✧ ₊‧ ⭒˚El pasado de Venus parte 1₊ ⭒☾˚‧


Como soy una princesa siempre he vivido en un palacio, no tengo permitido salir. 

Cada día lo único que hacía era vagar en los jardines o pasillos acompañada de mis mucamas y estudiar. Siempre me visten emocionadas cada mañana diciendo cosas cómo que parezco una muñeca, me veo en el espejo con peinados distintos decorados que hacen con mi largo cabello blanco, son muy creativas y talentosas para hacerme lucir adorable. 

Mi padre es un rey muy ocupado que raramente veía y mi hermano estaba ocupado entrenando para ser un caballero, junto con Louis. Las únicas veces que veo a mi padre es cuando comemos y cuando voy a verlo en su oficina, nunca despegaba la mirada de sus papeles, es alguien muy serio pero me permite quedarme a comer dulces o leer en los asientos de la sala frente a él, viéndolo trabajar en silencio. A veces se me queda viendo en silencio con una pequeña sonrisa y pide que me traigan más magdalenas. 

Mi madre solía venir a verme seguido para vestirme y jugar conmigo, es muy buena conmigo pero algo reservada.

Mi hermano Damián por otra parte es muy animado, sonríe bastante y aunque me permitía verlo entrenar no me dejaba jugar con él.

Estaba con el pelo pegado a su frente por el sudor, su cabello es igual al mío, tan blanco y brillante como una perla igual que nuestro padre, solo que yo heredé los oscuros ojos negros de mi madre y él los azules de nuestro padre. Solo es unos cuantos años mayor que yo así que somos cercanos.

Me sonríe cada vez que le quitaba la espada y esta caía al piso por lo pesaba que era para mí, se rió sin contenerse al verme seguir intentando levantarla, estoy segura que mi cara se puso roja del esfuerzo— JAJA pareces fresa —tomó su estómago y cerró los ojos de la risa, yo le pegué enojada pero se rió más y luego me detuvo tomando mi mano. Habló con ternura y algo de gracia — Eres una princesa Venus, no debes ensuciar tus manitas jugando con espadas.

Un día decidí escaparme del castillo. No fue algo que hubiera planeado, ese día decidí que escaparía para ir a los jardines a tomar una siesta o ver las flores, cualquier cosa que fuera mejor que estudiar matemáticas.

Esa vez acostada en el pasto escuché mi nombre.

—¡Princesa Venus!

Me paré de una y corrí con una sonrisa tonta en la cara, me divertía escapar. Yo nunca me escapaba, era algo nuevo para mí. Entonces me tropecé con mi propio pie y caí, miré con miedo esa pared con plantas con la que me golpearía, dolería y solo podía ver como caía lentamente.

Bueno, al parecer encontré el hoyo del perro. No literalmente, cuando caí no me golpee, atravesé las plantas que estaban ahí. Al instante me metí por completo todo mi cuerpo arrastrándome justo a tiempo porque escuché como la mucama se paró por un momento para relajar su respiración, podía ver su silueta gracias al sol. Me tuve que tapar la boca para no hacer ruido. En cuanto escuché como sus llamados se oían más alejados miré donde estaba.

Detrás del castillo había un bosque. Y yo no tuve que cruzar el enorme portón que había. Ya estaba en ese bosque, según los libros están llenos de hadas. Solo las había visto una vez en un festejo que hubo en el palacio, podía sentarme en la enorme mesa llena de adultos y mirar como pequeñas humanas con alas estaban en el techo bailando esparciendo un polvillo brillante como oro que muchos inhalaban y al parecer hacía muy felices, instantáneamente sonreían y reían. Me emocionó pensar en las hadas así que caminé por el bosque yo sola sin miedo, la aventura sonaba entretenida.

Ahí la ví, al principio creí que era un hada por lo bella que era pero no ví ningunas alas. Hice ruido pisando una rama y se giró al instante apuntándome con un cuchillo que sacó de su bota. Su cabello era corto hasta el cuello, castaña,pecosa y con unos ojos verdes afilados. Su mirada me pareció intimidante, nadie nunca me había mirado así, me asustó. Al segundo esa mirada se fue y bajó su cuchillo mirándome sorprendida.

—¿Qué haces sola en el bosque pequeño? — me preguntó en un tono de voz distinto al que acostumbraba oír. Este era informal y relajado, no estaba acostumbraba a que no me hablaran sin honoríficos ni que no se inclinaran hacía mí como saludo. Me causó curiosidad, tan solo era una niña pero entendí que ella no sabía quién era.

Pensé en responder pero no pude decir nada, me limité a observar llena de curiosidad.

