Capítulo XXXVI
XXXVI - VACÍA
No soy una persona a la que le gusten mucho las fiestas, pero esta ha servido de excusa para ver a Jane correteando desnuda por la calle.
Y eso suma puntos.
Creo que le ha dado más vergüenza de lo que querría admitir. Tommy, en cambio, solo se ha vestido porque un vecino ha empezado a gritarles que cualquier niño podía verlos. Estoy segura de que habría seguido desnudo durante toda la fiesta.
Ahora ya vuelven a entrar en casa, ambos empujándose mutuamente. Por un momento, he llegado a pensar que esta aventura podría hacer que se llevaran un poquito mejor. Quizá no sea así, porque siguen con sus caras de desprecio de antes.
Para cuando la gente empieza a aplaudir su llegada, Jane suspira y Tommy sonríe ampliamente.
—¡Gracias, gracias! —exclama él con alegría—. Sé que verme desnudo es un privilegio al que no estáis acostumbrados, pero os pido un poco de calma.
Jane, en cambio, se apresura a alejarse del centro de atención y buscar con la mirada. En cuanto encuentra la mía, se acerca apresuradamente. Por su forma de moverse detrás de mí, cualquiera diría que se está escondiendo.
—Dime que no acabo de enseñarle la cuca a todo el mundo, por favor.
—Nah.
—Di la verdad.
—¡Es verdad! Estabas de espaldas, así que solo te han visto el culo.
—Qué gran consuelo.
Por lo menos, sale de detrás de mí para hacerse con una de las cervezas que hay junto al fregadero.
—Todo el mundo estaba mirando a Tommy —le aseguro—. Sobre todo, cuando se ha puesto a correr hacia atrás para mirarnos. Nadie se perdía detalle.
La imagen hace que Jane sonría y sacuda la cabeza.
—Ya... —murmura—. Igualmente, no se lo digas nunca a mis padres.
—Vaya, yo que ya les había mandado un vídeo-reacción...
Ella me da un suave codazo, divertida.
Mientras hablábamos, parece que todo el mundo ha vuelto a sus propios asuntos y pasa de nosotras. Es la primera vez que lo hacen como si nos aceptaran en su grupo, y no simplemente porque no les interesemos. Supongo que es un pequeño avance. No tengo pensado volver a ninguna de estas fiestas, pero quizá pueda visitar a Jane sin tener un ataque asocial cada vez que cruce el umbral de la puerta.
—¿De verdad era mejor correr desnuda que besar a Tommy durante un milisegundo? —pregunto entonces.
Jane solo deja de beber para juzgarme con la mirada.
—Habría corrido desnuda por delante de la casa de mis padres con tal de no besarlo.
—Muy madura.
—Oye, ya sé que tú tienes experiencia besuqueándolo, pero no todo el mundo la necesita.
En otra ocasión, quizá me habría molestado que dijera algo así. Ahora, en cambio, me limito a contemplar a Tommy. Toda la fiesta se comporta como si el reto que acaba de hacer fuera a cambiar el mundo; lo alzan por los aires, le dan palmaditas de enhorabuena, le felicitan, se ríen con él...
Parece que acaba de ganar un Grammy.
Me parece curioso que tanta gente se tome con humor y diversión que Tommy haya hecho este reto, mientras que Jane, que ha hecho exactamente lo mismo, solo recibe miraditas de reojo. Y que ella esté tan avergonzada, mientras que él está tan orgulloso, también me llama la atención.
—Bueno —murmuro—, al final eres tú quien ha ganado la carrera.
—No creo que a ellos les importe mucho.
—Me importa a mí. Estoy con la campeona.
Jane me contempla por encima de la botella de cerveza. Intenta ocultarlo, pero creo que se siente un poco más animada.
Y, justo cuando lo estoy diciendo, noto que alguien me pasa un brazo por encima de los hombros. La primera posibilidad que se me ocurre es que se trate de Tommy, pero me extrañaría bastante porque seguimos medio peleados. Sorprendida, levanto la vista para encontrarme con un chico que no conozco de nada.
—¿Qué...? —empiezo.
—¿A que no te importa tomarte una foto conmigo?
Nunca sabremos si me importa o no, porque lo siguiente que hace es sacarse una foto conmigo sin mi permiso. No sé qué cara debo tener, pero él mira la pantalla y se queda satisfecho. Se marcha sin despedirse, y tanto Jane como yo lo contemplamos con expresiones confusas.
—¿Qué me he perdido? —pregunta ella.
—Em... Ni idea.
—A veces, se me olvida que eres famosa.
—No soy famosa; tengo algunos seguidores.
—Así empezó Madonna.
Quiero seguirle la broma, pero entonces noto un toquecito sobre el hombro. Un poco menos sorprendida que antes, me vuelvo hacia dos chicas que tampoco conozco de nada. Tienen sus móviles en las manos.
—Hola —murmuro.
—¿Podemos hacernos una foto?
Por lo menos, ellas sí que se esperan a que les diga que sí antes de hacerlo. Es un poco raro, pero intento que mi cara no refleje lo confusa que me siento. O lo confusa que debe estar Jane, que permanece tras nosotras con los ojos entrecerrados.
