Aves


Las manos le tiemblan de manera incontrolable, eso es provocado por el dolor profundo que le rastrilla el pecho dejando surcos enormes que no podrán ser borrados. Tiemblan los dedos a pesar de estar firmemente apretados en torno a una carta que a terminado arrugada. Tiembla el cuerpo, el corazón e incluso el aliento que a escapado de sus pulmones.

Quiere gritar de dolor, de rabia. Desgarrarse la garganta en un grito que llegue lejos. Hasta donde un cuerpo frio yace ya sin vida, para intentar revivirlo. Quiere gritar para expulsar en algo el ahogo que la exprime desde las entrañas y se extiende por cada terminación nerviosa haciéndola sentir desecha.

"El príncipe a muerto" su príncipe, su hijo.

Una simple línea en tinta negra sobre el pálido pergamino. Pocas palabras, sin embargo, todo se ha venido abajo, derrumbado y extinto.

Las fuerzas le fallan haciendo que termine de rodillas en el piso, con la oscuridad tremenda de la pena nublando la vista como las infinitas lagrimas que no paran de escaparse de sus ojos. Poco le importa perder los papeles, podrá ser una Reina, pero sobre todo es una madre, una a la que le han matado un hijo.

Todo pierde color o sentido, todo esta oscurecido por el dolor y la pena. Gime cuando las palabras no salen, cuando es incapaz de pronunciar cualquier cosa que de sentido a lo que siente. Se niega a la verdad, todo debe ser mentira, tiene que ser una absurda mentira. Su hijo volverá, regresara a ella como lo ha prometido. Volverá a ver sus infinitos ojos grises como los días nublados y la sonrisa de lado, su cabello cayendo por la frente de manera descuidada, con la expresión satisfecha de siempre.

"El príncipe a muerto" -Tiene que ser una mentira, una maldita mentira que busca arruinarla.

Incluso dar sentido a esa frase le parece imposible. Una idea insoportable, ¿Cómo una madre puede enterrar a un hijo? ¿Cómo había una reina sobrevivir a su príncipe?

¡No, no puede ser! -Repite en su mente como un mantra. -¡No, no puede ser cierto!

Se niega a creer que algo tan terrible pueda ocurrirle a su amado príncipe, a su querido hijo.

Aprieta con tal fuerza que sus puños se vuelven blancos, el temblor no cede y el dolor se expande hasta llegar a los huesos.

Cierra los ojos cuando la vista nublada le impide ver más allá del verde de su vestido. Entonces como un latigazo lo recuerda en la que sería la última vez que vería el gris de sus ojos valientes, decididos. Dando una despedida con sabor amargo, pero con su orgullo intacto.

Se niega a creer tal mentira. En su desesperación rompe el papel arrugado entre sus manos. Una y otra vez lo rasga hasta dejar trozos tan pequeños que no pueden romperse más.

Pierde el sentido, engullida en oscuridad. La angustia aun late en su corazón. Cuando vuelve en si han pasado un día o al menos eso es lo que le han dicho sus doncellas y el medico que estado a cago de su cuidado.

Lo primero que piensa cuando abre los ojos es que todo fue un mal sueño, una pesadilla. No tarda en confirmar que lo que leyó en aquella corta carta era completamente cierto.

El dolor la bruma, pero es el miedo la que la termina sosteniendo.

Vestida de negro, con un velo cubriendo parcialmente la palidez enfermiza de su rostro se presenta en los servicios funerarios de su hijo el príncipe heredero. El dolor que experimenta la aniquila, el peso sobre sus hombros se vuelve insoportable.

Con el féretro abierto. Puede verlo con su uniforme de gala, el estado de su cuerpo se a mantenido gracias a la magia de manera tal pulcra que incluso puede percibir cierto color en su rostro. Parece que duerme profundamente, un sueño del que no despertara jamás.

