresara a casa cuando un pedazo de papel dijera que ya no estaba loca. La mirada de sus padres lograba que se sintiera horrible acerca de esos pensamientos, es por eso que no los miró y sólo esperó a que no la forzaran a decir lo que pensaba en voz alta.

Rita pareció leer su mente ya que dio el asunto por finalizado. Los únicos que visitarían a Lucy al día siguiente serían sus padres y una hermana. Posiblemente mucho más de lo que siquiera se merecía.

Los golpes de Lynn no tardaron en escucharse en el segundo piso, y el resto de la comida no fue tocada. Todos en aquella mesa habían perdido el apetito.

Lucy caminó de un lado al otro dentro de su cuarto. Jalaba sus cabellos reprimiendo un grito histérico mientras seguía pensando como saldría de aquel lugar. Ya no podía soportarlo, todo lo que deseaba en ese momento era salir por la puerta de acero frente a ella y caminar de regreso a casa. Pero aquella puerta no se movería hasta que alguien dentro de una habitación disidiera presionar un pequeño botón rojo que anulara los cerrojos.

Tomó la almohada de su cama y la arrojó contra la pared en un intento por recuperar parte de su control. No iba a caer así. Debía centrarse en su siguiente paso. Escapar, demostrar su inocencia, regresar a casa. ¿Pero cómo? Para empezar ni siquiera debería de haber estado encerrada tanto tiempo. ¿Lana había descubierto sus increíbles dotes actorales? ¿No había hecho absolutamente nada para delatarse? ¿Los doctores de ese manicomio no podían decirle a sus padres que estaba totalmente cuerda? ¿Qué parte de ella les parecía la de una demente homicida? Recogió la almohada del piso y volvió a arrojarla contra la puerta.

Pasados unos minutos logró recuperar parte de su estabilidad. Momentos como aquel no podían seguir repitiéndose, no eran propios de ella. Lucy se enorgullecía de considerare más madura de lo que su edad delataba y estaba dispuesta a demostrarlo.

Se acercó a la puerta y la examinó con cuidado. Era de acero duro y bastante gruesa, colocó la palma de su mano contra ella y sintió lo fría que se encontraba aquella noche. Sobre su cabeza se encontraba una pequeña mirilla horizontal que sólo podía abrirse desde el exterior, su forma de mantenerlos vigilados durante las rondas nocturnas. Lucy estaba segura de haberla escuchado deslizarse al menos una vez.

-Mi bestia –murmuró –. Ser que habita en mis entrañas. Te imploro parte de tu fuerza en lo que llevo a cabo esta tarea. Permíteme gozar sólo de una muestra del poder que resguardas para la liberación –. Empujó la puerta con fuerza sin lograr moverla ni un centímetro –. S-sólo un poco... y te alimentaré como mereces –. Pero no hubo cambio alguno.

Cuando se encontró jadeante y sujetando sus rodillas llegó a la conclusión de que su bestia debía de estar dormida.

-Ma-mañana... intentaré alimentarte... como se debe –se limpió el sudor de la frente y enderezó su cuerpo. El esfuerzo había sido mayor a lo que debería, quizás debería de esforzarse por comer sus comidas en la hora del almuerzo, al menos en lo que tomara su escape.

Levantó los ojos hacia la puerta y se retrocedió en pánico. La mirilla estaba descorrida mostrando dos pequeños ojos marrones que la miraban desde arriba. Ojos vacíos, casi como los de un cadáver al que habrían olvidado decirle que estaba muerto. Lucy se sintió aprisionada por esos ojos, buscando las palabras para decirle al cuidador de detrás de esa puerta que se largara y dejara de espiarla. O que al menos esperara a que ya estuviera dormida antes de comenzar a espiar, pero no fue capaz de volver a hablar.

El hombre de detrás de la puerta no dijo nada. Se mantuvo tan quieto como si se tratara de una estatua, lo único que hacía era observar a Lucy, y si ella intentaba moverse un poco los ojos la seguían.

No estaba segura de cuánto tiempo pasó antes de que los ojos se retiraran, pero sus piernas se encontraban adoloridas y estaba muy cansada. ¿Era natural espiar fijamente a los niños a cualquier hora de la noche? Los pacientes no podían ser los únicos dementes de aquel asilo.

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