Capítulo 8. Solo quiero saber la verdad

Advertencia: este capítulo contiene contenido sexual. Si no te gusta este tipo de contenido, no sigas leyendo, aunque eso implique que perderás información de la historia.

El Señor del Viento, Shinazugawa Sanemi, no se iba a quedar con los brazos cruzados después de lo ocurrido con Kibutsuji ___. Los demonios no son capaces de aguantar la luz del sol. Tiene que indagar más a fondo sobre este asunto; para ello, deberá recurrir a la única persona a quien puede confiar en esta misión. Una joven con capacidades culinarias en cuanto a medicina y que comparten el mismo odio hacia los demonios.

Sanemi tocó con suavidad la puerta esperando alguna respuesta de parte de la chica. Esperó unos segundos hasta que una de sus empleados abrió, sorprendiéndose en verlo, pero no le negó la entrada. Sanemi se adentra en la sala viendo a su compañera, la Señora del Insecto, realizando unos brebajes extraños que no desea probar.

—Kochō Shinobu —la llamó.

—Oh, Sanemi-kun. ¿Has venido por una cicatriz nueva?

Ante esa pregunta se determina que ella se encarga de curar las heridas provocadas por él.

—No, he venido para hablar de una cosa importante. Y me gustaría hablarlo a solas contigo.

Y tampoco es la primera vez que el Señor del Viento le pida tal cosa. Shinobu vio a sus sirvientas pidiendo que se retiraran a la cual una de ellas no estaba conforme; sin embargo, no deben desobedecer ante las indicaciones de su superior. Por fin, a solas.

—Si es con respecto a un brebaje que sea efectiva con tu sangre para atraer más demonios…

—No he venido a por eso —le interrumpió—. Soy consciente de que has descubierto un montón de cosas acerca de esos hijos de puta. Pero ¿un demonio puede tener hijos con un humano?

—... ¡Por favor, Sanemi-kun! —rio con sarcasmo—. Sabes perfectamente que los demonios prefieren matar ante de tener relaciones sexuales con un humano cualquiera. Y durante mucho tiempo no se ha demostrado que haya un hibrido.

—¿Y si existiera?

—¿A dónde quieres llegar, Sanemi-kun?

—Se trata de la hija de Kibutsuji Muzan.

—¿Tu esposa? —A Sanemi aún le costaba asimilar de que estaba casado con la chica demonio.

—Quisiera que le sacaras una muestra de sangre y lo analices.

—¿Y por qué el Señor del Viento, que odia a los demonios por su trágica historia, está interesado de que…? —Shinobu abrió los ojos por completo dándose cuenta a lo que quería llegar—. ¿Estás insinuando que la princesa demonio es una híbrida?

—Dame una razón para no tenerlo. Esa chica, desde que llegó, no hizo daño a ningún ser humano hasta me confesó que nunca mató.

—A lo mejor está fingiendo.

—Shinobu, lo vi con mis propios ojos. La llevé a una zona descampada para ver la puesta de sol y me fijé que no tenía los guantes puestos. Solo le salieron pequeños sarpullidos, pero no estaba en llamas.

Eso último llamó mucho la atención de Shinobu. Sus brazos se cruzaron entre sí para pensar con claridad ante la información que le estaba proporcionando Sanemi. Si fuera así, tal vez haya explicación a su comportamiento tan distintivo a su raza. Sus ideales como médico crecieron más y debe descubrir la verdadera naturaleza.

—Bien, si quieres que te ayude con esto, tendrás que ser tú quien me traiga la prueba.

—¡¿Eh?! ¿Por qué?

—Unos pajaritos me están contando que te estás encariñando con la princesa —rio con malicia.

—Tsk. Bobadas —escupió.

—Yo no soy quién va a juzgarte si te enamorarás de ella, Sanemi. Eso lo sabrás tú mejor que yo por el simple hecho de que… Bueno, en cierto modo, te ibas a casar con mi hermana.

—... Aún sigo teniendo sentimientos hacia tu hermana.

—Ella está muerta. Lo sabes, ¿verdad?

—Por eso, quiero matar al hijo de puta que…

—¡Eso me encargo yo! —gritó Shinobu. Muy pocas veces se le ve enfadada—. ¡Yo soy quien debe vengar la muerte de mi hermana! ¡No dejaré que tú te metas en mi objetivo porque yo sé quien es! ¡Tú ocúpate de lo tuyo!

—¡¿Aún me sigues culpando ante lo sucedido?!

—¡Se te dio la orden de ir con ella y tú no podías porque…!

—¡Porque había otra misión! ¡Ya me he culpado unas cuantas sabes! ¡No sigas por ahí, joder!

La discusión no continuó porque no era necesario. Ya se dijeron de todo en el pasado y, aún así, se preocupaban el uno por el otro. Shinobu soltó un suspiro para calmar su enfado y miró fijamente a Sanemi.

—Tráeme una muestra de sangre de la princesa —dijo. Su mano agarró una probeta para luego entregárselo a Sanemi—. Para comprobar su ADN debe estar activa.

—... ¿Activa?

