Prólogo

—Hay que dejarlos —exclamó una voz desconocida con dos amuletos en la mano; uno azul y uno amarillo—. Hazme caso.

—¿Estás seguro? —preguntó una segunda voz—. ¿Y si nadie los encuentra?

—Lo harán —intervino la primera voz—. Yo me encargo.

Y con un rápido movimiento, aquella sombra desapareció del lugar, haciendo que en el agua apareciesen algunas ondulaciones, sin decir ni una palabra más...

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