Capítulo 7. Una cita al atardecer

La princesa demonio estaba en el patio trasero del castillo observando con detenimiento el cerezo. El viento soplaba con suavidad causando que algunos pétalos cayesen encima de su velo. Sus dedos tomaron uno de ellos notando el tacto. Esponjoso. Le gustó demasiado. Siempre ha deseado ser parte de la naturaleza. Sentir la sensación de libertad y el cariño que puede recibir. Sus párpados estaban cerrados.

Sanemi lo observaba todo desde el balcón del castillo. ___ tenía el valor de estar expuesta ante el sol con esas ropas que la protegían. Su comportamiento agresivo disminuyó. Ella no es un peligro para este reino. Ya lo demostró. Sanemi confiaba un poco, además, no olvidar su primer encuentro sexual que despertó cierta fogosidad en él.

Siempre se preguntaba si es posible que hubiera un remedio para que ella pudiera sentir la cálida luz de la estrella iluminante del cielo. Sanemi se separó del balcón con intenciones de bajar, sin embargo, se encontró al Señor del Fuego y al Señor del Sonido. ¿Desde cuándo estaban ahí?

—¿Todo bien, Señor del Viento? Parece distraído —preguntó Kyojuro.

—Que estúpida pregunta, Rengoku. Está claro que Shinazugawa está admirando a su bella esposa.

Sanemi odiaba los comentarios de Tengen porque es un mujeriego y estaba casado con tres mujeres, de acuerdo a su familia.

—¿Ya habéis consumado el matrimonio?

—¿No han informado las doncellas? —cuestionó a regañadientes.

—Sí, pero queríamos oírlo de tu boca —dijo Tengen—. No pensaba que el gran Señor del Viento se entregara ante un demonio.

—Toda persona puede cambiar, Uzui —le corrigió Rengoku.

—O tal vez está enamorado.

—¡Estúpideces! —exclamó Sanemi—. ¡Yo jamás me enamoraría de un demonio! ¡Meteos en vuestros asuntos!

El hombre de aquellas cicatrices de su rostro decidió marcharse para no escuchar los comentarios de sus compañeros. Sanemi no se enamoría de ___. Prefiere morirse antes de tener ciertos sentimientos hacia ella, sin embargo, esa criatura tenía algo que llamaba mucho la atención. Tal vez sea por ser alguien diferente a su especie o su capacidad de no poder matar a un inocente.

Quisiera comprender más a fondo a la princesa demonio. Cuando bajó de aquellas escaleras, se percató que llegó al jardín. Aún intentaba comprender por qué estaba haciendo esto. Debería dejarla y seguir con su rutina, pero su curiosidad es más grande. Sanemi se iba acercando lentamente hacia ella, que aún mantenía la mirada fija en el gran cerezo.

—Se te van a salir los ojos —susurró.

___ se sobresaltó ante la voz de Sanemi. Su mirada se centró en él y, enseguida, sus mejillas se tornaron rosas. Otra vez ese color tan favorecedor en su rostro. Ningún demonio mostraría tal sentimiento, sin embargo, ella estaba siendo la excepción.

—Es que… me gusta…

—Ya me he fijado. Y sé que estarías dispuesta a mirarlo todos los días del año —continuó hablando, ahora con la vista fija en el árbol.

—Señor del Viento —lo llamó—, yo siento paz. ¿Usted también?

El silencio reinó por unos segundos, pero se rompió con un suspiro leve de Sanemi.

—Sí, incluso el olor del cerezo relaja todos mis músculos.

—... ¿Cómo se siente el calor del sol?

Eso sorprendió mucho a Sanemi. ¿Cómo explicárselo a una criatura que no ha experimentado tal cosa?

—Imagínate ser abrazada por mí cuando hemos consumado el matrimonio. Yo te proporcionaba calor porque tu cuerpo es frío —iba explicando. El rubor de aquellas mejillas se acentúan aún más—. Pues es más o menos, pero sientes como ese calor pasa por tu piel casi quemándote. Eso ocurre cuando el sol está arriba del todo en el cielo, pero cuando amanece o atardece, sientes como te acaricia el rostro, dándote los buenos días o las buenas noches.

