Capítulo 17

Y sí, ambos quedaron encerrados en esa habitación. No había ventanas ni nadie que pudiese molestar. Alice se sentía culpable por lo que haría, pero estaba acostumbrada a querer huir cuando se trataba de su padre.

—Hasta aquí escucho tus pensamientos —le dijo el mafioso, acercándola, para abrazarla por la cintura—. ¿Estás bien, Alice?

Ella lo miró a los ojos y sonrió. No veía problema en quedarse con él para siempre. Podía decir que le gustaba más de lo que lo odiaba, pero si él solo la quería para sexo... estaba bien. Alice nunca había sentido la necesidad de estar con alguien, pero si la única manera de poder sentir a Maksym era entregándose a él, lo haría.

—Estoy bien —él la estudió por unos minutos y aunque su respuesta no lo convenció, no la iba a presionar.

—Podemos dejar esto para mañana y así tú...

No lo dejó terminar y lo besó. Un dulce y casto beso. Los labios de Alice eran suaves y carnosos. Maksym perdió el poco control qué tenía y profundizó el beso. Su lengua ingresó en su boca y fue recibido por la de ella. El suspiro al besarla fue notorio para la rubia.

«Tal vez beso mal», pensó la chica, pero no, eso no era así. Eran las ganas que tenía de besarla y su cuerpo al sentirlo se sintió realizado.

Se fueron caminando hacia la cama sin romper el beso. Maksym se la quería comer, quería fusionarse con ella si eso era posible. La acariciaba con tanta delicadeza porque no la quería lastimar.

—Te lo voy a preguntar una vez más, Alice —le dijo, cuando detuvo el beso y la miró seriamente—. Puedo detenerme si esto te molesta. Puedo detenerme si no deseas continuar y lo voy a comprender. No quiero que te sientas obligada por mí o que yo te llevé a tomar esta decisión. ¿Alice, quieres que continúe? Porque en el momento en el que yo te ponga una mano encima no hay vuelta atrás. Serás mía... toda tú...

—Hablas demasiado...

—Alice, necesito saber que estás lista y preparada para lo que viene. Te estás entregando a mí. Soy un asesino y un hombre peligroso —la interrumpió.

—Quiero que me hagas tuya, Mak —ella bajó el cierre de su vestido—. Quiero ser tuya y no me importa nada más —su vestido cayó al suelo, quedando ella solo en su conjunto de encaje.

—Maldición...

La tomó por su cuello y la besó. Era tan intenso y apasionado qué Alice sentía que se iba a derretir. Ella estaba más que mojada cuando la acostó en la cama. Él se quitó la ropa lo más rápido que pudo porque sentía que le estorbaba. Se posicionó frente a ella y la volvió a besar. Acariciaba sus muslos mientras iba dejando besos húmedos por todo su cuerpo, le quitó las bragas y encontró su punto.

—Mojada para mí... —gruñó ronco—. Eres mía y todavía no te he tocado —besó y le dió una lamida, logrando que la espalada de Alice se arqueara.

Sonrió al ver su reacción y sin contemplación la comenzó a masturbar. Lamía y chupaba su clítoris para después ingresar sus dedos uno a uno. Ella empezó a hacer pequeños ruidos de satisfacción qué lo estaban volviendo loco.

—Mak... —gimió, al llegar su orgasmo. Ella respiraba con dificultad mientras sus ojos estaban cerrados, disfrutando una nueva sensación que no era causada por ella.

Él la contemplaba y la admiraba como un perro cuando ve a su dueño. Alice no lo sabía, pero lo tenía comiendo de su mano. Al inicio, el mafioso podía decir que estaba obsesionado con que ella fuera traidora y sí, según él, la miraba como si fuera su hermana menor. Pero siempre estuvo equivocado.

Alice siempre fue una mujer. Era su mujer.

—Eres lo más hermoso que mis ojos han podido ver —empezó a besarla—. Lo más puro que ha entrado a mi vida —ella lo miró y la adoración apareció en los ojos del mafioso—. Eres mi tormenta y mi calma, princesa Alice —abrió sus piernas y se posicionó enfrente de su intimidad con su miembro—. Esta será la primera y única vez que yo te lastime, pero te prometo que el dolor se convertirá en placer y desde este momento tú —besó sus labios y ambos sonrieron—. Te conviertes en la princesa del mafioso, Alice de Finlandia.

