Capítulo 4. Poco a poco
La princesa demonio estaba entendiendo un poco gracias a las clases de Mitsuri. No debe comerse a Sanemi, sino que tiene que unirse en cuerpo y alma. Lo único que no estaba segura era si lo había entendido bien. De todas maneras, no iba a consumar el matrimonio con ese chico porque aún le transmitía miedo. Esos ojos irradian ira. Cierto era que leyó libros acerca de princesas ser amadas por príncipes, más eso era una historia que no se hará realidad para ella.
___ se encontraba sentada en un banco en la sombra observando detenidamente el árbol de cerezo. Se convirtió en su rincón favorito. Ojalá alguien le regalase un ramo de flores porque cada pétalo que conformaba una flor representaba un significado. Cerró sus párpados con suavidad queriendo sentir la brisa suave del viento acariciar su rostro y su cabello. Necesitaba ser libre por unos instantes.
Shinazugawa Sanemi la observaba desde la lejanía. Su rostro mostraba signos de calma no queriendo discutir o pelear con alguien. Aún recibía comentarios con respecto a la princesa. Un demonio diferente que te dedica una sonrisa serena. Él no lo creía. Le costaba creer tal cosa. Los demonios no sienten piedad hacia los seres humanos, no obstante, ___ parecía disfrutar el paisaje y la luz de sol, aunque estuviese escondida en las sombras. Se desintegraba al instante. No tenía miedo; todo lo contrario a su especie.
El Señor del Viento tomó la decisión de caminar hacia ella con pasos seguros y certeros porque no temía a una criatura nocturna. ___ no se percataba de su presencia. ¿Estará dormida? Viéndola un poco más de cerca era definitivamente hermosa. Por ello, merecía tener el título de princesa. Sanemi estaba seguro que no sentirá nada. Un humano no puede enamorarse de un demonio, ¿o sí?
Cuando estaba lo suficientemente cerca, ___ abrió los ojos completamente porque un olor conocido la alertó demasiado. Ojos (c/o) y púrpuras pálidos. La joven piensa que no tienen vida. Solo ve todo en blanco y negro. Y esas cicatrices en su cuerpo eran batallas ganadas o autoinfligidas para atraer la atención a cualquier demonio.
La princesa demonio desvió la mirada sintiendo pavor en el Señor del Viento. No dijo nada. Solo deseaba que se marchara. En cambio, los ojos de Sanemi vieron a un demonio sumiso y con miedo. Ese no és el comportamiento típico de las criaturas nocturnas. Tal vez tenía enfrente a un ser diferente a su especie.
Sanemi, sin hacer el mínimo ruido para no asustarla, se sentó a su lado. Ella era un animal asustado. Un movimiento brusco causará que huya. Lo demostró unas cuantas veces en estos días. No le mira. No le toca. Un suspiro soltó para luego clavar la mirada en el árbol de cerezo.
Los dos estaban tranquilos y sin pronunciar ninguna palabra. ___ sentía que algo extraño estaba pasando. ¿Por qué él se sentaría a su lado? Miró por el rabillo del ojo queriendo ver su expresión. Estaba viendo a un Sanemi diferente. Un hombre con rostro sereno y pacífico. No había odio en sus ojos, incluso pensó por un momento ver un poco de brillo en su iris. Desde esa posición se podía destacar que él era atractivo.
Sus mejillas estaban ardiendo. Se asustó un poco pensando que el sol la estaba tocando. Sus manos se apoyaron en sus cachetes. No. Ella estaba en la sombra. ¿Por qué sentía calor? Confusión se creó en su mente.
—¿Qué te transmite?
La voz de Sanemi la sacó de sus pensamientos. No estaba segura a lo que se refería, pero su mirada le indicaba que se trataba de la flor de cerezo.
—Paz y belleza —susurró—. Me gustan las cosas simples. A veces, cuando lo miro, pienso que podría renacer como ese árbol.
Esa respuesta sorprendió al peli-blanco. Él se enfrentó a muchos demonios y todos piensan ser invencibles hasta que llega un soldado les corta la cabeza destruyendo su inmortalidad. En cambio, estaba viendo a la princesa como alguien que no teme a la muerte y prefería renacer en algo hermoso y bello.
—Eres una criatura rara.
—¿Por qué lo dice?
—Porque los demonios no dirían esas cursiladas —bufó.
—... Lo sé… Soy diferente —dijo por lo bajo manteniendo la cabeza agachada—. Mi padre no aceptaba el hecho de que su única hija no sea sanguinaria…
—¿Y te mantuvo viva todo este tiempo?
—Me encerró en una torre a ver si escarmentaba y asumiera que soy un demonio, pero mi instinto me impedía hacerlo. Yo nací para amar y no para odiar.
Cada palabra que decía, no era elocuente de un demonio. ¿De verdad estaba viendo a una criatura diferente? Esto a Sanemi le estaba pareciendo extraño. Las palabras de Kagaya resonaron por su cabeza. Entonces, ¿por qué el Rey de los Demonios la mandó a casarse? Solo hay un motivo para ello: que muriese en manos de los soldados del Rey de los Humanos.
Eso es cruel y despiadado.
Sanemi no podía dejar de mirar a la princesa. Unos cuantos pétalos de cerezo cayeron sobre su cabello. Él por instinto tomó uno causando que ___ inclinase la cabeza a un lado. Otra vez la conexión de miradas. El chico se dio cuenta del rubor de mejillas del demonio. Por una extraña razón le sentaba de maravilla y, siendo consciente de ello, sus dedos rozaron con sutileza notando su calidez.
