[23]
Mark tamborileaba los dedos sobre la mesa en un acto nervioso.
Dani, el chico que había caído en la cueva y había visto a su hermana, y él habían quedado en una cafetería que ninguno de los dos conocía, pero que les servía de punto de encuentro. Mark quería asegurarse de que el chico de ojos verdes no le había dado más importancia a lo que vio, pero estaba muy equivocado. Al llegar, el hermano de Alexia no sabía ni qué decir, sabía que si se le escapaba algo inconscientemente... No quería ni pensar en las posibilidades. Había puesto su mejor sonrisa y le había preguntado si estaba bien después del golpe, a lo que Dani le contestó que sí. Al principio todo iba bien, hablaban de temas que no eran muy relevantes, pero, entonces, Dani había sacado el tema.
—¿Qué fue eso que vi en la cueva?
Mark sintió el mundo a su alrededor caer. Era evidente que no lo había olvidado, y parecía que no tenía ninguna intención de hacerlo.
—Ya te dijimos que no había nada, seguramente vieses cosas por el golpe —dijo el moreno intentando que no se notase el temblor de su voz.
Dani entornó los ojos, escaneando aquella frase, buscando en ella la parte de verdad y la de mentira. Mark sonrió, acelerando los golpes constantes a la mesa con los dedos. Quería salir de aquel lugar, que, de repente, se le hacía demasiado pequeño, pero descartó aquella idea, tenía que quitarle ese momento de la cabeza.
—Había una chica —le recordó Dani, probablemente intentando sacarle información—. ¿Eso me lo vas a negar?
El aludido se encontró con la mirada del chico, y sintió cómo podía ver todos sus secretos solo con ese gesto. El rubio apoyó los brazos en la mesa y esperó pacientemente a que Mark contestase.
—Claro que te lo voy a desmentir, no había nada ni nadie —dijo notando cómo el corazón se le iba a salir del pecho.
Dani suspiró y se pasó la mano por la cara.
—Sabes algo, ¿por qué me lo escondes? —le reprochó buscando la mirada huidiza de Mark.
Quiso contestarle que por protegerla, porque apenas le conocía, porque no podía fiarse de cualquiera, porque podía destrozar su mundo con una frase... Seguía sintiendo el corazón en un puño, y sus pensamientos iban tan rápido que le estaban empezando a marear. ¿Por qué ponía tanta insistencia? ¿No le era más fácil olvidarlo? Lo diferente no es aceptado la mayoría de las veces. Respiró hondo y dejó salir sus dudas.
—¿Se podría saber por qué insistes tanto?
Dani se echó hacia atrás en su asiento, pensativo. Mark aguardó con los nervios a punto de estallar.
—Puede ser que no sea la primera vez que vea algo parecido —dijo lentamente buscando alguna reacción en el rostro del moreno, que, con una mirada, le instó a hablar—. Fue hace 7 años. Los ojos de esa chica y su collar brillaban de la misma manera. Yo vi unos ojos rojos con ese color y brillo sobrenatural.
Mark no entendía nada.
—¿Rojo? No sé porqué tendría relación con ese brillo azul que dices haber visto.
Dani sonrió y se apoyó, de nuevo, en la mesa.
—¿Cuándo te he dicho que el brillo que vi en la cueva fuese azul? —Juntó las manos, siendo consciente de que había conseguido que se delatase a él mismo.
Mark abrió mucho los ojos. La realidad le golpeó sin dejarle tiempo para reaccionar. Repasaba la conversación una y otra vez en su mente, pero no, en ningún momento le había dicho el color. Quería contestar algo que hiciese que Dani se planteara si, de verdad, se lo había dicho.
—Deja de esconderme lo que sabes —Se le adelantó Dani a la vez que desaparecía su sonrisa—. Solo necesito saber qué era, por favor.
—No te estoy ocultando nada, y en caso de que lo hiciese, que no es este, no tendría porqué decírtelo —dijo Mark a todo velocidad.
Dani le miró un momento sin saber qué contestarle ante esa excusa en la que le dejaba claro que no tenía más argumentos con los que debatirle.
—Perdona que te lo diga así, pero mentir no es tu fuerte —dijo el rubio mientras dirigía la mirada a los golpecitos inquietos del chico sobre la mesa.
Mark, al darse cuenta, dejó quietas las manos, no quería hacerle ver que estaba nervioso.