—¡Vamos! ¿Qué le llama la atención a los demonios? Comer, matar… violar.

Sanemi frunció el ceño, pero entendió eso último. Vamos, tiene que tener relaciones sexuales una vez más con la chica demonio. De todas maneras, no le importaba porque ___ era salvaje cuando despertaba su lado lascivo y con ganas de continuar con el encuentro sexual. Sacar sangre será bastante complicado, pero tendrá que hacerlo.

Ya se le ocurrirá alguna idea.

Por otro lado, ___ estaba en el balcón admirando la luna llena que siempre la acompañó durante toda su vida. De alguna manera, le transmitía paz y ya quisiera tener el valor de despojarse del velo mágico y sentir aquellos rayos solares tocar su piel. Entonces recordó las palabras de Sanemi a lo que miró sus manos. ¿Ella de verdad es una híbrida? ___ lo dudaba, pero el sentimiento de no hacer daño a ningún ser vivo, la convertía en un demonio casi humanizado.

Sus párpados se mantuvieron cerrados. Un recuerdo borroso llegó a su mente. Una figura, una mujer, le estaba cantando una canción para que durmiera. Una voz hermosa capaz de embaucar a cualquier criatura. ___ siempre llegó a pensar que es su madre. No sabe cómo es ella. ___ aún era un bebé, una recién nacida.

Tus recuerdos se esfumaron porque su olfato percibió el aroma distinguible de Sanemi que entró en la habitación. La joven ___ volvió adentro para recibirlo de forma educada haciendo una pequeña reverencia. También se percató de que sus ropas están mezcladas con otro tipo de aromas que desconocía. Productos químicos y de medicina. Eso alertó mucho a ___.

—¿E-Estás bien? —preguntó con timidez.

—Sí, ¿por qué lo preguntas?

—No quiero entrometerme, pero… es que hueles como si fuiste a la enfermería.

—No te preocupes. Solo fui para hacer una visita a la Señora del Insecto —comunicó.

___ escuchó de que esa chica es bonita y también peligrosa. Cualquier palabra es veneno. Seguramente a Sanemi le gustaba esa chica. Un sentimiento extraño surgía en ella. ¿Celos tal vez? No estaba segura de ello. Sanemi se dio cuenta que el rostro de la princesa cambió repentinamente. Sus pies se movieron con sutileza para acercarse a ella y tomó su rostro despertando su curiosidad.

—Ahora me pregunto si tú estás bien —preguntó.

—... Soy un demonio y puedo entender que te sientes atraído por una humana.

Sanemi soltó un suspiro.

—Joder, no me atrae nadie —dijo.

—¿Eso me incluye?

—Me da que me estás confesando que te sientes atraída por mí.

—Estoy confundida ante mis sentimientos, como ya te comenté —confesó—. Cada vez que te miro, mi corazón demoníaco late con mucha fuerza y mi cara se pone roja.

Sanemi seguía acariciando aquella mejilla notando aquel calor irradiante. Le gustaba demasiado esa sensación. Él se iba acercando a su rostro para depositar un beso en sus labios. ___ se sonrojó aún más y sus ojos se abrieron de par en par, pero ella no lo alejó. Solo se dejó llevar correspondiendo aquel beso apoyando las manos en su pecho. No estaba segura si él también estaba así.

—Quiero pedirte un favor —dijo, ya separándose del beso—. ¿Me dejas conseguir un poco de tu sangre?

—... ¿Por qué lo quieres? —Eso confundió más a la princesa.

—Estuve dando vueltas a lo que vi contigo y necesito saber si eres una híbrida o no.

—¿Por eso fuiste a la enfermería? —cuestionó y él asintió con suavidad—. Eso… me haría feliz. Saber que no soy del todo un demonio. Pasaría el resto de mi vida con esa noticia. —Unas cuantas lágrimas resbalaban por su rostro demostrando su lado humano, algo imposible de ver en los demonios.

—Ese es tu deseo, ¿verdad?

—Sí. —___ mostró un poco su muñeca retirando su vestido—. Tienes permiso para cortar mis venas.

—No es tan sencillo. —La princesa alzó la ceja—. Para que funcione esto, tienes que tener bastante actividad para que sea más fácil de analizar tu sangre. Eso me estuvo diciendo la Señora del Insecto.

—¿Y cómo…?

—Follar.

La cara de la princesa se volvió más roja que nunca ante ese comentario. No se esperaba para nada que fuese tan directo, aunque ya lo sospechaba desde un principio. Ahí se puso más nerviosa de lo normal, casi tocando con timidez sus dedos. La idea no le desagrada, todo lo contrario. Sanemi estaba esperando una respuesta por parte de ___, pero un beso fue suficiente.

Un tanto tímido que se volvió salvaje en unos instantes. Ellos dos se complementaban de una manera sin igual y para Sanemi es difícil de describir cómo se siente a la hora de tener relaciones sexuales con un demonio. Le hacía sentir estar más vivo que nunca y la princesa lo estará notando. Sus manos desgarraron aquellas ropas oscuras sin importar mucho de lo que opinen las doncellas. A ___ le daba absolutamente igual también.

