03; Zack.
Siendo que aún era de noche, Kairi le ofreció a Roxas quedarse a dormir en el palacio. Un tanto avergonzado por el lindo gesto, él aceptó. De inmediato, un sirviente apareció y lo escoltó a una de las múltiples habitaciones de invitados. Cuando entró en esta, la puerta detrás de él se cerró de inmediato con tal cuidado que el rubio no lo notó.
La habitación era tan «normal» como la de la princesa, dentro de lo que cabía en la definición de un tipo común a comparación de esos seres. Las paredes, como era de esperarse, formadas por ese cristal tan puro, transparente y brillante; que sin embargo, era tan resistente y denso que impedía ver a través de el, reflejando la luz de manera única y que le otorgaba gran valor, sin llegar a ser molesta.
Para ser el cuarto de invitados de un palacio, lo consideraba muy simple, rayando a lo minimalista por la ausencia de muebles aparte de los necesarios como la enorme cama, el armario, el tocador y unas cuantas mesas y sillas distribuidas de tal forma que la habitación no se note tan vacía. Es bueno ver que existen cosas que no están hechas de agua o cristal; pensó Roxas, haciendo también referencia de los particulares sirvientes de forma antropomórfica. Con eso, sus cejas se fruncieron y bajó la vista a la caja de madera lisa que reposaba en sus manos. Se negaba a abrirla y efectivamente, encontrar esa daga que esperaba ansiosa por reclamar sangre inocente. Relamió sus labios, producto del nerviosismo, estrés y por supuesto culpa que acarreaba la opción de aceptar las condiciones de la princesa.
De nuevo, su mente sólo se llenó de recuerdos e imágenes de ella; su mejor amiga, su prometida. Aquella que pese a no amarla en un sentido romántico, ocupaba un espacio muy importante en su vida y corazón. El sólo pensar lo que debía hacer... Le repugnaba de sobremanera.
Iba a traicionarla.
Dejó tales pensamientos a un lado, al igual que la caja que reposaba imponente en la mesa del centro, una tallada de madera con tal cuidado que ni siquiera parecía de una.
Aprovechando el baño que le ofrecieron y la ropa entregada, Roxas se acostó en esa suave y acolchada cama. No dejó que nada, ni nadie pasara por encima de él. Esa noche, el príncipe no soñó nada, todo fue una espesa negrura; y aunque algo ocurriera, no lo recordaría.
→❤️🗡️←
Respiró nervioso, jugueteando con sus dedos mientras esperaba sentado en el comedor. Solo, totalmente solo. Lo único que podía escuchar eran los acelerados latidos de su corazón martillando en sus oídos y a su pesada respiración, constante e insuficiente.
Al despertar, un sirviente hizo acto de presencia en su habitación, invitándolo a desayunar de parte de su majestad. Él, por supuesto, no se atrevió a rechazarla; ya sea porque lo consideró irrespetuoso o porque quería pasar más tiempo junto a ella. Ambas opciones son válidas.
Fijó su visión en las puertas abiertas y sonrió al ver a la princesa. Una sonrisa que mostraba unos hoyuelos que lo hacían lucir más inocente y joven de lo que era.
—Buenos días—saludó con genuina gentileza, contento de ver una cara conocida.
El gesto sorprendió a Kairi, quien lo maldijo silenciosamente por haber arruinado su plan de ignorarlo. Reprimió un pesado suspiro y resignada a seguir el reglamento de cortesía, contestó lo mismo sin mirarlo. El poco humor era palpable y Roxas, ni tonto ni lento, calló con tal de no perder puntos.
En sí, el lugar quedó sumido en un tenso silencio. Lo único que se escuchaba era la respiración del rubio, dudoso de intentar algo más. Los minutos pasaron y la impaciencia decoró el rostro de Kairi, frunciendo su ceño en un interrogante gesto.
— ¿Por qué tardan tanto? Siempre que llego empiezan a servir—preguntó la pelirroja para sí misma, refiriéndose a la falta de comida.
Las puertas se abrieron y una figura entró al comedor.
—De seguro porque me esperan a mí—sonrió cordial Ventus.
Roxas no se sorprendió, creyendo que era común su presencia —pero no más soportable—; en cambio, al ver a Kairi, notó que era todo lo contrario. Ella estaba estupefacta, tan conmocionada que un leve sentimiento de miedo inundó el pecho del rubio.
¿Por qué reaccionaba así?
—Tú... ¿Qué....qué haces aquí?—estaba tan contrariada que perdió toda coherencia al hablar e incluso, su porte imponente y sereno fue afectado—. ¡Tú nunca vien—!
Ventus alzó la diestra, logrando callar a la princesa. Kairi se mordió la lengua; no obstante, obedeció, desviando la mirada. Otro movimiento que sorprendió a Roxas, ¿cómo era posible que ella, tan poderosa, se dejara amedrentar con tal facilidad por ese tipo, alguien jerárquicamente inferior? ¿Quién era en realidad?
Acto seguido, el caballero procedió a sentarse y tan pronto como lo hizo, los sirvientes aparecieron con numerosos platillos sólo para ellos. Ventus estaba al lado de Kairi, quien estaba en el pico de la mesa.
