V

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No hubo una sola ocasión en que Platón se equivocara y dudaba que alguna vez cambiara de opinión acerca de ello.

Cada nuevo periodo de clases en la Universidad, me gustaba comenzarlo así, hablando profundamente acerca de su filosofía, su vida y del amor.. maldición, el amor.

Nunca me había quedado sin palabras frente a una clase como en esa ocasión, desde que tenía memoria, recitaba aquel extraordinario texto sin miramientos ni retrasos, para después sonreírles a todos dándoles la bienvenida al nuevo semestre de filosofía, pero esa tarde algo fue diferente.

Sólo una o dos veces en mi vida me había cuestionado a conciencia cómo y dónde es que estaba la otra mitad de mi alma, esa parte que le faltaba mi ser para ser completado, tal y como alguna vez Platón lo planteo. Si existía mi alma gemela, era probable que aún la estuviera buscando, porque no se trataba de darle el título a cualquiera de forma tan ligera, encontrar la otra mitad que me correspondía, estaba seguro de que no sería tan fácil como aparentaba y que, incluso cuando al lado de Mörgen había encontrado la estabilidad que buscaba, no era ella esa parte complementaria que en algún momento, si tenía suerte, encontraría para sentirme plenamente satisfecho con mi vida.

Mi alma gemela, tal cual lo pensaba, no tenía ningún cuerpo definido, nunca me había detenido a pensar si sus cabellos serían castaños o rubios, si tendría ojos azules o si serían de un marrón profundo, tampoco puse atención en pensar si se presentaría con una sonrisa dulce o quizás, una mirada fiera que me descolocara al primer instante y quizás era eso precisamente, lo que me permitió no tener un estándar definido a seguir, en la búsqueda de mi otra parte. Se que todo sonaban como boberías de un soñador empedernido, adormecido por los cientos de textos que a lo largo de mi vida había terminado leyendo, pero no era más que la verdad absoluta. No tenía idea de cómo, cuando, ni de que manera, llegaría esa otra mitad a mi vida y curiosamente, arribó de la forma más arrasadora.

Sus labios, sus manos, su cabello y esa mirada me atraparon en segundos, al primer contacto, pero fue su voz y esos argumentos poco gastados, los que me entumecieron de repente. De golpe y sin un aviso oportuno, había encontrado a la otra mitad que me complementaba en el universo y curiosamente, esa otra mitad estaba llegando de forma retadora, tratando de tirar mi autoridad frente a todos en el salón de clases, sonriéndome de medio lado con suficiencia y es que, aún cuando trataba de lucir ecuánime, no dejaba de pensar: Que preciosa altanería...

Si de un solo golpe certero cambio el mundo donde me mantenía de pie, arrasando con todo el equilibrio que había conseguido en mi vida, importaba muy poco si mi destino era mantenerme entre olas furiosas y falta de tierra firme en mi navegar, que fuera tortuoso y desenfrenado mi destino a su lado, si en sus labios era el único lugar donde podría descansar en paz.

Jürgen.

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