Capítulo 5. Consumar el matrimonio
Advertencia: este capítulo contiene contenido sexual. Si no te gusta este tipo de contenido, no sigas leyendo, aunque eso implique que perderás información de la historia.
La princesa demonio estaba en el cuarto esperando a que llegara el Señor del Viento. Las sirvientas la prepararon bien para ese momento. Van a consumar el matrimonio. ¿Cómo será? Mitsuri le dijo que dolía un poco al principio, pero se pasará. A los demonios se les conoce en poder soportar todo esto, sin embargo, ella estaba en duda porque durante estos años de encarcelamiento no consumió sangre humana.
La joven ___ miraba a su alrededor queriendo recordar cada cosa de la habitación. Chimenea, cama grande, alfombras, armarios, ventanas con vistas al exterior... La luna hoy está hermosa. ___ con entusiasmo en aquella roca gigante. De alguna manera, la reconfortaba muchísimo porque le transmitía cierta paz.
Entonces su sentido del olfato le advirtió ante la cercanía de Sanemi. Ella miró al frente con las manos colocadas hacia adelante para darle la bienvenida y también es una forma de respeto.
Sanemi entró. Su ceño estaba fruncido. Eso significaba que se peleó con alguien. ___ no dijo nada para no molestar. Prefiere ser invisible en esos instantes. Sin embargo, eso acabó cuando el Señor del Viento posó sus ojos lilas pálidos en el cuerpo de ___ cubierto por solo un vestido fino para dormir. No se había dado cuenta anteriormente, pero se veía un poco su pecho y su feminidad.
___ se fijó que las mejillas de Sanemi están rojas. ¿Estará mal? El chico carraspeó la garganta para centrarse en ella.
—Te lo repetiré de nuevo: ¿estás segura de ello?
—S-Sí... A-Así demostraremos que... el matrimonio es real...
«Sí. Tú y yo cumplimos el mismo objetivo», pensó Sanemi a lo cual se iba acercando, mientras se retiraba la armadura quedándose con ropa ligera. Por alguna extraña razón, ___ empezó a sentirse un poco nerviosa porque ya no existía distancia entre ellos. La mirada de Sanemi no ayudaba mucho, así que agachó la cabeza a modo de respeto No obstante, él tomó su barbilla para que la alzara.
—Si vamos a consumar el matrimonio, debes mirarme en todo momento. A no ser que sientas vergüenza. Ahí lo puedo entender.
—D-Dime que hay que hacer. —Se notaba la desesperación y la curiosidad.
—En primer lugar, debemos darnos un beso.
—¡Eso es fácil! Yo he visto a unos cuantos besar en las mejillas como muestra de cariño y...
___ no pudo continuar porque Sanemi selló sus labios con los suyos. Ella abrió los ojos por completo porque no se esperaba tal cosa. Su corazón estaba latiendo con fuerza y su cara ardía. ¿Qué era esta sensación? Los labios de aquel chico son espesos, con alguna magulladura y calientes. Todo lo contrario a ella que son suaves, esponjosos y fríos.
Sanemi se separó por falta de oxígeno en sus pulmones. Eso confundió más a __. Quería repetir, pero no quería decirlo por palabras para no enfadar a Sanemi. Lentamente ella se puso de puntillas para besarlo algo que Sanemi no negó. En realidad, le gustó esa sensación y se alegró de que ___ diera el siguiente paso.
Pequeños besos iban surgiendo. Ninguno tenía prisa. Y ___ estaba entendiendo porque no podían continuar más de un minuto porque podrían morir por falta de aire. Sin embargo, mientras continuaran con los besos, no iba a objetar. Hasta que la princesa tuvo que separarse para reír por lo bajo. Ahora el confundido es Sanemi.
—¿Esto es consumar matrimonio? Mitsuri mintió. Esto no duele.
Oh, pobre mente inocente.
—Esto es sólo el comienzo. Aún no hemos llegado a esa parte —informó.
—Ah... ¿Y qué sigue?
