CAPÍTULO 2. Sí señora
Natalia
—Madre mía que rico estaba esto... —gruñe David estirándose sobre la silla y acariciándose la tripa exagerando los movimientos circulares que se está dando sobre ella.
—Muchas gracias David —le agradece mamá—. ¿Quieres un poco más? —le ofrece amablemente.
—No, no gracias... —le niega agradecido—. Estoy tan hinchado que creo que voy a reventar el botón del pantalón.
Llevan todo el almuerzo ignorándome, hablando entre ellos y me estoy sintiendo mal.
—Muy bien y ahora que ya hemos comido, ¿me puedo dar mi queridísima ducha? —rompo mi silencio levantándome de la silla en la que me encuentro—. Y tú —señalo a David—. Ve a por tu moto —le ordeno.
—¿Pero no íbamos a hacer el trabajo mi amor? —pregunta dando énfasis a esta última palabra.
Me gustaría que me llamase así si en realidad lo sintiese de verdad.
—¡Exacto! —exclamo dando una palmada—. En lo que yo me ducho vas a recoger tu... Tu cosa esa, tu moto —digo con desprecio dirigiéndome hacia su vehículo.
Le tengo miedo a ese cacharro y a la velocidad a la que va cuando va montado en ella. Tengo miedo de que algún día le pase algo grave, algo que se podría intentar evitar.
—¡Natalia ese vocabulario! —me riñe mi madre—. Tenemos a un invitado en casa.
—Mamá sabes que David es como uno más de la casa... —le digo—. Ahora con vuestro permiso, me voy a duchar.
Me retiro con toda la formalidad del mundo del salón.
Odio cuando David se comporta de una forma u otra según con la gente que tenga delante. Odio su doble personalidad, y a veces le odio a él por hacerme sufrir de una forma que yo sólo sé, ó que creo saber.
Subo a grandes zancadas las escaleras de casa hasta llegar a mi habitación y encerrarme en ella. Busco algo que ponerme en el interior del armario. Abro sus puertas de par en par y lo revuelvo todo para sacar lo típico, unos vaqueros y una camisa cualquiera que encuentro a mano. Todo lo dejo encima de la cama acompañada de la ropa interior que saco de la mesilla de noche que se encuentra paralela al cabecero de mi cama. Luego sólo tendré que volver aquí, secarme y ponérmelo.
David me va a volver loca como no esté aquí cuando salga de la ducha, y como no esté voy a ir en su busca y captura. Si hace falta le traeré arrastras tirándole de la mata de pelos rubios que tiene en la cabeza hasta llegar a casa.
Esta vez voy muy enserio.
Una vez en el baño comienzo a desnudarme. Dejo la ropa interior en el interior del cesto de ropa sucia y me dispongo a abrir el grifo para que comience a correr el agua. La pongo lo más caliente que puedo permitirme, hasta que el grifo no puede girar más, y espero en el rincón de la ducha hasta que el agua salga caliente. Algunas gotas de agua fría me salpican y el frío me cala hasta los huesos. Pasados unos segundos me atrevo y decidida meto la mano bajo el chorro de agua que cae.
Ya está caliente, así que voy colocándome bajo ella. El agua consigue relajar todo y cada uno de los músculos que componen la anatomía de mi cuerpo. Todo mi cuerpo se encuentra contraído debido al estrés de los primeros exámenes del curso. Los momentos en el baño son únicos para mí, y me atrevería a decir que son unos de los minutos más relajantes de todo el día. Estos momentos consiguen hacer que desconecte de la realidad, algo que necesito muy de vez en cuando.
Escucho un ruido procedente de mi habitación, haciendo que me sobresalte. Se acabaron los minutos de tranquilidad en mi vida.
Salgo de la ducha enrollándome en la toalla y maldigo mentalmente a ese ruido por hacerme conectar de nuevo a la vida real.
—Que mierda... —murmuro al entrar en mi habitación.
No puedo creer lo que veo con mis propios ojos. David está tumbado en mi cama, encima de mi ropa, con los zapatos sobre la cama y jugando con mi ropa interior manteniéndola entre sus manos. Por desgracia tiene uno de mis pocos tangas entre sus dedos y a este no para de darle vueltas con una sonrisa de lo más pícara en el rostro.
