Sangre Real
Hermione
Las llamas de las velas danzan de manera hipnótica, llevándome lejos a un recuerdo que no deja de avivar tanto el dolor como mis ansias de venganza. Creían que seguía dormida, recuperándome de la alta fiebre, no sabían que la resequedad dolorosa de mi garganta me haría ponerme de pie con pasos tambaleantes para ir a la cocina por agua para que me calmara.
La puerta entreabierta dejaba que la tenue luz saliera, también así permitió que voces que pretendían ser amortiguadas pudieran llegar a mis oídos.
Sabía que no debía estar ahí, que no estaba bien escuchar a hurtadillas, incluso pensé que debía aguantar la resequedad en mi boca que parecía querer agrietar mi lengua y garganta, para volver a mi habitación, esperar que alguien se apiadara de mí y llevara agua.
Ya giraba para regresar sobre mis pasos, cuando la mención de mi nombre me dejo congelada. Todavía recuerdo la sensación de pánico, los latidos fuertes de mi corazón que parecían llegar hasta los oídos provocando incluso un zumbido.
-Hermione tiene que saberlo. -La profunda voz de Lord Black se escucho claramente a pesar de que intentaba bajar el tono era evidente que estaba contrariado por alguna razón.
Pegando mi cuerpo a la puerta me mantuve quieta, en silencio a penas respirando por miedo a ser descubierta, mientras la conversación fluía, yo no podía terminar de aplacar la incertidumbre en mi corazón.
-¡No! -Nunca la voz de mi madre había sonado tan resuelta y tajante, que incluso me resulto desconocida. Mas aun al ser empleado contra Sirius.
-¡Está en su derecho! -Replico, aun cuando no lo podía ver, al menos no sin ser descubierta, note la firmeza en sus palabras.
Inevitablemente dejando sonar su voz de mando, esa que solo empleaba con los soldados que tan afanosamente preparaba.
-¡No! -Volvió a replicar y la nota fría en esa simple silaba me hizo incluso dudar que en verdad fuera mi madre quien hablaba.
Escuché una exhalación cansada, el sonido de pasos, por un momento incluso pensé que estaban por salir de la habitación. Estaba equivocada, Lord Black intentando calmar su carácter para lidiar con una respuesta que parecía no satisfacerle. Con pasos pesados caminaba posiblemente de un lado a otro.
-Ya sea que quieras decirle o no, en algún momento se dará cuenta. Quizás para entonces será demasiado tarde para prepararla.
Escuche la risa casi como un cascabeleo, esta vez carece de la alegría característica. Pronto entiendo cuando se deja escuchar un sollozo y apenas un segundo después el llanto abierto se hace paso, que mi madre sufre por alguna razón que aún no lograba entender.
Quiero empujar la puerta, ver a la mujer a la que le debo la vida, para calzar esa imagen siempre serena, casi etérea con ese llanto que me estruja el corazón y se me hace intolerable de escuchar.
A pesar de mis deseos, amordazo el instinto de correr a ella. La fiebre posiblemente está regresando pues el tembló va creciendo en mi cuerpo de nuevo, así como el sudor frio que comienza a perlar la piel de mi cuerpo haciendo que el camisón largo se pegue de manera incomoda en la espalda.
Tengo que sujetarme para guardar el equilibro, un mareo me hace tambalear, más aun cuando escucho una terrible verdad que hace que me quede sin aliento. Esa conversación esta grabada a fuego en mi memoria como un tatuaje que alimente actualmente cada una de mis acciones.
-Voy a morir en breve. No quiero que ese tiempo se manche con dolor o miedo. Deseo que tenga la mente despejada de preguntas que no debe hacerse y mantenga el corazón libre de resentimientos.
-Ya sea ahora o después lo sabrá.
-No lo sabrá si no se lo dices Black.
Un bufido que arranco del Lord se alza en desacuerdo.
