Sueños

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Hola a todos,

Las hago completamente responsables de mi locura, no me pueden culpar por buscar problemas en mi vida diaria por mi falta de atención. He dejado que el mundo ruede sin preocuparme por las consecuencias solo por ustedes. 

En fin, les traigo un capitulo nuevo que me pesara por el resto de la semana. Moriré agobiada por el trabajo, pero la verdad a valido la pena. No me arrepiento del nada. 

Pregunten mañana o pasado cuando mis oscuras ojeras me hagan parecer un mapache.

Saludos y abrazos a la distancia.

Helena Grand


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Fingir y engañar, es un arte que tiene por demás dominado, la mayor parte de su vida a sido de esa manera, de otra forma no hubiera logrado sobrevivir cuando quedo completamente a cargo de su padre.

Cualquier sentimiento debía ser reprimido, nada debía salir a la superficie. Quizás por eso en ocasiones tenía la sensación de estar anestesiado todo el tiempo. Dejaba de percibir las líneas que se dibujaban cada vez mas tenues en cuanto a sus emociones reales y lo que debía mostrar al mundo.

Debía ser el digno hijo del rey, implacable, tenaz y sin sentimientos. El combatiente mas feroz que no tiene en su vocabulario la palabra piedad. Hace mucho a dejado de preguntarse cuantas personas han muerto por su espada, lo único que pudiera aplacar al menos un poco su conciencia -Si la tuviera- seria que siempre a sido preciso para no causar dolor innecesario.

Quiere intentar de nuevo adormecer lo que siente, no quiere lidiar con esa necesidad de cruzar el mar que les separa para verla, para tenerla de nuevo tan cerca que pudiera sentir su calor filtrarse hasta los huesos para apartar el frio que siempre a sentido, quiere ahondar en su boca, que las compuertas de sus labios se abran para que sus lenguas se saluden y poder paladear a gusto su sabor.

No es un crio, pero se siente como uno, con la piel y el cuerpo sobrecalentado, ansioso, necesitado y ardiente en un deseo que exprime su lógica, echando por tierra esos muros que construyo con ahínco para aislar sus emociones.

Los altos y gruesos muros se fisuran, dejando filtrar emociones que creyó sepultadas bajo los escombros de una terrible niñez y adolescencia. Ya es un hombre no debería desear aquello que no puede poseer porque no lo merece.

Ha soñado todas las noches con ella. La princesa se cuela en su mente a penas sus parpados se cierran. Vuelve a estar a su lado, en la pasarela del pequeño barco con la boca sobre la suya, bebiéndola lentamente en un beso tímido pero caliente. Respirando el mismo aliento, percibiendo el temblor en su cuerpo apoyado en el suyo como si necesitara un soporte para que sus rodillas no sedan y termine de bruces contra el piso.

De momentos no sabe distinguir si se trata de un recuerdo o son sus deseos lo que le dan la forma a esos sueños, cambiándolos, volviéndolos más detalladas para percibir lo que quizás paso por alto en la locura que los sacudió por esos minutos.

Todavía a esas alturas no sabe definir, si cuando sus labios se tocaron fue el, ella o ambos los que gimieron con placer ante el contacto. Si la electricidad que se generó entre ellos corriendo por la piel de sus cuerpos fue tan bueno para hacer que un simple beso despertara cada terminación nerviosa clamando por más. Agitando los latidos de su corazón y erizando los vellos de su piel.

Su imaginación no es tan buena, lo sabe. Aun así, se resiste a creer que fuera real la explosión que experimento sobre sus labios, despertando lo que creyó dormido.

Siempre despierta después de saquear su boca a saciedad, mientras sus manos viajan por las curvas de su cuerpo, escuchando como suspira y gime arqueando su espalda cuando sus manos se abren paso más allá de los confines de su ropa interior.

Frustrado abre los ojos para descubrir que el sueño lo tiene de nuevo duro. La erección que se levanta en sus pantalones le hace bufan con fastidio. Molesto patea las sábanas para apartarlas y se sienta en la orilla de la cama frotando su rostro.