—¡David! —grito reaccionando.
Corro hacia él para quitarle lo que es mío; lo que me pertenece, de las manos pero él es más rápido que yo y se levanta de la cama con bastante agilidad. Ya está con su estúpido comportamiento y con la mentalidad propia de un niño de apenas cinco años. Entonces me viene a la mente el día en el que nos conocimos. Aún recuerdo al pequeño rubio que se sentaba a mi lado y me ofrecía su ayuda en todo momento.
—¡David dame eso! —le ordeno mientras trato de sujetarme la toalla que envuelve mi cuerpo lo más fuerte posible contra mi pecho.
Si la toalla se me cae frente a él, juro que me moriré de la vergüenza.
—Pequeña Nat pero desde cuando usas tú esto ¿eh? —se cruza de brazos pasándolos por detrás de la espalda y comienza a dar pasos hacia mí, cosa que hace que yo retroceda.
Me está intimidando un poco-bastante, no sabría definir cuál sería el término medio.
—No te interesa —espeto con la mirada fija en la suya—. David dame ya eso —le pido de nuevo.
Sigo dando pequeños pasos hacia atrás. Necesito el mínimo contacto con él, y parece ser que él por su parte no está de acuerdo en satisfacer mis necesidades.
—Mi pequeña Nat está creciendo y aún no ha hecho cosas de mayores... —susurra en mi oído.
Me estremezco tras sentir su aliento golpeando en mi oreja. Mi respiración se vuelve de lo más superficial y mi corazón late con tantísima rapidez que sería capaz de perforar un agujero en mi pecho.
—Da-David dame eso, no te lo vuelvo a repetir —de nuevo se lo pido, esta vez tartamudeando y evitando su mirada a toda costa.
No puedo mirarle a la cara, me es imposible hacerlo.
Tropiezo contra la pared, lo que me impide retroceder más. El corazón me bombea con tanta fuerza que incluso diría que se pueden escuchar los latidos de este. No quiero que se dé cuenta de nada de esto. No quiero que sepa que me trae loca desde primaria, desde que por primera vez nos sentaron juntos y me prestó su lápiz azul para colorear un maldito dibujo de una estúpida casita. Necesitaba el azul para pintar el cielo y Luis me lo robó.
Sé que suena absurdo el hecho de que me atraiga desde primaria, sólo éramos un par de críos... Pero la realidad es que es así, que me siento atraída por él como la mayoría de chicas en el instituto. Es imposible resistirse a los encantos de David Fedez, alias el rey de las fiestas y también el que dice ser mi mejor amigo.
Sacudo mi cabeza para alejar mis pensamientos y le doy un fuerte empujón sobre su pecho colocando ambas palmas sobre él, lo cual hace que David se tambalee al perder el equilibrio y de unos pasos hacia atrás alejándose al menos un poco de mí. Necesito distancia entre nosotros y necesito mi propio espacio personal.
Diviso la ropa que está sobre mi cama, ahora se encuentra completamente arrugada.
—¡Mira lo que has hecho! —grito señalando la ropa—. No puedo ponérmela, no así David... —suspiro desganada.
—Yo no tendría ningún problema para que llevases ahora mismo sólo esto... —replica alzando el tanga delante de mis narices, dejándomelo bien a la vista—. Sería como llevar un bikini ¿no crees? —alza sus cejas de arriba abajo.
—Vete a la mierda —articulo.
A medida que la ira crece dentro de mí, golpeo su pecho una y otra vez. Estoy segura de que estoy haciéndome más daño a mí que a él, ya que él no parece inmutarse
—¡Dios! ¡Eres un imbécil! ¡No te soporto! —le grito dándome por vencida—. Odio tanto que te comportes cómo un cretino cuando conmigo siempre has sido tan... Diferente... Tan tú. No soporto el comportamiento que últimamente tienes conmigo y no soporto verte así... —su cara es un cuadro ahora mismo, carece de expresión, y creo que hasta podría decir que se siente derrotado tras mis palabras—. Sal de aquí, por favor... —le suplico señalando la puerta—. Espérame abajo, haremos el trabajo y te irás.
Sin decir palabra, deja mi ropa interior sobre la cama y abandona mi cuarto con la cabeza gacha.
