Capítulo 15. Invasión al castillo
—El castillo está protegido.
—Habrá que idear un plan para entrar.
Desde una distancia remota, se encontraban los caballeros observando con detenimiento a los demonios que custodian el hogar de Mitsuki. Sanemi no iba a tener mucha paciencia y actuará enseguida, pero debe actuar con frialdad. Sí deja que sus impulsos lo dominen, quién sufrirá las consecuencias es la princesa.
—Hay muchas voces —informó Tengen—. Es difícil distinguir a la de la princesa.
—¿Creéis que habrá un pasadizo secreto? —preguntó Mitsuri con tono preocupante.
—¿Y por qué no actuar ya? —gruñó Sanemi.
—Deja los impulsos a un lado —le recomendó Gyomei—. Hay que pensar en una estrategia.
Eso lo sabe. La paciencia no es una de grandes virtudes. Él prefiere iniciar la acción y acabar con todos los demonios que se vaya encontrando en su camino. Todos son un estorbo. Sus ojos están fijos en las murallas y buscan con la mirada cada ventana. Él reconocería a la primera la figura de ___. Sanemi chasqueó la lengua con molestia y se sentó en la roca.
Ahora su vista se centra en el joven Tanjiro, quién está siendo adiestrado por Kyojuro. Ese chico tiene mucho potencial. Ya lo vio con creces y tiene una magia única. Leyendas cuentan que esa magia es la más odiada por el Rey de los Demonios. Una magia que representa el sol, la pesadilla de todo demonio.
Solo esa magia la obtuvo el primer caballero. Y parece ser que Kamado Tanjiro es el descendiente de este: Tsukiguni Yoriichi.
Sanemi chasqueó la lengua no aguantándolo más porque su esposa está en peligro. Entonces tomó la macabra idea de moverse con mucha rapidez. A ninguno de los compañeros les dio tiempo a detenerlo porque él representa el viento. Un fuerte soplido puede provocar un gran huracán. La ira de Sanemi no es comparable con cualquier ser humano o demonio que pueda existir.
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___ acunaba a su bebé todo lo posible porque estaba inquieto. Y ella también. Algo malo iba a suceder y no estaba segura si tenía algo que ver con su padre. Ella deseaba que Sanemi estuviera aquí y le dijera que todo estaría bien.
De pronto, un olor nauseabundo llegó a sus fosas nasales. Lo conocía perfectamente. Es sangre. ¿Qué estaba pasando afuera? La joven abrió las ventanas para ver qué pasaba. Los demonios están siendo decapitados por alguien que es muy rápido para las criaturas. Tiene que ser un cazador. Un caballero enviado por oyakata-sama.
Un momento. Esa magia ya la vio antes. La rapidez que atacaba es de un tornado enfurecido. Esa cabellera blanca que se movía al son del viento con salvajismo. Esa mirada de sádico y rencoroso, que se vuelve amable y cariñoso.
Unas cuantas lágrimas de felicidad se asomaron en ___. No podía creer que él esté aquí para salvarla de ese lugar. Ella gritó con mucha fuerza para que lo escuchara:
—¡Sanemi!
El Señor del Viento alzó la mirada. Ella estaba a salvo y sosteniendo un bulto en sus brazos. ¿Su hijo? Una alegría se cernió en Sanemi, pero no debía distraerse porque estaba en territorio peligroso. Y no estaba solo. El resto de sus compañeros lo estaban ayudando también porque él solo no podía, aunque tuviese toda la determinación del mundo en enfrentarse a los demonios por su cuenta.
___ quería saltar para llegar hasta él, no obstante, no tiene fuerzas suficientes para que sus piernas soporten tal caída. Y no deseaba que su hijo, Vento, sufriera tal cosa. Solo debe esperar a que Sanemi apareciese ante esas grandes puertas.
Y esa alegría se esfumó porque unas manos tomaron sus hombros y la arrastraron hacia adentro. Es Kokushibo, a quien no le estaba agradando la presencia de los caballeros. Se le notaba en el aura que desprendía su cuerpo. No le estaba gustando para nada. Solo deseaba que no le hiciera daño al igual que su hijo.
Al salir de la habitación se encontró con el resto de guerreros demoníacos cercanos a su padre y, por supuesto, él. Está con un humor de perros.
—Eliminadlos —ordenó con frialdad—. Llévala a la torre. —Este encargo se lo dio a Kokushibo, su mano derecha.
Este asintió sin rechistar. Volvió a tirar con fuerza a la joven princesa y ella hacía todo lo posible para zafarse del agarre. No quería volver al lugar donde creció. Es un mal recuerdo que no se olvidará nunca. Imploraba a todos los dioses existentes que la rescatasen y acabasen con todo esto.
