III


III

Sentir tus labios buscando mi mejilla a tientas durante la mañana, hizo que abriera los ojos lentamente y con capricho. Te abracé con torpeza y escuché tu respiración tranquila y acompasada, signo inequívoco de que aún no terminabas por despertar del todo, pero que aún así, ya buscabas mis brazos para acomodarte entre ellos perezosamente como siempre.

Quizás no lo notaste del todo, pero, aún cuando tu habías pasado una noche tranquila y reparadora de sueño, a mi la ansiedad me había impedido dormir con tranquilidad, obligándome a mantenerme despierto de a ratos, sin descansar ni un solo segundo hasta que comencé a ver el sol enrojeciendo las nubes al amanecer.

A veces me pregunto si es que no haz logrado darte cuenta de lo que está sucediendo conmigo, o simplemente tratas de ignorarlo haciendo otras cosas más importantes, fingiendo no prestar atención a mis insomnios, mis salidas injustificadas, mis ausencias repentinas y la forma en que a veces, mientras hablas, me quedó perdido mirando un punto fijo en la cocina, dejando de escuchar esa maravillosa historia que con ánimos cuentas sin detenerte ni un segundo.

Es posible que no sea lo suficientemente obvio para ti, pero incluso presiento que los demás han comenzado a notar que algo sucede y tal pareciera que tu eres la única aquí a la que no le crea conflicto alguno.

Papá fue el primero en darse cuanta de que algo había cambiado entre nosotros hace unas semanas en la cena de fin de semana. Lo supe por su mirada perspicaz. Lo notó, se dio cuenta de inmediato de que ya no te miraba como antes, tampoco tomaba tu mano cada tanto y que no seguía tus comentarios audaces, escuchando atentamente como siempre. Sé incluso, que casi pudo adivinar que no iba a besarte en los labios cuando me acerqué a ti en la cocina mientras le ayudabas a lavar los platos y que a cambio, sólo rozaría mis labios en tu mejilla amistosamente y sin ninguna intención de profundizar en nuestra interacción momentánea.

Él me conoce, mejor que nadie, mejor incluso que tú y sabe que algo se rompió en mi y el amor que decía tenerte, que la magia se extinguió y que lentamente, voy desapareciendo de ese hermoso cuento que tu llamas "nosotros"

Si te importara un poco más, Mörgen, quizás ya te habrías dado cuenta, como todos, de que hace dos semanas, he vuelto una hora más tarde después de dar clase en Universidad, que los enormes libros que llevo siempre a cuestas ya no han vuelto a casa conmigo, como siempre era la costumbre y que dejé de tomar la cena porque se me ha ido el apetito.

Me pregunto si es que poco a poco llegarás a notarlo, o tendrá que llegar el día en que lo diga de frente.

Jürgen.

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