Capítulo 25. ¡Te odio!

Natalia

—Nat de verdad no merece la pena, por favor déjalo pasar —Jorge viene diciendo detrás de mí intentando convencerme para que me detenga, pero no lo voy a hacer ni tengo el pensamiento de hacerlo.

—No, David va a pedirte perdón como que yo me llamo Natalia —le digo sin parar de caminar.

Cuando llego a mi destino, es decir, la casa de David toco el timbre con la esperanza de que al segundo me abra la puerta y le pueda gritar en la cara con todo el rencor acumulado que llevo dentro en estos momentos. Pero eso no sucede, nadie abre la puerta así que no me queda otro remedio que golpearla. Mis manos quedan formando puños y golpeo con fuerza esta una y otra vez, con tanta fuerza que podría jurar que poco me ha faltado para echarla abajo.

Cuando por fin se digna a abrir, David aparece con el pelo revuelto, los ojos entrecerrados y sin camiseta, sólo unos simples pantalones cubren su cuerpo.

Le empujo hacia dentro posicionando ambas palmas de las manos sobre su pecho y él se tambalea hacia detrás frotándose una y otra vez los ojos sin parar.

—¿Qué haces? —pregunta confundido con voz ronca de recién levantado.

Acaricia su nuca y bosteza tapándose la boca con la palma de su mano.

La rabia y furia que llevo dentro se hacen presentes en mi cuerpo y sin más le golpeo sobre la mejilla con la palma abierta como ya lo hice una vez, y esta vez quedan las marcas de mis dedos bien coloradas.

—¿Qué te crees que estás haciendo? —pregunta llevándose la mano a la mejilla dolorida.

En realidad contengo las ganas de volver a azotarle por hablarme así.

—¡Eso! ¿Qué haces tú? —le chillo acercándome a él de manera amenazante.

—¿Qué hago de qué? —se encoge de hombros, como si no lo supiera—. Ahora mismo podría estar echándome la siesta y no que has tenido que venir —da énfasis a esta última palabra—. A interrumpirlo.

—¡Eres un estúpido! —grito apretando mis puños con rabia, ira y frustración—. ¡Acabas de dejarle el puñetero ojo morado a Jorge! —señalo a este que se encuentra aún en la puerta.

—Esto podemos hablarlo, ¿vale? —trata de decirlo relajado.

—Más te vale darme una buena explicación, al igual que más te vale pedirle perdón a Jorge por lo que acabas de hacer ¡estás loco!

—¿Quieres dejar de gritar y hablar por una vez en tu vida sin hacerlo? —pregunta él, también gritando—. Hablemos, pero a solas.

—No —me niego a hablar a solas con él—. Jorge también viene.

Doy un paso hacia Jorge y le sujeto de la muñeca para atraerlo hacia mí. Él no dice nada, simplemente mira todo a nuestro alrededor y sigue callado.

—El friki fuera de mi casa —escupe David con desprecio, para no variar.

—¡Jorge! ¡Es Jorge! —le grito—. Y Jorge se queda.

—¡Dios Nat! —David se lleva ambas manos a la cara—. Eres imposible —bufa—. Pasa al comedor pero este que se quede aquí.

No muy convencida le hago caso y me adentro al comedor seguida de David, que encaja la puerta de este.

Ambos nos retamos con la mirada. Es como una guerra en la que uno de los dos saldrá victorioso siendo este el que no retire la mirada del otro.

—Empieza... —le digo sin apartar la mirada de sus ojos.

—Sólo ha sido jugando Nat... —pasa sus manos repetidas veces por el pelo, eso significa que está nervioso.

—Jugando... —suelto una risa carente de humor—. Ya te digo que jugar se juega a todo menos a eso.

—Existe el boxeo —dice dando un paso hacia mí.

El corazón comienza a latirme con fuerza, necesito distancia entre los dos.

Doy un pequeño paso hacia detrás pero él me lo impide agarrándome de la cintura.

—¿Qué pasa Nat? ¿Le prefieres a él antes que a mí? —coloca su sedo índice sobre mi barbilla, obligándome así a levantar mi rostro—. Somos mejores amigos... —susurra acercándose a mí, a mis labios. Estoy dejándome llevar.

Está utilizando todos sus encantos para tenerme rendida a sus pies y para que mentir, lo está consiguiendo y yo sigo como una estúpida petrificada bajo su tacto, su mirada y su sonrisa.

Lo que le ha hecho a Jorge está fatal, él no se merece eso.

