Abril 03 // Un funeral, 100 girasoles.

Abril 3, 2015

Inquilino casi desconocido, Markell G:

No sé quién eres en realidad, pero debo aceptar que fue agradable saber que la extraña carta que envié no se quedó encerrada en el buzón de entrada. Me reconforta la idea de que alguien detrás de la puerta 307 lee lo que me he negado a expresarle a todos durante estos meses.

Es extraño, pero esta mañana por fin encontré las energías suficientes para salir de la cama sin que Mamá o Gretchen intervinieran obligándome a hacerlo.

Era temprano cuando tomé un poco de jugo que dejaron para mi en el refrigerador y un par de rebanadas de pan tostado. Resultó diferente tomar el desayuno a solas, en silencio, sin que Jürgen encendiera el televisor para ver las noticias matutinas o que comenzara con alguna de sus conversaciones poco convencionales que le restaban monotonía al momento. A cambió de eso mi única compañía fue el sonido casi imperceptible de los autos un par de pisos más abajo y los enormes números del calendario que cuelga en la pared de la cocina inundando el espacio.

No negaré que fue un tanto perturbador notar que exactamente hoy, pero hace dos meses, me encontraba repartiendo galletas y café en el funeral de Jürgen. Pensarlo ahora me hace sentir aún más triste de lo que en realidad podía estar en ese momento. Y no, no es que su muerte no me afectara, es sólo que me encontraba tan abrumada y confundida por lo inesperado de su partida, que ni una lágrima logró escapar de mis ojos durante los actos funerarios.

Ahora cierro los ojos e incluso creo poder sentir el olor de los girasoles inundando la habitación, los había por cada rincón de la casa, yo misma me encargué de llamar a la florería para pedir unas cuantas docenas de ellos.

¿Sabes? Jürgen odiaba las flores blancas, le parecían carentes de personalidad. "Reservémoslas para los funerales" decía siempre arrugando la nariz con desagrado cada que pasábamos por algún lugar adornado con ellas. Incluso en nuestra boda se cumplió aquella exigencia. Jürgen rogó para que ninguna flor blanca fuera colocada dentro de las decoraciones, así que flores multicolores y un puñado de girasoles habían sido la elección para esa noche tan maravillosa.

Desde la primera vez su negación a las flores blancas me pareció exagerada, pero con el tiempo entendí que en el fondo no era la carencia de personalidad lo que le incomodaba de ellas, más bien, se trataba de lo mucho que le hacían recordar el funeral de su madre, ese que se llenó con cientos de arreglos pálidos la casa donde había pasado toda su infancia, lo que le carcomía por dentro.

Su madre murió en un accidente, fue una forma inesperada de hacerlo, de "abandonarlo", como el solía llamarlo.

Jürgen odiaba la forma en que ella habia muerto. Después de su entierro solía molestarse mucho por no lograr entenderlo, le carcomía la idea de no haber tenido tiempo suficiente para despedirse adecuadamente y estar preparado... "preparado", como si en realidad alguna vez se pudiera estar preparado para dejar partir a un ser amado.

Ahora que lo pienso, creo que es curioso que yo despertara sobresaltada una noche igual que él al recibir la llamada de la policía. La diferencia era que yo no desperté por el sonido insistente del teléfono a media noche, fue el estruendo que provocó el disparo en medio del silencio lo que me obligó a dar un brinco fuera de la cama.

Su partida fue sorpresiva al igual que el accidente de su madre. Ni en mil años hubiera podido imaginar que la forma en que Jürgen decidiría abandonarme seria esa, volándose los sesos en el primer piso mientras yo dormía sin tener idea de qué era lo que pasaba por su mente confundida.

Markell, ¿Crees que tengo derecho a enfadarme por no entender su inesperada forma de morir, igual que él lo hizo con su madre? Lo de ella fue un accidente, algo que no podía haberse evitado; lo de Jürgen fue premeditado, promovido por los sentimientos más egoístas en su interior, así que entonces... ¿Tengo suficientes razones para reclamárselo?

Quizás ahora después de un par de meses de su muerte, la tristeza y desconcierto comienzan a transformarse en algo similar al resentimiento. Cada que lo imagino bajando al estudio, decidido a abandonarme sin pensar en mi ni por un segundo, siento una gran rabia que se me agolpa en el pecho.

A veces me siento culpable por aceptar que una parte de mi comienza a odiarlo por no pensar en cuán difícil sería para mi estar sin él a mi lado.

Cada día que pasa, todo comienza a tornarse confuso y un poco más obscuro de lo que debería serlo...

Mörgen K.

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