No sé si ahora mismo me siento victoriosa o simplemente más derrotada que nunca. Le he plantado cara tal y como se lo merece. No me siento nada bien. Ver su cara desencajada es algo que a mí no me ha gustado, es más, es algo que sinceramente me ha dolido. Ahora no sé qué es lo que debo hacer y mucho menos sé cómo debo actuar cuando vuelva abajo.
Busco y rebusco en el armario algo de ropa que ponerme, algo que consiga tapar mi anatomía por completo, pero el calor es tan fuerte dentro de mí con él cerca que si me pongo unos vaqueros doy por seguro que me derrito dentro de ellos.
Me decido por otra de mis simples camisetas y unos de mis muchos vaqueros. Una vez vestida me observo en el espejo. Mi cara está más pálida que de costumbre así que me obligo a mi misma a maquillarme un poco, y espero que David, quién está esperándome abajo, no se crea que lo hago por él.
Bajo las escaleras con sumo cuidado, y una vez que mi mirada se cruza con la suya le veo abrir la boca dispuesto a decir algo, pero enseguida parece arrepentirse y la cierra. Siento extrañas sensaciones en mi interior, y por muy enfadada que este con él ahora no puedo negar que le quiero. Él vuelve a bajar la mirada a los libros que ya se encuentran sobre la mesa del comedor, y sin dirigir ni una sola palabra me siento a su lado.
—He pensado que podríamos hacer un trabajo sobre la Biología Marina... —dice para romper el silencio incómodo que habíamos creado—. Teniendo en cuenta que es lo que ambos queremos estudiar y de lo que más entendemos... —se pasa una mano por el pelo, y recuerdo lo mucho que me gusta que haga eso—. Podríamos extendernos y conseguir una nota bastante alta... Ya, ya... —aparta la mirada de mí y titubea para sí mismo un par de palabras que no consigo descifrar—. Ya, ya sabes... —tartamudea.
—Vale —le contesto seca.
—Está bien, eh... —no deja de mirar de un lado hacia otro, y evita por todos los medios posibles mirarme a mí—. Estás... Estás muy buena —carraspea su garganta un par de veces—. Quiero decir... —rasca su nuca nervioso—. Muy guapa, eso guapa —corrige el habitual tono vulgar con el que suele hablar y me halaga.
—Biología Marina... —murmuro tratando de ignorarle y seguir con el tema—. Mierda, tendremos que volver arriba... —digo en apenas un susurro, dudo que se haya enterado—. Y te aviso, como vuelvas a coger algo y, o tocar sin mí permiso... Eres hombre muerto.
Asiente rápidamente una y otra vez. Parece que le haya dado un tic nervioso en la cabeza.
Comienzo a subir escalón por escalón con tranquilidad cada uno de ellos y David me sigue detrás. Le escucho bufar una y otra vez detrás de mí.
—Joder... —murmura.
En un movimiento repentino me giro de cara hacia él y le pillo haciendo lo que estaba pensando. Agacha la cabeza avergonzado. David se queda sin habla, cortado y hasta podría decir que se le han subido un poco los colores al ser pillado así tan de imprevisto.
Seguimos el recorrido hasta mi habitación y una vez que entramos cierro la puerta detrás de mí apoyándome sobre ella.
—Siéntate, ya —le ordeno señalando la única silla que hay en mi habitación—. Y que no se te ocurra tocar nada —le aviso.
—Sí señora —se sienta sobre la silla de escritorio con la espalda erguida y se lleva una mano a la frente haciendo un saludo militar.
Siento que ahora llevo las riendas de la situación y he de decir que esto me encanta.
Para mis nuevos/as lectores/as he de deciros que está es mi primera novela. Tendré mil fallos, lo sé. Tengo que corregirlos, lo sé. Solo espero que os quedéis para ver mi evolución cual pokemón mientras avance la novela. También sé que la protagonista es débil, pero a lo largo de la novela veréis el cambio. Os aviso porque os puede llegar a desesperar en ciertos momentos. No sigo hablando que os hago spoiler yo sola. Espero que lo hayáis disfrutado.
¿Que tal va todo? ¿Desde donde leéis? Os espero en el próximo❤
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