Capítulo 10. Una noticia impactante

La princesa demonio se estaba sintiendo extraña. No sabe describir el motivo, pero tiene ciertos antojos de comer cosas dulces. Las sirvientas están sorprendidas ante la capacidad de comer tanto de ___ y no engordar. Cosas de demonios, pensaron. Pero también se dieron cuenta de que la barriga de la criatura había crecido un poco. Eso significaba una cosa, pero no querían decir nada.

Sin embargo, ___ lo notaba y se acariciaba el vientre pensando que sería por los atracones de comida. Deberá resistirse a ello. No deseaba verse fea para Sanemi. Sus sentimientos hacia él son más fuertes que antes y le gustaría compartir una vida tranquila con él. En su cabeza se imaginó una familia con Sanemi. Ella los amaría, mientras que él los protegería. Una duda surgió en la cabeza. ¿Cómo se puede tener un bebé? Ella sabe que salen de las mamás, pero no la creación de un ser vivo.

Esa duda se la podrá responder Sanemi, quién ahora mismo estaba entrenando. Con entusiasmo salió de la habitación con la ropa que le permite protegerse del sol. Necesita saber si Sanemi estaría dispuesto a tener una familia con ella, con un demonio. Eso alegraría su alma.

Está tan feliz que, cuando giró a la derecha, se chocó con alguien. Se iba a disculpar, pero se sorprendió al ver el rostro de la persona que tiene un cierto parecido a su esposo. El único cambio que hay es que es un poco más alto que el nombrado y su cabello es negro, largo y un poco rapado a los lados.

¿Un hermano, quizá?

—H-Hola… —saludó con timidez.

Este no saludó. Solo frunció el ceño con cierta molestia causando que la princesa se encogiera en su sitio. Su cuerpo empezó a temblar. Lo mejor será largarse de ahí cuanto antes y encontrar a Sanemi.

—Tú debes ser la princesa demonio quien se casó con mi hermano, ¿verdad?

Premio. ___ asiente levemente con cierto pavor hacia ese muchacho.

—Yo no entiendo como mi hermano pudo aceptar tal cosa —comentó. En su voz se notaba el desprecio.

—O-Oyakata-sama lo quiso así…

—¡Pues no comparto esa idea!

___ se encogió de su sitio. No le gustaba que la gritaran. De hecho, el miedo invadió su ser y no estaba segura que hacer, si gritar o llorar. Solo quería irse. No duró unos segundos. Se largó corriendo porque no quería saber nada de ese chico. La impotencia de sentirse vulnerable es el peor enemigo. Así se sintió cuando conoció por primera vez a Sanemi. Se está repitiendo lo mismo.

La joven fue en busca de su actual pareja. A su esposo. Necesitaba estar segura en sus brazos. Saber que él nunca la decepcionará. Al apresurar sus pasos, notó una pequeña presión en su estomágo que tuvo que detenerse, apoyando la mano en la pared. Que raro. Es difícil que los demonios se pongan enfermos. A lo mejor es la comida que le sentó mal. Iba a dar otro paso, pero otra vez ese dolor.

La princesa gruñó por lo bajo no entendiendo lo que estaba pasando. Ese dolor no iba a impedir a que fuera a la zona de entrenamiento para hablar con Sanemi. Volvió a caminar ignorando ese síntoma de su estómago. Poco a poco su rostro comenzaba a sudar porque gotas resbalaban desde el nacimiento de su frente hasta la punta de su barbilla. ¿Alguien la envenenó? No. Es imposible. La única sustancia efectiva con los demonios es la glicina proveniente de una flor.

Cada vez su respiración se volvía más agitada y casi iba a caer, pero no, se mantuvo firme apoyando la mano en la pared. Sólo faltaba poco para llegar hasta Sanemi. Ya escuchaba los gritos de los caballeros entrenando con dureza.

Mientras tanto, el Señor del Viento luchaba con ferocidad con el Señor del Agua ante una disputa que hubo. Todos los soldados apoyaban a Sanemi o a Giyu; los más novatos estaban asombrados ante las destrezas de esos dos espadachines. Los señores solo observaban con cierto orgullo y perspicacia. Giyu hizo un movimiento de espada invocando el agua en el filo de esta con la intención de golpear a su contrincante, y no se esperó que Sanemi reaccionara a tiempo esquivándolo.

Es una tontería la disputa. En realidad, ambos señores se llevan mal. Todos los señores se llevan mal con Giyu, menos Kyojuro y Shinobu. El agua y el viento son dos fuerzas de la naturaleza capaces de destruir todo a su paso, pero uno conlleva la paz y la naturaleza, y el otro el caos y la misericordia. Ninguno de los dos está sudando. Saben controlar bien sus respiraciones. Por ello, son conocidos como grandes espadachines.

—¿Quieres continuar, Señor del Agua? Porque parece que está resbalando una jodida gota por tu sien —bufó Sanemi con una sonrisa socarrona.

Giyu no dijo nada. Prefiere el silencio para estar concentrado en su batalla. Ambos estaban a punto de asestar el último ataque, pero un caballero los interrumpió.

—¡Señor del Viento! ¡Su esposa, Kibutsuji ___, ha venido a verle! —informó, pero el siguiente comentario lo dijo bajito—. Y… no la veo bien.

El rostro de Sanemi cambió drásticamente ante esa noticia. Sus ojos se postraron en la figura de la princesa, quien se acercaba con lentitud y sin fuerzas. La joven sonrió al verlo, sin embargo, se desvaneció en el suelo. El peli-blanco corrió para socorrerla y Shinobu reaccionó también poniéndose a su lado.

