35 - 🗡️Ibrahim🗡️

Apreté mi mano en la empuñadura de mi sable desenvainada. Nos rodeaba una horda de piratas de Desafiante. Sin duda mi hermano había abandonado a su antigua tripulación para tener una más... horrible. Y para malos aspectos, mi hermano era el mayor ejemplo, pues su camisa antes verde agua poseía manchas de sangre o licor (solo Mary lo sabe) y su rostro señalaba con orgullo sus distintas marcas de batalla.

Soleim me dirigió una mirada hostil.

—Mira cómo has crecido, Ibrahim —dijo.

—Tú, en cambio, solo envejeciste —le respondí. Detrás de mí se encontraba mi tripulación, o lo que quedaba de ella. No, más que una tripulación eran mis amigos. Confiaba en que protegerían mi espalda, así como yo las suyas.

Soleim se echó a reír. Mostraba unos dientes amarillentos asquerosos y carentes de cuidado.

—Me parezco cada día más a nuestro padre...

Aquello me enfureció.

—Ni te atrevas a mencionarlo, desgraciado —lo amenacé—. Ya hiciste suficiente. No mancilles más a mi familia.

Él apaciguó su rostro.

—También fue mi familia —dijo—, ¿no es así?

—Te partiré esa boca que tienes.

Vi a Ndu Womba poner una mano en una de las flechas de su carcaj, listo para lo que sea, pero una especie de araña humanoide de seis brazos dio un paso y se sintió amenazado.

Se sintió la tensión en el aire. Estábamos rodeados de bestias, orcos, titanes y semimutantes.

—No estaríamos peleados si hubieras estado en casa esa noche —me dijo Soleim—. Todo hubiera sido más sencillo.

—¿La noche en la que quemaste nuestra casa?

—Sí —dijo sin pizca de remordimiento—. Pero a ti sí te quería. Hubieras sufrido menos.

Eso me colmó la paciencia.

—¿Quieres que le dispare, capitán? —me preguntó Visia.

—No —le dije—, de este me encargo yo.

Corrí hacia mi hermano y este sacó una perto12 y disparó. Conseguí agacharme rápidamente. Estaba listo para él. Estaba preparado para matarlo. Tantos años... tantas peleas... Ese era el momento que estuve esperando.

Conseguí llegar lo suficientemente cerca de Soleim como para intentar asestarle un corte con mi sable a su cuello, lo que solo quedó en un intento cuando él lo esquivó con facilidad. Pero ese era el plan.

Él retrocedió, abriéndome paso. Giré sobre mi propio cuerpo y saqué mi perto12 del estuche en mi pecho con mi mano izquierda. Disparé dos veces para asegurarme.

Fallé ambos tiros. No, los había apuntado bien. Fueron directo al pecho, pero mi hermano ni se inmutó.

—Idiota —me dijo y se tocó el pecho. Se golpeó el pecho con una mano y este hizo un ruido metálico—. Esto duele igual.

Se desabotonó la camisa y se sacó el protector que tenía, dejando al descubierto sus abdominales, mostrando varias marcas de cicatrices y un tatuaje que no supe reconocer.

Al otro lado de la cubierta estaban peleando codo con codo Visia y Otto. Mientras el isleño lanzaba cuchillos con una mano y disparaba con la otra, la altari parecía danzar mientras acababa con aquellas criaturas. Parecía estarse divirtiendo.

El sátiro, por el contrario, había encontrado un lugar alto sobre el cual subirse y disparar sus flechas.

Pronto recibí un golpe en el estómago que me dejó sin aire por unos segundos. Caí al suelo y mi pistola terminó apartada de mí, rodeada por pies mutantes.

—No te distraigas, hermanito —me dijo Soleim, acercándose.

Solté un suspiro y me puse de nuevo de pie.

De repente, luego de un sonido horrible; como de mil ballenas cantando, vi como Otto salía despedido por los aires y luego como caía sobre unas cajas. El sonido me parecía conocido. Era magia, como la del enano Akekev. Pronto una mujer apareció en mi campo de visión. Vestía formal y no llevaba armas encima. Estaba peleando contra una estruendosa.

—¡Krik! —gritó Soleim—. Intenta no destruir mi barco.

La mujer, que parecía humana, pero era demasiado alta para serlo, se giró. Ahí noté sus rasgos orcoides. Su piel era azulada casi verde y se notaba que era mucho más fuerte de lo normal.

—No me llamo Krik, capitán —le respondió ella—. Ese es mi hechizo destructivo.

—Lo que sea. —Soleim volvió a fijarse en mí.

Terminó de sacarse la camisa, quizás por incomodidad o por el calor, y la arrojó a un lado mientras se acercaba.

No le di tiempo y me lancé contra él. Fue un duelo de puros golpes, como cuando éramos niños. La diferencia estaba en que yo había entrenado y me sabía todos sus movimientos. Intercambiamos golpes hasta hacernos sangrar. Dejé en su torso un par de moretones notables y su rostro más feo de lo que ya estaba.

Pero estábamos igual.

Golpe que le daba, golpe que devolvía. Y tenía la sensación de que no iba a ganarle por más que fuera más joven. Vamos, era ilógico. Si lo echaba o algo, no me dejarían matarlo. Estaba en su barco rodeado por su gente. Y los míos...

Otto y Visia seguían peleando con los piratas mientras que Ndu Womba esquivaba los ataques de la Maga Estruendosa. Kirk decía antes de cada ataque. El sonido del conjuro parecía empujar el aire y vibrar con la materia misma. Podría destruir objetos con su voz. Cosa que ya hacía.

Fue entonces que el sátiro recibió un ataque por la espalda, lo que lo hizo frenarse y ser empujado por el ataque de la Estruendosa, que lo disparó hasta terminar golpeando un mástil, el palo mayor.

—¡Ndu! —gritó Visia. Sus ojos enrojecieron.

Fue a ayudarlo y Otto la siguió. Pero otro ataque de Kirk detuvo su avance. Ndu Womba cayó al suelo y quedó sin sus flechas. De pronto me sentí devastado. Los había traído hasta allí. Lo que ocurriese sería mi responsabilidad. Todo por una venganza. Pudimos haber huido, pudimos escapar.

De repente el palo mayor se desquebrajó y cayó.

Ndu Womba no pudo verlo venir y la mitad de su cuerpo se vio aplastado por el mástil.

No pudimos hacer nada.

Otto esquivó a todos los que pudo y fue corriendo a ayudar al sátiro mientras Visia se enfrentaba a la maga. Sin embargo, una espada separó la cabeza del isleño antes de que pudiera llegar junto a su amigo. Su cabeza rodó a los pies de su asesino orco, que reía de satisfacción.

—Venir a mi barco fue una estupidez —dijo mi hermano.

Yo estaba temblando.

Tenía razón. Fue una gran estupidez. ¿Qué clase de capitán era quien arriesgaba la vida de su gente? Estaba rodeado por monstruos y los enemigos no estaban peleando siquiera. Solo se divertían por nosotros. Pronto pude verlo más claro. No había forma de salir de aquella situación.

Habían corrido el riesgo de meterse en el barco de mi padre para matar a mi hermano con la esperanza de acabar con la persecución. Una idiotez. Una apuesta perdida.

Me sentí perdido. Pero algo me llamó la atención en el horizonte. Llamó la atención de todos en realidad, hasta mi hermano parecía desconcertado, como si hubiera visto un fantasma.

Era una luz. Una luzseguida por el alarido desafiante de algo celestial y monstruoso. Para mí, elsonido de la esperanza. 

NOTA: a un capítulo para el final de esta historia, ¿cómo les está pareciendo, marineros?

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