Ahoga un sollozo mientras lo observa dormido en la muerte eterna, en aquella caja fría. El pensamiento de no ver de nuevo sus ojos abiertos y la sonrisa bailando es sus labios la estremece. Cuando el apretón de un mano ajustado a su brazo se vuelve intenso hasta hacerlo doler le hacen contenerse. Se recompone, mordiendo su lengua calla los gritos que quiere expulsar de su garganta. Los ojos le escocen como el infierno y el hueco en el pecho parece hacerse cada vez mas grande, mas no puede permitirse mostrar otra cosa que un rostro sin emociones como una máscara.

No siente el rostro, parece adormecido. Lo agradece, de esta manera sus facciones no se descomponen por el sufrimiento que la abruma. Se mantiene de pie al lado del Rey cuando la ceremonia luctuosa inicia. Se dicen palabras que no escucha, un consuelo que no necesita y que poco importa. Frases vacías que no tocan su corazón.

Su hijo a muerto. No hay consuelo posible. La herida que se abrió en su pecho no cerrara jamás.

Todo pasa como un borro. Desfila decenas de personas frente a ella para dar sus condolencias. Son rostros que no recuerda y palabras que se borran apenas son pronunciadas. Ve sin ver, oye sin escuchar, ya no hay nada que pueda sentir aparte del dolor.

Camina con calma, mas llevada por la inercia. Tomada del brazo del monstruo que aborrece y que tiene que llamar esposo.

Todo esta listo para incinerar el cuerpo del príncipe.

Glaonna significa fuego. Es este elemento el que predomina en la magia de raíz de este reino, de la misma manera en que en el reino de Talamh es la tierra, en Scamail el aire y en Uisce el agua.

La magia de fuego corre desde la tierra hasta la sangre real. Es así, que el fuego esta presente en cada ceremonia desde los nacimientos hasta la muerte.

La pira de madera esta lista sobre ella deposita con cuidado el féretro ya cerrado del príncipe heredero.

Narcisa no deja de pensar en su hijo, en cada precioso recuerdo. Yo no lo tendrá a su lado, dejara de esperar por su regreso sabiendo que ya no volverá a verlo, al menos no hasta que su tiempo en este mundo también concluya.

Le gustaría arder con él, abrazarlo como cuando era niño y cabía en su regazo, cuando podía besar sus mejillas y peinar sus cabellos rubios plateados, con el calor de su pequeño cuerpo buscando su protección, sus manitas sucias manchando el faldón de su vestido y su aroma fresco a sol y madera. Quiso cerrar los ojos y compartir el sueño eterno de la muerte. Congelar en el tiempo, el ayer amable cuando el era un niño y ella era mas su madre que una reina.

Vio arder la madera primero lentamente y después, avivada y rápida fue besando el ataúd hasta consumirlo por completo con el cuerpo frio de su hijo reduciéndose en cenizas.

No le permitieron llorar.

Le han robado tanto en la vida que ya no debería importar, pero importa. No le dejaron llorar a su hijo muerto, a su príncipe, su pequeño.

No le dejo lamentar su perdida o mostrar debilidad alguna.

Debía ser firme, fuerte y fría como una roca. La piedra angular de un reino hecho de mentiras. Donde la sangre tiñe las paredes y el poder es lo único importante.

Ni siquiera parpadeo mientras las llamas ardían altas e implacables. En un adiós demasiado prematuro y plagado de dudas. El dolor ardía entre esas llamas avivando a su paso el odio y la rabia.

Entonces cuando se volvió incontenible el sentimiento primordial de venganza, cuando el dolor le cimbro el cuerpo hasta reducirla de la misma manera en que su precioso hijo se redujo a cenizas, levanto su mano diestra en lo alto con los dedos extendidos dejando que su magia fluyera de la misma manera en que fluye el agua mágica en su antiguo hogar, Uisce.

Las cenizas flotaron, uniéndose en un rio de polvo oscuro como si se trata de líquido. Serpenteando en un remolino que fue creciendo hasta unir cada partícula en un todo.

