[13]
—Ya hemos llegado.
Verónica y Alexia habían pasado frente a la zona en la que siempre se encontraba la chica con Mark y Sebastián. Avanzaron un poco más hasta llegar ante una pared de roca. Dharma iba todo el rato a su lado, sin entrometerse mucho en la situación.
—¿Esto es la entrada? —dijo Alexia entre susurros.
Aunque era de noche, nadie les decía que no hubiese alguien cerca.
—Sí, solo hay que echar abajo estas rocas —le explicó y tocó una—. ¿Ves? Están sueltas, pero es difícil soltarlas.
Alexia la miró entre sus dedos, ya que estaba intentado que no se vieran desde de arriba. Solo una pequeña parte de luna reinaba en el cielo, pero era suficiente para iluminar sus ojos.
Empezaron a empujar las piedras apiladas hacia dentro, sin embargo, no se movieron ni un milímetro.
—¿Y si uso mi poder? —preguntó Alexia al cabo de un rato—. Será más fácil.
—Pero se podría ver desde la superficie —dijo Verónica dudando—. No sé yo si...
—Hazme caso, sé lo que hago —La miró Alexia a los ojos, intentando convencerla.
Verónica le sostuvo la mirada hasta que asintió.
Alexia se puso frente a la pared y le indicó a su madre que se apartase. Lo pensó, visualizó el impacto y se preparó. Abrió las manos, de ellas salían unas luces azules intensas. Sabía que tenía que ir rápido, así que no le dio más vueltas. Las luces se convirtieron en un rayo que chocó con potencia en la pared.
Durante unos segundos, todo lo que pudieron ver fue polvo. Alexia abrió los ojos intentando recordar cuándo los había cerrado y vio que las rocas ahora estaban en el suelo, dejando a la vista la entrada de la cueva. Su mirada seguía clavada en el agujero. Por alguna razón, el poder destrozar una pared con sus poderes la asustaba, pero no había tiempo para pensar en ello.
—Listo —dijo Alexia sonriendo.
—Impresionante —Se acercó Verónica y miró la nueva entrada—. ¿Pasamos?
La chica asintió y entró sorteando las piedras que ahora yacían en la arena, después entró su pequeño cangrejo. La cueva no era muy grande, pero tampoco hacía falta que lo fuese. Las paredes eran de piedra, como se podía intuir desde el exterior, y el suelo estaba cubierto de arena. Constaba de dos partes: una llena de agua que daba al exterior y una en la que, si subías por la parte de agua, había una zona que conectaba con el exterior, pero su entrada estaba escondida. A cualquiera le hubiese parecido un lugar oscuro y sin nada especial, pero para Alexia era una buena alternativa.
—¿Cómo nos vas a comunicar con ellos? ¿Cómo van a saber que estamos aquí? —preguntó Alexia mientras observaba a Verónica salir del agua.
—¿Has notado algo raro? —preguntó Verónica.
Alexia negó sin entender porqué le respondía con una respuesta que no tenía nada ver.
—Puesto que viven aquí al lado, abrías notado que estaban —dijo la mujer.
—¿Cómo?
Verónica se giró lentamente, sin saber del todo explicárselo.
—Supongo que un lazo os une por ser familia, así que sabrían que te encuentras cerca, al igual que tú con ellos —dijo—. ¿Tú les notas?
—¿Qué se supone que tengo que notar? —preguntó Alexia apoyándose en el borde que separaba el agua de la tierra.
Verónica se sentó en el borde al lado suya.
—Me vas a decir que es mentira que cuando vienes notas algo diferente al estar con ellos —Se cruzó de brazos Veronica.
Alexia no contestó enseguida. Era cierto de alguna manera que no podía explicar. Por mucho que quisiera hacerlo, no habían palabras para describir eso. Cuando estaba con ellos se sentía más... ¿completa?
—Eso pensaba —dijo Verónica al intuir lo que quería decir su silencio.
—Sí, sí siento cuando están cerca —dijo Alexia agarrando a Dharma—. A diferencia de ahora... Dime una cosa, ¿por qué los siento?
—Lo sientes —la corrigió su madre—. Esa sensación la tienes solo con Sebastián.
Alexia frunció el ceño, le estaba dando demasiada información.
—Ya lo entenderás —Verónica le dedicó una sonrisa dulce—. Deja que el tiempo te lo enseñe.
Alexia asintió sin estar del todo segura de lo que decía su madre, pero no insistiría más.
—Bueno, ¿entonces cómo les encontramos? —preguntó Alexia.
—En eso puedo ayudar —Sonrió Verónica—. Te lo explicaré cuando vuelva.
—¿Adónde vas?
—No te lo sé decir claro, donde estén ellos —dijo y desapareció de su vista.
El barco que habían visto resultó ser del equipo de rescate. Mientras se acercaban, ellos se iban alejando hacia un enorme barco que habían visto bastante más atrás.
