[2]
Mark estaba en la puerta del cuarto de su padre. Estaba apoyado en el marco mientras escuchaba el imparable teclear del portátil. Sebastián, su padre, llevaba un buen rato escribiendo, y no se había dado cuenta de que Mark estaba allí. Mark miró su reloj, ya casi tenían que irse. Tocó la puerta, haciendo que Sebastián se asustase por un segundo.
-Vamos, papá -le dijo-. Ya casi tenemos que irnos.
Sebastián se echó hacia atrás en su silla giratoria. Estaba frente al escritorio, allí tenía un montón de papeles, material y cosas útiles para escribir. Una lámpara alumbraba la mesa porque ya era tarde, y la luz que entraba por la ventana no era suficiente.
-¿Ya ha pasado una hora? -preguntó Sebastián cerrando el ordenador.
-No, han pasado dos horas -dijo Mark entrando en la habitación-. Vamos, que no llegamos.
Sebastián se levantó de la silla y miró el reloj de la pared que había a su espalda.
-Menos mal que me has avisado -le dijo a su hijo-. Cuando he empezado estaba de día.
-Me lo imagino -dijo Mark abriendo el armario.
Sebastián cogió las llaves y el móvil, y empezó a tocarse los bolsillos.
-Algo me falta -dijo mirando a todos lados.
-Toma -dijo lanzándole el abrigo marrón que solía llevar-. Vuelve a la tierra.
-Ya, tranquilo -dijo poniéndoselo y metiendo las cosas en los bolsillos.
Salieron de la habitación y llegaron a la calle. Hacía un poco de viento y las nubes cubrían el cielo haciendo la noche más oscura. Además, no había luna, que solo ocurría cada 30 días. Estaría oscuro, perfecto para lo que planeaban hacer.
-¿Qué estás escribiendo? -le preguntó Mark a su padre mientras caminaban hacia su destino.
-Ya lo verás -Sonrió Sebastián con las manos en los bolsillos.
-¿No me haces adelanto por familiar? -preguntó Mark riendo.
Sebastián negó con la cabeza.
-No hay privilegio por familia -Sonrió.
Mark resopló mientras dejaba escapar una risa. Miró al cielo, uno sin luz. Aunque a mucha gente no le gustaría, él esperaba impacientemente aquella noche que solo ocurría una vez al mes. Estaba desequilibrado, un mes de espera por unas simples horas que pasaban volando.
Pasaron al lado del paseo marítimo, aquella zona estaba muy tranquila. El sonido de las olas chocando con un escalón de cemento que lo separaba de la tierra se oía de fondo. Estaban dejando las luces y farolas detrás, adentrándose en una zona oscura, casi sin luz...
En las ventanas sonaba el repetitivo chocar de las gotas de lluvia, había empezado a llover hacía un rato. Las gotas resbalaban por el cristal lentamente, provocando que el paso del tiempo se alargara hasta parecer eterno.
Mateo miraba a través de la ventana intentando diferenciar algún movimiento. Ya había pasado un rato desde que habían acabado de ayudar a las personas que habían pedido el rescate, pero Dani se había quedado en el centro de policías.
-"Ahora voy" -Las palabras de su hijo resonaron en su mente-. "Puedes ir yendo sin mí".
Mateo se sentó en una de las sillas del comedor, su mirada iba hacia la puerta inconscientemente por si Dani entraba.
Agradecía que la lluvia no dejará la sala en completo silencio, aunque el sonido de su corazón resonase en sus oídos.
Mateo escuchó un ruido al otro lado de la puerta y se acercó un poco hacia allí.
Por ella apareció Dani con la ropa mojada y el pelo pegado a la cara. Mantenía la mirada baja mientras se quitaba el abrigo y lo colgaba en una percha para que se secase un poco.
-¿Dónde has estado? ¿Estás bien? -le preguntó Mateo cuando su hijo por fin le miró.
-Me he retrasado un poco... -Suspiró clavando su mirada en los ojos de su padre.
-La misión acabó hace un rato, no... -Se tragó sus palabras, intentando no dejar escapar sus nervios con palabras-. La próxima vez, avisa antes, y más con el tiempo que hace.