Sanemi no dijo nada. Sus manos desnudas empezaban a acariciar con suavidad los brazos de la joven. Sus ojos lilas se fijaron en el pecho de la joven. Un tamaño adecuado para una joven adulta. ¿Se habrá dado cuenta? De alguna manera a ___ le empezaba a encantar ese trato cariñoso de Sanemi. Un sentimiento diferente surgía en su ser.
Entonces ella lo imitó, empezando por el rostro atreviéndose a tocar esas cicatrices. Seguramente los consiguió luchando con los de su raza. En su cara reflejaba el dolor que tuvo pasar. Caliente. Todo lo contrario a ella; fría cuál hielo o estatua porque uno no sabe si está viva o muerta, aunque su corazón estuviera latiendo con emoción.
Sanemi no es una persona con mucha paciencia. Hoy hará una excepción con ella. Sí es cierto que estaría torturándola por ser un demonio, sin embargo, no lo hace debido a las vueltas que dio ante su historia. Sus besos y sus caricias se estaban volviendo adictivos para el chico. Una sensación que nunca pensó existir estaba surgiendo en sus adentros. Lo estaba disfrutando de forma placentera sin necesidad de matarla con sus propias manos.
Sus dedos tomaron con delicadeza su traje y lo iba subiendo poco a poco esperando alguna respuesta por su parte. Ahí está. ___ agarró las muñecas de Sanemi no con mucha fuerza.
—¿Q-Qué haces?
—¿Qué crees que estoy haciendo? Voy a quitarte esto.
—P-Pero leí que ninguna mujer debe mostrar su cuerpo desnudo ante un hombre. Es... tabú.
Sanemi estuvo a punto de insultar, pero se contuvo. A cambio, soltó un suspiro para tener la mente tranquila y relajada.
—Eso es una chorrada —dijo—. Consumar el matrimonio implica que ambos deben estar desnudos. ¿O eso no te lo explicó Mitsuri?
Silencio obtuvo. Sí, estaba claro que la Señora del Amor no quería dar muchos detalles. Otro suspiro liberó, deseando no matar a alguien en esos instantes.
—Entonces sé que no quieres seguir. —Ese comentario alertó demasiado a ___.
—¡N-No! Yo quiero que continúes... por favor.
Ella poco a poco iba soltando las muñecas de Sanemi y él prosiguió. El Señor del Viento se quedó helado ante la figura de ___. Está un poco esquelética, pero es hermosa en todos los sentidos del mundo. Alguna cicatriz decoraba en su cuerpo, como si la hubieran torturado y no se hubiera curado del todo. ¿Y si decía la verdad? Con cuidado tocaba esas zonas temiendo en abrir alguna herida vieja. En cambio, ___ tenía los ojos puestos en Sanemi hasta que decidió cerrar los ojos porque le empezaba a gustar esas caricias. Por instinto, se iba acercando lentamente a él para abrazarlo porque el olor que desprendía es gratificante. Esencia de verdadero macho.
Lentamente ella alzó los brazos con timidez para tocar aquellas ropas y meter los dedos entre ellas para notar su piel. Sus ojos se abrieron de golpe. Estaba tocando algo áspero. Cuando abrió un poco más la camisa se sorprendió ante aquellas grandes cicatrices que recorren su pecho. Por alguna razón, se cohibió porque se sintió identificada.
—¿Te dolió? —preguntó, olvidando por un momento las caricias.
—... Estoy acostumbrado. Me siento orgulloso de ello.
—¿Te los haces? —Mayor sorpresa—. ¿Por qué?
—Es secreto —murmuró—. Sí te lo digo, tal vez intentes atacarme.
¿Atacarlo? ¿Por qué? Ella quería preguntar, pero un sonido extraño se le escapó de sus labios, cuando Sanemi tomó uno de sus pechos. Él hizo círculos alrededor de su aureola viendo como el pezón empezaba a endurecerse. «Sensible», pensó. De repente, tuvo que coger a ___ porque sus piernas flaquearon por un segundo. Demasiado sensible. Su cuerpo está débil por eso tiene ese tipo de reacciones.
La iba recostando en la cama aprovechando el momento para colocarse encima de ella. Desde esa posición observaba con detenimiento el cuerpo desnudo de ___. Una criatura herida por su propia especie y que no pudo curar; una figura hermosa capaz de embelesar a cualquier mortal. La princesa se cubrió los brazos porque no le gustó la mirada de Sanemi. Un depredador listo para dar la primera mordida.