Extraña sensación porque las criaturas nocturnas no transmiten tal cosa. Sanemi poco a poco se estaba dando cuenta de muchas cosas sobre la princesa. Esa mirada de inocencia demostraba que no era peligrosa. En cuestión de segundos Sanemi apartó la mano con cierta brusquedad y carraspeó la garganta.
La princesa estaba confundida. No la gruñó, no la insultó. Todo lo contrario. A lo mejor porque recibió una bronca por parte del rey Kagaya o tal vez porque él se estaba dando cuenta que no debe temerla.
—Señor del Viento… No finja en ser algo que no quiera ser. Mi padre fingía delante de todos que me quería cuando me sacó de la torre.
—... ¿Por cuánto tiempo?
—Desde niña hasta ahora.
—¿Y cómo demonios has sobrevivido durante todo este tiempo? Los demonios os debilitais si no comeis —se preguntó.
—Yo tampoco lo sé —confesó—. Ellos me daban pocas cantidades de comida, pero me rehúsaba. Me alimentaba a base de musgo y alguna rata.
Kibutsuji Muzan. Un demonio que no le importaba en lo más mínimo su hija. Sanemi chasqueó la lengua con suma molestia.
—Siento si te he tratado mal durante estos días —dijo, sorprendiendo mucho al demonio—. No tengo una buena relación con los de tu especie.
—Comprendo que me odies por ser una raza odiada por los humanos.
Sanemi se levantó del banco y extendió la mano hacia ella. Esa invitación no lo entendió muy bien para la joven princesa, pero no se lo iba a negar. La palma de Sanemi estaba llena de cayos por sus batallas intensas con los demonios. El chico no podía tocar más allá de aquel guante cubriendo su piel.
___ acompañó a Sanemi dando una pequeña vuelta por el jardín. Ella no paraba de mirar con asombro la cantidad de flores que había en el lugar. Con su mano acariciaba con sutileza cada flor o cada hoja que pasaba por su lado. Por otro lado, Sanemi la miraba de reojo. Definitivamente era una criatura con un misterio y un amor hacia la naturaleza.
—¿Por qué lo llamáis Señor del Viento? —cuestionó, poniendo su atención en él.
—Simple respuesta. Mi magia consiste en el dominio del viento —respondió.
Desde la otra palma de su mano creó una especie de mini torbellino. ___ estaba asombrada ante ese poder. Él perfectamente podría liberar una cantidad de magia provocando tornados y huracanes destruyendo casas o demonios.
—Te ves sorprendida. Los demonios tenéis magia.
—... Yo no.
Sanemi abrió los ojos de par en par y se detuvo para mirarla detenidamente. La pobre princesa se encogió de su sitio temiendo a que le gritase.
—¿No? Desde nacimiento lo tenéis —reprochó.
—¿Por qué crees que mi padre me encerró? Aparte de que salvé la vida a un niño humano ante las garras de la Primera Luna Superior.
—... Un demonio inservible —musitó. ___ desvió la mirada con cierta vergüenza por ser hija del Rey de los Demonios—. Seguramente tu poder aún sigue dormido.
—¿Por qué pensáis eso? —cuestionó.
—Los humanos tardamos en descubrir nuestro poder. —Esa información sorprendió mucho a la princesa—. Yo lo descubrí asesinando a un demonio.
—... ¿Por qué tenemos que odiarnos? ¿No podemos vivir en paz como seres civilizados? Me da tristeza ver a todos ustedes pelear con mi raza. Por una vez, quisiera no escuchar lamentos.
—Nosotros luchamos por ello también.
—Y también deseo caminar bajo la luz del sol sin todo esto —dijo, refiriéndose a sus ropas protegidas con magia—. No me siento nada cómoda.
Un deseo difícil de cumplirse. Estaba claro que ___ es una criatura pacífica. Sanemi escuchaba atentamente la conversación que le proporcionaba la joven. Con suavidad palmeó su cabeza causando que ella alzara la mirada para verlo. Otra vez ese ardor en sus mejillas.
—¿M-Me estoy quemando? —preguntó.
Esa pregunta dejó descolocada a Sanemi. «¿Será posible que ella…?», se cuestionó así mismo el chico.
—No, solo tienes las mejillas sonrojadas.
—¿Las mejillas sonrojadas?
—El rubor es una respuesta normal del cuerpo que puede ocurrir cuando te sientes avergonzada, enojada, emocionada o estás experimentando alguna otra emoción fuerte. También lo puedes relacionar con estar enferma —iba explicando.
—N-Nunca lo experimenté —dijo—. ¿Cómo sé que estoy enferma?
—No lo estás. —Sanemi apoyó el dorso de la mano en su frente—. No te arde la frente ni el resto de la cara, solo tus mejillas.
La piel de la princesa demonio es suave. Lo estaba comprobando con sus manos desnudas. Sus miradas se cruzaron. Esos (c/o) tenían un toque de ilusión porque brillaban con fuerza. El rostro de un demonio portaba ganas de matar y comer. Los de ella son todo lo contrario. Más bien tener conocimiento acerca de otra cultura.
—Debemos consumar el matrimonio —habló Sanemi desviando la mirada con vergüenza—, no obstante, solo lo haremos cuando estés preparada.
—Me dijo Mitsuri que en un principio duele.
«Será idiota…».
—No te voy a mentir. Es cierto que duele, pero se te pasará.
—... ¿Podemos intentarlo?
—¿No quieres esperar a que estés segura? —cuestionó.
—No me gustan las esperas y siento curiosidad.
Definitivamente tenía delante a una mujer sin conocimiento alguno sobre ese mundillo. Solo tiene que dar el paso para que su matrimonio sea real. Él no puede amar a un demonio. Lo hará por el bien del reino.
—Estate preparada para esta noche.
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