No puede seguir así, es ridículo. No es un adolescente cachondo que tiene sueños febriles cada mañana. Debería tener el dominio de su cuerpo como siempre lo a tenido. Debería tener suficiente con llamar a cualquier dama a sus aposentos para sentirse saciado y descomprimido de esa necesidad que sigue latiendo bajo la piel, pero el pensamiento lo molesta. Es precisamente esa molestia lo que lo preocupa, porque no parece normal de ningún modo.

Durante la madrugada después de despedirse de la princesa cuando aún no conciliaba dormir, sintiendo el sabor de Hermione en sus labios, el vivo aroma todavía impregnado en su piel y la electricidad aun latiendo como un pulso dentro de su cuerpo, las puertas de sus habitaciones fueron abiertas. Estaba tan ensimismado que para cuando Pansy estaba suficientemente cerca de su cama, reacciono con violencia, brincando sobre ella para someterla, pensando que se trataba de algún enemigo que quería asesinarle.

Lo que tardaron tres latidos de corazón, se dio cuenta del error. Tratando de contener la vergüenza por su desliz y la falta de concentración que no podía permitirse soltó lentamente las muñecas de la joven que le miraba asustada y pálida bajo su cuerpo.

-¿Cuántas veces tendré que decirte que no puedes entrar así? -Pregunto con los ojos llameantes, más enojado consigo mismo que con ella.

Soltándole se recostó de nuevo, tratando de aplacar su impaciencia.

-¡Lo siento! -Se disculpo sentándose sobre el colchón, frotando sus muñecas adoloridas. -Pensé que te gustaría un poco de compañía.

Drake no contesto, estaba demasiado irritado con toda la situación en si para ser racional.

-Ya que estoy aquí puedo ayudar a relajarte. -Ofreció acomodándose a horcajadas sobre los muslos del príncipe.

Las pequeñas y suaves manos comenzaron a pasearse sobre el pecho desnudo del príncipe, bajando en provocativas caricias por su abdomen. Pansy ya podía sentir la humedad entre sus piernas ante la anticipación de sentir al príncipe, sin embargo, unas fuertes mano detuvieron su avance cuando ya rozada el bello rubio encrespado del príncipe.

-¡Detente! -Ordeno con demasiado ímpetu.

Los ojos grises del príncipe incluso parecieron brillar en la oscuridad de la habitación.

-Permíteme complacerte. -Suplico meneando sus caderas contra su cuerpo, casi ronroneando al sentir la erección que rozaba directamente con su intimidad al no llevar ropa interior, solo el delgado pantalón de dormir del príncipe se interponía para estar piel con piel.

El cuerpo de Drake reaccionaba de manera natural a la estimulación, no era un santo para no sentir placer, sin embargo, algo no parecía del todo correcto.

Aun sujetaba las muñecas de Pansy, no así las caderas que seguían agitándose casi dolorosamente sobre su entrepierna en sensuales movimientos. Incluso podía sentir la humedad empapando su ropa.

No fue hasta que el perfume femenino que emanaba de la joven pelinegra se coló por sus fosas nasales que comprendió exactamente que era lo que le molestaba. Pansy no era su princesa. No es la boca o el cuerpo que desea, el que tiene sobre él.

Hay deseo, sí. Pero no esta el hambre que le asalto al probar los labios de Hermione o el ardor en la piel por el simple e inocente roce de sus cuerpos al estar demasiado juntos, no esta el aroma correcto o la electricidad fluctuando entre ellos, no está esa energía espesa casi tangible que lo sacudió mientras mantuvo a la princesa entre sus brazos.

La empujo fuera de su cuerpo, ofendido por ese aroma que le hizo sentir asfixiado de repente.

-¡No estoy de humor! -Exclamo.

Algo en sus palabras pareció incluso peligroso para la joven, que se mordió los labios para contener las lagrimas al sentirse rechazada.

-Si estas cansado, déjamelo a mí. -insistió haciendo el ademan de acercarse de nuevo.

-¡No!-Fue la respuesta rotunda.

Como para reafirmar sus palabras se levantó con garbo de la cama, con dirección al baño.

-Retírate, si necesito de tu compañía te llamare, pero no vuelvas a entrar por tu cuenta. Esta es la última advertencia Parkinson. -Ni siquiera se giró a verla, cerro la puerta tras de si con fuerza.

