[1]

Alexia se asomó a través de la abertura de la cueva submarina a la que llamaba hogar. Su largo pelo marrón ondeó tras ella a la vez que se movía, sus ojos azules centelleaban y su sonrisa se ensanchó: ya era la hora. Agarró una especie de bolsa hecha con algas en la que llevaba cosas útiles.

—Vamos, Dharma —dijo la chica—. Es hora de irnos.

Tras ella apareció un cangrejo de color rojo llamativo que había rescatado tiempo atrás. Sus pinzas no eran de gran tamaño, y sus dimensiones indicaban que aún era una cría.

Frente a ellos se abría el mar, totalmente silencioso, pero no sin movimiento. Algunas algas se balanceaban de alante hacia atrás constantemente, haciendo un patrón de distintos tonos de verde. Bastantes peces nadaba en grandes grupos, aunque también se podía ver a algún otro que iba por libre. En general, montones de colores se veían en la lejanía.

Salieron de la cueva, volviendo a usar su camino habitual, pero esta vez era especial, diferente...

Giraron hacia la izquierda, en dirección a su destino. Alexia miró al frente, todavía les quedaba bastante camino, pero por lo menos los vería de nuevo. Sonrió mientras miraba al pequeño cangrejo que la acompañaba, al menos no se sentía sola.

—¿Qué pasa? —preguntó Alexia cuando su compañero se paró—. ¿Qué hay allí?

Alexia enfocó la vista en la dirección en la que Dharma miraba tan fijamente. Estaba lejos, pero pudo distinguir una gran figura recortada contra el fondo oscuro. Tenía colores llamativos y parecía buscar algo específico.

La chica miró la criatura con curiosidad, y entonces la vio. Aquella cosa la inspeccionaba de arriba a abajo desde la distancia.

Alexia reaccionó rápido, escondiéndose detrás de una roca intentando no hacer ruido. Agarró a Dharma de la pinza y se apoyó en la superficie rugosa de la piedra. La pared cedió, haciendo que tanto ella como el cangrejo quedasen ocultos.

Para alivio de ambos, la misteriosa criatura pasó de largo.

Alexia suspiró en su escondite mientras sus ojos recorrían aquel lugar. Era una especie de cueva, pero al parecer la entrada se había taponado tiempo atrás. El suelo estaba cubierto de una arena blanca y fina, y las paredes tenían algunas imperfecciones.

La chica se acercó a ellas, era cierto que habían algunas líneas, pero en conjunto parecían dibujos. Pasó los dedos por ellos y se iluminaron de color azul metálico, al igual que sus ojos. Apartó la mano rápidamente, ¿qué acababa de pasar?

No era la primera vez que sus ojos se iluminaban, al contrario, cada vez que hacía magia, el color claro azulado de ellos se volvía más oscuro. Pero ese momento no la había usado...

Miró a Dharma, que seguía inmóvil en la entrada de la cueva.

—Mejor nos vamos —dijo Alexia apuntándose mentalmente la ubicación de aquel lugar—. Nos están esperando.

Dharma salió primero, pero Alexia no pudo evitar volver su vista atrás y recordar aquella luz. Ese lugar tenía algo especial, y descubriría el qué. Agarró con fuerza el asa de su bolsa y salió.


—¿Sabes lo que podría haberse provocado? —le dijo casi gritando mientras se cruzaba de brazos—. Podría haber acabado mal.

Dani miraba al frente, entre enfadado y avergonzado. Abrió la boca para contestar.

—Lo que has hecho ha sido muy imprudente —le regañó Mateo, su padre y jefe—. No puedes actuar solo.

—Era una emergencia —dijo antes de que le interrumpiera de nuevo—. ¿Qué querías que hiciera? ¿Dejarlos allí?

Mateo se apoyó en la pared y suspiró.

—Deberías haber avisado a los demás —dijo Mateo como respuesta—. Por este camino no vas bien.