Los ojos de ___ se iluminaron al instante al escuchar aquellas palabras. Ojalá poder experimentar tal cosa. Nunca en su vida vio el amanecer o el atardecer porque estuvo mucho tiempo encerrada en aquella torre. El demonio se acercó un poco más a Sanemi acortando un poco la distancia causando que él estuviera atento.

—Quiero verlo —susurró—. Quiero ver el atardecer, por favor.

Aquellos ojos imploraban. Le recordaba un poco a una de sus hermanas pequeñas pidiendo un favor. Él tuvo que desviar la mirada con mucha vergüenza. No podía demostrar cierta debilidad. Sin embargo, cumplirá ese propósito para satisfacerla. Un momento, ¿por qué estaba teniendo esos pensamientos? No es como si le importara. No. Aquella criatura debe conocer la vida de los seres humanos.

Sanemi movió la cabeza como indicación de que lo siguiera y así hizo. ___ estaba ansiosa porque siente que verá algo maravilloso ante sus ojos. Una pena no poder quitarse el velo y el resto de la ropa. Se preguntaba a donde le estaba llevando. Sus oídos se agudizaron al escuchar cascos golpear el suelo proveniente de un animal dócil. Se detuvo de golpe porque Sanemi se estaba acercando al establo de los caballos. Ahí el caballero se dio cuenta.

—¿Miedo a los caballos?

—... Son ellos quienes me temen por ser como soy —dijo—. Se están poniendo nerviosos ante mi presencia.

Es cierto que aquellos animales cuadrúpedos empezaron a relinchar porque no les gustaba para nada la cercanía del demonio. Es normal. Cualquier especie teme a estas criaturas nocturnas. Sanemi se acercó aún más para tomar un caballo gris y de crin blanco, y una yegua negra completa. Es hermosa. ___ se mantuvo en su sitio porque no quería asustarlos.

—Esta es Shadow. Puede que os lleveis bien.

La princesa aún no se movió de su sitio. Dejó que aquel animal la oliera para averiguar las intenciones del depredador. Unos dicen que los ojos de los animales son capaces de ver el alma de una criatura. La yegua llamada Shadow acercó su cabeza sin miedo. Eso extrañó mucho a ___, pero con valor alzó el brazo para acariciar el morro de esta. La yegua aceptó. Felicidad sintió la princesa.

—¿Sabes montar? —cuestionó, interrumpiendo ese momento amistoso.

—N-No…

—Es fácil. —Él se acercó—. Tienes que apoyar el pie aquí y luego tienes que impulsarte para sentarte en la silla.

La princesa lo hizo. En un principio le costó porque la yegua es más grande que ella, pero tuvo la suerte de que Shadow no se movió en su sitio, así que le facilitó las cosas. Sanemi se subió al suyo llamado Wind. Él hizo un sonido llamando la atención de ambos animales y agarró una cuerda para amarrar al cabestro de Shadow e hizo un movimiento con los pies para empezar a caminar.

___ sostuvo la correa con sus manos temiendo a que cayese, sin embargo, los caballos caminaban con mucha cautela. Ahí sentada se sentía poderosa. Todo aquel que pasaba a su lado se mostraban pequeños. Sus ojos (c/o) se fijaron en Sanemi que estaba en una postura tranquila. Un verdadero caballero que la guiaba con mucho cuidado.

Otra vez ese ardor en sus mejillas. Ya estaba comprendiendo ese sentimiento de sentirse atraída por un hombre. Shinazugawa Sanemi le gustaba. Es una persona que, en un principio, mantenía una distancia y odio hacia ella. No obstante, él parecía que su carácter frío con ___. Es alguien que le interesaba en todos los sentidos. Quisiera vivir una eternidad con él.