Mark y Sebastián habían parado cerca de la cueva de Alexia esperando encontrarla allí, pero cuando Sebastián salió del agua y le dijo a su hijo que no había ni rastro de ella, empezaron a preocuparse.
Evidentemente, no se dieron cuenta de la luz azulada que les seguía de cerca. Era Verónica, que no se podía creer que estuvieran en ese sitio mientras que ellas esperaban que estuviesen en casa.
Mark y Sebastián estaban debatiendo sobre sus siguientes pasos, y Verónica se obligó a prestar atención.
—¿Crees que se la abran llevado? —le preguntó Mark.
—No —dijo Sebastián mientras intentaba encontrar alguna excusa en su cabeza.
Él podía sentir cuándo estaba cerca de ella, y cuando la lancha de rescate había aparecido no sintió nada.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? —preguntó Mark—. No tenemos ni idea de dónde está.
—Yo opino que deberíamos volver, a lo mejor se ha ido hacia allí —sugirió Sebastián.
Verónica asintió aunque sabía que nadie la vería. Ver una conversación así, en la que podía ayudar, era frustrante.
—Vale, no veo otra opción —dijo Mark sin estar del todo convencido.
Luca seguía nervioso por lo que había pasado en la puerta.
—Tendrías que haber reaccionado —dijo Greta mirándole fijamente—. Podría haberse estropeado todo el plan.
—¿Qué? No me dijiste lo que tenía que decir —se defendió Luca—. Pero he sabido salir de la situación, ¿no?
—Por los pelos —rebatió la princesa—. El nombre que te has inventado...
Dylan miraba de lado a lado cada vez que algunos intervenía. Luca ya se había quitado las gafas y la peluca, así que sus ojos amarillos volvían a relucir. Llevaban con la misma conversación un buen rato, y le preocupaba que se enfadasen de verdad.
—Bueno, ya está —intervino Dylan—. Hemos salido, eso es con lo que hay que quedarse.
Greta y Luca se giraron hacia él, con una expresión que reflejaba que se habían centrado tanto en la pelea que se habían olvidado de dónde estaban.
—De acuerdo —dijo Greta—. Solo le estoy recomendando cosas para próximas veces.
—Recomendando a gritos —la corrigió Dylan.
—Contigo no me da apuro pelearme —dijo Greta con mirada desafiante.
Luca era ahora quien miraba la escena al borde de las carcajadas.
—Vale —dijo Dylan levantando las manos mostrando que no quería pelea.
Los ojos de Greta se clavaron en Luca, que no paraba de reír. Cuando el chico se dio cuenta, paró, pero entonces, todos empezaron a soltar la presión a traves de sus risas.
—A ver, tenemos que ponernos serios —dijo Greta—. Si tardamos mucho se enterarán de que nos hemos ido y sabiendo que nuestro padre no tiene ni idea... Será mejor darnos prisa.
Asintieron y miraron a su alrededor. Para Luca todo era nuevo, así que el simple hecho de mirar a lo lejos le sorprendía. El pueblo era un puntito en el universo al lado de toda esa inmensidad.
—¿Por dónde empezamos? —preguntó Dylan sacando a su compañero de sus pensamientos—. ¿Alguna idea?
Se quedaron un rato en silencio, dándole vueltas a la cabeza.
—¿Sabéis de algún otro pueblo por aquí cerca? —preguntó Luca.
—No hay ninguno más en kilómetros, somos el único —informó Greta—. Por eso somos tantos.
—Vaya.
—¿Dónde se metería una darmado sin estar en un pueblo? —preguntó Dylan.
—No lo sé —dijo Greta negando con la cabeza mientras se cruzaba de brazos—. En alguna cueva grande, ¿no?
El silencio volvió a instalarse entre ellos.
Luca no sabía mucho de la zona, así que le costaba pensar lugares donde esconderse. Una cueva le parecía una buena opción, pero podría haber millones. Además, ¿en qué dirección? Se sentía perdido en esa búsqueda, pero confiaba en el príncipe y en la princesa.
—¿Te acuerdas de la cueva que vimos la otra vez? —preguntó de pronto Dylan—. Esa que tenía la entrada muy estrecha pero que parecía que dentro era enorme.
—¿Qué había dentro? —intervino Luca.
—Ni idea —dijo Greta—. No llegamos a entrar porque nos estábamos retrasando. Está un poco alejada, pero llegaremos en unos 20 minutos.
Dylan asentía ante todas y cada una de las palabras que pronunciaba su hermana.
—Entonces ya sabemos por dónde empezar —Sonrió Luca.
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¿Qué tal? Os traigo nuevo capítulo.
¿Alguna teoría? ¿Alguna idea de qué puede ser eso de sentirse unos a otros? Os leo ❤️
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