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-¡Vamos chicos! ¡Con ganas! - les animó Evans.

-¡Hay un hueco en la defensa! - le ayudó Jude Sharp, el segundo entrenador.

Los gritos y órdenes de ambos entrenadores se escuchaban por todo el recinto del instituto. Yo me acercaba hacia allí. Esa noche había dormido muy poco otra vez, y Caleb dijo que descansara un rato más.

Llegué al campo exterior, y fui hacia el banquillo, observando a los jugadores moverse con energía. Unos ojos me recibieron. Víctor me sonrió con la mirada, dando a entender que hacía rato que me esperaba.

Abandonó el juego y se acercó a mí con tranquilidad, a la vez que recuperaba un poco el aliento. Se recompuso, y me habló.

-Juega con nosotros - sugirió con la respiración algo acelerada.

-¿Por qu-

-Vamos, así podemos hacernos a una idea de lo que nos espera - me interrumpió, predeciendo mi negación.

-Bueno - pensé - Está bien, no perdemos nada.

Y así lo hicimos. Me uní al juego del Raimon como rival, e intenté recrear las escasas jugadas que había presenciado del Dragon Link para ver cómo reaccionaban los chicos.

El equipo parecía algo quebrado, pareciera que no terminaban de coordinarse del todo bien. Me habían contado que su capitán habitual estaba lesionado, y que Arion aún no terminaba de encajar en esa posición. Aún así, su talento no pasaba desapercibido.

Caleb hablaba con los entrenadores, con los que a la vez tomaba apuntes sobre las jugadas y buscaban solución a todos los fallos o descuidos.

Me alegraba ver que había logrado que ellos confiaran en mí, me hacía sentir bien serles de utilidad y recibir apoyo como respuesta. Antes éramos enemigos, pero parecía que eso estaba olvidado. Bien, cuanta más confianza, mejor.

Víctor me arrebató el balón de los pies, y yo corrí tras él, tratando de recuperarlo. Una sonrisita pícara se dibujó en su rostro, y discutió con los pies la posesión del esférico.

-Has mejorado un poco - habló, tomando aire.

-Tú también - respondí, recuperando por fin el balón - Pero sigo siendo mejor que tú.

Así, el juego se convirtió en una persecución contínua, subiendo y bajando por el terreno de juego a cada rato. Los chicos se esforzaban mucho, como si les fuera la vida en ello, y todo eso estaba dando sus frutos.

Me gustaba el ambiente que se creaba allí, me hacía recordar a los buenos entrenamientos en el Santuario con Tezcat.

-¡Todo el mundo arriba!

-¡Aitor, a la derecha!

-¡Paradle!

-¡Chuta!

-¡Gol!

Todos mostraban lo que sentían jugando al fútbol, y daban lo mejor de sí mismos para demostrar lo que realmente valían.
Sin duda alguna, estaban preparados para derrotar al Dragon Link.

-Uhg - me quejé, tumbándome en el sofá - No puedo con mi alma.

-Hoy habéis estado genial - me animó Caleb.

-El Raimon es mejor de lo que recordaba.

Caleb se sentó a mi lado, y prendió la televisión. En ella se retransmitía la repetición de algún partido del torneo. Observamos las jugadas sin mucho interés, y nos quejamos en silencio cuando alguna injusticia era cometida por parte del árbitro.

-Eso es fuera de juego - refunfuñó Caleb.

-Algunos árbitros estaban amañados - le confesé - O comprados, como quieras decirle.

-Hay que ser cobarde para comprar los árbitros para asegurarse la victoria.

-El Sector V funciona así.

Pasé ambos brazos por detrás de mi cabeza y continué mirando el partido. Realmente estaba reñido, pero no había la menor duda de quién iba a ganar, no hacía falta darle muchas vueltas.

-Hablando de eso - cortó el silecio - ¿Hiciste las paces con tu amigo?

-¿Víctor? - le miré a los ojos - No estoy del todo seguro, pero creo que sí. Es más, creo que se ha dado cuenta de que digo la verdad.

-Me alegro - sonrió con ligereza - No se le veía muy contento con tu presencia al principio.

-Llegamos a ser muy unidos, pero toda esta estupidez del Sector V creó un muro entre nosotros. Voy a mostrarle que sigo siendo el mismo y todo volverá a ser como antes.

-Estoy seguro que hoy se ha dado cuenta - me miró de vuelta - Y también de que estará dispuesto a acompañarte al Santuario.

-De verdad lo deseo, estamos perdiendo mucho tiempo, no quiero saber cómo debe estar Tezcat ahora - bajé la mirada tras comentar eso.

-No te preocupes, seguro que se encuentra bien.

-Ojalá tengas razón...

Apreté los puños, los cuales reposaban sobre mi regazo. Pensar en Tezcat hacía que mi odio hacia el Sector V augmentara, a pesar de que hacía pocos días aún era parte de ellos.

Aunque ya hacía tiempo que me preocupaba la integridad física de los imperiales con esos duros entrenamientos, nunca había dicho nada en voz alta. Hasta que me reuní con Tezcat y se lo conté, día que planeamos nuestra huída del Santuario.

Era extraño pensar en todo eso, ni yo mismo sabía a cual de los dos bandos de esa lucha pertenecía. La Revolución del Raimon era la mejor opción, pero, ¿era lo que yo quería?

Me había unido al Sector V porque en mi casa no me sentía nadie, y allí me enseñaron que sí era alguien en este mundo, pero a la vez sus intenciones y métodos no se preocupaban por nosotros.

Si el Sector V desaparecía, todos volveríamos a casa, cosa que no me hacía especial ilusión; pero por el contrario, si vencía en la lucha, estaba seguro que iban a hacerme la vida imposible por haberles traicionado.

Solté un suspiro cargado de negatividad, la cual Caleb percibió al instante. Posó su mano en mi hombro, y me sonrió con compasión.

-¿Crees que esté haciendo lo correcto? - pregunté.

-Solo tú puedes decidir eso - me respondió - Pero si has llegado hasta aquí tiene que ser por algo.

Observé mis manos aún pensativo. Tampoco lo había planeado mucho, las cosas habían salido de esa forma, yo no había manipulado nada. Pero sí, si ese día me decidí a largarme del Santuario fue porque creí que tenía que hacerlo.

-Creo que tienes razón - musité.

-Cuando todo esto se acabe encontrarás tu verdadero camino, no te preocupes por hacer lo que creas que está bien - se puso en pie, captando mi mirada.

-...

-¿Por qué no vamos a dar una vuelta? Verás como despejas tu mente y lo ves todo más claro.

-...

-¿Qué te ocurre? - su tono de voz cambió.

Suspiré de nuevo, e inspiré con fuerza hasta llenar mis pulmones.

-No quiero regresar a casa - confesé finalmente - Caleb, yo, no lo soportaría.

Él me miró sin cambiar de expresión. Pude ver cómo su cabeza funcionaba, y pensaba en algo. Esperé unos segundos en silencio.

-No tienes por qué hacerlo - respondió.

-¿Y qué haré sino?

Me extendió la mano. La tomé, e impulsó mi cuerpo para levantarme de ese sofá. Sus ojos verdes conectaron directamente con los míos. Pude analizar el color esmeralda que los componía, y pude ver en ellos confianza.

Extendió sus brazos y me rodeó entre ellos. Ese gesto me pilló de imprevisto, y no supe como reaccionar. Se sentía recomfortante, había pasado mucho tiempo desde que alguien me había abrazado con verdadero afecto. Quizás alguien se preocupaba por mí.

-Encontraremos una solución - susurró, haciéndome cosquillas en la oreja - Te lo prometo.

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