Castaño obsuro
Desde hace ya tres días la castaña de trenzas despertó desconcertada en el bar. Y desde hace tres días Arthur estaba raro, bueno, a decir verdad el siempre estaba raro en febrero. Si, a los últimos años si, pues con la aparición de la albina al pueblo también significó horas de escucharlo hablar de cómo se le quería declarar a sus mechones lunares.
El nunca lo hizo.
— Zan — ahora, estaba con el, preguntándose internamente si por fin la guerra había terminado, si por fin se había olvidado de la de cabellos de plata, que tanto daño le hacía.
— ¿si? —
— ¿Quieres ir por un Pay? — pregunto buscando la respuesta de su compañera desde hace muchos años, la cual no consiguió — El otro día me encontré a Ellie y su familia, Tristán es un buen niño, venía comiendo un Pay, me dio un poco y me recomendaron el lugar — dijo pausando su caminar — creo que es de Eastin y. . . — hizo un paro para mirar a su acompañante — ¿Zan estas bien? —
Lo que no sabía es que Zan estaba en el paraíso
*
— ¡Café! ¡Café!, ¡Café! — en cuanto entraron al local la voz del pelo blanco se hizo presente en los oídos de los recién llegados, no pudiendo evitar voltear a ver a la familia.
Arthur, con una sonrisa en su cara se acercó a la feliz familia, llevándose consigo a la castaña.
— ¡Tris! — exclamó el peli naranja llamado la atención del niño al instante — ¿qué pasa con el café? — el pequeño sonrió al instante e Interviniendo cualquier comentario por el menor, respondió la madre — No te apures, es solo que el pequeño ya espera con esmero su café con leche —
— Ya veo, disculpo mi descortesía Ellie, ni siquiera tuve la decencia de saludarte — la albina le sonrió con ternura mientras la castaña estaba en una batalla mental — no te apures, yo e sido grosera igualmente — la albina volteo su mirada hacia la castaña — Tenga buena mañana Zaneri, me alegra verte aquí —
La castaña lejos de sentirse incómoda como antes lo hacía, se sintió alegre por el saludo de su ejemplar vecina — Ten buen día tú también Ellie, a propósito. Tenga buen día señor Meliodas. Y tú también Tristán — la familia le sonrió con dulzura a la joven y cuando estaban a punto de contestar. El pequeño contraatacó.
— Mi día sería mejor si ya tuviera mi café —
— ¡Tristán!, no seas imprudente — regaño la mayor — pido perdón por el inapropiado vocabulario de Tris —
Los jóvenes rieron un poco — No te angusties, yo actuaria igual si no me trajeran mi café — el menor, sintiéndose comprendido, miro a sus padres retadoramente — ¿¡Lo ven!?, el me comprende —
— Lo hace, pero eso no justifica tu contestación — refutó el rubio a lo que el menor refunfuño.
— bueno, no queremos retrasarlos en la cita — al escuchar esas palabras salir de la boca de la albina, la castaña se escondió en el brazo de su acompañante — Ellie tiene razón, las primeras citas son importantes, créeme Arthur, yo se de eso — guiñando el ojo el rubio se echo a reír por la reacción de los más jóvenes — ¿Ellos son novios?, ¿¡Se casarán como ustedes!? — Grito emocionado el pequeño niño, sonrojando a la pareja.
— Tal vez Tris, pero ahora, dejemos que se vallan — Agradeciendo a la peli plateada, los dos se marcharon a una mesa cercana de la familia.
*
La tarde se pasa rápido y la pareja la pasaba amenamente entre carcajadas y algún que otro rumor o chisme del pueblo.
— Bueno Zaneri. Ya es tarde, te llevo a la casa — declaró el peli naranja — si, gracias —
En el camino no se quedaron callados, hablaban de cualquier cosa — Bueno, aquí esta su parada — anuncio con diversión — gracias noble caballero — agarrando su falda por los bordes ella se inclinó — no hay nada de que agradecer, usted me hizo compañía por el día. Es lo menos que puedo hacer — sonrió de una manera que podría competir con el sol — Bueno, ¡hasta mañana! —
Cuando la castaña entró por la puerta su hermana curveó la ceja mientras alejaba el dulce cafe de sus rosados labios — ¿Porque volviste a esta hora ? — pregunto — fui a tomar un café con Arthur — su hermana la inspeccionó con la mirada — tu cabello se ve más claro. Que extraño — la castaña igual de extrañada que la mayor subió a su cuarto mirándose al espejo por última vez en ese día, su hermana tenía razón.
Ahí, ella descubrió dos cosas: El color castaño obscuro se limpió de la suciedad que su corazón reprimía. Y el castaño le quedaba bastante bien.
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