-Ella no es estúpida Ronnette, has parido a una chica brillante, mucho más inteligente que los sabios de la corte y eso que aún no tiene más que 9 años, ¿Crees que va a creer cualquier mentira que le cuentes? ¿Qué se quedará conforme con tu muerte prematura? Incluso ya nota tu fragilidad.
-Encontrare la manera.
-No hay manera de aligerar la carga, ya sea ahora o después va a descubrirlo. Ahora puedes instruirla, prepararla, ayudarla a fortalecerse. Después tendrá que recorrer ese camino sola.
-Me he encargado de formarla todos estos años, sabe manejarse bastante bien y como lo has dicho es sumamente inteligente podrá aprender cualquier cosa con facilidad. Además, te tendrá a ti.
-Pero yo no seré suficiente y lo sabes. La maldición de sangre que llevas a cuestas te destruirá frente a sus ojos. Mentir no la protegerá por el contrario la tomará desprevenida cuando vengan por ella.
"Maldición de sangre"
Todavía recuerdo la sensación abrumadora al repetir esas simples palabras, sin importar que entendiera a medias su significado. Aun ahora no se si fue la fiebre o la impresión del momento lo que me hizo derrumbarme por completo.
Mis rodillas se doblaron, golpeando el piso con un fuerte estruendo. Voces pronunciando mi nombre llegaron a mis oídos como un eco lejano antes de que perdiera la conciencia.
Después de eso no hubo manera de guardar un secreto tan escalofriante. La fiebre se había ido por completo, pero aún seguía en cama cuando mi madre se recostó a mi lado y comenzó a contarme una muy larga historia donde mi abuela y ella eran las protagonistas.
Su vista se perdió en los recuerdos que fue narrando lentamente como si estuviera desenredando una madeja de lana. Me hablo de la madre que nunca conoció, Jensine. Nadie hubiera creído que pudiera tener recuerdos de una madre que murió al dar a luz, sin embargo, Yules una mujer de gran corazón que había servido a la familia de Jensine desde que esta era una niña tomo para si misma la encomienda de preservar sus memorias y hacérselas llegar a su hija Ronette a pesar de que ella ya no estuviera en ese mundo.
Yules logro entrar como parte de la servidumbre en el palacio a penas pocas semanas después de que el Duque Dhoire fuese asesinado por el Rey para quedarse con Jensine como concubina. Nada pudo hacer para ayudar a su amada señora mas que aguardar en silencio por la oportunidad de acercarse lo suficiente para cuidar en secreto a la bebé que quedaría huérfana y algún tiempo después sola y despojada de cualquier derecho a pesar de ser hija primogénita del Rey.
Crio a la niña en las cocinas del palacio, primero teniendo el cuidado de no llamar la atención y después del nacimiento de la princesa Eppie con la suficiente libertad para enseñarle todo cuanto sabia sobre hierbas y plantas comestibles y medicinales.
Vivieron felices unos años, podía ser que a veces el hambre estrujara sus estómagos y que no tuvieran mas posesión que lo que llevaban encima, pero se tenían una a la otra. En las noches de frio, los cálidos brazos de Yules le calentaban como debieron calentarle los de su madre.
No fue hasta que la princesa Eppie fue prometida en matrimonio con el príncipe heredero del Reino de Talamh que todo cambio de manera repentina, tan drásticamente que la felicidad se les escapo de las manos.
Cuando llegamos a esa parte de la historia el rostro de mi madre ya estaba húmedo por las lágrimas. Su mano temblorosa aun sostenía la mía, pero, aunque estaba a mi lado parecía que su mente y corazón estaban muy lejos de mi habitación.
Fue entonces que me conto un gran secreto. La princesa Eppie estaba enamorada de un Conde, sin pensar en las consecuencias de sus decisiones había dormido con él, esperando que sus padres le permitieran casarse más adelante, mantuvieron por largo tiempo su relación en secreto. Después de todo ella era la princesa heredera y no había manera de saber que se concertaría un compromiso entre los reinos de Talamh y Scamail.