Sanemi inclinó su cuerpo para estar a la altura de su cuello. Ella solo respondió encogiendo un poco su cuerpo. Besos en la mandíbula iniciaron dando un pequeño recorrido. Suspiros se soltaron y seguía tocando con timidez la espalda de Sanemi. Ella tenía mucho cuidado en no arañar. Aquellos besos seguían descendiendo casi de forma tortuosa. Un gemido se le escapó debido a la mordida de Sanemi. No fue brutal, pero causó cierto escalofrío en todo su cuerpo. Un instinto que no conocía surgía poco a poco. Su cuerpo se acostumbró al calor que empezaba a emanar.
___ estaba tan ida que no se dio cuenta que Sanemi se centró en sus pechos. Aquella lengua empezaba a retorcerse en su pezón izquierdo hasta mordidas o pequeños chupetones realizaba. Las manos del demonio agarraban la cabellera de Sanemi, como una forma de pedirle que no se detuviera, incluso sus piernas se enroscaron en las caderas del muchacho.
Sus ojos se agrandaron al notar un bulto en su entrepierna. No estaba segura de que era, pero sintió curiosidad y su cuerpo buscaba más de ese tacto; por ende, iba moviendo sus caderas. Todo el vello corporal se le erizó al escuchar un gruñido gutural de Sanemi. ¿Qué fue eso? Ese sonido le gustó mucho. Ahora era ella quien estaba gimiendo porque Sanemi respondió moviendo sus caderas con fiereza.
—S-Se siente raro... S-Se siente bien... —titubeó la chica.
Sanemi no dijo nada. Solo se quedó callado sin dejar de hacer esos sonidos eróticos. Él no podía aguantar mucho más. Se separó un momento de ___ para quitarse aquellas molestas prendas liberando, por fin, su hombría. Sanemi no entendía cómo era posible que se hubiera excitado ante un simple demonio. Dolor se notaba en su entrepierna.
—¿Qué es eso? —preguntó ___ un tanto confusa—. Parece estar... vivo.
«Joder. Su mente inocente no está ayudando nada», pensó para sí mismo.
—Es lo que notaste antes —respondió—. Digamos que es mi amiguito.
—Se ve... poderoso... —murmuró—. ¿Para qué sirve?
—¿Quieres comprobarlo? —gruñó por lo bajo volviéndose a colocar entre sus piernas—. Esta es la cosa que sentirás dolor —advirtió—, pero luego te gustará.
___ se mordió el labio no entendiendo bien. La información que le dieron no es concisa. Siente curiosidad en querer sentir aquello que le mencionó Mitsuri.
—Continúa, por favor —suplicó—. Yo... puedo aguantar ese pequeño dolor.
Sanemi asintió. No dio la oportunidad de prepararla porque no era necesario. Solo tendrán esa ocasión y nada más. Iba colocando la punta en su entrada e iba entrando. Las uñas de ___ se clavaron en la espalda de este y él gruñó por lo bajo aguantando el dolor. Y ella también. No pensó que esa sensación fuera horrible. Solo deseaba que lo quitara, no obstante, no lo hizo porque debe continuar. Entonces un olor delicioso llegó a sus fosas nasales. Sus sentidos se estaban embriagando.
Sanemi no se movió. Un remordimiento creció en él. No quiere ser un monstruo como Kibutsuji Muzan. No quiere torturarla. Además, su hombría al estar aprisionado en sus carnes, se sentía demasiado. Mira que se acostó con unas cuantas mujeres para desahogarse; en este caso, es diferente.
La princesa demonio movió sus caderas dando permiso a que iniciara el vaivén. Así lo hizo. Las estocadas son suaves. Todo lo contrario a lo que tenía en mente Sanemi. Solo tiene que acostumbrarse a él. Poco a poco, ___ notaba un calor que crecía en sus entrañas y se sentía demasiado bien; añadiendo el olor exquisito.
—S-Señor del Viento... —gimoteó—. H-Hueles bien...