Roxas gruñó internamente, tanto porque consideraba la presencia de Ventus molesta y también porque obstaculizaba sus planes de convivir íntimamente con la princesa. Hablando de ella... Las cejas del príncipe se fruncieron en preocupación al posar su mirada en la pelirroja, se le notaba decaída y sin esa aura característica que la hacía lucir inalcanzable.
Quería animarla, aunque no tenía idea de cómo. Siempre ha sido un tanto tímido y torpe, al grado de que fastidia a las personas y estas se van, prefiriendo estar con gente más interesante. Por lo que le dejaba el trabajo de socializar a su padre, mientras que él se resignaba a ser el bonito muñeco que sólo se quedaba allí sin voz ni voto. Era solitario; sin embargo, no podía quejarse demasiado del camino que escogió, sólo lamentarse.
Aún así, suspiró y compuso su mejor expresión.
—Gracias por tener la amabilidad y hospitalidad de dejarme dormir y comer aquí—pronunció, sonriendo con amabilidad a la princesa.
Kairi iba a contestar; no obstante, el caballero se adelantó, interrumpiéndola apenas abrió la boca.
—Dale las gracias a Naminé, fue ella la que abogó para que no te echaramos una vez sanaras.
La apacibilidad abandonó el rostro de Roxas, siendo reemplazado por el enojo y la indignación.
—Le estaba hablando a ella—escupió entre dientes.
— ¿Oh? ¿Dijiste nombre? No. Así que es tu culpa.
La respuesta del caballero dejó al príncipe sin palabras y maldiciendo en su mente. Su actitud le era tan irrespetuosa e insoportable que si le dieran la oportunidad de usar una espada o lanza para hacer una brocheta con él, accedería sin titubeo. Él no tenía el porte de un gobernante, a simple vista se notaba que era un caballero con nada más que un buen título ¿Cómo se atrevía entonces al tratar así a su princesa? ¿Qué es lo que le daba ese poder de lograr que Kairi haga lo que quiera sin rechistar?
Bufó, al menos él y su padre se llevarían bien. Eso de quitarle a las personas la oportunidad de hablar o decidir es una cualidad maravillosa que debería unir a las personas; ya saben, para no sentirse solo en este mundo.
Fue entonces que reparó en algo más y sus cejas se alzaron en expectación.
—Por cierto, ¿dónde está la señorita Naminé? Quisiera darle las gracias por su hospitalidad.
Roxas observó a Kairi, esperando que sea ella quien conteste; no obstante, ella sólo mantuvo gacha su cabeza, pendiente de su alimento. Pasó un mechón de su pelirrojo cabello detrás de su oreja, tocando a esta en el acto. Por lo tanto, Ventus contestó borde.
—Durmiendo—él tampoco se molestó en mirar al príncipe.
El rubio retuvo su frustración por la cortante respuesta; sin embargo, eso no evitó que se notara en sus labios y cejas fruncidas, dando paso a una mueca decepcionada.
Él sólo quería hablar amenamente con Kairi, ¿era mucho pedir?
El desayuno transcurrió así, lleno de esa aura de incomodidad densa y palpable que afectaba al príncipe y la princesa —Ventus era inmune, aparentemente—. Todos los intentos de entablar una conversación decente con Kairi eran saboteados por el caballero, aumentando el resentimiento de Roxas hacia él.
Incluso ahora, que estaba a punto de marcharse, Ventus fue como una pulga gorda que se satisfacía a través de incomodar con su presencia.
En la entrada del palacio, con sus vestimentas de anoche como nuevas, Roxas miró a Kairi, quien mantenía su rostro serio; no obstante, era capaz de notar la tensión que irradiaba, el como sus pupilas se movían inquietas de Ventus hacia él.
Suspiró, ¿por qué esta situación le parecía tan similar? Un déja vú supremo.
Quizás... porque ya vivió esto con su padre.
Sí, una chica de buen título hace poco más de dos años se quedó en su palacio con la idea de cortejarla, fallando ya que perdió el interés en el príncipe al considerarlo "muy soso". Al momento de despedirse, él sólo se quedó callado y nervioso, dejando todo en manos de su padre, quien se encargó de despedirlos, a duras penas ocultando su hostilidad hacia la fémina; pero siendo amable con el padre de ella.
Que situaciones tan repetitivas...
—Yo...—tragó aire profundamente, decidido a armarse de valor al menos por esta vez. Quería convencerse a sí mismo, de que las personas se equivocaban—. Muchas gracias por todo, Princesa Kairi. De verdad, no sé cómo pagarle.
—Marchándote—interrumpió Ventus, ganándose una fulminante mirada del príncipe que no consiguió amedrentarlo. Pff, ¿cómo un simple cachorrito de león conseguiría eso? Daba más lástima que risa.
La mirada desafiante del príncipe se mantuvo en el caballero y Roxas respiró profundamente en son de relajarse. Estaba harto de que esa persona lo disminuyera. Una idea cruzó por su cabeza, dibujando una sonrisa en sus labios. Sostuvo retadoramente la mirada al caballero y acto seguido, se giró hacia Kairi. Tomando la diestra de la fémina él se inclinó, posando un casto pero suave beso en esta. Al reincorporarse, lo primero que hizo fue dedicarle su mejor expresión triunfal a Ventus, quien poco disimulaba su disgusto.