Durante el camino observaba con detenimiento a la gente y a los puestos de comida del pueblo. Todos y cada uno de ellos hacían una breve reverencia o saludaban al Señor del Viento. Es una persona respetada y temida por todos ellos. Ella lo podía notar por el aura que les rodeaba a las mujeres y a los hombres. El pasado de Sanemi fue doloroso. Ojalá pudiera tocar de nuevo su rostro para recorrer aquellas cicatrices, memorizar poco a poco.

Se dio cuenta que se estaban alejando del pueblo. Eso llamó mucho la atención. Los caballos se desviaron un poco del camino hacia el pasto verde. Margaritas doradas decoraban el suelo y ___ tuvo cuidado en inclinar su cuerpo hacia a un lado para tocar aquellos pétalos. No evitó reír por lo bajo porque le gustaba ese cosquilleo entre sus dedos.

Sanemi la estaba mirando de reojo. Ese comportamiento no es típico de un demonio. Está claro que disfrutaba la naturaleza. Él no debería tener interés en la princesa. Esa criatura no merece el amor de nadie ni del suyo propio. ¿Por qué? ¿Por miedo a ser como su padre? Es posible. Aquel ADN recorre por sus venas y no quisiera maltratar a ninguna mujer, sobre todo, a su actual esposa.

Unos minutos pasaron y llegaron a la cordillera, donde se encontraba un árbol grande. Sus ramas son extensas creando un lugar acogedor para cubrirse del sol. Ambos caballos se detuvieron y Sanemi se bajó. Ya estaba acostumbrado. La única que estaba teniendo dificultades es ___, así que el Señor del Viento no tuvo más opción que ayudarla. Casi estuvieron a punto de caer, pero Sanemi tiene buen equilibrio.

Otra vez esa sensación cuando tuvieron su primer encuentro. Sanemi tiene enfrente a un demonio frágil con un rostro hermoso y con ganas de morder sus mejillas. La esencia de este chico no ayudaba mucho a ___ porque le parecía delicioso, incluso le daban ganas de morder su cuello para marcar como suyo.

El encantamiento se terminó porque Sanemi la dejó en el suelo y se alejó de ella. Sanemi carraspeó la garganta para volver a su postura normal.

—Vamos a sentarnos ahí, en el árbol.

___ asiente levemente, pero antes de eso le echó una visualizada de abajo hacia arriba hacia la copa del árbol. Es más grande que el cerezo y debe ser viejo. No estaba segura que tipo de árbol es, pero pudo visualizar una especie de fruta colgar en una de las ramas.

—Es un manzano —respondió, como si le hubiera leído el pensamiento—. Oyakata-sama nos contó que su abuelo lo cultivó, pensando que era un buen lugar para que creciera.

—Es hermoso —susurró la joven.

—Siéntate. Dentro de poco va a comenzar el atardecer.

¡Eso sí que no se lo iba a perder! ___ se apresuró para sentarse al lado de Sanemi. Estaba ansiosa. Quisiera verlo con sus propios ojos esa sensación. Estaba viendo como el sol se iba escondiendo al horizonte dando un toque al cielo de color anaranjado.

Sanemi miró de reojo a la criatura viendo ilusión a través de su mirada hasta que ella alzó el brazo como queriendo tocar aquella bola de fuego iluminante. Se fijó que su mano no empezó a quemarse. Ahí lo extrañó demasiado porque los demonios reaccionan enseguida ante el calor del sol. O tal vez sea las ropas que llevaba, pero no tenía el guante puesto porque se lo quitó.

—... ¿Segura que eres un demonio?

Esa pregunta confundió a ___.

—Lo soy.

—Si fuera así, ¿tu mano no estaría ardiendo?

—... No lo sé. —Más dudas se creaban en ella.

Sanemi no quería indagar más en el pasado de la princesa, pero puede que conozca el motivo de su repudio hacia su descendencia. O tal vez no lo sabe y, por ende, podría convertirse en un arma letal para la humanidad.

No debe revelar su secreto.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top