Capítulo 3. Ayudar a la princesa

La princesa demonio no durmió muy bien en aquel cuarto porque empezó a tener pesadillas con Sanemi. Ese chico daba miedo cuando se enfadaba. Ella juró, aunque algunos humanos sean odiados y repulsivos, no comerlos por su bienestar. Unas cuantas lágrimas resbalaban por su rostro queriendo acabar con este sufrimiento. Consumar el matrimonio tenía que ser horrible. No podía imginar el hecho de que debía devorar a su esposo. ¿Por qué?

Unos toques leves escuchó en la puerta. Al ser una demonio percibió el aroma de las sirvientas y ese caballero que se portó bien con ella. La puerta de madera se abrió, dejando paso al Señor del Fuego junto con las otras chicas. Por alguna extraña razón, a Kyojuro se le rompió el alma ver a ese demonio llorar de nuevo. Ella era diferente al resto de su raza.

—Princesa Kibutsuji, el Señor del Viento me dio el comunicado que estaríais aquí. ¿No habéis consumado el matrimonio? —preguntó con suavidad, mientras caminaba hasta ella con tal seguridad. No la temía.

—No pienso comer a nadie… —musitó.

Kyojuro se estaba dando cuenta que a la joven no la educaron como era debido. No se comportaba como una princesa y no tenía suficiente conocimiento para estas cosas. Esto deberá comunicárselo a Oyakata para que lo tuviese en cuenta.

—No comerá a nadie, princesa Kibutsuji. De hecho, las sirvientas le han traído algo para desayunar —pronunció esas palabras y una de ellas se acercó para mostrar la bandeja de comida cubierta por una cúpula.

—¿Es carne humana? —Ella parecía preocupada.

La sirvienta lo destapó mostrando un vaso de leche junto con unas cuantas rebanadas de pan y lonchas de queso. La joven princesa sintió cierta curiosidad en aquella esponjosidad que tomó uno para dar una pequeña mordida.

—... ¡Qué rico! —exclamó. Sus ojos (c/o) brillaron con alegría.

—Es el mejor pan horneado que puede preparar nuestro mejor chef —informó el Señor del Fuego—. Le daré el comunicado.

Las otras estaban sorprendidas de que la princesa estaba comiendo con mucha felicidad aquella comida. Estaban dudando de que sea una demonio cruel, sino una criatura inocente que no tuvo una vida fácil en su crianza.

—Dejaré sus aposentos para que las sirvientas la bañen. Pero, por favor, vuelva con el Señor del Viento.

—Me odia… —murmuró.

—El Señor del Viento tiene sus razones para odiar a los demonios, pero créame que es una persona de gran corazón que venera el bienestar de los humanos.

___ no podía creerlo porque lo vio en sus ojos sin vida, pero la voz de Kyojuro le insinúaba que era una gran verdad. La princesa asintió levemente y el Señor del Fuego se retiró. Las doncellas comenzaron a no tener miedo, incluso una de ellas le preguntó qué peinado le gustaría hacer. La joven estaba viendo que con simpatía y con calma las cosas cambiaban. Un murmullo suave hizo pidiendo una trenza holandesa.

Un traje verde con velos blancos pidió. A ella le encantaban los colores vivos de la naturaleza porque sentía que formaba parte de ella, sin embargo, tuvo que ponerse la capucha y los guantes para protegerse del sol si piensa salir al exterior. Odiaba ser un demonio. Odiaba ser diferente al resto de humanos que disfrutan de la estrella iluminante.

Rengoku Kyojuro caminó hasta el trono real, dónde estaba el Rey de los Humanos sentado junto con su esposa recibiendo a los campesinos pidiendo dinero o tierras. Él se los ofrecía sin ningún reparo porque desea que todos crezcan por igual. En la sala también estaban el resto de señores, menos el Señor del Viento. Digamos que son los guardaespaldas del rey.

Cuando Kagaya terminó con una amable campesina, este esbozó una pequeña sonrisa al ver a Kyojuro. Este hizo una pequeña reverencia hacia su majestad.

—Su majestad he venido a informar que la princesa Kibutsuji le ha encantado el desayuno que ha preparado vuestro chef.

—Sabía que era una criatura muy diferente a su padre —murmuró.

—Aguardad, Señor del Fuego, ¿comió pan? —preguntó el segundo más alto, Uzui Tengen, conocido como el Señor del Sonido.

—Mis ojos no mienten, Señor del Sonido. Las doncellas fueron testigos de ello y están sorprendidas del trato amable de la princesa.