—Espero poder verla pronto—Roxas dijo, observando la expresión de la princesa que al principio se mostró contrariada por el repentino acto. Al recuperarse, Kairi no emitió ningún tipo de respuesta.
Ya todo estaba dicho, por lo que el príncipe dio la media vuelta y se marchó por el extenso puente de cristal.
—Bien, eso fue desagradable—pronunció Ventus.
La expresión tensa de Kairi retornó a su característica seriedad una vez el muchacho se marchó. Frunció su ceño y estiró la comisura del labio derecho; si con eso no quedó claro su disgusto, la mirada y el tono seco con el que le habló a Ventus fue suficiente.
— ¿Todo eso fue necesario?
El rubio rió nerviosamente y rascó su nariz.
—Sí—Kairi entrecerró los ojos, manteniendo un aterrador silencio. Las débiles risas del hombre volvieron, y él deslizó su dedo hacia la curva del cuello, sobándolo—. Bueno, no obligatoriamente. Pero tú sabes que sí.
Kairi no refutó nada; no obstante, dirigió su mirada en la cada vez más lejana figura del príncipe.
— ¿Crees que lo logrará?
Ventus carcajeó.
—Para nada. Es un cobarde.
→❤️🗡️←
Al final del puente, Roxas dio un salto hacia la arena, esta se dispersó, ensuciando sus botas negras, aunque al rubio no le importó. El príncipe dio la media vuelta, y permitiendo sentirse maravillado, observó con la calma que anoche no pudo tener, como el puente de cristal se desvanecía paulatinamente, dejando nada más que una estela temporal.
Dirigió su mirada a la caja de madera en sus manos y suspiró, mirando extrañado todo lo posible en su campo de visión. Los árboles de la primeras líneas estaban destruidos, unos más que otros, pero su desastre estaba revuelto por toda la playa. ¿Tendrá eso algo que ver con los gritos que escuchó anoche? Varios de esos no se sentían humanos; no obstante, los gritos de los bandidos tampoco se quedaron atrás. Un escalofrío recorrió su columna vertebral y una mueca de disgusto apareció en su rostro, ¿qué habrá sido de ellos?
Temeroso, sus cejas se fruncieron, sus labios entreabiertos inhalaron y exhalaron una profunda respiración que; sin embargo, no fue suficiente para llenar sus pulmones. Caminó lentamente, girando la cabeza a sus costados en alerta de un posible peligro. Sus ojos se entrecerraron, notando algo raro a la distancia, cubierto por los troncos de los derribados árboles.
Avanzó hasta quedar a menos de medio metro de aquel tronco, entre sus ramas y bajo sus hojas avistó algo. Se agachó, y removió las más pequeñas.
Un fuerte gritó raspó su garganta y por el susto, perdió el equilibrio, cayendo de trasero en la arena. ¡Era una mano!
Respiró, respiró con todas sus fuerzas, su pecho subía y bajaba de forma errática. La mano diestra reposaba en su pecho y la caja yacía en la arena. Su corazón latía tan deprisa que martillaba su cabeza; no obstante, se obligó a recomponerse para, con todas sus fuerzas, empujar el tronco de medio ancho fuera del cadáver.
Tan rápido como lo hizo se arrepintió, su rostro se contrajo en una mueca asqueada y apretó la diestra contra su boca sin ningún tipo de moderación; no quería vomitar. El cuerpo frente a él estaba completamente desprendido a partir de la cintura, y lo que quedó de la parte superior fue aplastada sin piedad.
Por favor, que haya sido el árbol. Pensó, apretando los párpados. Rápidamente tomó la caja y se alejó de vuelta a la playa, corriendo por la orilla. Ese era uno de los bandidos, estoy seguro. Pero, ¿quién habrá hecho esto? ¿Cómo estarán los demás?
Paró abruptamente el paso, plantando sus pies en la abundante arena. El paisaje sólo empeoró, ¿¡cómo es que apenas notaba toda esta masacre!?
Volvió a apretar ambas manos sobre su boca. Cerró con fuerza los ojos, queriendo escapar de esa aterradora vista. Negó reiteradas veces; pero nada de eso evitó que su desayuno fuese expulsado.
Roxas limpió los restos que quedaron en sus labios con el dorso de la mano y se lavó estas con el agua salada. No podía permanecer más tiempo allí, por lo que tomó la caja y se marchó corriendo rumbo al bosque, pasando de largo e ignorando los otros cadáveres ocultos bajo la arena y los árboles. Su garganta todavía le irritaba y el sabor que quedó en su boca no mejoró la experiencia; pero se esforzó en ignorarlo.
Se chocó contra algo que de repente se cruzó en su camino. Por inercia, retrocedió tambaleante.
— ¡Príncipe Roxas!
¡No algo, alguien! ¡Y era Tidus!
El caballero lo tomó de los hombros y su expresión se llenó de alivio y esperanza.
— ¡Príncipe Roxas, lo estuvimos buscando por todos lados! ¿¡Dónde estaba!?—exclamó alterado, lleno de reproche. Incluso, zarandeándolo.
El rubio tragó nervioso, de manera inconsciente comenzó a temblar.
—Yo...
