Capítulo Uno

Había varias cosas que Kerttu odiaba.

No eran muchas, al fin y al cabo, no tenía ninguna queja sobre su lujosa vida de princesa, pero ahí estaban.

Le disgustaba especialmente que el resto de adultos le tratasen como una niña, a pesar de que hacía meses que había cumplido la mayoría de edad, o que le ocultaran información.

Tampoco le agradaba el silencio sepulcral que reinaba a todas horas en el palacio, a excepción de las comidas. Le agobiaba y le ponía nerviosa.

No le gustaban las interminables reuniones importantes a las que como princesa heredera estaba obligada a asistir.

Pero por encima de todo, Kerttu odiaba el peso que había sobre sus hombros.

Sólo por nacer como la primogénita de la familia real, Kerttu tenía prácticamente toda la vida planificada.

En su día a día, habían demasiados "no puedes hacer esto" y "no puedes hacer lo otro".

Cada día que pasaba, se sentía demasiado atrapada entre las preciosas paredes del palacio.

A veces soñaba con escaparse, e imaginaba que huía del castillo, aunque siempre había llegado a la misma conclusión: ¿a dónde iría?

No conocía otra cosa que el palacio, y no tenía más conocidos que los que en él habitaban.

Y aunque lo lograra, todo el mundo la conocía. Era la princesa Kerttu.

Por mucho que corriera, no podría escapar de su identidad.

Ni de su destino.

Con un suspiro, Kerttu salió de la bañera y se envolvió en una bata. Salió del baño y se tiró sobre su cama, mientras pensaba en lo que se pondría para cenar.

No le importaba mucho su aspecto, pero su madre le reñiría si iba desarreglada y Kerttu no quería ver a su madre enfadada.

Así que se decantó por unos pantalones negros y una blusa que había sido regalo de su madre, con unos zapatos planos. Se recogió su cabello castaño en una coleta alta y bajó al salón.

Se sentó en su sitio habitual, al lado de su padre, que le recogió un mechón rebelde que se había escapado de la coleta detrás de la oreja con una sonrisa.

- Hola, Ker. -le saludó Eikko. Toda su familia y sus amigos más cercanos la llamaba así.

- Hola, papá, mamá.

Eadlyn le dio un beso en la mejilla.

- Esta tarde vendrá Bruce -le notificó la reina-. Se quedará una temporada.

- Genial -opinó Kerttu.

Lady Bruce, además de ser una de las mejores amigas de su madre, había sido presidenta del gobierno de Illéa por varios años.

Era una mujer muy querida por todo el pueblo -y también por Kerttu-, y tenía mucha influencia en la política.

Había comenzado como presidenta hacía unos veinte años, cuando la reina Eadlyn había establecido en Illéa una monarquía parlamentaria.

Dirigió el país durante dos años, tras lo que fue elegida por la mayoría del pueblo de Illéa para seguir con su cargo.

- Creo que es hora de que empieces a tener más implicación en la política, Ker -comentó Eadlyn-. Algún día serás reina.

- Lo sé.

Kerttu estaba cansada de que le repitieran aquello más cien veces cada día.

- Deberías ser más consciente de eso. Deberías empezar a comportarte como una reina.

Eikko le lanzó una mirada de advertencia a Eadlyn.

- Kerttu, lo he estado pensando, y creo que es hora de empezar a buscarte un marido -prosiguió la reina, ignorando a su esposo.

- ¿Qué? ¡No! -protestó la joven, alzando demasiado la voz-. ¡No quiero casarme!

- Debes casarte.

Con un gruñido muy poco propio de una princesa, Kerttu se levantó bruscamente de la mesa y salió corriendo del comedor.

Eadlyn se frotó las sienes.

- Tú más que nadie debes comprenderla, Eady -comentó Eiklo, poniéndole una mano en el hombro-. Tú eras exactamente igual a su edad. O peor.

La reina soltó una pequeña carcajada.

- Pero he cambiado. Me di cuenta de mis errores y los remendé -respondió-. Y haberme casado contigo es una de las mejores cosas que he hecho.

Eikko le dio un beso en la frente, con una sonrisa.

- ¿Una de las mejores cosas?

Eadlyn le devolvió la sonrisa.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top