11
Apoyé mis manos contra la barra metálica de la pequeña embarcación. La isla se divisaba a lo lejos, y cada vez nos acercábamos más a ella.
Con cada metro más cerca del Santuario, mis nervios augmentaban de la misma forma. Por algún motivo sentía que las cosas eran demaisado fáciles. Claro que el Sector V había caído, pero no encontrar resistencia para llegar al Santuario era sospechoso.
Me hacía pensar que en ya no tenían nada que esconder allí, y que por eso nos dejaban ir sin oponerse a ello. Sentí como el pecho se me oprimía al pensar en que las palabras de Cinquedea fueran ciertas.
Cada vez me ponía más nervioso, y pude expresar esa emoción dando rápidos y mudos golpecitos con el pie izquierdo en el suelo de la nave. Caleb se dio cuenta de eso, y me tomó del hombro, mostrándome su más segura y pícara sonrisa. Sin darme cuenta, me contagió un poco de su expresión.
Miré de nuevo el mar, que se extendía como un suave y frío manto azulado que llegaba hasta donde los ojos alcanzaban a ver. El cielo también lucía de ese color, manchado por blancas y espenjosas nubes de algodón.
Cerré los ojos y llené mis pulmones del aire puro que había en el lugar. Pude sentir como ese soplo fresco restauraba mis energías, y me deshice de parte de la tensión del momento al soltar el aire por la nariz.
En pocos minutos la distancia que nos separaba de la isla se redujo hasta tal punto qur pudimos bajar del barco. Di un salto algo extenso, y flexioné mis rodillas al aterrizar, amortiguando la caída. Contemplé el lugar, reviviendo esos recuerdos que me esforzaba en esconder. Esa despedida desesperada antes de tomar caminos muy distintos. Pero había ido hasta allí precisamente para arreglarlo.
-Muy bien - Caleb rompió el cómodo silencio de ese entonces - ¿Por dónde empezamos?
-Me gustaría que nos dividiéramos - pedí - Podría estar en cualquier lugar.
-¿Seguro que no queda nadie del Sector V? - preguntó Evans.
-No descartes que aún encontremos a alguien - les advertí, observándoles a todos - Pero no creo que nos resulte ningún problema.
-Muy bien, ¿cómo nos dividimos?
Planificamos con calma. Todos iban a repartirse por la isla, y Víctor y yo, que éramos los que mejor conocíamos el lugar, íbamos a revisar el edificio que reposaba en su centro.
Les deseamos buena suerte a todos, y tomamos caminos distintos. Víctor y yo caminamos un buen rato en silencio, escuchando el canto de los pájaros y el oleaje del mar. Había extrañado el ambiente tan relajante que residía en el Santuario. Había echado de menos los hermosos paisajes naturales de los que este lucía y la enorme paz que finalmente se respiraba allí.
Mis mayores recuerdos allí eran de los duros entrenamientos que el Sector V nos ejercía, pero, de vez en cuando, mi mente rescataba de su memoria algún momento de paz y libertad.
Aunque odiara admitirlo, la mitad de mi vida había sido en ese sitio, y aunque fuera complicado de comprender para los demás, encontraba y sentía mi hogar en él.
-No ha cambiado en nada desde que me marché - comentó Víctor, mirando hacia un lado.
-Esto siempre ha sido un sitio aislado, y en parte, protegido del exterior - expliqué como respuesta - Supongo que por eso lo llaman el Santuario.
-Parece extraño, nadie se imagina la de cosas horribles que han ocurrido aquí - habló con su voz tan tranquila y natural.
-En parte lo he extrañado.
-¿Hablas enserio? - arqueó un ceja.
-No los entrenamientos - especifiqué - Sino la paz y armonía que desprende.
-Creo que te comprendo.
Salimos del bosque, y llegamos ante el largo puente que conectaba el camino con el edificio, al otro lado de un profundo y mortífero abismo.
Andamos por él, observando la vertiginosa caída a la que nos exponíamos.
-Me parece que ya tuvimos una conversación similar - habló de nuevo - Pero gracias por lo que has hecho por nosotros. Sin ti no hubieramos ganado al Dragon Link.
-No es cierto, sois un equipo excelente, solo os di un empujoncito - me excusé - Y gracias a vosotros también por ayudarme a encontrar a Tezcat.
-Es lo mínimo.
Llegamos al otro lado, y nos plantamos ante lo que parecían las mismísimas puertas al inframundo. Ese sitio imponía un terrible respeto por muy valiente que fueras. Me tragué mis temores y recuerdos pasados, y nos adentramos.
