Junio 18 // Desapareciendo
Junio 18 // Desapareciendo
Junio 18, 2015
Entrometido inquilino:
Gracias por los lirios, Markell, eran hermosos, perfectos para darle un tono más solemne a mi prematuro funeral.
Cuando llamaron a la puerta y entraron por ella 4 enormes arreglos funerarios, pensé en contactar a la florería por la terrible equivocación; me parecía de muy mal gusto que una viuda tan reciente como yo, tuviera que devolver tan llamativa decoración solemne, pero una vez que entregaron tu carta junto con la hoja de recibo, entendí de que iba todo el teatro.
Lo confieso, quería asesinarte; tu "negro sentido del humor" llegó a ser un tanto insultante, pero, de igual forma, sincero. Se que debí lanzar tu ofrenda floral por la ventana en cuanto cerré la puerta, pero ¿Sabes que sucedió al final? Me resigné. Pasé la tarde entera tirada sobre la alfombra, tomando un poco de café y galletas para acompañarme, tal y como lo recomendaste en medio del olor característico de los lirios.
Gracias por permitirme por primera vez, disfrutar de mi funeral a solas, sin personas musitando alrededor, lamentándose y criticando. Ayer tan sólo conviví con mi dolor, mis recuerdos y mis lágrimas. Lloré, como no puedes imaginarlo. Pasé de la risa más descontrolada por la ironía de tu gesto, a la profunda melancolía que me provocó el recordar que ese no era precisamente el primer momento en que celebraba mi propio funeral aún en vida.
La primera ocasión, en realidad, se dio curiosamente cuando todos se reunieron detrás de la puerta 307, para darle el último adiós a Jürgen.
Jamás lo había pensado así, pero, ese tarde noté que los funerales rara vez son para quien ha partido de este plano existencial. Pareciera imposible, pero Jürgen de un momento a otro se volvió invisible; después de unas horas comienzas a acostumbrarte a la compañía de la muerte y el féretro en medio de la estancia ya no se percibe tan aterrador y prohibido, al contrario, su silencio le ayudada a confundirse con el ambiente pasando a segundo o incluso, tercer plano dentro de la habitación. Todo se convierte en una expresión forzada de solidaridad con los deudos que se mantienen en un estado parecido al sonambulismo, aceptando frases de consuelo y ayuda como autómatas y de pronto, te haz convertido en el centro de atención; todos están en tu búsqueda, te acosan con la mirada desde que entran al recibidor y pasan algunos minutos a tu lado, como si fueses tu quien no volverá jamás.
Lo peor llega cuando cada una de las personas a tu lado se comienzan a cuestionar cosas acerca de ti, incluso las más tontas de ellas. Cada detalle toma importancia y ninguna mirada deja de apuntar hacia ti y lo mal que luces con los ojos enrojecidos, de pronto les preocupa si ya haz llorado demasiado por tu esposo, o quizás, si aún no ha sido lo suficiente; les interesa si comiste algo para soportar el día entero al lado del ataúd dándole la bienvenida a todos ya que nadie quiere escenas dramáticas de desmayos en un funeral y aún así, en silencio, una parte enferma y obscura de ellos, lo espera con ansias. ¿Olvidaste ponerte los pendientes que él te regaló en su último aniversario? Que insensata, ó, ¿Te haz vestido adecuadamente para ir al cementerio? No es adecuado usar un vestido revelador para los cortejos funerarios, hay que respetar la memoria Jürgen.
Resulta agotador.
Después, cuando crees que lo peor que te pudo haber pasado era perder al amor de tu vida, descubres que el mundo entero comienza a tratarte como una completa inútil, incapaz incluso de servir un vaso con agua, totalmente limitada para cualquier tarea que requiera un mínimo esfuerzo y es en ese punto cuando aceptas que todo se ha convertido en tu propio funeral: "Bienvenidos al lamentable e inesperado sepelio de "Mörgen Klummer" la joven y desafortunada viuda, a la que su esposo decidió dejar sin previo aviso.
Llegué a envidiarlo ¿Sabes? Al menos él no podía ver las miradas de lástima de todos, tampoco escuchar sus palabras vacías y mucho menos, tratar de no parecer tan desdichado. Estaba muerto y, si lo medito en serio, creo que era la mejor forma de afrontar la situación, en silencio, desapareciendo lentamente del lugar, dejándome a mi en medio de las miradas acosadoras de todos.
Lo acepto, dudo que pudiera volver a soportarlo, por él o por alguien más. Ahora es mi turno de dejar que otro más lleve la pesada carga de convertirse en el centro de atención por mi culpa, que hable por mi, llore por mi, de explicaciones por mi y reciba a las visitas con una media sonrisa y sin replicas.
En días como hoy me pregunto, Markell ¿Ahora si tengo permitido desaparecer como Jürgen lo hizo en su funeral? Quizás no me vendría mal por al menos un par de meses.
Terriblemente agradecida, Mörgen K.
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