Pansy se quedo sobre la cama un rato, tratando de contener el llanto sin mucho éxito. Sentía que lo estaba perdiendo, que cada vez era mas indiferente a sus encantos. Algo había cambiado, algo que no lograba entender. El príncipe Drake siempre fue frio, incluso a veces cruel cuando estaba de mal humor, pero nunca como a hora la había rechazado, no dedicándole esa mirada como si su toque le fuera repulsivo. Cuando salió del baño, Lady Pansy ya no estaba. El alivio que experimento incluso le sorprendió -Que clase de hombre rechaza el buen sexo, por el indemne recuerdo de un mustio beso.

El príncipe quiere gritar en frustración, con el cuerpo sobrecalentado por un vivido sueño que cada mañana le mantiene firme y dispuesto para tomar a una mujer de otro reino que no puede, ni debe ser suya. El agua fría no a servido de nada para bajar la libido, basta que cierre los ojos para que las imágenes le golpe haciéndolo jadear. Tiene el cuerpo todavía mojado, el agua chorreando por sus cabellos, gotas de agua adheridas a su piel que se evaporan de manera literal, cuando su magia comienza a desbordarse de nuevo, el fuego de su magia fluctúa.

Gruñe, con los dientes apretados. Tomando su falo erecto con la mano para comenzar a acariciarse de arriba abajo. Trabajando sobre su erección sus parpados caen trayendo consigo el anhelo de un recuerdo. Gime fuerte pensando en su cuerpo, en la sensación de sus labios apresados por los suyos, oliendo su fragante aroma, respirando su aliento. Los sueños de los últimos días incluso le brindan la imaginación suficiente para deleitarse pensando en lo que será la suavidad de esa piel oliva bajo el tacto de sus manos o esa preciosa boca estirada, tomando el lugar de su mano.

Se viene con fuerza, con los dientes tan apretados que los hace rechinar, le lleva un par minutos recuperar el aliento y la punzada de sentirse ridículo vuelve a llenarlo de frustración. La maldita princesa lo ha jodido con su bonita boca.

Vuelve a entrar al agua helada, solo para ver como el vapor se eleva como si el fuera un carbón ardiente que se a sumergido en líquido para apagarlo. Ese día no se ve capaz de salir de sus habitaciones ha tomado como pretexto preparase para el evento de esa tarde.

Tiene que volver a sepultar lo que sea que allá removido la princesa Granger. Sentir es un lujo que no puede permitirse a esas alturas. Sus prioridades son otras, hay un reino que debe rescatar de las garras de un Rey nefasto, tiene una familia que merece regresar a su hogar y para lograrlo debe seguir siendo como hasta ahora, le guste o no.

No esta en sus planes o en los de Granger entrar en un juego infantil de enamorados. Ambos tienen obligaciones, un reino que proteger, personas que dependen de ellos. No es tan simple como dejar atrás todo de manera egoísta para buscar algo que no podrán mantener.

Incluso Nott la merece más que el, piensa con amargura, tratando de aplacar el malestar que le invade de solo imaginarla con otro hombre.

Entre más rápido borre el encaprichamiento por Hermione será mejor para todos, después de todo el no puede ser el hombre de la futura Reina de Talamh, no puede conformarse con ser consorte cuando tiene que gobernar su propio reino.

Con eso en mente, se dispone a buscar con quien descargar sus deseos frustrados. Tendrá que conformarse con elegir a otra. Piensa en Lady Pansy, seguramente a esas horas estará deambulando por el palacio buscando una oportunidad para acercarse. En esta ocasión se dejará encontrar, aceptando que no puede tener lo que realmente desea tendrá que conformarse.

Masturbarse ya no es suficiente, siente que va a quebrarse si no logra satisfacer el calor de su cuerpo. Es como una maldición que lo azota, no es normal lo sabe, pero no puede evitarlo. Pensar que en pocas horas la princesa Hermione estará en Glaonna para la presentación de su hermano en sociedad no le ayuda para calmarse.