Cuando el matrimonio ya era un acuerdo tácito fue comunicado a la princesa quien entro en pánico ante la noticia. Suplico a sus padres disolver el compromiso y ante la negativa, no hubo más remedio que contarles sobre su relación con el joven Conde del cual estaba enamorada. No esperaba que su padre mandase matar al insensato que había manchado el honor de la familia real.
Retractarse del compromiso seria tanto como declarar la guerra al país vecino, sin embargo, bajo sus estúpidas costumbres que una princesa no llegara virgen al matrimonio, mas aun con un acuerdo matrimonial que pensaba afianzar los lasos entre dos reinos, era un motivo que los llevaría a la ruina, teniendo además que pagar posiblemente un alto costo financiero que el Rey Cailean no estaba dispuesto siquiera a considerar.
Los rituales de bodas entre la realeza son minuciosos para garantizar el linaje. Las pruebas por sortear después de la noche de bodas eran muchas y cualquier fallo sería considerado una afrenta. A esas alturas no podían romper el compromiso, no sin dejar en evidencia lo grave de la falta. Pero era casi imposible poder engañar sobre esas cuestiones cuando incluso la magia en la sangre real seria vinculada.
Fue la Reina Maela quien temiendo por la vida de su hija tuvo una idea que cambiaria por completo el destino de Eppie, pero sobre todo el de mi madre. Por mucho que despreciara a la hija de Jensine podría utilizarla, después de todo ambas compartían lazos de sangre, hijas de un rey.
Un mes antes de la boda real se preparó todo en completo silencio, siendo los reyes, la princesa Eppie y mi madre los únicos que conocían el plan que lograría salvarlos de la ruina y una posible guerra.
Quizás no había manera en que mi madre hubiera podido negarse a participar en ese retorcido engaño, aun así, se encargaron de retener a Yules para asegurarse que seguiría todas y cada una de sus órdenes, sabiendo que la vida de la mujer que la había criado estaba en juego.
La fecha acordada la princesa Eppie llego al reino de Talamh con una única doncella que la asistiría en su nuevo hogar, para ese entonces nadie aparte de los involucrados sabía que la doncella Ronnette también era hija del Rey Cailen. No había parecido alguno entre Eppie y Ronnette, eran como el día y la noche.
Eppie tenía los rasgos firmes de la Reina Maela un rostro ovalado de perfil definido que hacia resaltar el azul de sus ojos y los labios rosados. Tenía el cabello rubio y lacio. Por otro lado, muchos de los rasgos de mi abuela Jensine fueron heredados no solo por mi madre, sino por mí. Una espesa cabellera rizada de un rico color castaño, quizás el mío uno tono más oscuro y sin los destellos dorados de mamá, de ojos color miel con vetas amarillas que hacia parecer que eran tan dorados como el oro.
La boda fue efectuada sin contratiempos, una gran fiesta por todo lo alto y cuando cayo la noche los nuevos esposos se retiraron a sus aposentos para consumar su matrimonio.
Por la mañana las pruebas se hicieron, las sabanas manchadas de sangre se llevaron al templo, fue examinada por el gran mago, quien determino la legitimidad de la prueba. Sangre real de Scamail, la pureza comprobada. Lo que nadie sabría hasta muchos años después que esa noche fue Ronnette y no Eppie quien compartió la cama con el príncipe y futuro Rey Bathan Granger de Talamh.
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La amenaza fue lanzada con la claridad de alguien que sabe que no tiene nada que perder y si todo que ganar. Con la mente fría y sin un corazón que pueda sentir compasión incluso por lo que llevan su sangre.
Una vida es tan insignificante como otra, poco importa que este hablando de la existencia de una reina, que dicho sea de paso sea su esposa, no lo hace más relevante, al menos no para Lucius Malfoy. La frialdad con la que habla de su muerte ocasiona que su hijo apriete los dientes para intentar aplacar la rabia que burbujea en su interior como si se tratara de un veneno que le carcome las entrañas.