—Mark, por favor, prometo no hacerle daño a esa chica, si es eso lo que temes, pero necesito encontrar a la persona de ojos rojos —pidió Dani tras suspirar.
El nombrado abrió la boca, pero no sabía qué decir, ¿era tan fácil saber lo que pensaba? De todos modos, el sonido del teléfono de Dani al llamarle alguien le sacó del apuro. El chico de ojos verdes miró la pantalla del móvil, y luego a Mark.
—Tengo que irme —dijo levantándose—. Si te lo piensas mejor, por favor, llámame.
Mark vio como el chico salió de la cafetería y avanzaba con paso rápido por la acera. Suspiró, ya no podría convencerle de que se olvidara, de que no había sido real. Si era verdad que había algún parecido entre los ojos de Alexia y los que había visto Dani, tal vez, pudiera ayudarle a descubrir algo más sobre la naturaleza de su hermana.
De repente, sus pensamientos volaron hacia la despedida que había tenido con Alexia, y aunque ella se empeñara en decirle que no era una, él lo sintió así. Ya habían pasado más de 4 días desde eso... ¿Estaría bien? ¿Habría encontrado lo que llevaba tantos años buscando? Si lo hacía, ¿volvería o se quedaría en el sitio al que pertenecía? Todos esos miedos siguieron rondando en su cabeza durante el resto del día.
—Dime —dijo Dani tras salir de la cafetería.
Era Paul el que le estaba mandado mensajes, y, nada más traspasar la puerta del establecimiento, le había llamado.
—Te he estado escribiendo —dijo en tono recriminatorio—. ¿Qué estabas haciendo?
Dani cruzó la calle y puso los ojos en blanco.
—No toda mi vida gira alrededor del móvil, ¿sabes? —le respondió.
—Eso no contesta a mi pregunta —dijo Paul al otro lado del teléfono.
Dani sonrió ligeramente al escuchar la risa del chico de fondo. No había manera de mantener una conversación seria con su amigo.
—Había quedado —dijo el rubio, preparándose para las preguntas que se venían.
—¿Con quién?
—Con una persona —dijo Dani entre risas.
—¿En serio? Prométemelo —dijo Paul intentando instalar en su voz un tono sarcástico, pero acabó riéndose al final de la frase.
Dani acompañó a su mejor amigo en su ataque de risa, ignorando las miradas de reojo que le lanzaban algunas de las personas que caminaban cerca suya.
—Bueno, déjate de preguntas y dime porqué me has llamado —dijo Dani parándose ante un semáforo en rojo.
—¡Cierto! Tienes que venir al centro de rescates —dijo Paul—. Van a decir los resultados de las pruebas en unos 10 minutos.
Dani calculó más o menos cuánto tardaría en llegar desde el punto en el que estaba.
—Llegaré más tarde —dijo Dani perdiendo la paciencia con el semáforo.
—No, ni de broma —le respondió Paul—. Me da igual que no estemos en el mismo equipo, quiero verlo a la misma vez que tú. Imagínate que alguno de los dos ha quedado en la final. Tómatelo como un reto.
—Es imposible que llegue en menos de 10 minutos —le reprochó.
—Entonces, o buscas un atajo o corres —dijo Paul—. El caso es que vas a estar aquí, ¿ok?
Dani le quiso contestar que no llegaría, pero Paul ya había colgado. Bufó y volvió a darle al botón, ¿por qué el semáforo no se ponía en verde?
Miró la luz roja con resignación, lo que le llevó a pensar en aquellos ojos. Meneó la cabeza en un intento de quitar esos pensamientos de su cabeza, pero no funcionó. Siempre había pensado que lo había soñado, que su imaginación intentaba de ponerle una explicación irreal a todo, pero ver aquella luz azul... Eran idénticas.
Se cruzó de brazos intentando recordar el momento con detalle. Vio aquellos ojos rojos en el incendio en el que murió su madre. Una chispa de ese color rojo brillante saltó y creó un rayo. Justo después de eso, empezó el caos, y aparecieron las llamas y el humo. Entre todo aquel lío, le pareció verlos, fue solo un segundo, pero no había conseguido sacárselos de la cabeza. Necesita saber qué eran.
Por fin, el semáforo cambió de color. Miró su reloj, aún tenía tiempo de llegar a ver los resultados con Paul, pero tendría que darse prisa. Se dirigió al atajo que conocía y, con paso rápido, decidió aceptar el reto que le había propuesto Paul.
