13 - 🗡️Shoyoi🗡️

Afuera el clima estaba ni tan caliente ni tan frío. Lo bueno de La Capital de Creciente era que estaba ubicada bastante lejos de La Muralla de Hielo. Cada país del mundo, Maram, estaba de alguna forma conectado con aquel desierto de nieve. Era el centro del mundo, donde las brújulas indicaban siempre el norte.

Donde nadie se adentraba nunca.

A pesar de eso, de ese sitio donde las tormentas blancas congelaban a cualquier ser vivo que se cruzase por ahí, donde las bestias de nieve asechaban, donde las montañas susurraban peligro... A pesar de eso, podría jurar que la mirada del Príncipe Yizhim me erizaba la piel como en un día de invierno. Él caminaba con aire pomposo en el centro del salón. Había pedido una audiencia privada conmigo.

—Las alfombras —dijo luego de un largo silencio—, las de tus paredes.

—¿Qué tienen? —pregunté.

Él ni siquiera se giró para verme, parado ahí con las manos en la espalda mirando la decoración, sus puños adornados con los tres anillos de esmeralda que señalaban su estatus.

—Están llenas de polvo —dijo.

Al observarlo noté que no se parecía en nada a su hermana. Milhan era una mujer divertida, inquieta, curiosa, que se dejaba llevar mucho por sus emociones. Pero el príncipe Yizhim parecía serio, calculador y de vez en cuando soltaba algún comentario sobre algo que no le gustaba.

—Perdón —dije—, pero ¿qué tiene que ver esto con Milhan?

—Me ofende tu pregunta —dijo él—. Si mi hermana va a vivir en este... palacio, debe estar en condiciones aptas para alguien de la realeza. ¿Me equivoco?

No dije nada.

—En cuanto a su accidente...

—Secuestro —corregí—, han secuestrado a su hermana. A mi prometida.

—Mi padre quiere pagar el rescate, para ayudarte.

—No es necesario. Cincuenta mil lunsas no son nada. Yo puedo...

—¡Exacto! —interrumpió Yizhim—. Es lo que yo le dije. Sin embargo, mi idea fue otra desde un principio. —Se calló un momento antes de continuar—. No debemos darle nada al lunático ese que se la llevó.

—¿No pagarles el rescate?

—No pagarles.

—Pero podrían hacerle daño —dije casi al borde del enfado—. Solo Amari sabe qué estará pasando a mi amada en este momento. ¡En qué situaciones precarias la tendrán encerrada! No podemos perder más tiempo.

—¡Exacto! —dijo de nuevo—. No podemos perder el tiempo. Tomaremos a la armada de Creciente y zarparemos en su búsqueda. Tengo un amigo...

—¡No! ¡Debemos hacer lo que nos piden!

El príncipe se acercó a mí.

—Shoyoi, amigo —dijo Yizhim—, comprendo tu ímpetu y el interés que tienes hacia mi queridísima hermana, pero hacer lo que ellos te piden es una insensatez. ¿Quieres negociar con ladrones, estafadores y asesinos?

—Es la única salida para esta situación.

—Uno debe crearse nuevas salidas.

—¿Qué diría tu padre, el rey? —le pregunté—. Pones en riesgo la vida de su única hija.

—Él no está en su mejor momento —respondió sincero el príncipe—. Todo eso del secuestro hizo que sus emociones, digamos, se desbordasen incontrolablemente. Además, está muy viejo para tomar decisiones.

Busqué un lugar para sentarme y me arrojé al sillón para poder pensar. Yizhim nunca había sido tan directo y aquello me pareció extraño. Cuando éramos niños casi podría jurar que era como un hermano para mí. Algo había cambiado en él, algo que hacía que su arrogancia se notase.

A través de una de las ventanas de la habitación se podía ver la ciudad de Sewon con todo su esplendor diario. En los últimos días el frío no había azotado tanto gracias a las pirámides que mis ancestros habían construido en el norte. Una de esas pirámides se veía a lo lejos como una sombra grandilocuente que se alzaba en el horizonte.

—Comprendo —le dije—, pero Areim es el único que puede decidir sobre qué decisiones tomar. Se supone que él iba a venir hoy para hablar conmigo.

—Pero mi padre no está aquí —sentenció el hijo del rey de Menguante—. En cambio, estoy yo y soy quien da ahora mismo sus ideas. De hecho, soy el único que está aportando ideas en esta reunión al parecer.

—Yizhim, esto es un tema delicado...

—Es solo una sugerencia, Shoyoi —dijo Yizhim, acercándose a mí. Su larga cabellera pelirroja atada en una cola—. Se nota que la amas mucho y que te preocupa su bienestar. Es por eso que tus emociones hacia ella no te dejan ver cuál es la manera más lógica de proceder cuando se presentan este tipo de situaciones.

—¿Qué quieres decir? —quise saber.

—Que si no me ayudas a buscarla —dijo con tono de advertencia—, lo haré yo solo de todas maneras.

—Pero...

—Solo haz tu trabajo —dijo y se comenzó a encaminar hacia la puerta de forma grácil—, prepara a la armada marina y comenzaremos a planear la búsqueda. Tengo un pequeño amigo que me dijo dónde podría estar Ibrahim...

Dicho lo último, se fue. Y yo quedé sentado en el sillón pensando en qué hacer para no equivocarme. ¿Cuál era el siguiente movimiento? ¿Cuál era la decisión correcta? Entonces me levanté y salí de la sala para luego buscar a mis hombres apostados en la puerta del palacio.

Recorrí el pasillo que salía hacia la puerta y cuando salí no presté atención a los sirvientes que seguramente querían hacerme preguntas sobre si debían quedarse más tiempo hoy.

Me giré hacia los moderadores. Los soldados vestían de azul marino y llevaban una pistola y una espada corta en la cintura, aguardando siempre la orden de un superior. Frente al palacio había un jardín delantero donde las diversas plantas eran cuidadas diariamente por mis jardineros. Yo mismo había diseñado el jardín para que las aves de...

Presta atención, Shoyoi, me dije.

Me volví de nuevo hacia mis hombres.

—Mi príncipe —dijo uno. En su uniforme de moderador se marcaban las insignias de su posición. Era un general.

—General Yonai —saludé—.Quiero que contactes con la almirante en jefe de la armada marina de Sewon.Tráela a mi palacio lo más rápido posible. Dile que es un tema importante.Cazar un barco pirata.


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