Su padre había suavizado el tono, cosa que no solía hacer cuando estaban en el trabajo. De repente recordó que estaban en su despacho, donde una mesa de madera reinaba en el centro. Al otro lado, había una gran silla negra de ruedas. En el fondo habían un montón de estanterías, y a la derecha, colgadas en la pared, varias placas.

No sabía si que su padre fuese el comandante reforzaba su relación o la destrozaba.

—Si aviso a los demás es imposible llamar tu atención... —empezó Dani relajando los brazos, ya lo había dicho—. Pensé que sería buena idea.

—¿Para qué quieres llamar mi atención? —le preguntó su padre sentándose en la silla.

—A ver, más que eso... —suspiró, no sabía cómo explicarse.

Se sentó en la silla que había frente a la mesa.

—Dime —Se reclinó hacia delante, apoyando los codos en la mesa—. ¿Qué pretendes?

Dani lo pensó un momento, seleccionando las palabras correctas. Últimamente, cada conversación entre ambos se hacía más difícil, ya estaba llegando el momento, y quería estar preparado.

—Quiero que me veas capaz de tomar el relevo —dijo casi inaudiblemente—. Que no me subestimes.

—Ya sabes que...

Se escuchó un golpe tras la puerta, que más tarde se abrió un poco.

—¿Se puede? —preguntó Erik asomando la cabeza.

Tanto el comandante como su hijo se giraron.

—Si molesto... —dijo el chico señalando la puerta.

Dani miró a su padre, que tenía la mirada clavada en el recién llegado.

—No, ya me voy —dijo Dani levantándose rápidamente de la silla.

Pasó al lado de Erik y cerró la puerta.

Fuera no había mucha gente, probablemente estarían organizando los coches y barcos para otras emergencias. La estación de policías estaba tranquila. Recorrió algunos pasillos y bajó unas escaleras que llevaban al garaje. Era un espacio grande en el que se encontraban bastantes transportes de todo tipo; aire, tierra y agua. En las paredes habían herramientas y protecciones.

Dani entró, allí tampoco había nadie. Los demás estaban en la sala de entrenamiento. Se acercó a la pared, y allí, en la penumbra del garaje, apoyó la cabeza en la pared.

Esa mirada que le dirigía su padre a Erik... Él lo prefería, nunca le sacaba un pero, era obvio. ¿Podía ser qué...?

Se giró de repente, un ruido a sus espaldas le sobresaltó.

Venía de la puerta, la cual estaba entreabierta. Intentó hacer memoria, él la había cerrado.

Dio un par de pasos y llegó a la puerta, la empujó con la mano y se encontró cara a cara con Paul.

—Perdón, no sabía que estabas dentro —dijo el chico.

Tenía la piel morena y el pelo casi negro. Sus ojos llamaban la atención, pues eran de color marrón claro.

—No pasa nada —Le quitó importancia Dani.

—¿Qué hacías ahí dentro? —le preguntó—. Si se puede saber, claro.

—Nada, os estaba buscando —dijo mientras empezaban a andar en dirección a la sala de entrenamiento.

Paul observó la expresión de su compañero.

—Si te preocupa algo puedes decírmelo —le dijo girando a la derecha en la siguiente esquina.

Dani se planteó por un momento decírselo, confiarle sus preocupaciones. A lo lejos se escuchaban ya las voces de los demás, así que negó con la cabeza.

—No te preocupes, es una tontería.

Pasaron a través de una puerta blanca que tenía un cristal redondo que dejaba ver el interior. Dentro habían algunas máquinas de ejercicio y equipamiento; algunas estaban ocupadas y otros hablaban entre ellos.

—Bueno, pero si necesitas algo me avisas —le dijo poniendo su mano en el hombro de Dani—. Hablamos luego.

Paul se alejó y se dirigió hacia una de sus compañeras.

Dani se movió de la puerta y empezó a andar hacia la otra punta de la habitación.

—Hola —le saludó alguien.

