08; Cyan
El palacio estaba lleno de cuerpos.
No, no se confundan, nadie murió; en cambio, todos los soldados sobrevivientes de la batalla de anoche estaban recostados en improvisadas camas, llenando la sala principal de todos ellos, apenas reteniendo los quejidos de dolor a causas de sus heridas, y no pequeñas, todos tenían las piernas rotas, algunos también los brazos. Los soldados estaban siendo curados por las criaturas antropomórficas que servían a la reina, mientras que Kairi observaba con molestia el escenario frente a ella; acto seguido, su atención se centró en Ventus.
—Tienes suerte de que madre esté durmiendo, estoy segura de que te pidió que no lastimaras a nadie ¡y aún así sólo veo heridos a donde quiera que mire! ¿Era necesario romperle los huesos a todos?
El rubio rió con nerviosismo, la mano diestra sobaba su cuello.
—Me pongo un poco intenso cuando siento que ustedes están en peligro, no me arrepiento—rascando su nariz, en un intento de hacerse el tonto, agregó—. Aparte, hay uno al que no le hice eso.
Y era verdad, ese mismo hombre de apariencia mayor sin llegar a la vejez incluso estuvo ayudando durante toda la noche a sus compañeros con sus heridas. Se le veía demacrado.
Pese a eso, Kairi no quiso prestarle atención por el momento.
—Cuando todavía vivías con los humanos, ¿qué se supone que hacen las mujeres casadas cuando están enojadas con sus maridos?
El varón suspiró con pesadumbre, como si recordar eso le provocara deseos de morir.
—El arma más cruel y efectiva creada por mujeres y que sólo ellas pueden usar es mandar a sus esposos a dormir fuera de la habitación. Es humillante...
—Hablas como si te sucediera seguido.
¡Es porque así lo es!
Pensó Ventus, sintiendo una fuerte estocada en su pecho. De tal palo a tal astilla, Naminé y Kairi son incapaces de controlar el filo de sus palabras, aunque la rubia tenía más mesura. No sabía quién fue la primera en su genealogía de tener una personalidad así; sin embargo, el tiempo que logró conocer a la madre de Naminé, sabía que esa mujer era mucho peor que ambas combinadas y con efecto multiplicado. La verdad, esa mujer poco tenía de "Reina de Puro Corazón", fue por eso que recibió el destino que tuvo.
Le aterraba imaginar a Naminé terminando de esa manera; no obstante, ella no es como su madre, Naminé es alguien que se preocupa por los demás y los ama más que a sí misma, ella es incapaz de maldecir a la humanidad por más errores que cometa. Es por eso y mucho más que ella nunca recibirá el castigo que todas temen.
Agitando la cabeza, decidió que era más viable no pensar en ello. Era lo mejor, si a Naminé no le quedaba mucho tiempo, lo ideal era aprovecharlo y no carcomerse la cabeza con "y si" sin sentido.
— ¿No deberías ayudar a sanar a los heridos también? Sería mucho más rápido para que se fueran, la sanación es tu punto fuerte.
Por supuesto que lo es, ¿qué clase de princesa sería si su magia de curación no fuera excelente? Sería la primera y por supuesto una desgracia, no quería cargar con esa vergüenza.
Con las manos entrelazadas por delante, dijo tratando de ocultar el tono de disgusto.
—No me apasiona la idea de sanar a las personas que intentaron asesinarme anoche—desvió la mirada con tal de no tener que ver a ningún ser vivo.
— ¿Sabes lo que diría Naminé? "No seas así con ellos, el único que intentó matarte fue Axel, ellos sólo seguían órdenes y fueron manipulados creyendo que hacían lo correcto"—emitió con una voz aguda, un burdo intento de imitar la voz de la rubia.
—Sí, ella diría eso... Pero eso no mejora mi deseo.
Ventus se encogió de hombros.
—Sólo piensa que mientras más tarden en ser sanados, más tiempo se quedarán aquí. Sabes que nuestros sirvientes no son tan rápidos ni eficaces como tú. Sólo son creaciones hechas por la reina y embuidos de una porción de su magia.