—¿Acaso eres muda? — preguntó y no respondí. Ella no me dio importancia, se giró y decidió ignorarme, así que yo también me senté levantando un poco mi vestido con una mano y me senté como indio. Ella estaba frente a algo, estaba sacando cosas de un bolso, tijeras, una aguja, un frasco con líquido transparente, un algodón.

Quise acercarme más, quería ver qué es lo que hacía. Cuando me incliné a un lado de ella solté un jadeo, mis ojos se abrieron de la sorpresa y dí dos pasos atrás. La chica me volteó ver con una sonrisa y el ceño fruncido— ¿Nunca viste a un hada o la sangre te asusta? — ella me observó bien por un momento, de abajo hacía arriba—. Por tu ropa pareces alguien noble —se acercó y yo seguí retrocediendo, intimidada mi espalda chocó contra un árbol—. Me pregunto si me pagarían algo por ti, aunque puede que si de verdad eres muda no valgas tanto —acercó su mano a mi rostro, no podía moverme.

—¿Qué haces? — un hombre había sostenido su muñeca. Es alto, tiene el cabello azabache atado en una coleta baja, tiene algo de barba sin afeitar y viste ropa de piel, noté un cuchillo en la funda de su cinturón y un arco en su hombro, hay flechas en su espalda. No podía escapar de dos personas así. Quería que Damián viniera por mi, que me salvara usando su espada. Que me ayudaran.

Ella se soltó de su agarre— Nada, estaba pensando en secuestrarla, parece una noble.

El hombre me miró con pena y luego su rostro de horrorizó, parece saber quién soy por como ve mi cabello blanco— No digas tonterías Amaya, nosotros no hacemos eso y lo sabes —el hombre me sonrió—. No le hagas caso solo te quiere asustar —sabía que era una mentira pero me tranquilizó un poco su amabilidad. Se hincó frente a mí dándome mi espacio, viéndolo más de cerca parecía estar cerca de los treinta años— ¿Estás perdida?

No parecen ser de aquí.

—No habla, creo que es muda —le respondió la chica que había vuelto a darme la espalda para quedar frente a esa hada que dejó en el suelo.

—¿Qué hace? —dije viendo preocupada el suelo.

El hombre primero mostró un rostro confundido y luego me sonrió— Está salvándole la vida al hada, puede que parezca cruel pero Amaya es buena chica. Solo se hace la mala, le gusta sentirse como una villana.

—Ya cállate — le dijo en un tono automático sin darse la vuelta, seguía en lo suyo. Parecen ser cercanos.

—¿Nunca habías salido de tu hogar? —me preguntó el hombre ignorando a la chica. Se sentó a un lado de mí en un tronco con las piernas abiertas recargando sus brazos en las rodillas, dejó un bolso en el suelo.

—No.

—Entonces nunca viste hadas. El mundo puede ser cruel con ellas. Últimamente han sido secuestradas para quitarles sus alas o polvo mágico.

—Más bien asesinadas. Usan el polvillo como droga y sus alas como aretes —soltó con odio la chica.

Imaginarlo me causó escalofríos.

El hombre la miró mal, supongo que estaba evitando decir eso al hablar con una niña, me miró con amabilidad— El mundo es peligroso, por eso no deberías escapar de casa niña, que te sirva de lección —intentó asustarme.

—¿Ustedes salvan a las hadas? —pregunté llena de curiosidad.

¿Acaso ellos las ayudaban?

Se rió— Eso intentamos.

—Somos viajeros, vagamos por el mundo siendo asesinos de cazadores de hadas — el hada que había curado ahora volaba con una sonrisa y un vendaje en una pierna que resaltaba. Volaba con otras más, cuando miré hacía arriba pude verlas. Amaya se giró para vernos—. Las sacamos de las jaulas y nos encargamos de terminar con las vidas de sus secuestradores para que no se repita.

El hombre la miró sobre sus ojos y luego intentó tranquilizarme— No es verdad querida solo le damos un buen susto a los malos y ya no vuelven a hacer nada.

Con inocencia seguí haciendo preguntas—¿Que los guardianes no se encargan de los malos? ¿No las salvan ellos también?

—Pff —soltó Amaya con gracia— Eso se supone, pero para ser guardián debes ser noble y los nobles son quienes consumen la droga. Solo ellos pueden pagar por algo así —dijo lo último con una mueca.

—Es una niña no deberíamos hablarle de eso —la regañó.

—Algún día tendría que saber. La ignorancia te hace patético.

Después de eso volví al palacio y regresé al día siguiente preparada para hacer muchísimas otras preguntas sobre ellos. No había nada más que una nota en papel amarillo encima del tronco donde el hombre se había sentado antes, con una piedra encima.

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