Los dos estaban desnudos. Sus pieles rozaban con el suyo con cierta desesperación buscando el calor del otro. Y también estaban acostados en la gran cama. ___ gemía bajito ante las mordidas que le proporcionaba Sanemi en todo su cuerpo, casi demostrando que era suya y de nadie más. Una muestra de un ser humano bastante dominante causando que a la pobre princesa lo incendiara aún más.

Ella no dejaba de agarrar aquellos cabellos grises o, incluso, arañaba su espalda sin querer; algo que ya está acostumbrado Sanemi. El olor de aquella sangre sumamente deliciosa inunda todos sus sentidos. Estaba completamente sumisa ante él. Una gran ventaja para Sanemi porque vio los ojos de ___ en blanco y gimiendo con la boca abierta mostrando aquellos colmillos capaces de arrancar la carne de un solo movimiento. El peli-blanco no se resistió en besarla con más fiereza que nunca, mientras sus manos exploraban su cuerpo y estimular sus zonas más erógenas.

___ mordió el labio inferior de Sanemi sin intención de hacerlo sangrar; más bien, estaba en su momento de demonio juguetón. Sí, eso excitó más al chico. ¿Quién iba a pensar que la princesa fuese una atrevida? El Señor del Viento giró el cuerpo de la chica porque no iba a permitir que ella domine en este juego. Seguía mordiendo aquella piel blanca como la nieve e iba bajando poco a poco hasta llegar a su trasero.

___ reaccionó, alzando sus caderas exponiendo su feminidad mostrando lo excitada que estaba cuál animal. Un gemido agudo y de satisfacción soltó al sentir la lengua caliente de Sanemi en sus labios mayores y clítoris. Ella apretó los dientes en la almohada para no gritar alto, pero estaba siendo difícil porque la sensación es exquisita; sus caderas se movían por sí solas siguiendo los movimientos de aquel trozo de carne.

No esperó las palmadas en su trasero. Este momento es excitante. ___ suplicaba por lo bajo que la tomara, que no iba a aguantar por mucho más tiempo. ¿Cómo iba a negárselo? Sanemi se colocó como animal a punto de unirse con una hembra y entró, como si no hubiera un mañana. Los dos gimieron porque sabían que echaban de menos esta sensación.

Los vaivenes son fuertes porque se notaba la desesperación. A ella no le importaba porque le fascinaba que Sanemi fuese un hombre con muchas capacidades físicas. Aún seguía mordiendo la almohada queriendo ahogar aquellos sonidos lujuriosos, sin embargo, sus colmillos son tan poderosos que arrancó la tela. Esas embestidas no la están dejando pensar con claridad. Solo se dejaba llevar por el placer; más aún, cuando Sanemi agarró su nuca mostrándose superior a ella.

Quien los estuviera viendo, llegará a pensar que son unos verdaderos animales que no pueden controlar sus instintos. En cuestión de segundos, ___ llegó al orgasmo donde su cuerpo se desplomó y sus piernas temblaron como si no hubiera un mañana; en cambio, Sanemi seguía golpeando con bastante más rudeza ignorando lo sensible que estaba la joven.

Y se llevó la grata sorpresa de que los roles han cambiado. Ahora era ella quien estaba montada, cual jinete en su caballo, y aquel vaivén fuerte no cesó nunca. Sanemi estaba en su límite y no podía perder esta batalla. Ante la ventaja que tenía de que sus manos estaban libres tomó su cuello para realizar una asfixia erótica y la otra uno de sus pechos para torturar su pezón. Definitivamente, la princesa demonio estaba ida en el placer, ya no teniendo la capacidad de pensar.

Unos gemidos fuertes bañaban la habitación porque Sanemi volvió a tomar el control de las embestidas. Ella estaba en el bendito cielo o en el mismísimo infierno. No llegó a pensar que le gustara tanto ser dominada por él y no le importaba en absoluto. Y la sesión terminó porque Sanemi eyaculó, llegando al ansiado orgasmo al igual que ella. Un segundo en este caso.

___ no paraba de jadear casi extasiada. Con el placer de por medio, no se dio cuenta que apretó sus nudillos clavando las uñas en su mano causando que se hiciera daño. Estaba sangrando un poco. Sanemi se dio cuenta que ella estaba distraída y se percató de lo sucedido. Entonces no perdió el tiempo en buscar la probeta y obtener su sangre.

—¿Estás bien?

—Sí, solo que… aún debo acostumbrarme a esta nueva emoción.

—¿Quieres que te sea sincero? —cuestionó, llamando la atención de la chica—. Me pone bastante cachondo cuando te pones así —se sinceró, revelando un rubor en sus mejillas.

—A-A mí me gusta cuando sacas tu lado… ¿dominante? —preguntó insegura.

—Soy bastante salvaje. Eso no lo dudo —rio. Luego su mirada se centró en la probeta—. Creo que esto es suficiente.

—¿La Señora del Insecto podrá averiguar la verdad?

—Solo es cuestión de tiempo.

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