Con esas palabras, Kairi arrugó el rostro y suspiró, resignándose ante el argumento del caballero, no encontraba forma de rematarlo.
A paso normal, se dirigió a los soldados caídos. Varios se sorprendieron, perdiendo el aliento al ver a una mujer de tal belleza justo frente a ellos. Antes estaban tan ocupados en su dolor y como ella estaba lo suficientemente lejos para no ser vista, no la habían notado; pero ahora que sí, no podían dejar de mirarla. Esto incomodaba a Kairi, no estaba acostumbrada a tanta atención y mucho menos soportaba la lujuria. A su parecer, era desagradable.
Se consoló pensando que apenas todos estuvieran sanados, los devolvería a su reino. De no ser por la voluntad de su madre, Ventus y ella lo hubieran hecho de inmediato; no obstante, después de esa discusión que tuvieron, lo que menos quería Kairi es volver a enfrascarse en otra pelea apenas ella despertara. No sería agradable.
Desde la misma posición, Ventus observaba la actividad allí abajo, con el hombro recostado en un pilar y los brazos cruzados. Como dijo, Kairi poseía gran maestría con la magia de sanación, acelerando el progreso de su misión. En una de esas, cuando Kairi terminó de sanar a un soldado, ella se levantó; no obstante, ese mismo hombre la tomó de la falda, intentando retenerla. Ventus vio a Kairi suspirar antes de agacharse para escuchar lo que el soldado le quería confesar en un susurro.
Sea lo que sea no pudo haber sido algo bueno o decente bajo el criterio de Kairi, porque como en específicas situaciones se ha visto, ella gritó, abofeteando a ese hombre y con la cara roja, salió corriendo escaleras arriba hasta perderse en los pasillos. De seguro iba a su habitación.
Ventus no perdió tiempo, se acercó al hombre acostado y todavía estupefacto por el golpe —aunque poco dolió, no parecía tener mucha fuerza—. Sonando su garganta, llamó la atención del soldado, haciéndolo mirar desde su posición la elevada altura del rubio, el cual para parecer intimidante portaba una tétrica y vacía sonrisa en el rostro, a la par que crujía sus dedos.
— ¿Qué fue lo que le dijiste? ¿Es que acaso no aprenden? Al parecer tendré que romperte las piernas de nuevo.
El hombre comenzó a temblar de miedo, justificado tomando en cuenta que esa es la misma persona que sin ninguna dificultad pudo vencerlos a todos, aparte de herirlos de gravedad; que sea tan parecido al difunto príncipe no ayudaba en nada, era como ver a un muerto en vida.
Desesperado, empezó a gritar por auxilio.
→👩⚕️←
Ventus tocó la puerta de la habitación de Kairi un par de veces antes de pasar.
—Hey—dijo, observando a la fémina acostada boca abajo en su cama—. Adivino lo que te dijo, ¿te pidió se...?
— ¡No lo digas!—chilló, completamente avergonzada.
El rubio retuvo el deseo de reír, cuando se trataba de esos temas Kairi era tan puritana que aunque no lo quisiera, actuaba más infantil con tal de evitarlos. Era una actitud poco común en ella, que siempre intentaba mostrarse fría, manipuladora e impasible.
— ¿Sabes lo que te diría Naminé?—inició otro barato intento de imitación—. "Kairi, ya estás en la edad de conseguir marido y traer a nuestra heredera. ¿Cómo es posible que después de todo este tiempo sigas siendo tan cerrada? ¿Acaso tengo que volver a explicarte cómo funciona la reproducción?".
Sí, diría eso.
¡Pero no por eso era más soportable!
Girando su rostro que estaba oculto sobre la almohada, observó a Ventus con bochorno, su rostro seguía rojo y apretaba los labios. El rubio se carcajeó, pensando en lo divertida que era esa expresión.
—No quiero rememorar esa conversación.
— ¡Já, tienes razón, lo mejor es llevarlo a la práctica!
Se estaba riendo tanto que el simple golpe de reproche de la pelirroja lo hizo perder el equilibrio y caerse al suelo, ni así dejó de reír.