— ¡No importa! ¡Tenemos que irnos de una vez!—Tidus lo tomó de la muñeca y lo llevó hacia el caballo, haciendo que se subiera, con el caballero detrás de él.
De inmediato partieron, la velocidad con la que el caballo corría junto a la forma tan errática y brusca con la que avanzaba, atemorizaban al príncipe. Las ramas peligrosamente se acercaban a su rostro y algunas han llegado a impactar contra él, aturdiéndolo; dejando una sensación de ardor y varias pequeñas cortadas lo suficientemente profundas para brotar sangre de ellas. El corcel saltaba y aterrizaba con tanta fuerza que al llegar a su destino y bajarse, Roxas sintió que su corazón estaba en su pie, que su cerebro reemplazaba a su estómago y que su hígado estaba donde debía estar su cerebro.
Ugh, no es momento de vomitar.
— ¡Venga!—exclamó desesperado Tidus, al borde del llanto. El caballero lo tomó del brazo y a rastras lo llevó con los demás—. ¡He encontrado al Príncipe Roxas! ¡Ahora volvamos!
El rubio se zafó del agarre del mayor, su rostro contraído de la confusión. Todos los demás estaban alrededor de algo, impidiendo verlo.
— ¿Qué? ¿Pero qué está pasando aquí?
Las miradas lastimeras de ellos cayeron sobre el príncipe, y sin decir palabra alguna, se apartaron, mostrando la causa del ambiente tan lúgubre. Roxas se paralizó, olvidando cómo respirar, sus manos y mandíbula temblaron; sintiendo un fuerte y palpitante dolor de cabeza que penetraba su mente con saña, dándole una mala sensación; de alguna forma, él reconocía está sensación. Jadeó, apretando los párpados y se obligó a resistirlo. Corrió hacia aquel agonizante hombre, acostado bajo una cama improvisada hecha por mantas.
Zack Fair. Ese es el nombre del caballero dispuesto a dar su vida por proteger al príncipe y su reino. El mismo nombre que salió de la garganta maltratada del príncipe, con una voz ahogada y llorosa.
El de cabellera negra, con la poca fuerza que le quedaba, le sonrió gentilmente.
—Su alteza, volviste...
— ¿¡Qué ocurrió!?—Roxas gritó guturalmente, un gruñido que raspó su garganta y dirigió a los demás caballeros, quienes fijaron su antes gacha mirada en el rubio. El príncipe se tensó ante la sensación de dejá vú que evocaron aquellas lastimeras miradas.
—El ataque, príncipe—Tidus escupió escueto—. Cuando usted huyó, la banda de Sincorazones nos emboscaron cuando intentamos ir en su búsqueda.
—Joven Príncipe, perdone mi atrevimiento, pero ¿por qué huyó?—Cyan tomó el mando de la conversación.
La pregunta tensó a Roxas, quien no tenía idea de qué responder. Sólo huyó de aquellas expectantes miradas y se concentró en el caballero.
—Eso no importa ahora, Zack está herido ¡Tenemos que salvarlo!
—Es imposible. No tenemos el equipo necesario para tratar esa clase de heridas y el pueblo más cercano está a dos días—lamentó Cyan.
—Además de que se perdió mucho tiempo mientras lo esperábamos—ante las palabras de León, Tidus apretó los puños, desviando la mirada hacia otro lado.
Esas mismas palabras fueron un gran golpe para el príncipe, pesaban más de lo que podía soportar; apretando su conciencia.
— ¡Entonces debieron irse sin mí!
—Pudimos haberlo hecho—Tidus habló, acto seguido, esculpió una sonrisa—. Pero, ¿qué clase de caballeros seríamos si hiciéramos eso? Nuestro deber es dar la vida por usted, pase lo que pase.
Roxas negó, todavía sintiendo los efectos negativos alrededor de este asunto.
Por mi culpa... Si sólo hubiera una forma de arreglarlo...
—Su alteza, ¿no cree que haya una forma de salvar a Zack?—Tidus cuestionó, en un tono al que no le prestó atención.
El príncipe calló todo ruido, y quiso esfumar su existencia por toda la atención de esas miradas sobre él.
Se necesitaría de magia para salvarlo. Pensó irónico el rubio, creyéndolo una estupidez. De pronto, jadeó exageradamente, más de lo establecido, al recordar cierto detalle. ¡Kairi, ella tiene el poder de sanación!
No obstante, ese plan tenía un problema. Si los llevaba con la princesa, eso implicaría que ellos descubrieran la verdadera razón por la que se marchó. No podía permitirlo, eso significaría perder la confianza que había logrado construir, en especial la de su padre, quien aún lo consideraba un mocoso.
Maldita sea; sollozó; ¿Qué debía hacer?
Una mano más grande que la suya, se posó en su hombro; sobresaltando al príncipe. Se giró en dirección a esa mano, encarando al rostro sonriente y cansado del de cabellera azabache.
—Ya no importa, sé que mi momento ha llegado—emitió una corta risa—. Pero admito que odio que haya llegado tan temprano, hay gente a la que deseaba ver con... todo mi corazón—Zack colocó la mano libre sobre una enorme espada, la suya, por supuesto—. Si ven a un muchacho de rasgos afeminados preguntando por mí, denle esta espada. Estoy seguro de que él será mi mayor orgullo, mi... legado viviente.