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—¡Sanemi! ¡Ve despacio!
Los gritos de Obanai no funcionaban con Sanemi. El chico tiene un principal objetivo y es rescatar a su familia. Si tiene que matar a todo lo que se interponga en su camino, lo hará sin dudarlo. Con su espada invocó un fuerte viento que atravesó y rompió las puertas del castillo.
Sí, es un huracán reencarnado en un ser humano.
Más demonios los esperaban dentro. Están dispuestos a proteger a su gran líder. Una sonrisa socarrona y divertida surgió de sus labios. Él es un verdadero asesino y un sádico disfrutando en matar a cualquier ser vivo demoníaco. Sin embargo, cierta persona motivada se interpuso en medio. La magia del Señor del Sonido dejó noqueado a unos cuantos que no se lo esperaban. Es ruidoso y molesto, dándole un toque explosivo.
—¡Estoy que me salgo! —gritó un emocionado Tengen.
—¡Yo también estoy emocionada! —exaltó Mitsuri, quien estaba al lado de Obanai.
—Ver morir a estas almas en pena, me da mucha tristeza —gimió Gyomei con lágrimas en los ojos.
—No debemos perder la cabeza —recomendó el Señor del Agua—. Noto presencias poderosas.
—¿S-Serán las Lunas Superiores? —preguntó Tanjiro.
—Es posible.
A Sanemi le interesó mucho, aunque miró de reojo a Shinobu. Ella mantenía un rostro serio. Sabe lo que significa. Si encuentra al demonio que mató a su hermana, no dudará en matarlo con sus propias manos. Es su venganza. Él también lo haría, pero Sanemi tiene otros problemas que debe resolver. Su gran prioridad es rescatar a la princesa.
Todos los caballeros se percataron que no había un demonio alrededor suyo. Todos han desaparecido. Esto alarmó a más de uno. Tengen afinó más sus oídos para escuchar cualquier cosa. Pasos se acercaban. Tomó posición de ataque y el resto lo imitó.
—Tenéis bastante valor para entrar al castillo del gran Muzan —alzó la voz Akaza, quien bajaba las escaleras con total tranquilidad—. Me gusta. Me gustan los humanos fuertes.
—No permitiremos que lleguéis hasta nuestro rey —advirtió Gyutaro y a su lado Daki.
—Es una lástima que tengamos que mataros —dijo con sarcasmo Douma.
—Somos más fuertes que ellos, Hatengu.
—P-Pero dan mucho miedo, Gyokko.
Sanemi analizaba todo. Si se entretenía con las Lunas Superiores, no podría llegar hasta su amada. Debe de idear un plan. El primero quién hizo un movimiento fue Akaza y Kyojuro se interpuso entre él y el Señor del Viento.
—Oh, ¿fuego? Interesante —dijo con una sonrisa de oreja a oreja con cierta ilusión.
—¡Ve arriba, Sanemi! ¡Nosotros nos encargaremos de ellos! ¡Ve con Gyomei y con el joven Kamado!
—¡Sois idiotas! ¡No os permitiremos que os acerquéis a Muzan-san! —Daki usó su obi para estirar y capturar a sus enemigos. No obstante, Obanai se lo impidió.
—¡Daos prisa! ¡Antes de que esto se descontrole!
Tanto Gyomei como Tanjiro se adelantaron hasta que Sanemi reaccionó. Los tres esquivaban a todo momentos al resto de Lunas Superiores. Ellos confían en sus compañeros. Ellos no iban a fallar. Sus grandes habilidades los han convertido en grandes señores. Caballeros poderosos dispuestos a dar su vida por el reino.
Ahora la gran pregunta es: ¿dónde estará ___? Si él tuviera la habilidad de Tengen podría averiguarlo en un instante. Entonces vio a Tanjiro mover su olfato. Oh, cierto. Escuchó que ese chico tenía una nariz bien desarrollada capaz de distinguir los sentimientos de los seres vivos. Solo susurró una cosa: hambruna. La princesa lo ha pasado mal con respecto a la comida. Ella es la única que puede experimentar esa sensación.
Los dos señores siguieron a Tanjiro guiándose por el olfato. Están teniendo mucho cuidado en no toparse con ningún enemigo. No está siendo nada fácil. Al menos fueron entrenados para estas situaciones extremas. Y tienen la suerte de que está Gyomei con ellos porque es considerado el más fuerte de esta generación.
«¡La torre!», exclamó Tanjiro. ___ le mencionó que ella estuvo encerrada durante su infancia en ese lugar. Esos animales son una escoria. Ahora sí que Sanemi estaba furioso. Traspasaron una gran puerta y los tres se detuvieron. Una gran sala con varias columnas y diferentes entradas. Y enfrente se encontraban los peores enemigos.