Oh, por todos los cielos, ¿cuándo fue la última vez que vió a Kairi así?
Recomponiéndose, volvió a sentarse a orillas del colchón, lo suficientemente lejos para que la peligrosa fuerza de Kairi no volviera a golpearlo.
—Sabes que en algún momento vas a tener que superar tu reticencia a esos temas, mejor temprano que nunca. Aunque siendo sincero, eso viene más de parte de Naminé y tu deber de traer a la heredera, porque por mí podrías mantenerte así toda la vida—él casi tarareó, observando a la fémina por el rabillo del ojo, se dió cuenta de que de vez en cuando ella lo miraba.
Ella dudaba de hablar de más, pero al final, siendo que se trataba de Ventus, decidió hacerlo; el nulo respeto que sentía hacia él y el hecho de que no lo veía como un padre —aunque lo era— quizás influía en que sea más fácil soltarse con él.
—Ese terreno es prácticamente desconocido para mí, siento que podría arruinarlo en grande; aparte, es tan vergonzoso, ¿cómo no les da pena hablar de eso con tanta soltura?
Con una sonrisa, Ventus palmeó la espalda de Kairi, la acción le disgustó un poco, la sintió condescendiente.
—Tranquila, para ti es imposible arruinarlo, al menos que tu boba idea de usar el método no ortodoxo para concebir siga en pie—aunque el caballero hablaba de forma casual y despreocupada, la pelirroja notó que había algo de severidad y regaño en sus palabras.
Suspirando, negó.
—No, fue una tontería. Ese método tiene más desventajas que ventajas; aunque a primera vista parece el camino fácil, cuando llegas a lo que creías es el final te das cuenta que te espera otro más largo e infernal.
—Me alegra que lo entiendas, no me gustaría volver a ver algo parecido a lo de Demyx y Xion.
Kairi arrugó la ceja, molesta por aquella mención.
El método poco ortodoxo era uno que consistía en matar a un ser humano, no importa si es hombre o mujer, con una daga hecha con la misma magia de la princesa y si su corazón sigue intacto —es decir, no podrido ni destruido—, significaba que podría quitárselo e introducirlo en su vientre para que con su magia empezara a construir un nuevo ser dentro de él.
Sólo dos reinas de la larga genealogía de Kairi lo han hecho y una de ellas fue la madre de Naminé.
Es un método muy mal visto y aborrecido hasta por los mismos dioses, por lo innatural del acto e ir contra la idiosincrasia de las Princesas del Corazón; su rol es hacer de juezas que castiguen el mal y determinen el destino del mundo en base a lo que tiene para ofrecer, no matar indiscriminadamente y mucho menos para satisfacer un capricho.
Y por supuesto, esto ameritaba un castigo, por algo sólo existen dos Lado Oscuro custodiando el castillo, ellos son las dos antiguas reinas que rompieron el tratado implícito, siendo condenadas a carecer de toda inteligencia o voluntad, para lo único que servían es para matar y comer. Para agregar, la heredera de esa reina será alguien débil. Sí, Naminé como reina que es, es muy poderosa; sin embargo, es de lejos la más débil a comparación de sus antecesores, aparte de que ella siempre daba la imagen de ser muy frágil. Aunque es normal que la reina se debilite a medida que la princesa gana más poder, el caso de Naminé es especial porque ella apenas puede hacer uso de su magia máximo cuatro veces al día sin desmayarse; una desgracia para su linaje, que podían hacer mucho más que eso. Si las pasadas reinas pudieran verla ahora, no tendrían el corazón para reprochárselo a ella, sólo a su madre por las decisiones que tomó.
Otro detalle a tomar en cuenta es su plazo de vida menor, otras reinas pudieron vivir por cientos de miles de años, otras incluso consiguiendo el millón; no obstante, Naminé apenas llevaba ciento dos mil años y su fin ya se acercaba. Kairi apenas tiene dos mil años, lo que la hace la princesa más joven en tener que convertirse en reina; en términos humanos ella tendría dieciséis.
