Prólogo

—Tienes que irte, yo lo distraigo —me susurra mientras me acaricia el cabello.

Sollozo. —No, me niego a dejarte aquí. Eres lo único que me queda, mi única familia —lo abrazo.

Corresponde a mi abrazo. —Mayor razón para que te vayas y lo busques. Es más —lo miro—. Si logro salir de esto, te veo allá. Si ves que no llego dentro de una hora, tú sigue —me da un beso en la frente y se echa a correr frente a la bestia.

No me da tiempo de gritar, así que me levanto y empiezo a correr sin mirar atrás. Me dolía dejarlo, pero debía ir por él, para evitar que suceda lo que sé.

Tropiezo con una rama y veo que atraigo a la bestia con el ruido. Me levanto y espero a que venga.
Veo como corre rápidamente hacia mí.

—Veamos de lo que soy capaz —empiezo a invocar un hechizo, pero de un momento a otro, cierro mis ojos, y siento un golpe brusco en mi cuerpo; para luego sentir lo frío del suelo.

Al abrir los ojos, mi vista es casi nula en el lugar, debido a la oscuridad que abunda ahí. Me doy la vuelta rápidamente al escuchar un quejido, y ver los rayos de la luz de la luna, que se veían absorbidos por su larga cabellera negra.

—Te he dicho que cuando quieras venir me avises por medio de una carta —se levanta y se acerca a mí, para luego agacharse y mirarme—. Y más si tienes tus habilidades mini brujita —me dedica una sonrisa. Que quién lo viera, le parecería imposible que hiciera eso.

—Perdóname, solo pasó —ahora soy yo quién le dedica una sonrisa

“Él no es el villano como dicen. A uno lo vuelven así, si es el héroe quien relata la historia”.

“Pero ésta vez, yo soy quién contará la historia pero estando del lado del villano”.

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