Con esas palabras, los ojos del pelo negro se cerraron, como si Zack le diera el permiso a su espíritu para abandonar su cuerpo, dejándose llevar al Hades. Aunque su momento llegó cuando menos lo deseaba, lo aceptó sin remordimientos, sabiendo que vivió una buena vida, amando y siendo amado y su rostro, pálido, frío y sin vida; pero sonriente, era toda la prueba que se necesitaba.
Los caballeros en son de respeto bajaron sus cabezas, guardando silencio. La naturaleza entró en luto, oscureciendo el cielo y callando a toda la vida salvaje alrededor. Roxas también guardó silencio, no por las razones anteriores, sino que era incapaz de emitir palabra alguna. Su garganta se cerró, sus cuerdas vocales se tensaron y su lengua no respondía a las órdenes de su cerebro. Sólo podía observar, tembloroso como un niño asustado, a la vida que se perdió ante él.
Apretó la mandíbula, su rostro arrugándose a medida que las lágrimas se desbordaban por sus ojos, invocando a la lluvia. Se refugió en el pecho del de cabellera azabache, aferrándose a sus ropas.
En este momento, sólo podía pensar que perdió a una de las pocas personas que lo apreciaban por quien realmente era.
→❤️🗡️←
El viaje continuó por los siguientes cuatro días. Durante el transcurso de ese tiempo, el ambiente fúnebre no mejoró. La antes poderosa llama que mantenía el compañerismo y la alegría se apagó, sin rastros de volver a encenderse.
Era imposible que llegarán al próximo pueblo antes de que el proceso de descomposición hiciera de las suyas —y el calor sólo lo empeoraba todo—, por lo que en ese mismo lugar donde pereció lo enterraron, dejando varios tributos en su nombre.
Cabizbajo, Roxas acarició a esa enorme y larga espada, enfundada improvisadamente en vendas. ¿Quién diría que Zack acabaría de esta manera? Si sólo lo hubiese sabido, si alguien le hubiese advertido... quizás nunca habría intentado su plan suicida de viajar al Palacio del Agua.
Pero... Recostó su espalda en el respaldo del asiento, clavando su entrecerrada y triste mirada en el techo del carruaje. De ser así, nunca habría conocido a Kairi.
Kairi...
Sus párpados se cerraron y sonrió complacido una vez ese nombre llegó a su mente para adueñarse de sus pensamientos, trayendo algo de alegría a este pesar.
Esos ojos tan profundos y azules como el océano, lleno de misterios sin descubrir; una mirada tan fría como ausente ¿Cómo sería si lograra que la sonrisa llegara a ellos? ¿Brillarían como las gemas? De seguro sería de esas sonrisas que purifican el alma, provocando el mayor de los placeres; una que incluso en el dolor de la muerte, llenaría de paz el último suspiro...
Se dió ánimos a sí mismo, pensando que pronto lo lograría.
A medida que avanzaban, casi llegando la tarde, paulatinamente el extenso y abundante bosque fue reemplazado con una apacible llanura donde muy a lo lejos se observaban los altos muros de la ciudad principal, donde resaltaba un imponente palacio.
Un mal presentimiento lo embargó, pero pensando que sólo era la paranoia apoderándose de él, lo dejó pasar. El Reino del Loto, entre las muchas cosas por las que era conocido, es por su asombrosa fuerza militar, casi llegando al nivel de los del Reino de la Luz. Y los altos y extensos muros que los rodeaban aseguraban la seguridad de su pueblo, sólo los paranoicos dudarían.
Lástima que él era uno.
El Reino del Loto era reconocido por sus abundante agua; distribuida en ríos y lagos. Es más, la ciudad principal se ubicaba en el centro de un enorme lago a la cual sólo se podía acceder a través de un puente; en ese sentido, a Roxas le recordaba mucho al Palacio del Agua. La flor de loto, aparte de ser su símbolo nacional, también era uno de los principales apoyos a su economía; los lotos son plantados en gran cantidad, adornando las aguas al punto de ser considerados bosques en donde sus vainas eran cosechadas como alimento. Roxas admite que de ser posible, se quedaría en ese reino nada más por esas deliciosas vainas.
Es más, siempre que Zack iba allí para escoltar a su padre, él se aseguraba de traerle una cesta entera que comían juntos en compañía de los demás.
Detuvo abruptamente sus pensamientos cuando aquel rostro llegó a su mente, con sus cejas curvadas y sus ojos entrecerrados, soltó otro lastimero suspiro. Ofuscado, decidió recostarse en el asiento del carruaje y cerrar los ojos, intentando conciliar el sueño.
Sólo cuando sintió al carruaje detenerse, él volvió a la realidad. Pensando que habían llegado, corrió la cortina de la ventana y miró a los alrededores, dándose cuenta de que estaban en el final del puente, rodeados por los guardias del reino; Cyan, quien fue el primero en verlo, se acercó inmediatamente a asistirlo.
— ¿Desea algo, Joven Príncipe?
—Ah... sí. ¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué no hemos entrado?
El hombre miró su costado izquierdo, con dirección a la entrada de la capital, antes de fijarla en el muchacho rubio.
—Han tenido ciertos problemas y por tanto, aumentaron la seguridad. Esto es sólo una inspección de seguridad, no se preocupe, ya está por terminar.