Separo los restos mortuorios del príncipe de las cenizas de madera, solo el corazón de una madre podía identificar la esencia de cada pequeña partícula y cuanto todo hasta el mas ínfimo grano fue contenido apretó la mano en un puño haciendo que todo se comprimiera.

Las exhalaciones de sorpresa no se hicieron esperar, a la Reyna poco le importaban. Ignorando incluso el dolor en su brazo izquierdo que era apretado con fuerza excesiva por el Rey Lucius Malfoy intentando vanamente contenerla. Ni cuando el hueso crujido bajo la presión amenazando con romperse desistió.

No paro hasta sentirse satisfecha. Fue hasta entonces que giro su rostro para enfrentar al Rey, advirtiendo sin palabras que la soltara. Lentamente abrió los dedos, desenterrándolos de la piel blanca que ya se mostraba enrojecida y magullada.

Con la elegancia propia de su estirpe volvió a girarse para dejar atrás al Rey que apretaba con fuerza la mandíbula de manera furiosa.

El largo vestido negro de la reina besaba el piso con cada paso lento y armonioso. El velo seguía cubriendo parcialmente sus delicadas facciones e incluso las marcas rojas y ya amoratadas de su brazo izquierdo.

Tomo de las manos del mago principal la urna, ignorando por completo la sorpresa que aun nadaba en su rostro y en esos ojos sumamente abiertos.

La urna pequeña de oro macizo con tallados exquisitos y piedras incrustadas la sostuvo con suavidad hasta ponerse justo debajo. Sobre su cabeza un metro más arriba las cenizas parecían haberse solidificado hasta formar una impresionante roca gris parecida al mármol por sus dos tonalidades. Bajo lentamente como si no pesara nada, cayendo justamente dentro de la caja.

Sin apartarse el velo inclino el rostro sobre la caja para besar la roca que ella misma había creado con su magia a partir de las cenizas de su hijo.

Nadie noto que al toque de sus labios una gema color ámbar se desprendió del resto, volviendo el remanente de nuevo en cenizas.

Cerrando la urna con cuidado, la devolvió entonces al mago antes de volver al lado de Lucius.

Los reyes y el mago principal entraron a la que sería la ultima morada del príncipe. Aun en la privacidad del recito, sin más testigos Narcisa no lloro. Lucius se encargó de ello.

El acto de rebeldía al intervenir en la ceremonia fúnebre del príncipe, causo que la Reina Narcisa perdiera su derecho a convivir con el príncipe Drake, que ante la muerte de su hermano tomaría el lugar de príncipe heredero y debía de ser educado para tal cargo. Quizás era un hecho inevitable, que en algún momento pasaría, sin embargo, Lucius se encargo de hacerlo antes de tiempo y de la manera más despiadada posible.

Nadie hasta ahora sabe que la Reina Narcisa desde ese lamentable día hasta ahora, lleva contra el pecho un relicario con la joya ámbar hecha con las cenizas del príncipe Canis, su hijo. Lo lleva siempre de manera literal cerca del corazón. Su recuerdo era la fuerza en sus días mas oscuros, el recordatorio de que debía luchar contra Lucius a costa de su propia vida de ser necesario para proteger a Draco y Adhara.

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. .

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La princesa Hermione lo recibió con una sonrisa. Con la misma familiaridad con la que se recibe a un buen y viejo amigo. Poco importaba que tuviera de conocerse poco tiempo, habían encontrado en su persona cierta afabilidad que le hacia sentirse en confianza.

-No pensé en verle tan pronto Sir Nott.

-Princesa Granger, -Saluda con reverencia, con una sonrisa también jovial mostrándose en los labios. -Espero no molestarle.

-Por supuesto que no, por favor tome asiento.

-Creo que no será conveniente vengo por una visita oficial.

-En ese caso, tendré que insistir aun mas que tome el te conmigo. Los días son aburridos últimamente y no puedo desaprovechar tan agradable compañía aun cuando se trate de un acto al que lo han obligado.

Al caballero le parece tierna la manera en la que frunce los labios en un puchero adorable. La ve tomar la tetera para servir con sus propias manos una tasa de té que rápidamente ofrece.

