Capítulo 14. Vento

—Siento que mi presencia no es de buen agrado para algunos.

No. La verdad es que no. Tamayo es un demonio que desertó de las tierras de aquel rey despiadado porque un humano le abrió los ojos. Un humano que teme a Muzan y que, hoy en día, puede que haya reencarnado.

—No, en absoluto —calmó Kagaya.

—La paz que ha firmado con Muzan es solo un engaño —murmuró. Ella podía sentir la mirada de Sanemi—. Él solo quería que su hija quedara embarazada por uno de los suyos.

—¿Con qué propósito?

—Los demonios no podemos caminar bajo el sol —aclaró. Una afirmación que todos saben—. Muzan está obsesionado en ser inmortal y siempre ha buscado la manera de ser inmune a la bola de fuego. Sus experimentos fracasaron. Lo intentó con una humana quien le dio un hijo. Este aguanta, pero no lo suficiente.

—Espera —interrumpió Sanemi—. Estás hablando de la madre de ___, ¿verdad?

Los ojos de Tamayo se oscurecieron. Para Samemi es suficiente. Él apretó los puños con fuerza queriendo golpear a ese desgraciado. Experimentar con humanos debe ser un pecado.

—No amó a su hija. Los engañó a todos —continuó hablando—. La encerró en una torre cuando solamente tenía cuatro años… Esto lo sé porque fui responsable de su nacimiento y de la muerte de su madre.

El silencio reinó en la sala. Nadie juzgará por las decisiones que ha tomado Tamayo, pero sí es cierto que dejó a Muzan experimentar para que consiguiera la tan deseada inmortalidad.

—Y al cumplir la mayoría de edad y de que usted le haya propuesto el tratado de paz, Muzan vio la oportunidad de que su hija engendrara un heredero. No para gobernar… Si no para devorarlo.

—... ¿Insinúas que ese hijo de puta quiere comer a mi hijo? —preguntó Sanemi despertando su furia.

—Sí, y así ser inmune.

—¡Qué estupidez! —gruñó.

—Calmaos, Señor del Viento —habló Kagaya—. La ira no resolverá nada.

—¡Patear traseros y cortar cabezas, sí! ¡Ese malnacido no tocará a mi hijo por sus caprichos!

—Estoy de acuerdo con Sanemi, oyakata-sama —interrumpió Gyomei, el líder de los señores—. Debemos rescatar a la princesa antes de que sea demasiado tarde.

Kagaya observaba con detenimiento a sus hijos que estaban dispuestos a sacrificar sus vidas por salvar un demonio, incluyendo a Sanemi. Él ha visto con sus propios ojos ya moribundos el cambio drástico que dio el chico cuando conoció a ___. Está claro que se ha vuelto muy protector con ella al enterarse de su estado físico. Kagaya es un rey que venera el bienestar de la humanidad. Los demonios no deberían estar en estas tierras, salvo aquellos que se rindieron.

El Rey de los Humanos cerró los ojos antes de tomar una decisión drástica. Sería una locura enfrentarse a Muzan y a las Lunas Superiores. Sin embargo, recordó de cierto joven con una habilidad culinaria con la espada y heredó cierta magia extinta. Una similar al Señor del Fuego, pero más ardiente que el sol.

—Rengoku —lo llamó—, ¿el joven Kamado ha vuelto de su misión?

—Sí, oyakata-sama.

—Quisiera que el joven vaya con ustedes.

—¡Solo es un crío! —se exaltó Iguro.

—Pero él tiene un poder increíble y diría yo que es descendiente del primer espadachín con magia solar. Además, cuando vino hasta mí, me pidió encargarse personalmente de Muzan por matar a su familia y transformar a su hermana en un demonio.