Dentro se respiraba humedad, y la temperatura era extremadamente fría. Se sentía el abandono en todos y cada uno de los rincones, el sitio desprendía un aire triste y casi tétrico. Un pequeño sentimiento de nostalgia me atacó, pero me centré y proseguí.
Cruzamos la mirada, y asentimos. Habíamos acordado que él investigaría todas las salas de los pisos más altos, mientras que yo inspeccionaría los almacenes y celdas que había en las plantas subterráneas.
Juntamos las manos en un gesto amistoso, y nos separamos.
-Buena suerte - dijo cuando aún se encontraba cerca y yo podía oírle.
-Igualmente - respondí - Nos vemos aquí en quince minutos.
Sentía tal adrenalina en esos instantes, que esta obligó a mis piernas a acelerar su ritmo y correr por esos laberínticos pasillos, dando el tiempo suficiente a mis ojos para repasar todas las salas por las que pasaba.
Había almacenes bastante grandes, aún con comida y demás tipos de productos allí, como si aún viviera alguien en ese lugar. Tuve en esos casos que adentrarme en las enormes salas para echar una ojeada a cualquier cosa que pudiera llamarme la atención.
Mi cuerpo estaba lleno de energía, y no me sentí en la necesidad de aflojar el ritmo en ningún momento, cosa que me permitió ir descartando pasillos con bastante rapidez. En los almacenes no había nada.
Bajé unas extensas escaleras que daban vueltas sobre sí mismas a largos tramos. De vez en cuando me detenía para comprobar que no hubiera pasado nada por alto, y después seguía con mi carrera.
Me detuve al llegar al final de las escaleras, y eché la vista sobre el largo pasillo lleno de celdas que había delante de mí. Para mi suerte, nunca me habían encerrado allí, y es por eso que siempre me había preguntado si realmente alguna vez habían ocupado toda esa cantidad de celdas con imperiales que no respetaban las normas.
Reuní el valor que había sentido en algún momento recorrer mis venas, y caminé con buen ritmo, mirando a ambos lados para ver una celda vacía tras otra.
-¿Tezcat? - me decidí a pronunciar - ¿Estás ahí?
Nada. Absolutamente nada, solo silencio. Fue en ese momento que me temí que él no se encontrara allí.
«Relájate Bai Long, quizás este sitio era demasiado obvio y alguno de los demás le ha encintrado o está por hacerlo»
-¿Tezcat? - insistí - Soy Bai Long, por favor, si estás ahí contesta.
De nuevo silencio. En un suspiro solté toda mi negatividad. Todo estaba bien, él podía estar en cualquier parte. Pero, entonces, ¿por qué estaba tan nervioso? Sentía que las cosas no terminaban de ir del todo bien. Decidí apartar ese pensamiento de mi cabeza, y seguí caminando.
Giré alguna esquina, insistiendo un par de veces más por si él estaba allí, viendo realmente que en ese sitio solo me movía yo. Es por eso que, al llegar al final del pasillo, di media vuelta y me propuse a regresar con Víctor para ver si él o los demás habían tenido más suerte.
Aunque, sorprendentemente, algo que antes simplemente había ignorado llamó mi atención. Me pregunté como no lo había visto.
Una de las celdas tenía sus puertas abiertas, y en el suelo de esta había un papel blanco como el algodón. Entré allí, mirando a ambos lados para asegurarme que efectivamentr estaba solo, y me agaché para tomar el papel entre mis dos manos.
Estaba doblado sobre sí mismo, así que lo extendí, y una letra muy pequeña y redondeada apareció ante mis ojos. Una letra que rápidamente supe identificar, dándome cuenta de que se trataba ni más ni menos de la escritura de tezcat.
Mis ojos se abrieron de par en par al ver eso, incluso pestañeé varias veces para comprobar que fuera real de lo sorprendido que me sentía.
Me quedé allí de pie, inmóvil y más silencioso que un muerto. Me tragué mis malos presentimientos y leí la carta.
El texto que esas letras tan perfectas escribían formaron un nudo en mi garganta y lograron humedecer mis ojos. Creo que jamás en mi vida había leído un texto tan hermoso, que lograra provocarme esas emociones y nublarme la mente de una tan espesa niebla.
No sé en qué momento caí de rodillas al suelo, llorando en silencio como un niño asustado. No estoy seguro de lo que ocurrió después de eso, pero lo que sí sé, es que mi vida dio la mayor vuelta de 180° que jamás experimenté.
Aún no creía lo que acababa de leer, y deseé con todas mis fuerzas que se tratara de un sueño, del que muy pronto iba a despertar.
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