Kibutsuji Muzan y Kokushibo, quien aún sostenía el brazo de la princesa.
—¡Suéltala, insecto! —escupió el peli-blanco. Se cabreó.
—Así que este es el tipo con quien te revolcaste y me dio un nieto que no vale —dijo Muzan con desinterés—. Tus genes son una porquería.
—¡La única porquería que hay aquí eres tú! ¡Suelta a mi esposa!
Muzan iba a continuar, sin embargo, sus labios se sellaron al presentir una magia muy conocida por él. Y no es el único. Sus ojos rojos inyectados de sangre se clavaron en el joven Kamado. Un gruñido de molestia soltó.
—No puedo creer que haya un descendiente de tu difunto hermano, Kokushibo.
—Yo… estoy sorprendido, sí.
—¿Difunto hermano? —Eso confundió a Tanjiro. Sin embargo, vio bien a la Primera Luna Superior y entendió a lo que se refería—. El hermano gemelo mayor de Tsukiguni Yoriichi: Tsugikuni Michikatsu.
—Ese nombre ya es pasado —le comunicó—. Soy Kokushibo, la Primera Luna Superior. Muzan-sama me dio la oportunidad de ser más fuerte que mi propio hermano.
—Él… te admiraba.
—No, yo solo fui una sombra. Pero eso se acabó. —Los tres pares de ojos del demonio se fijaron en Sanemi—. Si quiero ganarme el corazón de la princesa, tendré que acabar contigo y luego devorar a tu hijo.
—¡Y yo te he dicho que la sueltes!
La rabia de Sanemi es potente. Usó su gran velocidad para atacar a Kokushibo y este empujó a la princesa para detener el impacto. ___ está asombrada ante la resistencia del demonio. Lo estaba viendo ante sus propios ojos.
Muzan no perdió de vista a aquel muchacho que realizó ataques directos hacia él asimilando una danza. Este es el tipo de magia que más teme. Lo peor de todo es que Gyomei lo estaba ayudando. Eso no pintaba bien para el Rey de los Demonios.
___ se escondió todo lo posible. No quería que su hijo saliera herido. Es su gran prioridad en este instante. Ahí observaba todo lo que estaba pasando. Su gran preocupación es su esposo. Él no parecía que tuviera dificultades en enfrentarse a su enemigo. De hecho, Kokushibo está sorprendido ante la agilidad y la fortaleza de este. Se ha enfrentado a muchos caballeros durante muchos siglos. Esto despertó su interés.
En cambio, Sanemi estudiaba con detenimiento a Kokushibo. Él solo se defendía. No sacó el filo de su espada. Eso molestó demasiado al chico, pero debe mantener la compostura. De seguro que es algún tipo de estrategia. Estamos hablando de un demonio muy poderoso al igual que Muzan y que tiene mucha experiencia en el campo de batalla.
Sanemi tenía mucho cuidado en que sus ataques no fueran dirigidos a su familia. Debe protegerlos a toda costa. Cuando Kokushibo dijo aquellas palabras, sospechó de que el demonio tenía sentimientos hacia ella. Si fuera así, ¿por qué no la salvó? Oh, se le olvidaba. Son seres sin emociones. Son diferentes a su esposa.
Y su espalda chocó con la de Tanjiro que estaba teniendo problemas con el rey. El peli-blanco se sorprendió ante la transformación de Muzan. Es el horror de todos los demonios. Esa es la forma verdadera escondida detrás de una máscara.
—¡Eso os pasa por enfrentaros a mí! ¡Yo soy el más grande! ¡El ser más poderoso que ha creado el mundo!
Gyomei está sumamente herido ante los ataques mortales de Muzan. No. Esta batalla no pueden perderla. Si se rinden ahora, todo esto no será en vano. Los llantos del bebé se hacen presentes en esta batalla. Al pequeño Vento no le gustaba la tensión que se cernía a su alrededor. ___ lo calmaba todo lo que podía. Ojalá pudiera hacer algo para detener esto. Ella no nació con poderes como su padre. Es una inútil.
La vida no desea que ella sea feliz con los seres que ama. Siempre se ha imaginado estar en el campo observando con detenimiento a las flores y, a su lado, Sanemi abrazando su cintura. ¿Por qué no puede tener esa felicidad? Lágrimas de rabia y de tristeza salen de sus ojos, mientras se mordía el labio inferior importando poco si comienza a sangrar.
Y sus ojos se abrieron al ver una espada en el suelo cerca de ella. Casi chilló porque Sanemi estaba indefenso y herido al igual que el joven Tanjiro. ¿Cómo es posible? Hace escasos minutos que estaban bien. El miedo invadió todo su cuerpo porque iba a perderlo. Su cambio hacia ella le transmitió de cierta manera muchas cosas. Seguridad así misma, sobre todo.