Lo recuerdan. Kamado Tanjiro vino de un pueblo moribundo transportando a su hermana Kamado Nezuko en brazos y pidiendo ayuda. Nadie se la quiso dar por estar con un demonio. Ni siquiera los Señores. El único que le abrió la puerta fue Kagaya. Vio en él esperanza. Escuchó rumores que él es bondadoso, más aún con los demonios que ejecuta, deseando entender sus motivos.

La vida nos sorprende.

—Si es su deseo oyakata-sama, la cumpliremos —dijo Shinobu haciendo una pequeña reverencia. El resto la imitó.

Sanemi no iba a desobedecer a la persona que le dio la mano cuando estaba en apuros. Sin embargo, su prioridad ahora es su esposa y su hijo que están en peligro. Si tiene que matar personalmente a Muzan, lo hará con mucho gusto.

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—Veo que se encuentra mal. ¿Quiere que llame a un doctor?

Akaza está en la habitación de la princesa viendo que se estaba retorciendo de dolor. Es normal que esté sintiendo contracciones muy fuertes. No es posible que su hijo quiera nacer pronto. Lo tiene que evitar a toda costa. No desea que muera en manos de su padre Muzan. De un momento a otro, rompió aguas.

—¡Mierda!

—Ah, ya veo —suspiró Akaza—. Será mejor que esté acostada. Iré en busca de un doctor.

—¡No! ¡Me niego a que me toquen! ¡Ni al bebé tampoco! —exclamó. Sus ojos cambiaron a uno rojo intenso mostrando su ira y también sus colmillos. Está sacando su lado demonio.

—¿Y desea que su hijo nazca durante el parto?

No. No lo desea en absoluto. El silencio significaba mucho para Akaza, así que por telepatía se contactó con su señor para que enviase con urgencia a un doctor. Él caminó hasta ella para ayudarla a acostar. Podía escuchar sus respiraciones que se volvían dificultosas o se quejaba de dolor por cada minuto que pasaba.

Obviamente, el doctor llegó a tiempo y no vino solo. Está siendo acompañado por Muzan y por Kokushibo. El Rey de los Demonios quería presenciar el nacimiento de su nieto que, dentro de nada, perecerá a su causa. El doctor le pedía que pujara con todas sus fuerzas para que el bebé naciera, pero una parte de ella no quería. Si lo hace, Muzan no tendrá piedad en comérselo.

No. Su cuerpo no se lo estaba permitiendo, así que gritó y pujó todo lo que pudo. Sus manos se agarran con firmeza las sábanas. Nunca ha experimentado tal dolor. Rugía sin control e imploraba que esto pasase rápido. Ya no aguantaba más. Su cuerpo se iba a romper en dos.

Y un milagro ocurrió. Un llanto de un bebé retumbó los oídos de cualquier criatura presente. A ___ se le escapó unas cuantas lágrimas. Deseaba tenerlo en sus brazos para calmarlo, sin embargo, no fue así. Muzan tomó a aquel varón en sus manos. El horror inundó sus emociones.

—¡Por favor! —le suplicó—. ¡Deja a mi niño en paz! ¡Es mi primer hijo! ¡Padre!

Muzan no la escuchaba. Está centrado en su objetivo. El niño no paraba de llorar queriendo estar en los brazos de su madre. Muzan obtendrá su invulnerabilidad con él, pero antes debe comprobar que es puro.

De su bolsillo sacó una pequeña probeta que contenía un líquido color morado. Es proveniente de la glicina que es mortífera para los demonios. Si el bebé resiste a ello, eso significa que no recorre sangre demoníaca. Solo echó una pequeña gota en su frente, mientras escuchaba los aullidos de su hija. Esperó cinco segundos, diez, quince…

—¡No!

___ estaba confusa ante ese grito, sin embargo, todo estaba claro para sus ojos. La frente de su hijo se estaba quemando a causa de la glicina. Eso significa que…

—¡No! ¡No! ¡Mi plan ha fracasado! ¡Este niño es una completa basura!