Él le respondió con la mano forzando una sonrisa. Le parecía increíble que solo por ser el hijo del comandante le tuvieran apartado como un trofeo, algo con lo que no meterse, pero después le saludaban para quedar bien.

Suspiró, no podía hacer nada en contra de eso, por lo menos tenía a Paul.

Se apoyó en la pared y dejó que su vista corriera por la sala. Por la puerta estaba entrando Erik, que lucía una sonrisa. Probablemente su padre ya estaría solo, pero no le apetecía retomar la conversación. Unos altavoces en una esquina de la habitación animaban un poco el ambiente, días como aquellos no tenían mucho que hacer. El día era tranquilo, y no había habido emergencias, así que ya tenían todas sus tareas hechas.

Se escuchó de nuevo la puerta, levantó rápidamente la mirada y cuando vio que era otra compañera, la bajó. Por alguna razón tenía la sensación de que su padre entraría en cualquier momento. Sacó sus auriculares del bolsillo y se los puso mientras le daba al play en su lista de reproducción.

Pasó un rato hasta que levantó la mirada del móvil y se encontró con Erik. Se quitó uno de los auriculares y lo miró. Él se la devolvió, pero no le dijo nada.

—¿Qué pasa? —dijo Dani sin entender nada.

—Nada, solo quería hablar contigo —contestó el otro cruzándose de brazos.

Dani guardó los auriculares y le prestó atención.

—Te escucho.

—Bien, acabo de hablar con tu padre —dijo Erik apoyándose al lado de Dani en la pared.

Dani observaba cada movimiento que hacía, conociéndolo no le diría nada bueno. Un silencio se instaló entre ambos, ¿qué iba a contestar a eso? ¡Si él estaba allí!

—Ya, he salido por tu lado —Intentó cortar un poco ese ambiente tan raro, pero le salió un tono más cortante de lo que quería.

—¡Es verdad! —El chico se dio una palmada en la frente exagerando mucho.

Dani puso los ojos en blanco, a saber que quería.

—Bueno, espero no haberos interrumpido en algo importante.

El chico negó con la cabeza quitándole importancia, pero por dentro estaba intranquilo, ¿cuándo iba a ir al grano? Siempre tenía que hechar más paja al asunto de la necesaria.

—No era nada —dijo todavía sin mirar a los ojos a Erik.

—Menos mal, es que como estabáis peleándoos... Pensaba que sería importante.

Ya estaba metiéndose donde no debía. Apretó los dientes y lo miró a los ojos por primera vez en toda la conversación. Ya sabía él a donde iba. Tenía que mirar un poco hacia arriba, ya que Erik le sacaba un poco de altura, pero no le importó.

—No te importa —le contestó.

Los ojos azules de Erik parecieron sonreír, quería que se enfadase.

—No te pongas así —En su rostro se dibujó una sonrisa ladeada casi imperceptible—. Que tu padre no te entienda no significa que te tengas que poner en contra de todo el mundo.

—¿Has estado escuchando? —preguntó Dani con toda su rabia contenida, a punto de explotar.

—Puede que solo un poco... —dijo Erik—. Solo la parte en la que dices que quieres tomar el relevo.

Dani vio como la sonrisa del otro se agrandaba, abrió la boca para contestar, pero un fuerte ruido empezó a sonar. Era la sirena de emergencia, una lucecita encima de la puerta indicaba que alguien necesitaba su ayuda fuera.

Dani miró a Erik, que hizo lo propio. Una mirada que hablaba más que las palabras, ya seguirían aquella conversación. Se quedaron los dos solos en la sala, y Dani se despedió. Erik miraba fijamente al chico mientras salía, de alguna manera podría quitarlo de su camino...

Salvados por la alarma.

¡Hola! ❤️🌱🍄

¿Qué os ha parecido el primer capítulo? <3

¿Qué pretende Erik?

¡Más en el próximo!

Espero vuestros comentarios.

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