—Es mi sangre —respondió sin dejar el vaivén—. Mi sangre es marechi. Es decir, es sumamente delicioso y atrayente para los demonios. Es por ende que me hago cortes para dejarlos hipnotizados y acabar con sus vidas.
—M-Me gusta... —confesó—. Y esta sensación es...
—¿Es? —repitió, asegurándose que ella dijera algo.
Sanemi no reaccionó a tiempo porque ___ lo empujó con bastante fuerza poniéndose encima de él y moverse como un verdadero animal. Esto sorprendió demasiado al chico. El rostro inocente de la princesa cambió a uno lascivo, que disfrutaba de ese momento sexual. De alguna manera, eso aumentó la excitación del chico que agarró sus caderas para que profundizara más las embestidas.
Tal vez la penetración y su sangre lo hayan vuelto loca. ___ no era una simple muñeca que obedecía cualquier petición, sino una criatura más que sacia su sed sexual. Aquellos gemidos se hacían eco por toda la habitación y la cama, en cualquier momento, se iba a romper.
Joder. Esto lo incendiaba a cada momento. No podía permitirse perder ante un demonio. Usó sus fuerzas para cambiar de posición. Dejó a la muchacha acostada boca abajo y volvió a penetrarla. ___ respondió alzando sus caderas para que esas profundidades llegaran a más.
Sanemi se había olvidado que solo son pequeñas estocadas y eyacular. La sensación que le estaba proporcionando la princesa le hacía sentir bien. Él buscaba a una mujer que aguantara su ferocidad sexual y lo ha encontrado. Un demonio capaz de soportar su bestialidad.
—¡S-Señor del Viento...! ¡Más...!
—¿Más qué? ¡Sé clara conmigo, joder!
—¡Más fuerte! ¡Rómpeme! ¡Me está gustando mucho! ¡Tu olor está haciendo que quiera más! ¡Me arde! ¡Me gusta!
Sanemi no iba a discutir ante esa petición, incluso añadió en golpear una de sus nalgas viendo como se le quedaba la marca roja de su mano. ___ agarraba con fuerza las sábanas hasta las mordía para aguantar esos gemidos. Unas cuantas lágrimas de placer resbalaban por su rostro. En su interior no deseaba que acabara esto. No pensó que esto de consumar el matrimonio fuera delicioso.
Las siguientes estocadas se volvían erráticas hasta que Sanemi llegó al límite. Y ella también. Los dos llegaron al orgasmo al mismo tiempo. ___ estaba rendida. Sintió un vacío en su interior y se quejó por lo bajo. La princesa giró con rapidez para reprochar, pero se dio cuenta que su "amiguito" ya no tenía la forma de antes. Eso confundió aún más. Sanemi no evitó reír.
—Solo funciona cuando estoy excitado, mujer. —El chico se acostó en la cama olvidando las heridas de su espalda—. Ya la sesión acabó.
La tristeza invadió su ser. Quería seguir con esa exquisita sesión, sin embargo, lo comprendía. Además, la sangre marechi llamaba su atención por lo que se acercó lentamente para olerlo más de cerca. Escuchó por parte de su raza que esos glóbulos rojos raros dejaban seco a cualquier demonio. Y también son capaces de dejar idos por cuestión de minutos.
Sanemi tenía un ojo abierto. Él no era estúpido para darse cuenta que la chica estaba reaccionando a su olor. Él estaría dispuesto a atacar, si ella se atreviera a morderlo. No obstante, su sorpresa fue grande cuando ___ se acostó a su lado, no demasiado cerca, para oler con gusto ese aroma.
—¿Puedo... quedarme así? No te lo niego, pero me gusta oler tu sangre marechi. Y sé lo peligroso que es... Pero no quiero hacerte daño.
—... Está bien.
—¿Ya hemos consumado el matrimonio? —preguntó y Sanemi asintió. Las mejillas de ___ se ruborizaron—. ¿Y... podemos repetir este encuentro?
Eso sorprendió mucho a Sanemi. Eso significaba que le gustó demasiado. Él tuvo el pensamiento de no repetir, no obstante, ___ tenía una fogosidad que le gustaba demasiado. Lo hacía sentir más joven que antes porque era capaz de satisfacer sus deseos.
—Claro.
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