El príncipe sale de sus aposentos dispuesto a buscar quien satisfaga de manera rápida sus deseos, pero cuando pasa por uno de los corredores alcanza a ver por los amplios ventanales que hay varias personas reunidas en los jardines.

Detiene sus pasos para prestar más atención, solo para descubrir que es la comitiva de Talamh en compañía del príncipe Pólux quienes se encuentran paseando por los alrededores. No esta listo para lo que sus ojos ven o para la punzada que le hizo sentir sofocado y enfermo un segundo después.

La princesa Granger, su princesa camina del brazo de Pólux, siendo toda encanto y sonrisas mientas parecen conversar por el jardín como si fueran amigos íntimos. El pensamiento lo enerva, mientras el sabor a bilis sube por su garganta.

No puede moverse, sus piernas se niegas a reaccionar, no puede apartar la vista ante una imagen que hace arder su interior, pero esta vez de rabia y de celos. Se siente descompuesto, mientras el sentimiento de traición lo asalta.

¿Qué demonios es esto? -Se pregunta, tratando de pensar de manera racional. No tiene derecho a sentirse de esa manera, Granger no es su prometida o su mujer, no es nada. Ni siquiera puede llamarla amiga, ¿Aliada? Quizás, pero eso es todo. No le debe nada, -No son nada- se repite con más amargura que alivio.

Sabe bien que Pólux le cortejara buscando volverse su consorte. La idea no es nueva, es consciente que esas han sido las ordenes de Lucius, incluso daba por hecho que eso pasaría, sin embargo, lo que experimenta es tan nuevo, que no puede evitar sentirse traicionado.

-Príncipe. -Le llaman, pero no es hasta la tercera vez que pronuncian su nombre que es capaz de escuchar y girarse.

Los ojos azules de Pansy le miran con desconsiente, pero no pierde tiempo en dar algún pretexto lógico sobre por que se encuentra parado como una estatua viendo al exterior, tan distraído que no escuchaba su llamado.

Se limita en tomarla con brusquedad por el brazo para estamparla contra la ventana y besarla. No hay pasión en ese beso desesperado, solo hay rabia. Los ojos de Draco no se cierran mientras ataca de manera salvaje la boca de Pansy, levantando el faldón de su vestido desgarrando su ropa interior para hundir sus dedos de manera poco gentil pero hábil.

Suelta su boca para escucharla gemir contra su oído. Cualquiera que pase puede verlos, pero poco le importa al príncipe. Sigue invadiendo la intimidad húmeda, cálida y resbaladiza de la joven de manera implacable, mientras sus ojos nunca abandonan a Hermione y Pólux, que no se percatan de su mirada vigilante desde uno de los corredores del piso superior.

Enloquecido por los celos y la rabia, parece un tipo de venganza enferma. Es como si la mujer entre sus brazos no fuera Pansy sino Granger y le estuviera cobrando la osadía de pasear del brazo de otro hombre. Cuando es consciente detiene el movimiento de su mano diestra, bajando lentamente el faldón del vestido la cubre.

Pansy tiene el rostro enrojecido por el placer, poco le importa el lugar o ser vista de aquella manera, piensa que el deseo de Drake por ella ha vuelto y eso la hace sentir feliz y esperanzada. Cuando está demasiado cerca del orgasmo, los invasivos dedos de Draco se detienen dejándola deseosa de más.

Se aparta sin siquiera mirarla, alejándose de ella como si nada hubiera pasado, de vuelta a sus habitaciones para enfriarse y retirar cualquier olor que no sea el que desea realmente llevar sobre el cuerpo.

La joven confundida no sabe que hacer o decir, se queda congelada y temblando con la espalda pegada al frio cristal de la ventana, todavía con la respiración agitada y la frustración haciéndose paso. Quiere llorar, aprietas sus pequeñas manos en puños firmes. Sus piernas amenazas con ceder bajo su peso por lo que se sostiene firmemente del marco de la ventana para no caer. Es entonces que mira hacia el exterior que comprende la actitud rabiosa del príncipe, de nuevo a sido utilizada, de nuevo no ha sido suficiente para Drake.

La princesa que anhela esta con otro.