Dani asintió aún sin prestar mucha atención a la conversación. Cogió una toalla del baño y se secó un poco.
Mateo notó ausencia en sus ojos, como si estuviese pensando en otra cosa.
-¿Qué te pasa? -le preguntó, a lo que él le respondió que estaba bien-. No, es evidente que no, dime qué te pasa.
El chico bajó la vista hacia el suelo, estaba dejando un charco de agua bajo sus pies. No era nada, solo...
-No pasa nada, tranquilo -La voz le salió enfadada, casi como acusadora.
Cerró los ojos, tenía que relajarse.
-Si es por lo de antes, podemos hablarlo -dijo Mateo sentándose en el sillón de la sala de estar, que estaba justo al lado de la entrada.
Dani pensó un momento a qué se refería. Las horas anteriores llegaron a su mente, recordándole la conversación en su despacho.
-No, no es eso -dijo Dani.
¿Por qué todo tenía que ver con el trabajo? ¿No podían ser más cosas, más preocupaciones?
-Podemos hablarlo ahora si quieres.
-Ahora no, por favor -dijo el chico andando en dirección a su habitación, dejando un rastro de huellas mojadas tras de sí.
-Daniel...
Se giró hacia él, así llevaba llamándolo años.
-¿Por qué desde que murió mamá solo hablas como un jefe? -Sus ojos se cristalizaron-. Necesito a un padre.
Dio un par de pasos más y entró en su habitación. Fuera se quedó su padre, que se levantó del sillón y se quedó con la mirada clavada en la puerta.
Dani se apoyó en la puerta, ¿por qué se sentía así si había dicho lo que pensaba? Una mezcla de emociones se había instalado en él. Miró con atención el cuarto. Una de las paredes era azul, al contrario de las otras que eran grises. A la derecha, desde su posición, estaba la cama pegada a la pared junto al escritorio. En la pared donde estaba la puerta, habían algunos cuadros, y en la pared lateral de la izquierda había un gran tablón.
Se acercó a él, durante el tiempo había puesto muchas cosas, pero al final las quitaba y dejaba solo lo importante. En la esquina derecha, arriba, habían algunas medallas que no significaban una gran cosa para él. Bajo ellas había un papel doblado varias veces con palabras sueltas y frases escritas. En la izquierda, habían algunas fotos clavadas en el corcho con chinchetas y un póster en el que había puesto algunos posit para recordar cosas. Un mapa con un puntito rojo sobre París estaba pegado con cinta adhesiva. Pero lo más importante, con diferencia, era una foto rodeada por un corazón hecho con tiza rosa. Era una foto de su madre, se la había hecho en un viaje de trabajo.
Sonrío rozando la foto con los dedos y sentándose en la cama.
La forma en la que le había llamado su padre seguía sonando en su cabeza. No sabía si es que si padre pensaba que dejando todas las costumbres que tenían antes los tres atrás, lo olvidaría... Personalmente, Dani pensaba que al cambiar la normalidad se le hacía todo más raro y diferente. Bueno, ya habían pasado siete años, y aún no había asumido que su padre había cambiado de alguna manera. Mateo quería que olvidase el pasado.
Dani levantó la mirada de sus manos y volvió a mirar la foto del tablón. El rescate que acaban de realizar le había recordado al incendio y a su madre, por eso se había unido al cuerpo de policías, para que más gente no pasara por lo mismo.
Miró un armario que estaba paralelo a la cama. Era su trastero, o, al menos, el sitio donde guardaba un montón de objetos que se habían ido amontonando con el tiempo.
Quería que todo volviera a ser como antes, así que...
Abrió la puerta del armario y se encontró de frente con una guitarra que parecía como nueva. La cogió mientras sonreía ligeramente y se pensó, por primera vez desde hacía siete años, volver a tocarla.
Hola ❤️
¿Qué os ha parecido el nuevo capítulo?
¿Qué planean Mark y Sebastián?
¿Qué pasará con Mateo y Dani?
Espero vuestros comentario =)
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