—Será un timo de ese demonio —habló Shinobu, Señora del Insecto.

—Mis ojos vieron llorar a esa joven criatura la noche pasada. Sus lágrimas eran reales. Su majestad debo informar que la princesa no se crió como es debido. Piensa que consumar el matrimonio es comerse al Señor del Viento y no desea eso.

—Eso explica el motivo de su marcha a otros aposentos —habló la reina Ubuyashiki Akane.

—Pero también teme al Señor del Viento por su… personalidad.

—¿Estás hablando mal de mí a mis espaldas?

La voz de Sanemi hizo eco por toda la sala. La cara del Señor del Viento mostraba que no durmió bien y estaba con un humor de perros. Era mejor no molestarlo por nada en el mundo. Sanemi hizo una reverencia ante sus majestades porque tiene un gran respeto hacia ellos.

—Os veís con buena salud, Oyakata-sama.

—Sanemi, Kyojuro me estaba contando los hechos del comportamiento de la princesa Kibutsuji. ¿Ha habido otro problema? —Kagaya no era capaz de reñir a la gente porque los consideraba como sus hijos.

—Oyakata-sama, he intentado cumplir el propósito de consumar el matrimonio, pero… la princesa huyó.

—Vuestro rostro es de espanto, Señor del Viento. Normal que la princesa haya huido.

—¡Cállate o te daré un puñetazo, Señor del Agua! —gruñó con salvajismo.

—Calmad mis hijos. —La voz de Kagaya es suave y aterciopelada capaz de calmar a cualquier bestia andante—. La princesa Kibutsuji no tuvo la educación apropiada para comportarse ante su esposo, Sanemi. Por palabras de Kyojuro, ella tiene un error ante las palabras “consumar” y “consumir”.

—Sí, piensa que tiene que comerme. ¡Pero es un demonio! —exclamó—. ¡Todos sabemos que los demonios prefieren la carne humana!

—Señor del Viento —lo llamó Kyojuro—. Las doncellas y yo vimos como la princesa Kibutsuji comía con cierta felicidad el pan, el queso y la leche. Estoy dudando que a ella le encante la carne humana.

Tonterías. Todos los demonios son así. No hay ninguno que odiase carne fresca, no obstante, Sanemi recordó lo sucedido ayer. Esas lágrimas suplicando que no siguiera. Nunca en su vida sintió piedad de los demonios, ¿por qué ahora con ella? Estaba fingiendo, pero huyó de él. Ahora quién estaba dudando era Sanemi. La princesa era una criatura muy diferente al resto de demonios que mató con su espada y con su poder.

—¡Oyakata-sama, yo me encargaré del adiestramiento de la princesa! —exclamó una chica peli-rosa llamada Kanroji Mitsuri, la Señora del Amor.

—No es buena idea, Mitsuri.

—No te preocupes, Iguro. Creo en las palabras de Kyojuro, ya que fue mi maestro.

—Entonces os dejaré a su cargo, Mitsuri —murmuró Kagaya—. En cuanto a ti Sanemi, entiendo que no creas en las lágrimas o en las palabras de la princesa, pero créeme que nunca mentiría acerca de ella. Su aura transmite paz, inocencia y no quiere hacer daño a nadie. Por favor, ten paciencia y trátala como tu esposa.

Esa parte lo odiaba Sanemi. No le queda de otra que obedecer ante la petición de su rey; él hizo una pequeña reverencia para marcharse siendo acompañado por Mitsuri. La Señora del Amor no hizo ningún comentario delante de Sanemi porque estaba segura que le echará un mal de ojo o algo por estilo. Ella junto con sus otros compañeros saben el motivo de su gran odio hacia los demonios, pero él suele tener una debilidad: ver llorar a una mujer.

Ambos iban de camino hacia los aposentos de ___. Las sirvientas les dieron el comunicado de que la princesa se encontraba en el jardín. Ahí sintió curiosidad por Mitsuri. Un demonio interesado en las flores. Eso es nuevo. Sanemi ya la vio y le pareció extraño. No lo pensó más y caminaron hasta allá. Escuchaban rumores por parte de las doncellas que ___ es diferente, no te trata como comida, te sonríe con dulzura…. Sanemi quería ignorar todo eso porque es una trampa proveniente de la princesa.

Cuando llegaron al jardín vieron a ___ admirando a un cerezo con sus pétalos rosas florecidos incluso tenía el brazo alzado con intención de tocarlos. La belleza es algo que uno no puede ignorar. Desde esa posición, Sanemi observaba con detenimiento a la princesa. Aquellos pétalos caían sobre ella dando un toque especial y digno. El Señor del Viento sacudió la cabeza para quitarse esa idea de la cabeza.