Le agrada, en verdad que lo hace. No es como las típicas nobles que no mueven un dedo esperando que hagan por ellas absolutamente todo. Es independiente y sencilla. Sus doncellas son tratadas como amigas, por eso mismo toman el te juntas como iguales.

Dentro del castillo, en el protocolo obligatoria se mueve siguiendo las líneas trazadas, pero esas son apariencias, fuera de esos muros invisibles donde el consejo le juzga como a una princesa heredera, se permite ser ella misma.

-Me dirás que te trae por aquí, ¿Tu príncipe desea castigarte?

-Lo considero mas un premio que un castigo, su alteza. Aunque tengo que confesar que me ofrecí voluntario solo para verla de nuevo.

-Debo sentirme alagada en ese caso y también curiosa.

Sus ojos dorados se posaron en el objeto que llevaba en sus manos.

-Es un obsequio del príncipe Drake.

Al tiempo que se pronunció, levanto la tela que cubría una hermosa jaula dorada, dejando a la vista dos hermosas aves, que cautivaron de inmediato a la princesa.

Hermione no necesitaba de explicación alguna, entendió al instante el objetivo del obsequio.

-¡Son hermosas! -Exclamo levantándose para acercarse.

El ave más grande tenía un plumaje abundante y hermoso de color amarillo y blanco. Las plumas de su cola eran más largas lo que la hacían ver mas elegante, los pequeños ojos negros resaltaban mas entre las finas plumas de su cabeza. La otra era del mismo tipo, pero mas pequeña contrastando el color, siendo que el blanco predominaba sobre el amarillo claro.

-Me pidió el príncipe que extendiera su agradecimiento por sus atenciones en su ultima visita.

-Y requiere le informe del estado de sus dos preciosas aves de manera regular. -La princesa no uso un tono de pregunta, ni siquiera se mostro sorprendida.

Nott se atrevió a sonreír de manera mas pronunciada, inclinando su cabeza en afirmación.

-Ama a sus aves.

-Por supuesto. No podría ser de otra manera.

Movió sus manos para abrir la puerta de la jaula.

-¿No teme que escape?

-Es posible Sir Theodore, ¿Pero que felicidad hay en vivir encerrado? Si vuelan lejos no importara, si en el fondo sabes que tienen lo que necesita.

Sujetando con cuidado a la mas pequeña la saco de la jaula.

-Todo estará bien. -Promete acercándola a su rostro, hablando suavemente.

Sus manos se abrieron, el ave en sus manos no escapo.

La princesa tomo una galleta del plato en la mesa, corto un pedazo que luego presiona hasta reducirla a migajas. Poniéndolas en su mano la dejo comer.

-Serias tan amable de sacar a la otra.

Obediente Nott procedió a sacar a la mas grande, que en cuanto se vio libre extendió las alas y voló no muy lejos.

-Creo que acaba de perder una majestad.

-Yo creo que acabo de ganar la confianza de dos.

Levantando un poco mas la mano que sostiene al ave pequeña que seguía comiendo tranquilamente. No tardo en acercarse la más grande hasta posarse también en la mano de la princesa para seguir el ejemplo de la otra.

-Olvidaba que posee magia de aire.

-Muy poca, a decir verdad. Creo que soy más cercana a la magia de tierra por contradictorio que pueda parecer. Pero al menos tengo lo suficiente para tener una oportunidad. Dile al príncipe que sus aves son libres ya no hay una jaula que las mantenga presas, el cielo es infinito para ellas.

-El príncipe estará complacido.

-¿Te gusta el nombre de Narkis?

-Es bonito.

-Y muy apropiado también. Ella se llamará Narkis y esta pequeña azahar.

-No pudo elegir mejores nombres princesa.

-Por favor extiende mi agradecimiento al príncipe Draco.

-¡Draco!

-Me han dicho que el príncipe lo prefiere.

-Sabe mucho princesa.

-Lo suficiente.

Sonrió la princesa encogiéndose de hombros. 

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