Se muerde la lengua para no gritar de rabia, pero poco después se recompone, mientras una sonrisa tira de las comisuras de sus labios hacia arriba. Drake nunca podrá tener a la maldita princesa de Talamh siendo la voluntad del Rey que sea Pólux su consorte.

Conoce los planes del Rey gracias a su padre. Nadie ha requerido su ayuda, pero Pansy esta mas que dispuesta a ser parte del complot, así tuviera ella misma que arrastrar a la princesa Granger a los aposentos del príncipe Pólux. Esa noche tendrá la satisfacción de ensuciar el nombre de la princesa, que todos sepas la clase de perra que es, por atreverse a tentar a su hombre.

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El estado de agitación de los últimos días no le da tregua. Aun dormida no puede apartar sus pensamientos del príncipe heredero de otro reino. Apenas concilia dormir los sueños que la acechan hace que sus mejillas se tiñan de un rojo intenso por la vergüenza, pero también por el calor que nace en su bajo vientre en un deseo nuevo que la tiene confundida y ansiosa.

A veces incluso sueña despierta, con la vista perdida en algún punto lejano y los pensamientos puestos en esa noche en la que sus labios sintieron por primera vez lo que era un beso. Hubiera querido tener mas tiempo para disfrutar de sus labios, para sentir su mano grande afianzarse a su nuca, enredando sus dedos entre sus cabellos.

Manteniendo sus ojos cerrados, aun podía sentirlo inclinado sobre ella con su gran altura, la firmeza de su cuerpo apoyándose en el suyo, sosteniéndose de manera tan perfecta como si fueran dos partes de un mismo rompecabezas. Con una de sus manos contra el pecho fuerte de Draco, podía sentir bajo su tacto los rítmicos y acelerados latidos de su corazón, pero también el calor que emanaba de su piel tan intenso como si hubiera subido varios grados desde el momento en que apoyo la palma de su mano contra la piel.

Era un calor intenso que no la lastimaba, que por el contrario la hacia arder a ella también en esa calidez que podría ser catalogada como poco natural. No debía ser extraño si se pensaba bien, después de todo la magia del príncipe es de fuego aun cuando el agua también este presente.

Suspira largamente aceptando la realidad de sus sentimientos por el príncipe heredero. Puede ser que el conocimiento de estar enamorada no sea fácil de asimilar, pero seria absurdo negarse a lo evidente o al hecho de que son tan compatibles que la magia de ambos a despertado por si misma de manera abrumadora aun siendo de elementos diferentes.

Lo quiere, a pesar de lo ilógico que sea enamorarse de un hombre que en muchos sentidos le resulta repelente e insoportable. No puede negarse a los sentimientos de su corazón, aun cuando es consciente de que nunca podrá permitirse ir mas allá.

Se prometió ser la espada que vengaría la muerte prematura de su madre. Hasta el momento había cumplido parte de esa venganza, la reina Maela seguía enclaustrada en un palacete en Scamail privada de todo poder político, pero sabia que no se mantendría quieta por mucho tiempo que comenzaría a moverse lentamente para buscar de nuevo tener el control del reino. Esperaba por el momento perfecto, por el pretexto para dar el golpe final.

No podría distraerse de su objetivo, como tampoco podía ser egoísta como para pensar en poner sus sentimientos sobre el bienestar de su familia, la seguridad de sus hermanas en el futuro solo estaría garantizado si ella acedia al trono como la primera Reina autónoma de Talamh.

Como futura reina no podría casarse, quien se convirtiera en su compañero debía rechazar ser esposo, conformándose con ser consorte. No podría imaginarse que alguien como el príncipe Draco que a luchado toda su vida en silencio para proteger a los suyos pusiera aceptar dejar atrás la razón que le ha dado sentido a su existencia.

La princesa sabe que aun cuando son demasiado distintos en muchos sentidos, sus convicciones son fuertes y firmes como para interponer interese propios a el bienestar de los suyos. Con eso en mente debía plantar bien los pies en la tierra y no dejarse llevar por esos sentimientos que le hacían desear algo que nunca podría tener.