Muzan está tan rabioso que lanzó a su nieto lejos de él. Estaba a punto de ser estampado en la pared, pero Akaza llegó a tiempo. ___ dio gracias al cielo que ese demonio salvó la vida a su pequeño, quien estaba en sus brazos ahora. Poco a poco el bebé se iba calmando porque reconoció el dulce aroma y la voz de su madre.

—¡Estaba cien por cien seguro que saldría invulnerable! —gruñó la criatura.

—S-Su majestad piense que es solo un bebé. Habrá que esperar a que se desarrolle y ahí comprobaremos si lo es o no —sugirió el doctor con nerviosismo.

—Esto ya lo he vivido y usted lo sabe bien —lo corrigió.

—Lo sé, pero los tiempos cambian. Y la generación también.

Muzan no quiso escuchar más, por lo que tomó la decisión de retirarse y el doctor fue tras él para explicarle con más detalle. Kokushibo estaba decepcionado ante la noticia. Ese engendro de la princesa seguirá vivo hasta el final. Ese bastardo debe desaparecer de alguna manera. Él también se retiró, pensando en un plan de conquistar a la princesa.

Akaza se quedó ahí. No le gustó la forma que trató su señor a su nieto, pero entiende perfectamente su enojo. No es lo que había planeado. Tampoco el niño tenía la culpa de haber nacido con sangre demoníaca. Por el rabillo del ojo, vio a ___ dándole el pecho al niño. Es de mala educación eso, así que tomó la decisión de retirarse para dejarla a solas.

—Akaza —lo llamó. Él se detuvo para escucharla—, gracias por salvar a mi bebé.

Esa palabra de agradecimiento fue extraña para el demonio. No dijo nada, tan solo se marchó con ese resentimiento en su ser.

La princesa miró con detenimiento a su hijo. La quemadura de aquella planta se iba regenerando poco a poco gracias a su lactancia. Se parece mucho a su padre. Ella esbozó una pequeña sonrisa, mientras acariciaba con dulzura su rostro. Tiene que darle un nombre, pero ¿cuál es el ideal?

—Vento —susurró—. Shinazugawa Vento.

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Sanemi miraba al horizonte teniendo la corazonada de que alguien susurró su apellido, cual viento. ¿Será la princesa quién le está mandando un mensaje? Está echando de menos su lado dulce y preocupada por la humanidad. También su piel fría cuál nieve helada. Él se miró las manos recordando ese momento, cuando la tocó por primera vez. El hielo es capaz de quemar al igual que el fuego.

Deseaba estar a su lado y presenciar el nacimiento de su hijo. Desde sus propias manos creó un pequeño remolino de viento que salió a sus anchas por el exterior. Su destino es el castillo del Rey Muzan. Solo quiere saber cómo está su esposa. La futura madre de su hijo.

Desde su posición podía ver a Kyojuro convenciendo al joven Tanjiro de unirse para rescatar a ___. Él estaba sorprendido y no paraba de repetir que no estaba preparado. El Señor del Fuego tenía el don de animar a los jóvenes a no rendirse. Es normal, su voluntad es de fuego.

—Estás pensativo —habló Iguro, quien se colocó al lado de su amigo.

—Solo estoy preocupado.

—Esa princesa te ha cambiado. Tú no te comportarías así.

—Eso es cierto —afirmó—. Yo no pensaba en enamorarme de un demonio, pero el destino lo quiso.

—Un asesino de demonios completamente enamorado. ¿Quién lo iba a decir? Además, estás esperando un hijo.

—¿Te molesta?

—No, solo que tengas cuidado —dijo—. A la hora de entrar en el territorio del Rey de los Demonios nos encontraremos con muchos enemigos.

—Eso no te lo discuto.

El pequeño remolino que creó, volvió a su mano. Sus ojos se cerraron para escuchar algún sonido familiar. La voz de ___ y un llanto de un niño. Y, a la vez, el nombre. Sanemi esbozó una pequeña sonrisa.

«Aguanta. Pronto volveremos a estar juntos como una familia».

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