CAPÍTULO 23. ¿A qué se debe esa sonrisa?
Natalia
—Jorge... —murmuro.
—Nat tengo que contártelo, por favor... —me suplica.
Me levanto a regañadientes del regazo de David y tiro de mi camiseta hacia abajo para colocarla en condiciones.
—Bueno me tengo que ir —susurro a David avergonzada—. Vamos... —le digo esta vez a Jorge apoyando una mano sobre el hombro de él dispuesta a marcharnos.
—Nat, ¿luego nos vamos juntos no? —pregunta David sujetando mi mano antes de que avance y me aleje de él.
Entrelaza sus dedos entre los míos y con el pulgar acaricia mi mano con suavidad y ternura. Es un gesto muy tierno por su parte.
—Sí, luego nos vemos ¡Jorge se puede venir con nosotros! —doy una palmada ante mi idea.
—No, no puede venir —gruñe David entre dientes.
—¿Por qué? —pregunto cruzándome de brazos.
—Vienen Yoel y Elena —dice.
—¿Y? Sigue sobrando uno de los asientos.
—Sí, pero no tiene cinturón y si doy un frenazo por casualidad su cabeza podría estamparse contra el cristal delantero —David sonríe falsamente.
—Lo he pillado ¿vale? —salta esta vez Jorge girando sobre sus talones.
Avanza por el patio sin esperarme y me dirijo hacia David antes de seguir a Jorge.
—David eso ha sido muy grosero por tú parte —le riño.
—No iba a permitir que ese friki montase en mi coche, además mira como se ha ido —señala en su dirección.
—¡Normal! ¡Le has tratado fatal! —grito.
—Nos vemos luego.
Se levanta del banco, besa mi mejilla y se dirige en busca de sus amigos. Por mi parte, yo voy a buscar a Jorge que se encuentra parado en las puertas de entrada del bloque de clases. Su reacción ha sido la que cualquiera hubiese tenido al hablarle alguien así. David a veces no mide sus palabras y dañan más de lo que él cree.
—Perdona a David... —como siempre me disculpo yo por él.
—Ya si... —suspira rodando los ojos.
Su mirada ahora es apagada.
—¿Qué ha pasado? —pregunto deseando saber que es—. Porque más te vale que sea importante —le aviso—. Acabas de interrumpir un...
Entonces antes de seguir hablando recuerdo a Vir, quien es la novia de David. No debería haberme dejado llevar. Eso estaba mal.
—Hemos hablado... —dice con detenimiento—. Le dije que no quería seguir con lo nuestro. Nat, acabo de dejar a mi novia—me cuenta.
—¿Estás bien?
—Lo estaré... Gracias por escucharme —sin previo aviso me envuelve entre sus brazo dándome un cálido abrazo.
El timbre que suena ahora nos anuncia la vuelta a clase. Jorge y yo nos dirigimos hacia el aula y una vez allí cada uno se dirige a sus correspondientes sitios. Elena ya me espera sentada y por la cara con la que me mira sé que algo está tramando.
—Nat... —murmura.
Le echo un rápido vistazo.
—¿Me puedo poner con Yoel estás tres últimas horas de clase? No te abandono, sólo te dejo sola... Con el gilipollas de David —me dice elevando sus cejas y luego bajándolas, así sucesivamente.
Pongo los ojos en blanco.
—Haz lo que quieras —le digo riendo.
Desde que la conozco aunque le des por respuesta un sí o un no ella acaba haciendo lo que le da la gana.
—Te súper quiero —con brusquedad agarra mi cabeza y deja un sonoro beso sobre mi frente.
Recoge su mochila y se dirige hacia Yoel dando saltos de felicidad. Elena no tiene remedio alguno, a veces está como una cabra y otras veces parece que no ha roto un plato en su vida. Nunca sabes con lo que te va a sorprender. Es como un huevo kínder, siempre viene con sorpresa.
—¡Jorge! —le llamo.
David aún no ha llegado y matemáticas no se me dan bien, podría aprovechar esta hora para que Jorge me explicase.
—Vente aquí —le digo palmeando en el pupitre vacío que tengo justo al lado.
Él asiente, recoge su mochila y viene hacia aquí hasta sentarse a mi lado.
—¿Estás sola? —pregunta.
—Supuestamente David va aquí, pero como no llega y se me dan tan mal las matemáticas te quiero a mi lado —le contesto regalándole una sonrisa.
—Para eso me quieres ¿eh? —enarca una ceja.
—¡No es verdad! —le doy un codazo juguetón en las costillas—. Bueno sí, un poquito —hago un trazo de medida con mía dedos pulgar e índice y los dos nos reímos.
Veo a David aparecer seguido de Vir y se dirige a su sitio, pero cuando ve a Elena allí y charla algo con la pareja viene directo hacia aquí. Nos mira a Jorge y a mí con el ceño fruncido sin explicarse el qué hacemos aquí.
—Vamos tío fuera de aquí —le dice David con desprecio.
—No me voy a ir —contesta él.
David le echa una mirada furtiva como si de una presa se tratase.
—David... —gruño.
—Chicos, chicas vayan acomodándose en sus sitios la clase va a comenzar —llega el profesor diciendo.
—Levanta —le ordena a Jorge.
—¡David aquí hay un sitio libre! —le grita el profesor a este, ya que es el único que se encuentra de pie en todo el aula—. ¡Vamos ven siéntate aquí tenemos mucho temario que dar!
David aprieta sus puños con fuerza, con tanta que sus nudillos se vuelven blancos. Está cabreado.
El profesor comienza a hablar de matemáticas como si las conociésemos de toda la vida y yo todo lo entiendo como si fuese chino. Jorge se dedica en esta hora en explicarme cada cosa que va explicando el profesor y más o menos entiendo de qué va el tema.