Y la penetró, ella cerró los ojos por la invasión y el dolor causado. Maksym le daba besos por todo su rostro y no se movía para que ella se acostumbrara a su tamaño. Cuando abre los ojos, le sonríe con dolor.

—No sabía que dolería tanto —le dijo, él acarició nuevamente sus muslos y la preocupación se instaló en su rostro—. Pero quiero más, Mak. Por favor...

—Tus deseos son mis órdenes —la besó y empezó a moverse.

Fue un mete y saca delicioso, Alice jadeaba y se sentía plena. Algo indescriptible. Amaba la cara de Maksym mientras se lo hacía. Sus ojos estaban dilatados y su piel erizada. La sensación de dolor fue reemplazada por placer. La penetraba de la misma manera en que la besaba. La sentó para que lo cabalgara, él se acostó y le indicó lo que tenía que hacer.

—Mierda... —él no quería acabar, pero ella era estrecha y era su Alice. No podía fallarle en su primera vez.

Ella se sentó y poco a poco iba ingresando el miembro en su interior. Maksym de un solo movimiento estuvo dentro, logrando un gemido de asombro de su mujer. Ella sonrió y por instinto se empezó a mover. Era deliciosa y Mak le llegaba tan profundo que en cada movimiento sentía las paredes de su interior contraerse. Unas estocadas más y Alice se refugió en los brazos del mafioso con su orgasmo haciendo efecto.

—Mak... sym —gemía en su oído.

—¡Maldición, Alice! —gruñó y se vino dentro de ella.

Ambos quedaron tirados en la cama intentando reponerse de lo que había pasado. Él la miraba a ella mientras ella, miraba el techo con una sonrisa.

—No usamos protección. ¿Sabes las probabilidades que hay ahora en que yo tenga una enfermedad por trasmisión sexual o un embarazo no deseado? —él se empezó a reír y ella se giró a verlo—. Yo quería morir de hipotermia, Mak...

—Nos moriremos juntos de la misma enfermedad, pero tendremos que lidiar primero con un hijo no deseado —la atrajo hacia él y la abrazó—. ¿Estás bien? No sé si fue demasiado para tu primera vez. Discúlpame si fui poco delicado.

—Estoy bien, gracias por hacer de esto algo imborrable. Fue especial para mí —besó sus labios.

—¿Por qué eres tan bonita?

—Porque soy princesa.

—Sí, eres mi princesa. Cada mafioso tiene algo invaluable y tú eres lo más preciado para mí —besó su frente, empezando a sentir sueño—. Vamos a dormir.

—Quiero ir al baño —intentó soltarse.

—Irás en un rato. Solo quédate así por un momento. Prometo liberarte después —cerró los ojos.

—No te despiertes cuando vaya al baño. Gracias por hoy, Mak —y lo abrazó con fuerza.

Ella se iría en unas horas. Alexa la estaba esperando y aunque no le dijo a donde escaparían estaba tranquila. Alice le tenía más miedo a su padre que a la misma mafia. Ella no sabía de lo que era capaz el hombre que la abrazaba con amor.

¿Amor? Es una palabra muy fuerte y ese significado se lo enseñó su Pame. Podía confiar en Mak, pero no sabía que tan grande era su poder para defenderla de su padre. La angustia la volvió a invadir y se acurrucó en el pecho de su hombre.

Alice iba a cometer un error si escapaba. Estaba subestimando a Maksym solo porque a ella no la lastimaba. Él era un hombre peligroso y no le gustaban los juegos.

Besó sus labios y se soltó de su agarré.

—Voy a ducharme, regreso en un momento —le susurró al oído.

—Hay ropa en la oficina por si quieres vestirte —le dijo, tapando su cara con una almohada—. No te tardes mucho, Alice.

—Lo prometo —se levantó de la cama.

—Jugaré tu juego, pero no tengo mucha paciencia. Te vas de mi radar y destruyo todo a tu paso con tal de traerte de vuelta —ella se tensó—. Soy bueno en la caza de ratones, bonita. Disfruta tu baño y no me hagas poner de cabeza Europa porque la cama está vacía.

Ella lo miró con sorpresa. Él no podía saber lo que ella estaba tratando de hacer, ¿verdad?

Y no, no lo sabía, pero esas palabras dichas mientras él se dormía eran ciertas. Maksym era capaz de todo, con tal de traerla de vuelta.

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