Con Demyx la cosa era sencilla, el primer paso de su prueba era en si aceptaba apuñalarse a sí mismo o no; él falló al hacerlo, con eso, la idea de que Kairi pudiera usar su corazón pasó por la mente de la chica, siendo descartado rápidamente al ver el estado en que quedó. Algo similar sucedió con Xion, aunque ella no deseaba que la fémina muriera y quería que Roxas abandonara la idea de conquistarla —aunque no podía decírselo como tal, su deber es aceptar todas las solicitudes—, pensó que por la pureza del corazón de la chica, si Roxas llegaba a asesinarla ella podría usar su corazón, para su fortuna y desgracia no sucedió. La muerte de Xion fue tan violenta y dolorosa que su corazón inevitablemente se pudrió.
Una parte de ella pensó que fue su culpa que las cosas acabaran así, la otra se consoló sabiendo que así es cómo debían ser. Ellas pedían algo —normalmente de forma un tanto vaga— y dependía del hombre darse cuenta qué es lo que realmente debía hacer.
Lo que Demyx debió hacer fue no apuñalarse a sí mismo sólo para obtener el corazón de alguien que ni siquiera le interesaba de verdad, fuera del deseo de presumir a todos lo que ellos no tenían y él sí.
Roxas debió rechazar la oferta y no obsesionarse en tener todo lo que quería, aunque significara pasar encima de otros.
—De verdad no me gusta recordar eso—murmuró entre dientes, sentándose en el colchón.
—No te culpo, pero me alegra que hayas recapacitado, me dolería mucho que terminaras como un Lado Oscuro, a Naminé también—él sonrió con confort.
—Para ese entonces ninguno de ustedes estará conmigo—replicó, frunciendo el ceño, inconscientemente se apuñaló a sí misma; no le gustaba recordar que incluso ellas tenían una fecha límite.
Las palabras también lastimaron a Ventus, pero sólo sonrió, sabiendo que no fue dicho con mala intención y que sólo era la verdad. Que triste no poder estar para siempre con Naminé y Kairi.
—Sólo imagina que estamos allí, con Naminé regañándote por tomar una decisión tan estúpida y será más que suficiente. Como no existe un "más allá" para nosotros, es de las pocas formas de que estemos contigo.
Lástima que incluso de mi memoria se van a ir.
Eso fue lo que pensó, más no sé atrevió a decir. Ventus ya sufría mucho con la idea de la cercana e inevitable muerte de Naminé, no necesitaba recordar esos detalles y siendo sincera consigo misma, a ella también le dolía.
El rubio se levantó y con una sonrisa le tendió la mano.
— ¿Vamos? Esos soldados no se curarán solos.
No le quedó de otra que aceptar.
→👩⚕️←
Agotada, se dejó caer de nuevo en el blando colchón ya con los ojos cerrados.
Lo más exhaustivo no fue tener que curar a todos esos soldados, no, esa fue la parte sencilla, lo difícil vino después cuando todos ellos prácticamente se le abalanzaron para agradecerle su bondad, muchos otros se disculparon de rodillas y envueltos en lágrimas, varios aferrándose a la tela de su vestido. La ponía de los nervios e incluso a Ventus le costó apartarlos.
En este momento, ellos estaban preparándose para volver a su hogar, algunos lloraban por la tristeza de no haber conseguido siquiera una mirada de la princesa, otros por la felicidad de volver vivos y con sus seres queridos. En este momento no pensaban que las cosas quizás no serían tan bonitas como se imaginaban.
Despegó el rostro de las sábanas al escuchar la puerta ser tocada. Por supuesto no era Ventus, él siempre tocaba y después entraba de inmediato.
Pudo sentirlo, era ese hombre, el único al que Ventus no había lastimado.
No sintió malas intenciones, ni mucho menos un aura de hostilidad, por lo que sin pensarlo tanto, le permitió pasar.
—Disculpe mi intromisión, Princesa. Sólo venía a avisarle que ya estamos listos y quería agradecerle formalmente al tener piedad y cuidar de nuestros soldados a pesar de atentar contra usted—él se inclinó en una elegante reverencia, era un hombre muy formal.
