I
Era una mañana soleada en Sicilia, Italia. La gran mansión Vongola amanecía con toda su servidumbre preparando el desayuno y las cosas de sus superiores.
En una enorme habitación, cuyas paredes estaban pintadas de un suave color crema y todos sus muebles de la madera más fina con acolchado dorado, habitaba una joven de dieciséis años. La muchacha descansaba en una cama de dosel con sábanas y almohadas de tela dorada. Esta tenía unos bellos rizos de color naranja, piel cremosa y pestañas largas. Alice es su nombre.
Los intrépidos rayos de sol se colaban por las cortinas iluminando la habitación. La joven abrió los ojos, los cuales eran de un hermoso color avellana. Alice se encontró nuevamente en el frío y la soledad que aquel enorme lugar.
Alice tenía lo que toda chica deseaba; sin embargo, ella no quería tener todo eso, simplemente se lo dieron sin desearlo. Lo único que quería era amor, la calidez de su familia, vivir una vida normal.
«No puedes ser normal, eres la princesa de Vongola»
Eso le habían dicho una vez. Quería volver a Japón. A Namimori. Con su familia.
La joven de naranjo cabello bajó por una escalinata de caracol hacia su gran armario, en donde los cristales dejaban ver la hermosa ropa que poseía, toda de marca.
La joven tomó la ropa que usaría para ese día y subió de nuevo a su habitación para entrar al baño.
El lugar estaba cubierto por cerámica de un color papaya, con lavamanos de porcelana, un enorme espejo en la pared, la tina cerca de la ventana y el urinario en una puerta a la esquina de la habitación.
La de ojos avellana llenó la tina de agua tibia, para tomar un frasco de cristal con un líquido transparente dentro y lo virtió en el agua. Esencia de vainilla. La chica tomó un relajante baño mientras pensaba en volver al lado de su hermano, así era cada día.
Después del baño, Alice se vistió con una blusa manga larga de lana crema con un lazo rojo en el pecho, falda a cuadros azul con lazo negro de lado y zapatos de muñeca negros. Peinó su cabello colocando una diadema sobre este y para bajar a desayunar.
La servidumbre hacía una reverencia por cada paso de la joven mientras murmuraban la palabra «Principessa».
— Buenos días mi niña — Dijo el noveno al ver a su nieta entrar al comedor.
— Buenos días, nonno — Dijo la joven sonriente.
— Parece que ya estás lista después de todo. Me sorprende que en tan poco tiempo hayas podido igualar a Reborn. Estoy seguro de que serás la perfecta mano izquierda de tu fratello — Dijo Timoteo al ver cuanto había crecido su nieta.
Aunque nadie lo supiese, ella también había desarrollado sus llamas de última voluntad y había podido dominar sus habilidades. La llama que poseía era única, una llama que sólo la primera generación poseía. La llama de la estrella.
El anillo de esta llama siempre mantuvo su forma original, pues fue encontrada al momento en que Alice nació, después de siglos sin saber nada de él. Aquella joven fue la destinada para poseer aquel anillo.
— Alice, creo que es el momento en que vuelvas a Japón con tu familia. Mañana va a partir tu jet directo a tu hogar — Sonrió el hombre con ternura a su nieta.
— ¡¿De verdad?! ¿Podré volver a ver a mamma y a fratello? — Preguntó emocionada.
— Podrás, las empleadas se encargarán de tus cosas, así que tranquila —
— Grazie, nonno — Dijo la joven con una sonrisa para empezar a desayunar.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top