Capítulo 1. El comienzo de todo
Kibutsuji ___, hija de Kibutsuji Muzan. Hija del Rey de los Demonios. Es la futura heredera del trono. Uno pensara que es una criatura peligrosa. Los seres humanos deben temer porque ella portaba el don de la oscuridad y era capaz de descuartizar a sus presas o convertirlos en demonios.
No. Todo lo contrario.
A la edad de los cinco años, ___ experimentó la necesidad de no hacer daño a ninguna criatura. Amaba a los animales y a los seres humanos. Y también amaba a su padre, sin embargo, él empezaba a repudiar a su hija por el simple hecho de ser tan débil. Ella nunca se convertirá en la verdadera heredera de ese trono.
Desde muy pequeña la encerró en una gran torre alejada de todo demonio. Los soldados ignoraban los llantos de la princesa queriendo irse de ahí y pedía ver a los conejos. En ese cuarto solo había una cama pequeña y un ventanal grande, dónde huía del sol. Como demonio, los rayos solares eran su gran debilidad. Ella moriría en el intento al estar expuesta. Son criaturas nocturnas.
La comida era un desastre. Solo le daban un trozo de carne humana una vez al día. ___ no lo comía porque amaba a los humanos. ¿Por qué los demonios deben ser enemigos de los humanos? Es una pregunta que siempre se hacía cada vez que pasaba el tiempo. Lloraba y suplicaba a su padre que la sacara. Ella se portará bien. Que sería una buena hija.
Nada.
A esa edad debería estar aprediendo a escribir y a leer. Toda su infancia se la pasó metida en ese lugar e inventándose amigos imaginarios para no sentirse sola. Ahí poco a poco empezó a experimentar un odio profundo hacia Muzan. Él era cruel. Un demonio sin corazón. ___ nunca conoció a su madre y ya deseaba sentir sus brazos para calmar su soledad.
Trece años pasaron desde aquel suceso.
___ abrió los ojos escuchando las puertas de aquel calabozo abrirse. Seguramente le entregarán la comida del día que siempre ha rechazado. No. Su mayor sorpresa fue ver a unas sirvientas entrar con una gran palagna con agua. La princesa demonio parpadeó unas cuantas veces no entendiendo nada. Una de ellas se acercó con suavidad a la chica para quitar esas ropas mugrientas y acompañarla para que se metiera ahí.
La peli-(c/c) empezó a quejarse de dolor por las magulladas de su cuerpo. Mucho tiempo sin recibir ningún tipo de baño. Todo esto la estaba confundiendo mucho. Las sirvientas se deshacían de los nudos creados en sus cabellos. El olor a jabón de jazmín inundó sus sentidos que cerró los ojos dejándose llevar por la sensación.
El baño terminó y empezaron a vestirla adecuadamente. Un traje típico de princesa. Sus cabellos estaban recogidos por un diadema. ___ todavía estaba en proceso de averiguar qué estaba pasando. Una de las sirvientas le pidió que la siguiera porque el Rey de los Demonios la estaba esperando en el trono.
Kibutsuji Muzan, su padre aclamaba su atención.
El odio volvió. No perdonará el hecho de haberla abandonado desde los cinco años y vivir en un verdadero infierno, pero esto creaba más confusión porque no entendía todo esto. Largos pasillos recorrió para llegar a la sala.
El Rey de los Demonios se encontraba en el centro del lugar con los ojos rojos puestos en ella. Mucho tiempo sin verlo y seguía estando igual. Lógico, los demonios son inmortales, salvo ante la luz del sol. ___ se iba aproximando lentamente sintiendo un gran miedo hacia ese demonio. En cualquier momento, podría matarte.
—Kibutsuji ___ —susurró Muzan—. Arrodíllate ante tu padre.
Ella obedeció. El moreno esbozó una pequeña sonrisa viendo lo obediente que era.
—Has crecido mucho. —El demonio se levantó de su trono para acercarse a su hija. Sus dedos rozaron con sutileza su barbilla obligando a que alzara la mirada-. Tantos años sin verte y, mírate, hermosa como me imaginé.
—... Gracias, padre...
—Y siéntete afortunada porque hice una alianza con el Rey de los Humanos para que te cases con uno de sus señores.