No desea perderlo.
Es el amor de su vida.
Todo a su alrededor se nublaba salvo con él.
Sus ojos (c/o) se fijan en la espada de su esposo. Lentamente iba estirando su brazo para alcanzarla y sostenerla. Pesaba, sí. Ella no está acostumbrada a las armas blancas. Luego con la toalla que cubría al bebé lo usó para colocarla en su pecho y poner a su hijo, como para cargarlo teniendo así las manos libres. Hay una intención bien clara y no la iba a perder. No esta vez.
—Sois unos humanos ineptos —habló Muzan—. Soy inmortal. Lo sabéis bien de sobra. Los demonios dominaremos este mundo y yo encontraré la invulnerabilidad absoluta.
—Solo… me reproduces asco —murmuró Sanemi tocándose las heridas.
—Eso me dicen y que también soy sádico, un don nadie… Yo antes fui humano como vosotros, pero la enfermedad me ha convertido en lo que soy ahora. Kokushibo acaba con ellos.
La Primera Luna Superior acataría la orden de su rey sin dudarlo. Su objetivo principal fue Sanemi. Si acaba con él, la princesa se enamorará definitivamente de él. Desenvainó su espada a punto de cortar su cabeza, no obstante, todo su cuerpo se paralizó. Escupió sangre y sus tres pares de ojos miraron hacia abajo. Una hoja clavada en su pecho izquierdo, en su corazón.
La responsable fue ___.
—¡___!
—¡Princesa Kibutsuji!
—No… permitiré que lo toques —gruñó la joven. Su mirada se afiló cual gata y mostró sus colmillos con cierta amenaza hacia su enemigo.
—... Cometéis un error. Estáis hechizada por una raza que no es la suya, sí.
—¡No lo estoy! ¡Sé claramente que es lo que quiero!
—Hija mía —la llamó Muzan—, no hagas ninguna estupidez.
—¡¿Desde cuándo me has llamado de esa manera?! ¡Eres un mentiroso y un mal padre! ¡No puedo perdonarte por lo que me has hecho durante estos años! ¡Nunca me quisiste!
—¡Siempre te quise!
—¡Para devorarme y ser invulnerable al sol! —Más lágrimas se apoderan de la joven. Esas gotas caían en el mango de la espada—. ¡Estoy harta de ser débil! ¡Quiero luchar por aquello que amo! ¡Y ninguno de mi raza me va a impedir eso!
Kokushibo no dijo nada más porque está petrificado, es decir, todo su cuerpo no se podía mover. Y lo más raro es que empezó a sentir un inmenso calor insoportable en su pecho. Lo siguiente que escupió no es sangre, sino lava ardiente. Eso llamó a más de uno. La Primera Luna del Sol se estaba derritiendo por dentro.
___ se asustó tanto que se apartó de golpe sacando aquella espada. El demonio gritó con todas sus fuerzas pidiendo ayuda porque esa sensación estaba siendo horrible. Lentamente iba desapareciendo poco a poco. Esto fue una gran oportunidad para Gyomei en cortar su cabeza viéndolo indefenso.
Kokushibo fue eliminado.
Muzan quedó paralizado. Esa magia es horrible. Sus ojos rojos quedaron fijos en su hija quien mantenía firme su espada. Ella aún seguía llorando y aquellas lágrimas caían al suelo creando un agujero, cual lava saliendo de un volcán. Eso solo significaba una cosa:
—Has… despertado tu sangre demoníaca —murmuró el demonio.
—V-Vaya… Nunca me imaginé que la princesa tuviera un poder tan… monstruoso —dijo Tanjiro con miedo.
—Tal vez su magia representa el sol —continuó hablando Gyomei.
—¿Es por eso que es un poco inmune, aparte de que sea media humana?
Sanemi está sorprendido y, al mismo tiempo, orgulloso. La princesa tiene mucha determinación y lo está demostrando ante el rey. Cuando tiene que defender, lo hace sin rechistar. El bebé estaba tranquilo porque se sentía seguro con su madre, aunque Sanemi está algo preocupado porque Muzan rio por lo bajo.
—Pequeña ingrata. Con que quieres desafiar a tu padre, ¿eh? Muy bien. ¡Te demostraré de lo que es capaz el Rey de los Demonios!
Todo fue tan rápido para ___ que no lo vio venir que cerró los ojos por miedo. No sintió nada atravesar su pecho. No escuchó a su hijo dar su último suspiro. Un olor a sangre inundó sus sentidos. Ese aroma lo conocía bien. Al abrir los párpados se encontró el horror.
—¡Sanemi!
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