—¡Eh!

___ se asustó ante la voz de Sanemi. Su cuerpo tembló y quiso huir, pero se dio cuenta de la presencia de Mitsuri.

—Princesa Kibutsuji, mi nombre a Kanrujo Mitsuri, la Señora del Amor —se presentó—. Oyakata-sama me pidió que os enseñara cómo comportarse ante vuestro esposo.

—... No lo quiero cerca —se sinceró.

Esa confesión no sorprendió a ninguno de los dos. Sanemi tenía un carácter complicado y asustaba a cualquiera con esos rojos enfermizos y esas cicatrices decoradas por su rostro.

—Entiende que esté asustada, princesa —habló con calma—. El Señor del Viento, aunque no lo parezca, es un hombre sincero y cariñoso. Y no hablemos de su cuerpo. Es tan guapo.

—Mitsuri…

—... ¡Ay, perdón! ¡Siempre me pasa igual! ¡Que mi esposo me perdone, pero mi amor por la gente es tan grande que no lo evito!

La princesa demonio sintió curiosidad en aquella soldado. Ella no tenía miedo en expresar lo que sentía. ___ se acercó un poco más para olfatear su aura. Kanroji Mitsuri, un espíritu ardiente y llena de bondad con una fuerza abrumadora que deja al resto de soldados sorprendidos. Una gota de sudor iba resbalando por su sien. Deberá tener cuidado si no quiere hacerla enfadar.

La Señora del Amor le pidió a ___ que la siguiera para que estuvieran en un lugar más tranquilo para hablar. La princesa no dudó en ningún momento. Si fuera posible estar alejada de Sanemi, lo haría con mucho gusto. Ambas mujeres se adentraron al pasillo del castillo dejando al Señor del Viento solo. No era un tema que le incumbe porque es una conversación de damas. Los ojos de aquel hombre sin vida miraron el cerezo viendo como aquellos pétalos caían sobre su cabeza. ¿Un mensaje, quizá?

Mitsuri guio a ___ a una biblioteca enorme. Los ojos del demonio se iluminaron con devoción queriendo tocar aquellos libros con información relevante, pero se acordó que estaba con la Señora del Amor y no podía hacer nada sin su consentimiento.

—Siéntate conmigo, por favor —la invitó.

La princesa no tardó en reaccionar sentándose en el sofá, mientras se quitaba la capucha notándose segura en ese lugar sin sol.

—Tiene un rostro muy bello, princesa Kibutsuji —dijo con un leve sonrojo—. He visto muchos demonios, pero su belleza es inigualable. Ahora entiendo porque es la hija del Rey de los Demonios.

—... Gracias, supongo.

—Sé que teme al Señor del Viento. Es un soldado muy complicado de entender.

—Me odia —musitó.

—Le corrijo: odia a los demonios.

—Y odio la idea de tener que comérmelo. ¡Nunca en mi vida comí a un humano! —alzó la voz.

Mitsuri parpadeó unas cuantas veces progresando esa información. ¿De verdad? ¿Tenía que creerla? La peli-rosa escuchó rumores que la princesa está un poco esquelética, como si no hubiera comido durante años. Por eso, su cuerpo está débil.

—Le corrijo de nuevo: no tiene que comer para consumar el matrimonio.

—Ah, ¿no?

—No —rio con dulzura—. Usted se está confundiendo. La palabra consumar significa hacer el amor con su esposo creando así que la boda fue real y tener un futuro heredero.

—... ¿Amor? —preguntó con la cabeza ladeada.

En tan poco tiempo, Mitsuri se estaba dando cuenta que, efectivamente, la princesa no había recibido ningún tipo de educación para este tipo de situaciones. Es como si la hubieran mantenido encerrada por mucho tiempo. No tuvo amor propio por su padre. «Pobre criatura», pensó.

—Besar, acariciar, abrazar —iba diciendo cada verbo que se le ocurría.

—A mí… nunca me abrazaron.

—¿Ni siquiera su mamá cuando nació?

—Yo nunca conocí a mi madre —confesó.

—Oh… lo siento.

—Siento que estoy siendo un estorbo, pero no entiendo esos términos.

—¡No! ¡No se preocupe! —alzó la voz Mitsuri moviendo las manos—. Estoy aquí para ayudarla y que comprenda.

Este procedimiento va a ser largo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top