— ¿Pero no sabes qué ha ocurrido?
Él negó.
—Lamento no tener esa información, Joven Príncipe. Sin embargo, lo sabremos apenas entremos.
Roxas asintió, no muy satisfecho con la respuesta y volvió a su posición original. Las cortinas cubiertas impedían que la luz de los últimos rayos de la tarde se colaran en su carruaje. Después de cierto tiempo, el vehículo finalmente se movió; aunque le daba curiosidad correr la cortina para ver los alrededores de la ciudad, no lo hizo. En este momento el Sol ya ha desaparecido, dejándole el trabajo a su hermana Luna; lo mejor era descansar, el turismo vendrá después.
Al llegar al palacio, lo primero que hicieron los sirvientes fue escoltarlo a su habitación, custodiado por dos de sus guardias, León y Cyan.
Ellos se quedaron afuera, vigilando la entrada.
Emitiendo un cálido suspiro, se quitó su abrigo, lanzándolo al sofá. Acto seguido se sentó en la acolchada cama, encorvándose para reposar el rostro sobre la palma de sus manos, completamente cansado de tantas emociones en estos últimos días.
Levantó su rostro y miró la puerta cuando esta fue tocada. Curioso, fue a abrirla de inmediato, encontrándose con el rostro sonriente de Tidus y las mudas y abiertas bocas de León y Cyan. Al parecer estaban a punto de regañarlo.
— ¡Hey, Roxas! ¿Quieres ir con nosotros a beber?—preguntó el rubio con una gran sonrisa que contrastaba con la sombría de Squall y la indignada de Cyan.
— ¿Cómo te atreves a hacerle semejante oferta? ¡Y encima llamarlo por su nombre, descarado!—replicó indignado el hombre mayor.
Aún así, al pelo marrón de la cicatriz no le preocupaba la respuesta del príncipe, sabía que se negaría puesto que a Roxas no le gusta beber.
Por eso fue aún más sorprendente, al punto de quitarle varios años de vida ver al príncipe asentir, emitiendo con determinación dos palabras que crisparon a los caballeros de mayor edad.
—Lo haré.
Acto seguido, Roxas volvió a su habitación para colocarse el abrigo anteriormente tirado e inmediatamente salió, quedando frente a frente con el rostro sonriente y victorioso de Tidus.
— ¿Vamos?
Él asintió, siguiendo al joven.
León y Cyan se miraron entre ellos, preocupados. Resignados, siguieron a los dos muchachos.
— ¿Está seguro, Joven Príncipe? Usted no es muy... tolerante al alcohol.
Roxas se encogió de hombros, restándole importancia al asunto.
—Se puede mejorar.
Pero eso no disminuyó la preocupación de los caballeros.
¡Oh! ¿No me digan que ya le llegó su etapa de rebeldía? ¡Se ha tardado!
Llegaron al establo, para extrañeza de los tres. Cosa que no duró mucho, puesto que a la distancia del extenso lugar, observaron a sus compañeros restantes.
Roxas miró al costado izquierdo y paró en seco, totalmente paralizado.
Antes no había tenido oportunidad de ver a los caballos, aparte de que ellos estaban en otro lado; él estaba concentrado en Zack al igual que los demás, y cuando sacaron a los caballos, él ya estaba en el carruaje, con las cortinas cerradas. Pero, aún con todo eso, no se supone que ese caballo deba estar ahí.
El caballo de Cyan. El mismo que él tomó en su fuga, el mismo que fue herido por los bandidos y abandonó para que muriera desangrado o a merced del enemigo.
Corriendo, se acercó al animal encerrado, el cual tenía de todo menos sangre y muerte, trepándose a la reja de madera para intentar tocarlo, queriendo asegurarse de que sea la realidad y no una jugarreta de su mente.
El caballo, como si viera a su peor enemigo, reaccionó violentamente, provocando que por el susto, el príncipe perdiera el equilibrio y cayera al suelo.
Fue Cyan el primero en reaccionar ante el extraño suceso y quien ayudó a levantar al joven.
—Eso fue tan... extraño—el caballero frunció el ceño, observando al príncipe limpiarse el polvo de sus prendas—. Siempre has tenido buena relación con ese caballo, apostaría una pierna que incluso te apreciaba más a ti que a mí.
Roxas frunció el labio, incómodo por la situación concebida.
No es tan extraño considerando que lo abandonó en medio del puente de la vida y la muerte. Los caballos realmente son seres inteligentes.
— ¿Él está bien? ¿No tiene ninguna herida?
—Por supuesto y no, no tiene nada. Curiosamente, él llegó aquí poco después de la emboscada pero usted no estaba con él...
El príncipe se tensó, maquinando un buen argumento para tapar la verdad.
—Cuando ellos atacaron, intenté evitarlos con todas mis fuerzas pero en una de esas me caí y supongo que por el susto el caballo escapó.
—No tiene sentido—se sobresaltó al escuchar la voz de Tidus a los lejos, interrumpiendo de repente la conversación. Él estaba sentado junto con todos los demás, con una botella de alcohol en su mano sin abrir—. Shiro es el corcel más fiel que haya conocido, nunca abandonaría a alguien en una situación de peligro, menos a un ser querido.