Esa noticia sorprendió mucho a ___. Por las historias que había escuchado desde pequeña por sus sirvientas, cuando un hombre se casa con una mujer, es porque está enamorado. No entendía ese término la joven.
—Ya no vivirás en mi reino. Tendrás que ir hacia el reino de Ubuyashiki Kagaya.
La palabra libertad le vino a la mente. Iba a ser libre de esa prisión de cuatro paredes. Sus súplicas de niña fueron escuchadas. Ahora podrá amar a todo ser vivo que se le presentara.
—El carro te espera fuera. No hagas esperar a tu marido.
Ahora no sabe si odiar o amar a su padre, sin embargo, el dolor nunca se irá, aunque uno intente ocultar el sol con un dedo. ___ hizo una pequeña reverencia a modo de respeto y se fue retirando lentamente. Las sirvientas le entregaron una capa permitiendo cubrir su cuerpo de los rayos de la estrella iluminante.
El chófer le abrió la puerta para que la princesa entrara. Ella aún no daba crédito a lo que estaba sucediendo. Se iba a ir lejos de su hogar sintiéndose libre de esas cuatro paredes. Ahora no se sentía como un pájaro enjaulado. Siempre soñó en explorar el reino cuando tuviese la mayoría de edad. Ahora se iba a casar con un hombre que supuestamente la ama. ¿Cómo? Qué sentimiento más extraño, ¿no?
___ asomó la cabeza para ver el campo de flores. Sus ojos (c/o) estaban llenos de emoción y de alegría porque era hermoso lo que estaba viendo. Le gustaría poder pasear por ese campo, que su nariz respirara la esencia de su perfume. Muchos sentimientos estaban despertando en la joven pensando que no volvería a experimentar tal cosa. Una sonrisa de oreja a oreja se forjó.
El trayecto hacia el reino de los humanos era largo. Dos semanas de gran viaje. Pero, por fin, pisó aquel reino. Un gran castillo custodiado por una gran muralla los estaba esperando. El pueblo observaba el carro con cierta intriga. ___ se estaba poniendo un poco nerviosa porque esperaba ser una buena esposa para su futuro marido.
Unos soldados estaban esperando la llegada. El chófer paró el carro y uno de ellos abrió la puerta. Lentamente, la princesa ___ bajó del carro y miró con asombro el tamaño del castillo. Sin lugar a duda no era tan grande como su hogar, pero le impresionaba. Uno de los soldados le comunicó que le acompañara. El tono de su voz no fue agradable.
___ percibía las miradas de cada uno de los soldados o sirvientes de ese lugar. Odio, asco... Estas son las consecuencias de ser la hija del Rey de los Demonios. La chica decidió agachar la mirada no queriendo incomodar a nadie. Las puertas se abrieron dejando paso a una gran sala del trono. Enfrente estaba Ubuyashiki Kagaya junto con su esposa. Él es el Rey de los Humanos.
En las escaleras del trono había unos caballerosos que observaban con nervios hacia la princesa demonio. Más odio. Esto no le estaba empezando gustar a ___.
—Bienvenida a mi reino, Kibutsuji ___ —saludó. Su voz era gracil y apacible, capaz de calmar a cualquier bestia.
—Gracias por invitarme, su majestad.
—Un demonio educado —rio con suavidad—. Muchos demonios no tienen esa actitud. —Cierto era—. Sabes el motivo de tu traslado.
—Padre me comunicó que me casaré con un Señor de su reino.
—Como tratado de paz, decidimos tomar ese hecho —dijo. Ahora lo comprendía perfectamente—. Ya hemos organizado la boda para esta misma tarde.
Esa noticia impactó muchísimo a ___. La princesa demonio parpadeó unas cuantas veces intentando procesar esa información. Kagaya volvió a reír, viendo la confusión de la joven.
—Lo sé, es muy pronto, pero es una manera de proseguir con el tratado y que se cumpla.
—... ¿Puedo saber con quien...?
—¡Conmigo! ¡Prefiero casarme con un gusano que con la hija del Rey de los Demonios!
Una voz furiosa llamó la atención de ___. Un chico de cabellos blancos y cicatrices horribles le miraba con rabia. Un miedo atroz sintió la princesa demonio. Su boda no iba a ser nada agradable. Un demonio que amaba a todo ser vivo y un humano que odiaba a los demonios.
¿Serán capaces de compaginar?
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