—No es nada, no podía dejarlos a todos ustedes así después de lo que mi caballero hizo—para su respuesta, pensó en lo que diría Naminé; aunque la lengua de Kairi poca veces conociera el pudor, se le hacía difícil actuar cruel con este hombre—. Ahora ya puede decirme para que otra cosa vino.
El hombre abrió los ojos, algo sobresaltado. Recomponiéndose, él sonrió en una mezcla de tristeza y gentilidad.
— ¿Tan obvio soy?
—Salta a la vista.
Él soldado se vió inseguro, como si le avergonzara decir aquello.
—Quiero confesarme.
Kairi se estaba preparando para esa respuesta, por lo que no hubo impacto visible en su expresión.
— ¿Te llamas Cyan, verdad?—él asintió—. Ven aquí, siéntate.
En contra de lo que pensó, ella palmeó el colchón, indicando que se sentara a su lado. Kairi normalmente no haría eso, pero este hombre le daba un sentimiento de seguridad que le hacía querer tomarse más libertades. Cyan sin poner en duda la voluntad de la princesa, cedió ante su pedido.
Tomando un profundo respiro, él comenzó a hablar.
—Le he jurado lealtad de por vida al Rey Axel—la pelirroja se crispó al escuchar ese nombre, con rapidez recuperó la compostura—. Ha sido así desde hace mucho, cuando perdí a mi esposa e hijo a manos de unos bandidos y sin que yo pudiera hacer nada por ellos, me sentí perdido y quizás me habría suicidado para estar con ellos; sin embargo, él vino a rescatarme de ese agujero de miseria en el que me encerré; me entrenó hasta convertirme en uno de los mejores, repartió su conocimiento conmigo... Él me había dado una razón para vivir. Sin embargo...
Cyan suspiró, como si esas palabras estuvieran atoradas en su garganta, negándose a salir. Lo que estaba por decir era algo mucho más difícil que todas las batallas que ha librado.
Kairi lo esperó en silencio, sin presionarlo. Era mejor que se preparara lo suficiente para confesar sin ningún tipo de presión, tampoco hurgó en sus recuerdos.
—Desde su llegada, princesa, él ha comenzado a actuar raro. Nunca antes lo había visto así. Al principio, mientras estaba vivo el Joven Príncipe, mostraba cierta molestia cuando era el tema de conversación y trataba en todo lo posible que no se hablara de usted, por lo menos no que llegue a sus oídos; no obstante, después de su muerte se volvió un ser iracundo y violento al punto de llegar a cometer atrocidades de las cuales me arrepiento profundamente de no haber podido evitar, no deja de torturarme.
Kairi sabía a cuáles se referían, como princesa, tenía el poder de conectar con el cuerpo de los seres vivos; mente, corazón, alma y espíritu. Una forma efectiva de ver los recuerdos, si tuviera el suficiente poder podría hasta bloquearlos, modificarlos o crear unos nuevos.
Naminé sí podía hacerlo.
—Él torturó hasta la muerte a un camarada mío y a su esposa embarazada la quemó viva. Por sus órdenes fui testigo de todo eso; sin embargo, no hice nada para impedirlo, tratando de cegarme en mi juramento de lealtad para escapar de la culpa, pero no puedo, es demasiado profunda... He considerado suicidarme tantas veces que lo único que me detiene es el temor de encontrarme con las miradas juzgadoras de mi esposa e hijo, ese sería suficiente castigo; no obstante, soy tan pusilánime que no me atrevo. Si vine aquí, fue porque en parte deseaba morir.
Kairi no sabía qué decir, las palabras nunca fueron los suyos cuando se trataba de reconfortar a otros, se podría decir que nunca tuvo mucha práctica.
—Princesa—Cyan llamó su atención—. Permítame hacerle esta pregunta, ¿por qué mató al Príncipe Roxas?
Resistió el impulso de fruncir el ceño al escuchar que ella lo mató y fue directo a responder la pregunta del caballero.