—¿Ves cómo sí llegabas? —dijo Paul a modo de saludo cuando vio a Dani entrar por la puerta.
Él, que había recorrido media ciudad en apenas 10 minutos, tuvo que recuperar el aliento antes de contestar.
—La próxima vez, me avisas con un poco más de tiempo —dijo Dani.
—Mira, para qué te voy a mentir, con que estuviese aquí un solo miembro del equipo, bastaba —dijo Paul señalando a Erik, que estaba detrás de él—. Sin embargo, necesitaba a alguien de confianza para celebrar cuando pase a la prueba final.
Dani sonrió y dirigió su mirada hacia Erik. Sabía que Paul y su compañero habían hablado sobre su pasada amistad, pero no le habían dicho nada al respecto.
—¿Cómo fue con Erik? —dijo Dani en un intento de sacarse todas las dudas de encima.
—Está en periodo de prueba, tiene que demostrarme que ha cambiado —dijo Paul, para luego empezar a susurrar—. Por sus palabras, ya le he perdonado, pero no se lo digas.
El rubio sonrió ante la ocurrencia de Paul de alargar un poco más la prueba que le estaba haciendo a Erik. Típico de él.
—Te encanta hacerle sufrir, ¿no? —dijo Dani en tono de reproche.
—Por unos días no le pasará nada —Sonrió el chico.
Pasó un rato hasta que, en una pantalla, aparecieron los resultados. Dos de los equipos pasarían a ser finalistas, y competirían por ser el ganador. ¿Cuál sería la recompensa? Nadie lo sabía, excepto los entrenadores y Mateo, el comandante. Los participantes empezaron a acercarse para ver su puntuación mientras Dani repasaba cómo les había ido a ellos. Tenían una penalización en la primera prueba, pero habían sido los primeros. No habían participado en la segunda por la lesión de Erik, eso les restaría puntos, ¿verdad? En la tercera, la del incendio, habían completado la prueba los segundos. ¿Eso bastaría para pasar a la final?
Erik y Dani, que se habían quedado por atrás, se dirigieron una mirada y avanzaron. Dani sabía que ambos tenían las mismas dudas, y un mismo objetivo: impresionar a su padre. Si no lograban pasar, ¿habrían cumplido su meta? Se obligó a dejar de pensar y, cuando la gente empezó a expanderse, de nuevo, por la habitación, se acercaron. Paul, que estaba junto a la pantalla, sonrió.
—Menos mal que te he obligado a venir —le dijo a Dani.
Erik leyó la pantalla a toda velocidad.
—Imposible —susurró mientras lo releía, pensando que se estaba confundiendo.
Dani entrecerró los ojos, ¡habían quedado finalistas! Parecía que unas pruebas habían compensado a otras, y la media les dejaba entre los dos mejores equipos. Paul y su compañero también estaban en ese podio.
—Ahora somos contrincantes —dijo Paul pasándole un brazo por encima del hombro a su mejor amigo—. Aquí se acabó el compañerismo.
Esto último lo aseguró entre risas, dejando claro que no iba en serio.
—Felicidades, Paul —dijo Erik, que se encontraba a la derecha de su compañero de equipo.
El nombrado parpadeó confuso, tendría que acostumbrarse.
—Lo mismo digo —contestó.
Se quedaron en aquella habitación un rato más. Erik y Paul se despidieron de Dani, que se quedó para irse con su padre. El comandante salió de su despacho, cerró la puerta y se encontró con Dani sentado en un banco.
—¿Qué haces ahí? —le preguntó sabiendo la respuesta.
—Esperarte, ¿qué sino? —dijo levantándose con una sonrisa.
—Pensaba que te irías con Paul —dijo Mateo empezando a andar hacia la salida.
Dani avanzó hasta quedar a su altura.
—Se fue hace un rato —le explicó a su padre.
Hubo un momento de silencio en el que los dos parecían pensativos. Dani se concentró en el sonido de sus pasos contra el suelo y sonrió. Tendría que acostumbrarse, pero aquello no iba tan mal.
—Dani, ¿tienes planes para mañana? —le preguntó su padre.
Le miró y amplió más su sonrisa. Sí, aquello iba genial.
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¡Hola! =D
¿Qué tal? ¿Alguna teoría? Os leo.
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