Y cuando esta apunto de unir sus labios contra los míos le empujo para apartarle de mí.

—No —le niego—. No te acerques.

Él se queda extrañado.

—Dame una razón por la que lo has hecho —me voy a derrumbar, pelear con David me consume por dentro.

Su mirada se dirige hacia el suelo y conociéndole tan bien como lo conozco sé que me va a mentir, que se está inventando una excusa la cual recitar al pie de la letra.

—¡Dímelo! —le grito.

—¿De verdad quieres saberlo? —me reta acercándose de nuevo a mí.

—¡Dímelo de una vez! —grito pasando mi voz por encima de la suya.

—¿No te das cuenta Nat? ¿No te das cuenta de que el friki nos está separando? —acusa a Jorge—. ¿No te das cuenta de eso o es qué estás tonta?

Me duele en lo más profundo de mí ser que me hable así, que me insulte de esa manera.

Degusto el sabor salado de mis lágrimas, las cuales ya recorren mis mejillas libremente ahora que ya no las he podido retener más.

Soy una estúpida.

—¿Y tú? —empiezo a hablar—. ¿Tú no te das cuenta del daño que causas a esas chicas incluidas yo? —golpeo su pecho haciendo que él de un paso hacia atrás—. ¿No te das cuenta de que le importas a la gente e importan tus actos? —vuelvo a repetir la misma acción otra vez—. ¿No te das cuenta que hay personas que verdaderamente te quieren? ¿No te das cuenta de eso? —termino golpeándole esta vez más fuerte.

—Nat no es mi intención de verdad... —acaricia mi mejilla pero le aparto la mano de un manotazo.

No quiero que me toque.

—¡Nunca es tu intención! ¡Ya estoy cansada de ti y de tus malditas historias de fin de semana! ¡De tus problemas, de tus mentiras, de los daños que me causas! —le grito las cosas sin pensar, estás salen solas por voluntad propia—. ¡Estoy cansada de estar enamorada de ti y que no me eches ni cuenta! ¡De ser como un viejo trapo que utilizas cuando te viene en gana!

—Nat por favor podemos... —antes de que siga, prefiero cortarle y evitar que me mienta.

—¡No! ¡No podemos hacer nada David! —chillo—. Ya estoy cansada de perdonarte... Yo, yo... —tartamudeo—. ¡Te odio!

En lugar de correr hacia la puerta como haría cualquier persona normal para huir de la realidad, salgo corriendo hacia él para golpearle.

David cree que es un abrazo por eso abre los suyos para recibirme. Cree que es uno de esos que me daba cuando estaba llorando como lo estoy ahora y por eso rodea con sus brazos mi cintura, pero cuando comienzo a golpearle el pecho y a intentar zafarme de él lo único que hace es soltarme.

—¡Nat, Nat ya basta! —Jorge grita detrás de mí.

Esta vez siento sus brazos agarrarme de la cintura y al hacerlo me eleva del suelo de manera que consigue separarme de David. Pataleo entre sus brazos, quiero soltarme.

—¡Suéltame! —le grito retorciéndome sin parar—. ¡Suéltame! —no lo voy a conseguir, no voy a conseguir escapar de sus brazos es inútil—. ¡David te odio! ¡Te odio!

Jorge camina conmigo encima y cuando llegamos a la puerta por fin mis pies tocan el suelo y sus brazos que antes me envolvían me sueltan, por lo que me da libertad.

Doy media vuelta y ando a paso rápido para salir cuanto antes de allí. No quiero a nadie cerca, quiero estar sola y llorar encerrada en mi habitación.

—¡Deja a Nat en paz de una vez! —escucho gritar a David.

La verdad es que no tengo ni fuerzas, ni las suficientes ganas como para girarme y volver a golpearle de nuevo.

Pasos acelerados se escuchan detrás de mí, y sé a ciencia cierta que es de Jorge de quien se trata.

—¿Estás bien? —pregunta cuando llega a mi lado y me echa un brazo por encima de los hombros.

—Estoy bien —trato de decir sin romper a llorar.

—¿Te acompaño a casa?

—No, necesito estar sola —le respondo.

Aparto su brazo de por encima de mis hombros y avanzo dirección a casa sin él.