—¡¿Qué demonios le pasa?! —exclamó Sanemi no entendiendo el estado de su esposa.

—¡Llévala a la enfermería! La inspeccionaré mejor.

La pelea tuvo que finalizar porque esto es una urgencia. Sanemi cogió en brazos a la joven y fue con la Señora del Insecto hacia la enfermería. El resto de sus compañeros lo siguieron, dando una orden al resto de soldados que continúen con el entrenamiento.

La piel de ___ está fría, pero más que antes. También tiene un color un poco más pálido, como si no hubiera comido durante días. Esta mañana Sanemi la vio bien, reluciente. Ahora está viendo a ___ como una especie de zombie o cadáver. ¿La causa es por estar expuesta al sol? No. Ella siempre es precavida. Suele ponerse estas ropas de protección hacia la bola de fuego.

Ya en la enfermería, Shinobu pidió a Sanemi que dejara el cuerpo de ___ en la camilla y luego le suplicó que se retirara, que ella se encargará el resto. El peli-blanco iba a discutir, pero Tengen se lo impidió, agarrando su brazo y lo tiró con fuerza. Este chasqueó la lengua con cierta molestia. Él quería estar con ___, ver qué le pasaba realmente y no quedarse con los brazos cruzados.

Los Señores de los Elementos se dieron cuenta del comportamiento de su compañero. Su actitud con ___ ha cambiado desde que llegó. Todos pensaban que la princesa iba a morir en manos de Sanemi, pero aún sigue viva y él parecía estar preocupado por su estado.

El peli-blanco caminaba de un lado a otro mostrando su desesperación en conocer alguna respuesta por parte de Shinobu. Estaba tardando demasiado. No le gustan las esperas. Kyojuro iba a decir algo, pero Gyomei se lo impidió porque le dijo sabiamente que no hay que rabiar más al viento porque puede provocar una tormenta, literalmente.

Al cabo de unos quince minutos, Shinobu abrió la puerta para ver a sus compañeros, pero su mirada se centró en Sanemi. El rostro de este mostraba intriga y confusión. El silencio lo estaba matando. Shinobu esbozó una pequeña sonrisa y le indicó la cabeza que entrara. Eso confundió aún más al Señor del Viento. ¿Cómo podría estar tranquila?

Vio a ___ estabilizada con un cateter en el dorso de su mano y con una sonrisa débil en su rostro. Sanemi no resistió en agarrar su mano dando entender que siente un gran afecto en ella. Claro, ese gesto sorprendió a más de uno.

—¿Qué le ha pasado? —preguntó con más calma.

—Su cuerpo está teniendo un pequeño cambio y está teniendo efectos secundarios —informó—. ¿Te acuerdas de la muestra de sangre que me entregaste? —Sanemi asintió—. Tus sospechas son ciertas. Ella es una híbrida. Media humana y medio demonio.

—¡¿De verdad?! —exclamó Tengen.

—Es por eso que no siente odio hacia nosotros y que puede resistir parcialmente a la luz del sol.

—Eso… me alivia —suspiró ___. Estaba feliz ante esa noticia.

—Dijiste que su cuerpo está teniendo un pequeño cambio. ¿A qué te refieres? —preguntó Sanemi, volviendo al tema.

El silencio reinó. Joder, esas cosas no lo aguantaba el peli-blanco. Necesita una respuesta urgentemente. Shinobu aclaró la garganta antes de continuar hablando.

—Enhorabuena a ambos, vais a ser padres de una pequeña criatura en pleno desarrollo.

Los dos se quedaron en blanco, y más la princesa que muestra un rostro de confusión.

—... ¿Qué voy a ser qué?

—¿Voy a ser mamá? ¿Cómo?

—En tu barriga se está desarrollando un pequeño y minúsculo bebé —siguió hablando—. ¿O acaso no te explicaron que el coito es una manera de engendrar bebés?

Ahora la cara de ___ se puso más roja que nunca. Sanemi y ella tuvieron dos encuentros sexuales y no llegó a pensar que eso causaría su estado. Así es como se crean los bebés.

—Pero aquí está el problema —interrumpió Shinobu para seguir hablando—. Tu gen principal es la sangre de demonio. Al tener un poco de gen humano en tu sistema y mezclar con el de un humano, está causando que el bebé nazca con un 75% de humano y un 25% de demonio. O tal vez cien por cien. Aún no tengo bien claro los detalles. Es por ello que tu cuerpo reaccionó de esa manera. Estás teniendo cambios bruscos que pueden perjudicar al bienestar del feto.

—Me estoy confundiendo —alzó la voz Mitsuri.

—Lo que quiero decir es que tu cuerpo hará todo lo posible en rechazar al feto.

—... ¿Y hay una manera de impedirlo? —preguntó ___.

—Nunca he tratado a una híbrida, pero puedo chequearte cada semana para ver la evolución. Si te sientes mal y débil, solo debes mandar a una sirvienta y yo iré enseguida. La pregunta principal es: ¿queréis los dos a la criatura?

A ___ le haría mucha ilusión tener un bebé, un hijo con Sanemi; sin embargo, debido al peligro que puede haber, seguramente que el peli-blanco lo rechazará. La princesa no dirá nada, solo esperará a que el Señor del Viento diga esas palabras que tanto le dolerán.

—¿Me prometerás que harás todo lo posible para que nuestro hijo nazca?

___ abrió los ojos con sorpresa mirando a su esposo. El rostro de Sanemi mostraba determinación y confianza en Shinobu. Ella simplemente asintió con la cabeza dando su palabra al Señor del Viento.

Un grave error que sufrirán en un futuro.

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