¿Por qué...? ¿¡Por qué no puedes callarte!?
Frunciendo sus cejas y agachando la cabeza, emitió con el tono más lastimero que incluso una actriz de primera envidiaría.
—Supongo que en las malas siempre se muestra la verdadera cara.
Tidus sonrió sin mostrar los dientes, una sonrisa tan serena capaz de ponerle los pelos de punta.
—Sí, estoy de acuerdo.
El tema se zanjó ahí. Los hombres se sentaron en un círculo alrededor de la fogata improvisada que Hayner y Wakka hicieron mientras los otros no estaban. Por cortesía, Tidus le ofreció el primer trago pero, antes de que la botella llegara a sus labios, en un acto repentino y por tanto impropio de su persona, Cyan lo detuvo, sosteniendo con la punta de los dedos la cola de la botella.
—Joven Príncipe, ¿de verdad está seguro de esto? No debería beber, eso enojaría a su padre...
Roxas lo miró, su mirada era fiera y su rostro demostraba un enojo singular. Tajante, contestó.
—Ponte en tu lugar y deja de molestar.
El rostro del caballero, al igual que el de todos se descolocaron de la sorpresa que los embargó. En todos estos años que han pasado cuidando del joven, pocas eran las ocasiones en que mostraba esa actitud. No obstante, después de tantos años manteniendo una buena relación sin contratiempos, comportamientos como ese eran un duro golpe.
Recomponiendo su expresión, Cyan respondió con la fría serenidad que lo caracterizaba, inclinando la cabeza.
—Como ordene, Joven Príncipe.
Para romper la sofocante tensión formada, Tidus exclamó en un tono animado.
— ¡Ah, casi lo olvido!—de detrás de su espalda, sacó la espada de Zack, colocándola junto al fuego—. Hoy nos reunimos aquí para conmemorar la muerte de un fantástico amigo y hábil caballero. Un hombre fiel y devoto a sus ideales, sin importar el sacrificar su vida. Por mucho que eso significara no poder decirle "adiós" a sus personas queridas...
Roxas frunció el ceño, confundido de la última oración; "¿No poder decirle adiós a las personas queridas?" ¿De quién está hablando? Zack no tiene familiares, sólo amigos y muchos estaban aquí. Si bien Zack era alguien popular, eran contadas las personas con las cuales tenía una buena conexión; incluyéndolo a Tidus y él.
Estaba tan sumido en sus pensamientos que no notó el momento en que Tidus terminó su discurso y los hombres comenzaron a hablar de otros temas. Entre ellos, Wakka soltó un apesadumbrado suspiro que no pasó desapercibido para nadie, algo preocupado, Roxas le preguntó.
— ¿Qué te sucede?
—No es nada, su alteza, pero... Me entristeció que un reino tan magnífico como este haya sido víctima de tan feroz ataque sin piedad.
El príncipe parpadeó, confundido.
— ¿Ataque? ¿El Reino del Loto fue atacado?—recorrió su veloz mirada sobre todos los caballeros, un tanto disgustado—. ¿Por qué nadie me dijo nada?
Uno de ellos, León, le dirigió una fugaz mirada de reproche que nadie notó, debido a la mala maña del príncipe de nunca fijarse en lo que sucede a su alrededor. Por supuesto, Hayner y Tidus no dudaron en burlarse de los defectos del joven.
— ¡Ah, pequeño príncipe! ¡Usted siempre tan distraído! No se da cuenta de nada al menos que se lo digan y siempre golpeándose con todo—exclamó Tidus.
— ¡A mí me sorprende que no tenga un chichón más grande que su cama!—y Hayner le acompañó.
Sonrojado por la vergüenza, Roxas desvío la mirada, acercando el pico de la botella a sus labios.
—Hagan silencio... por favor...
— ¡E incluso ahora que intentas mostrarte más autoritario luces como un patán o un tierno gatito!
— ¡Ya basta, Tidus! ¡Es suficiente!—bramó Cyan, casi levantándose; los demás, incluso Hayner, le dieron la razón—. No te pases de listo y recuerda tu posición—Tidus calló, un poco molesto. Terminando su discurso, Cyan retornó a una posición más adecuada y lleno de preocupación, observó las reacciones del Joven Príncipe, intentando averiguar qué era lo que pasaba por su mente en ese momento.
Sin embargo, Roxas se negó en pensar en cualquier cosa, porque de hacerlo, se sentiría como una basura, más de lo que ya se creía; y en un arranque de necedad, tomó un trago de alcohol violentamente. La sensación del líquido pasando por su garganta le pareció desagradable a más no poder y con la diestra, cubrió su boca en medio de los intensos mareos temporales que azotaron su cabeza.
— ¿Está bien, Joven Príncipe?—cuestionó Cyan, por costumbre.
Roxas tosió de forma corta pero intensa, todavía con la boca cubierta; pero eso no le impidió asentir.
Decidiendo continuar con el original tema de conversación, Wakka siguió hablando.
—Varias casas estaban destruidas, algunas completamente quemadas. Es evidente que hubo muertos por la sangre seca esparcida por casi todo el territorio, desearía que todos los cadáveres fuesen los bandidos; pero sé que por mucho que me duela, mi deseo no será cumplido.