A pesar de la firmeza en su decisión, se permitió el consuelo de soñar con el hombre que ya era dueño de su corazón. Suspirando en ese estado de duermevela permitió que los brazos masculinos de Draco la estrecharan en un apretado abrazo, disfruto de los besos de su boca experta, gimiendo bajo las caricias de sus manos. Perdida en el calor se estremeció contra su cuerpo cuando le hizo arder desde dentro deseando tanto que dolía, porque no era suficiente para aplacar el hambre y la sed que la hacía temblar y anhelar.

Despertaba entonces, solo para ser consciente que todo quedaría en eso. Un sueño anhelante que no se podía permitir.

Se prometió a si misma ser fuerte para no dejarse dominar. No podía dejar que nadie descubriera lo que guardaba su corazón, ese seria un secreto que debería llevarse hasta la tumba. Contuvo los nervios que le acechaban cuando entro al palacio de Glaonna donde se llevaría acabo el festejo por el príncipe Pólux.

Las doncellas que le ayudaron a cambiarse de manera más apropiada para el banquete se habían marchado. Estaba a la espera de que su escolta llegara para guiarla hasta el salón principal donde se llevaría acabo la gala.

Las habitaciones que prepararon para su estadía en el palacio de Glaonna eran exquisitas, mucho mejores de las que había estado la primera vez que visito el reino antes de ser reconocida como princesa legitima de Talamh, parecía que le había ocurrido en otra vida.

Un ruido la sobresalto. La princesa estaba preparada para arremeter contra cualquier intruso cuando la puerta de un armario se abrió. No había miedo en su corazón, no era momento para tener dudas.

Empuño con fuerza la espada, acercando el filo a la garganta del hombre que poco después salió.

-¡Casi haces que te mate! -Exclamo lívida bajando la espada para liberar a Draco y terminara de salir por completo.

No fue casualidad que le asignaran esa habitación a la princesa, tenia dos pasajes secretos para sacarla sin ser vista de ser necesario. Aunque en ese momento no estaba irrumpiendo de esa manera en el lugar a causa de una emergencia o tal vez si.

La joven princesa aún no se reponía del sobresalto, cuando en dos pasos largos Draco corto la distancia hasta invadir su espacio personal.

-¡Lo siento! -Susurro sobre sus labios la disculpa, la voz impregnada de frustración e impotencia.

Hermione parpadeo confundida por la cercanía del príncipe que no entendió por qué se disculpaba. Tan aturdida por su intensa mirada que para cuando fue capaz de mover sus labios para intentar preguntar a que se refería, ya no pudo hacerlo. Cualquier palabra fue sofocada por los labios del príncipe quien la besaba como si no hubiera un mañana.

Esta vez el beso no fue tímido o superficial. Había demasiada necesidad de por medio para eso. El mango de la espada que antes había sostenido con firmeza resbalo de su mano cuando tuvo que sostenerse del traje del príncipe cuando las piernas amenazaron con fallarle.

Cuando el aire les falto sus labios se separaron. Draco no la soltó, sus brazos enredados en el esbelto cuerpo, apoyando su frente contra la suya se vio incapaz de alejarse. Mantenían los ojos cerrados como si ese fuera uno de sus sueños y no quisieran despertar de este.

El príncipe Draco sabia que no debía, que no podía dejarse dominar por sus impulsos, pero no concebía la idea de no besarla. Quizás estaba perdiendo la cordura, enloqueciendo por completo.

Pasos cercanos los alertan, cuando la puerta se abre Hermione contiene el aliento. Su escolta la encuentra inclinada frente al espejo retocándose el maquillaje, respira hondo intentando calmar su agitación. Antes de cerrar la puerta al salir, mira una ultima vez al armario blanco de molduras doradas, donde un príncipe se esconde sosteniendo el pañuelo que le ha dado para borrar la marca de sus labios. 


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Hola,

Me disculpo de nuevo han sido 4064 palabras escritas de largo en un lapso de tiempo corto. No he podido corregir, se que es una mala costumbre pero la ansiedad por subir el capitulo me gana. Así que me disculpo por los horrores con los que se pudieron topar, espero que no fuera nada grave y que a pesar de mis errores disfrutaran el capitulo.

Les mando un montón de besos y espero sus comentarios. 

Helena Grand



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