—Él vino a mí a pedir mi corazón, para eso tienes que pasar una prueba; sin embargo, él estaba comprometido con otra mujer, a la cual asesinó; abandonó a sus guardias, a quienes decía ver como amigos, a su suerte mientras eran atacados por el enemigo y cuando uno fue herido de muerte, en vez de revelar que había pasado la noche en el palacio, lo ocultó para que no se supiera la verdad a pesar de que él sabía que podía sanarlo, prefiriendo que él muriera, incluso dejó abandonado a su caballo herido sólo por su deseo de estar conmigo. Él tenía muchos motivos para fallar la prueba y pagar con su vida. ¿Sabías todo eso?
Cyan agachó la cabeza con cierta vergüenza.
—No... Zack murió y dejó sola a una familia en el Reino del Loto, fue muy horrible descubrir que su esposa estaba embarazada para ese momento. Y Xion, ella era una mujer preciosa, el rey la adoraba y aún así nos mintió sobre su muerte... Me siento peor que antes. Cuando el rey ordenó enterrar los cadáveres, fui allí nada más para torturarme con la imagen de una mujer quemada, no pude evitar reflejar a mi esposa en ella, ¡y Dios! Incluso pude ver a mi hijo.
Se suponía que es aquí donde debía decir algo, se esforzó en buscar palabras que no sean mordaces ni acusatorias como acostumbraba hacer.
—No te lo voy a negar, tu historial queda algo manchado por haber hecho la vista gorda ante ciertos actos abominables; sin embargo, no has llegado al punto donde sea imposible redimirte. Si de verdad te arrepientes y dedicas tu vida a compensarlo, podrás encontrar el genuino perdón.
— ¿Y cómo lo hago?
Un atisbo de sonrisa apareció en el rostro de la princesa.
—Siendo como siempre has sido, pero ahora consciente de tus errores. Eres un hombre educado—"y que habla un poco raro", evitó decir—, querido por todos tus conocidos debido a tu amabilidad y la ayuda que brindas al necesitado. Incluso esos soldados te necesitan, todos ellos lo hacen, eres como un pilar. La mejor forma de obtener el perdón es no permitiendo que estas cosas vuelvan a pasar haciéndote cargo, ya serás juzgado después.
Cyan sonrió.
—Ya comprendo. No será nada fácil escapar de la culpa; sin embargo, me alivia un poco saber que usted no me está condenando. Muchas gracias, Su Alteza.
Él se paró, ofreciendo una suave reverencia antes de retirarse.
Kairi imaginó a su madre y pensó, si ella la hubiera visto, ¿le habría dicho que lo hizo bien? No estaba segura; pero por lo menos esperaba que fuera así.
¡Hoy tocó capítulo soft medio hurt! De paso capítulo corto. Sí, para mis estándares y los de esta historia un capítulo de más de 3700 palabras es corto.
Se podría decir que esta es la calma antes de la tormenta, sí que sí.
No puedo evitar sentir que la última parte con Cyan me quedó culera /llora.
Aparte, es algo —muy— difícil imitar su forma rara y extremadamente formal de hablar.
Sólo aviso que a partir de ahora comenzará el arco de un personaje que fue mencionado en capítulos anteriores, ¿adivinan quién?
No sé si se hayan dado cuenta, pero el costo de fallar la prueba de la princesa es la muerte. Hay dos formas; la primera por ser una persona terrible y la segunda por ser un pendejo que hizo algo mal durante la prueba como, apuñalarse a sí mismo, por ejemplo.
Ahora que lo pienso, tomando en cuenta lo irracional que se volvió Axel después de la muerte de Roxas, me pregunto porque no me pasó por la cabeza en ese momento que castigara —obviamente con la tortuosa muerte— a todos los hombres que puso al cuidado de Roxas; ya que si hubiesen hecho bien su trabajo en ese entonces, él no se hubiese escapado para conocer a la princesa y tampoco habría muerto. Uhm, me gusta, creo que lo implementaré en un futuro.
¡Hasta la próxima, Selemi se despide!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top