Quiere matarle con sus propias manos, que sea su espada la que atraviese su podrido corazón para arrebatarle la vida. Tiene que hacer acopio de toda su paciencia para no cruzar los pocos pasos que les separan para aniquilarlo.
Contrario a lo que siente, deja que su rabia espese antes de aligerarse y disolver en la fachada casi perfecta que mantiene. No le dará el placer de ver su rabia y lo mucho que lo afecta su amenaza. Se mantiene de pie a pocos metros de distancia con la vista fija en el hombre que parece complacido por sus sucios planes.
Respira con tedio como si hablaran del clima. Como si no estuviera tan cerca de su maldito padre insinuando con bastante descaro sus intenciones de mover los hilos lo suficiente de ser necesario para acabar con las preciadas vidas de su familia. Incluso se permite mostrarse aburrido, casi impasible, casi.
Lucius lo conoce mejor, puede ver hasta el más mínimo cambio en su rostro. Puede fingir tan bien como quiera, eso no quita que sabe a la perfección que lo tiene bien sujeto. Tiene en su poder lo único que en verdad le importa.
Pobre estúpido -Piensa para sus adentros, un tanto decepcionado de sus debilidades. Insatisfecho por la falta de carácter y lo fácil que es doblegarle.
-Te casaras con la princesa Granger. -Fue la sentencia. -Así tendrás tu propio reino y yo todos los beneficios que me plazcan.
El desdén y desprecio en su voz es notorio. Deja en evidencia lo mucho que desprecia los orígenes de la princesa Granger de Talamh.
-Es una bastarda, no hará mas que manchar nuestro linaje.
-No espero descendencia de su parte. -Dijo con una mueca de asco, -Es simplemente un negocio conveniente. Además, será suficiente mantenerla viva por un tiempo, después pueden pasar muchas cosas para quitarla del camino.
-No será tan simple padre, por la información que nos han proporcionado la princesa está bien protegida. El Rey Beathan no solo la reconoció, la a acogido como la única princesa heredera a pesar de que su consejo le a recomendado buscar otros herederos con una nueva esposa o concubinas siendo que aún es joven, pero se a negado. Eso sin mencionar que cuenta también con la protección de su propio ejército, soldados de Uisce llegaron a puerto casi al mismo tiempo que ella.
-Eso es precisamente lo que me intriga, por qué razón Lord Black es el protector de Granger.
-Por lo que han investigado mis espías, la princesa Granger vivió en el reino de Uisce toda su vida.
-Es mas que eso, algo me dice que hay una buena historia detrás de esa alianza y el interés de Black por la princesa. Una razón mas para que la desposes, esa niña parece tener mucho poder e influencia con otros reinos.
-Has siquiera considerado que no este buscando un compromiso tan pronto, por lo que se es bastante joven y dudo que el Rey Beathan vea con buenos ojos una posible unión. Digamos que no eres su persona favorita.
-Tu trabajo será seducirla, su padre poco podrá decir si su única hija te elige. -Lucius se rio a carcajadas. -Si una simple princesa bastarda se te resiste es que no te he enseñado bien mi querido hijo. -Sádico con una sonrisa maniaca en los labios fijo sus ojos grises en los de su vástago.
Drake abandono el despacho de Lucius con la ardiente rabia corriendo en sus venas y el salado sabor de su propia sangre en la boca. Había tenido que morderse con fuerza la lengua para no contestarle como quería.
Tendría que empezar a mover sus piezas, ya sea que lo quisiera o no. No disponía de mucho tiempo, además no estaba dispuesto a poner la vida de su madre y hermana bajo los caprichos de una princesa surgida de la nada.
Para su fortuna a desgracia, cuando horas después recibió un mensaje de uno de sus informantes. Tuvo el pretexto perfecto para hacer una visita a la princesa Granger.
Con mas amargura que placer empezaría a tantear el terreno hacia el corazón de esa princesa que ya odia un poco sin conocerla.
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