Las horas en su compañía se me pasan en un abrir y cerrar de ojos. Veo como David nos mira de vez en cuando con los ojos entrecerrados y yo trato de mirarle en modo de disculpas, aunque la verdad es que no lo siento. Ha sido un grosero. Nunca pensé que se fuese a poner así, él nunca ha sido así con nadie, nunca ha tratado ni despreciado a nadie de la forma que lo hace con Jorge.
—¿Cuánto queda? —me pregunta Jorge, ambos estamos cansados de clase.
—Cinco segundos —le contesto.
—Cinco... —cuenta él.
—Cuatro... —le sigo.
—Tres... —sigue él.
—Dos... —sigo yo.
—Uno —y suena el timbre que anuncia el final del día.
—¿Nos vemos mañana? —pregunto cuando tengo colgada la mochila en el hombro.
—Claro, esta tarde tenemos que estudiar para historia —dice recogiendo todo lo que tiene en la mesa.
—Sí... —suspiro de sólo pensar en el examen de historia—. Que pases una buena tarde estudiando —le saco la lengua burlándome de él.
—Lo mismo te digo —me dice e imita mi gesto burlón.
Camino hacia David, sólo espero que no esté cabreado.
—¿Nos vamos? —le pregunto.
—Sí, toma las llaves —contesta seco mientras me da las llaves de su coche—. Ahora voy, tengo que fumarme un cigarro.
—Sabes que no me gusta que fumes —le riño.
—¿Y qué más da? De algo hay que morir —dice carente de humor.
Pongo los ojos en blanco, doy media vuelta y me encamino hacia la salida del instituto, donde tropiezo con Vir y nos chocamos sin querer.
—Perdón —nos disculpamos al unísono.
—No te he visto venir —le digo.
—Yo tampoco —dice ella.
Le sonrío, me sonríe y actuamos como dos desconocidas. Ambas salimos a caminar.
—Oye, ¿tú sabes por qué David actúa tan raro últimamente? —escucho preguntar a Vir.
Me obligo a detenerme, a darme media vuelta y responderle.
—Mm no, no tengo ni idea... —le contesto, yo le veo igual que siempre.
—Últimamente no hacemos nada juntos e intenta evitarme por todos los medios posibles cuando siempre venía a buscarme, nos íbamos juntos y ahora ya ni eso... —me dice con voz temblorosa.
Si va a llorar que no lo haga delante de mí por favor.
—David no me quiere... —solloza Vir.
Tapa su rostro con ambas manos y no puedo evitar ir a abrazarla.
A veces, o mejor dicho, casi siempre soy demasiado blanda con las personas. No me gusta ver a la gente llorar, y tampoco me gusta estar mal con nadie de mi entorno. No me considero una persona fría, si no más bien, una persona blanda que perdona las cosas a la mínima.
—Natalia yo le quiero y le quiero de verdad pero él... Él no me quiere de la misma forma que yo le quiero a él ¿me entiendes? —sus ojos están completamente rojos y las lágrimas no paran de resbalar por sus mejillas.
Otra más para David en su colección de chicas con corazones rotos.
—Me siento como un trapo al que utiliza cuando le viene en gana y luego lo vuelve a dejar en su sitio... Me engañó con la pelirroja y yo le he vuelto a perdonar, porque le quiero —sinceramente creo cada una de las palabras que están saliendo de su boca.
—Tú ya sabías como era David, todas lo sabéis... —murmuro sin ser la persona adecuada para decirlo.
—Sí, pero alguna vez tendrá que cambiar y yo iba con la esperanza de cambiarle, de hacerle sentir que puede querer a alguien de verdad y no sólo tener a una persona para tener sexo... —Vir parece agotada de esta situación.
—Lo siento mucho... —es lo único que puedo decirle.
—Bueno, me tengo que ir... Ha sido un placer hablar contigo Natalia. Eres tan buena como te pinta David cada vez que habla de ti —Vir seca sus lágrimas y se gira para marcharse.
Mientras tanto yo busco el coche de David y espero que después de todo ya esté allí, aunque no se podrá ir de aquí sin mí. Yo tengo las llaves.
Le espero en el interior de este y al cabo de diez minutos le veo aparecer sonriente, demasiado sonriente como para sospechar del porqué de esa sonrisa.
—Ya nos podemos ir —dice entrando en el coche y seguidamente abrochándose el cinturón.
—¿A qué se debe esa sonrisa? —pregunto dando pequeños toques con el codo en su abdomen.
—Vir me acaba de dar un final feliz —contesta.
Imposible. Vir acaba de estar conmigo. Vir acaba de estar conmigo lamentándose y llorando por su culpa mientras que yo trataba de consolarle.
David me está volviendo a mentir como últimamente siempre lo hace.
Para mis nuevos/as lectores/as he de deciros que está es mi primera novela. Tendré mil fallos, lo sé. Tengo que corregirlos, lo sé. Sólo espero que os quedéis para ver mi evolución cual pokemón mientras avance la novela. También sé que la protagonista es débil, pero a lo largo de la novela veréis el cambio. Os aviso porque os puede llegar a desesperar en ciertos momentos como por ejemplo cuando siempre acaba perdonando a David. No sigo hablando que os hago spoiler yo sola. Espero que lo hayáis disfrutado.
Aquí nuevo capítulo.
Chic@s no olvidéis votar y comentar MUCHO, MUCHO. Me encanta leer vuestros comentarios y contestaros a tod@s.
Una vez más gracias por el apoyo.
Espero que os guste el capítulo como los anteriores :)
Un beso.
Dreamy
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