— ¿Los bandidos fueron de la misma banda que nos emboscó? ¿Los Sincorazones?—cuestionó Roxas.
El de cabello naranja asintió.
—Desearía aunque sea aportar un granito de arena para ayudar a la reconstrucción de los hogares, hay muchas familias que de seguro ahora están desamparadas y dudo que el gobierno, por muy eficaz que sea, pueda hacer suficiente para una población tan grande.
—Um, puedes.
"¿Eh?" fue lo que salió de la boca de todos los confundidos caballeros, quienes posaron su completa atención en el príncipe.
Dándose valor, tragó profundo y continuó.
—Digo, no vamos a quedarnos aquí mucho tiempo, pero si lo deseas podemos hablar con mi padre y los reyes de aquí para que puedas quedarte por cierta cantidad de tiempo.
Y en todo ese tiempo, el moreno le dedicó una cálida y agradecida sonrisa.
—Estaría encantado de que me tome en cuenta para tal labor.
Ante la repentina presión, el rubio tartamudeó.
— ¡Pe...pero no puedo prometer nada!
—Lo sabemos—dijeron varios al unísono, permitiendo soltar una aliviadora risa. El ambiente después de esto se relajó en demasía, permitiéndose dejar aunque sea un poco de lado las etiquetas, dándole pasos a las bromas y la camadería.
Ellos no lloraron por la muerte de Zack, eso tuvo su momento; ahora, lo que querían era recordar los buenos momentos junto a él mientras que ahora tocaba crear nuevos. Tal como él haría y hubiese querido.
Pero de pronto, la puerta del establo se abrió y con ello, una persona entró; sin embargo, su presencia fue completamente ignorada. No fue hasta que una voz joven y suave resonó entre el grupo, interrumpiendo la animada charla y provocando que la atención de todos recayera en él, especialmente la del, un poco borracho, Roxas.
Y eso que sólo tomó una vez...
— ¿Disculpa?—musitó el príncipe, queriendo que el muchacho repitiera lo dicho.
Lo escudriñó cuidadosamente; cabello rubio, alborotado y puntiagudo, ojos de azul claro, un azul tan cristalino como las aguas del reino y un aire joven, que fácilmente se le podría confundir con una chica.
Ahora que lo recordaba, ¿quizás será él?
— ¿Dó...dónde está Zack?—reiteró, en un tono más tímido que el anterior, obviamente intimidado por esa cantidad de ojos sobre él. Inhaló profundo, armándose de valor y fijó su atención en Tidus—. Tú... me dijiste que viniera aquí. Dijiste que aquí encontraría a Zack.
Casi por inercia, un grupo de filosas miradas recayeron en Tidus; pero este, armado de un poderoso escudo de "me lo suda todo" los ignoró con destreza olímpica. Su rostro estaba serio, pese al tono de pesar que acompañaba su voz.
—Mira—palmeó la espada de Zack, el muchacho siguió cauteloso cada uno de sus movimientos—. Esto será difícil de asimilar pero, él no pudo llegar.
Las cejas del chico se fruncieron junto con sus labios, quizás en el fondo sabía a lo que se refería, pero hizo ojos ciegos, esperanzado de que él no se refería a eso.
— ¿Ah? ¿Hubo algún contratiempo? ¿O él se quedó dormido de nuevo? Es un vago—rió, dejando demostrar todo su nerviosismo. Evitó el contacto visual, mirando a todos lados en pocos segundos.
—Sí, hubieron contratiempos—Tidus dirigió una fugaz mirada al príncipe y sus compañeros. Estaban callados, casi en su mundo, dotando de la escena de un ambiente miserable—. Hace unos días fuimos emboscados por unos bandidos y—
El muchacho jadeó, apretando los ojos en busca de escapar de la realidad, gritó, desgarrando su garganta.
— ¡No, no sigas!
— ¡Escucha, Cloud! ¡Zack ha muerto!—y con la misma arma del caballero azabache, Tidus la acercó al contrario—. Él quería que tuvieras esto, lo necesitarás considerando que quieres ser también un caballero para seguir sus pasos—con pesar, suspiró—. Junto con Aerith, tu eras lo más preciado para él. Créeme, que lo harás sentir orgulloso si portas ésta arma. Ahora tú, eres su legado viviente.
Las manos temblorosas de Cloud dudaron en tomarla; pero él, dándose ánimos con una profunda inhalación, decidió acercarse. Nada más tocar el frío acero, las lágrimas salieron una tras otra sin piedad ni vergüenza. Cloud evitaba soltar palabra alguna, más esto era innecesario, porque la forma en la que estaba desplomado en el suelo, aferrado al arma de su, prácticamente, hermano demostraba todo lo que él sentía.
"¿Por qué tuviste que abandonarnos?"
Roxas miró esto desde su posición, su expresión apesadumbrada por la lástima de tener que ver a alguien sufrir. Su mirada conectó con la de Tidus por unos segundos, puesto que el príncipe de inmediato la apartó, observando fijamente el fuego, a poco de consumirse.
Tomando un pequeño sorbo de su botella, un último pensamiento cruzó por su mente.
Todo por ella.
¿6552 palabras? Pues bien, partamos este capítulo y el siguiente SÍ será el final del arco de Roxas —espero—.
Bai, bai ✌️
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