Una vez que llego abro la puerta de casa con rapidez y tal como la abro la cierro de un portazo. Subo las escaleras sin avisar a mamá de que ya he llegado y cuando llego a mi habitación y cierro la puerta apoyo la espalda contra esta y me dejo escurrir contra ella hasta que mi trasero toca el suelo. Escondo mi cabeza entre las rodillas y me abrazo a estas, terminando así hecha un ovillo. Sollozo una y otra vez sin parar, no puedo dejar de hacerlo. Esta vez ha pasado de verdad, esta vez ha sido el fin de todos estos años atrás de amistad. Tantos recuerdos juntos, tantos momentos y todos se han ido a la mismísima mierda por su culpa, por como es, por no saber valorar lo que tiene. He sido demasiado tonta, he tenido demasiada paciencia y he aguantado muchos años así, hasta que he llegado al punto donde ya me he cansado de ser la buena de la película.

Dos toques en la puerta me alarman. Me limpio las lágrimas y aclaro mi garganta.

—¿Natalia estás bien? —escucho la voz de mamá detrás de la puerta.

—Sí mamá, no te preocupes —respondo con la voz rota.

Pasados unos minutos, cuando estoy segura de que mamá no está detrás de la puerta, busco el teléfono en algunos de mis bolsillos y cuando doy con el busco en la agenda el número de Elena, quien al segundo tono contesta.

—¿Nat? —pregunta al descolgar.

La voz se me va, simplemente no puedo contestar y sollozo mientras tanto. Tengo un nudo en la garganta que me impide hablar, y parece ser que este se va apretando cada vez más.

—¿Nat qué pasa? —Elena se alerta de mi estado, es lo normal cuando soy incapaz de contestarle.

—Tienes que venir Elena... —le digo rompiendo a sollozar.

Paso la mano por mi pelo y luego dirijo esta misma hacia mi boca para ahogar un grito en ella.

—Ahora mismo voy —escucho murmullos provenientes de donde esta Elena, seguro que es Yoel. Ellos dos son tan felices juntos y hacen la pareja perfecta—. Ya voy Nat tranquila, ¿qué ha pasado?

—David... —logro murmurar entre lágrimas.

—Me puedo hacer una idea, ¿se ha acostado con otra o ha besado a alguna delante de tu cara? —pregunta haciendo suposiciones.

—No, no es nada de eso —le niego haciéndole saber.

—Está bien, voy para allá.

Trato de tranquilizarme y seco las lágrimas que recorren mi rostro. No voy a llorar.

—¿Puedes traer algo de chocolate?—sorbo por la nariz.

—Claro que sí muñeca, nada que no resuelva el chocolate. Es lo mejor para una depresión... —afirma—. Estoy allí en unos minutos, deja de llorar ¿está bien?

—Está bien —contesto.

—Te quiero.

Dicho esto cuelga.

Me prometí no volver a llorar más por él, pero me es inevitable hacerlo.

Definitivamente espero que David se dé cuenta de lo que acaba de perder. Dicen que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde y en este caso espero que sea así, que se dé cuenta de lo que tuvo un día, varios meses y muchos años y se dé cuenta de que lo acaba de perder por su culpa, que se sienta culpable de todo lo que ha causado y que aprenda a valorar todo lo que gira a su alrededor.




Para mis nuevos/as lectores/as he de deciros que está es mi primera novela. Tendré mil fallos, lo sé. Tengo que corregirlos, lo sé. Sólo espero que os quedéis para ver mi evolución cual pokemón mientras avance la novela. También sé que la protagonista es débil, pero a lo largo de la novela veréis el cambio. Os aviso porque os puede llegar a desesperar en ciertos momentos como por ejemplo cuando siempre acaba perdonando a David. No sigo hablando que os hago spoiler yo sola. Espero que lo hayáis disfrutado.

POR FIN LE CANTA LAS CUARENTA. APLAUSOS A ESTA CHICA POR FAVOR.

Las notas son de Navidad, no os extrañéis. Me dan pena borrarlas. Esto sólo es edición y por eso subo dos capítulos o los que me den tiempo por día.

FELIZ AÑO NUEVO, QUE SE CUMPLAN TODOS VUESTROS SUEÑOS EN ESTE 2016

Wow.

Esa habrá sido vuestra reacción al leer el capítulo.

Es uno de los más largos y el más intenso de todos. Creo que no os esperabais esto para nada.

¿Qué creéis que harán ahora David y Nat?

Me da mucha penita que se peleen > :(

No olvidéis votar y comentar mucho, mucho. Me encanta leer y contestar a todos vuestros comentarios :)

PD: Gracias por todo el apoyo que me dais, sin vosotr@s no seguiría escribiendo ni dando libertad a mi imaginación. La novela estaba posicionada la 15, ¡gracias!

Un beso fuerte.

Os quiere;

Dreamy.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top