—¿Por qué se acercan? —pregunta ella en cuanto las chicas se alejan—. Hemos estado aquí toda la fiesta y nadie te ha dicho nada.
—Sí. Es un poco rar...
En cuanto Jane se separa de la encimera, entiendo que se está acercando un grupito nuevo. Estoy tan perdida que dejo que tire de mi mano en dirección opuesta. Creo que está tan desconcertada como yo, pero al menos tiene capacidad de reacción. No se detiene hasta que pasamos entre la masa de gente y terminamos en el fondo de la sala, junto al pasillo de las habitaciones.
—Mucho mejor —suspira—. Incluso tenemos una ventanita al lado por si tienes que huir en plan Spiderman.
—No entiendo nada. ¿Por qué me piden tantas fotos?
—Porque eres famosa, ya te lo he dicho.
—Ya, pero... ¡hasta ahora no me habían dicho nada!
Jane sigue sujetándome la mano. Aprisionándola, más bien. Contempla a su alrededor como si un león fuera a saltarme encima en cualquier momento. Si no fuera por la situación —que es tensa—, podría empezar a reírme.
—Eres muy linda cuando te preocupas —aseguro con una sonrisa.
—Shhh... No desconcentres a tu guardaespaldas.
—Perdón, perdón.
—Te está mirando un montón de gente —admite entonces.
—¿En serio?
—¿Quieres que nos vayamos?
No lo sé. Tampoco es que me moleste. No debería hacerlo, ¿verdad? No me van a hacer nada malo. Y, sin embargo, empieza a invadirme un nudo de nervios. Es cierto que hay muchas cabecitas vueltas hacia mí. Y que no tienen ningún problema en que los vea mirándome fijamente. O grabándome. Siento que hay algo que me he perdido y que podría explicar todo esto.
El desfile nudista de Jane los ha despertado.
Empiezo a no estar tan segura de si me siento cómoda con esto. De hecho, a cada segundo que pasa, me siento un poco más expuesta.
—Sí —digo al final—. Prefiero irme, pero puedo hacerlo sola.
Jane se vuelve hacia mí como si me hubiera salido otra cabeza.
—¿Eh?
—Que puedo irme sola; no hace falta que tú te...
—Oh, cállate y déjate querer.
Ella se comporta como si hubiera pasado por esto cuarenta veces en su vida. Aprieta un poco más mi mano y empieza a buscar un camino para alejarnos de todo el mundo. El problema es que por un lado están Tommy y sus amigos, y en el otro toda la gente que acaba de entrar en la casa. De hecho... ¿es cosa mía, o todos estos no estaban hace un rato? ¿Será que acaban de llegar?
Mientras pienso en ello, Jane ya ha llegado a la conclusión de que la mejor salida es ir directamente a su dormitorio. Tira de mi mano en dirección al pasillo, y se mueve como si no estuviera viendo todas las cabecitas que se van volviendo a cada paso que da. De forma inconsciente, me pego un poco más a su espalda. Los nervios se han vuelto muy incómodos, y de pronto tengo mucha prisa por encerrarme en un lugar donde nadie me esté mirand...
Me detengo de golpe. Por consiguiente, Jane también lo hace. Parece confusa, y nerviosa. Echa una ojeada en busca de peligro, pero pronto se da cuenta de que no lo hay.
—¿Qué pasa? —me pregunta.
—¿Esa no es Jules?
Por la expresión de Jane, diría que no se acuerda de ella.
—La chica que me hizo la vida imposible —insisto—. La que me acusaba de hacer cosas malas en internet. ¿Te acuerdas?
—Aaaaaaaah... Sí, esa. ¿Dónde?
Como señalar es un poco maleducado, hago un gesto con la cabeza. Jane sigue la dirección para encontrarse, efectivamente, con Jules. Por lo menos, me consuela saber que no forma parte de mi imaginación y realmente está aquí. Me sorprende no haberme fijado antes en ella, porque está en el centro del sofá y no parece que intente ocultarse demasiado. Desearía que me extrañara verla hablando con Astrid y Ashley, pero desgraciadamente me parece la amistad ideal.
—Ahí está —confirma Jane—. ¿Qué pasa?, ¿es amiga de Tommy y por eso la ha invitado?
Espero que no. De verdad que lo espero. Una cosa es que estemos peleados y otra es que empiece a congeniar con una persona que sabe que me ha hecho todo lo que Jules me ha hecho. Puedo perdonarle muchas cosas, pero, por egoísta que suene, no creo que sea capaz de pasar por esta.
—Puede que la hayan invitado esas dos —añade Jane cuando ve mi expresión—. Dudo que Tommy esté interesado en tener nada que ver con ella.
—¿Estás segura?
—Bueno..., no, pero lo dudo mucho.
Me gustaría estar de acuerdo, y sin embargo lo primero que hago es sacar el móvil de mi bolsillo para ver si Tommy ha empezado a seguirla en Omega. Y si ha subido alguna cosa en redes sociales. Me alivia un poco ver que el perfil de Tommy no ha cambiado. Los problemas empiezan cuando entro en el de Jules. Ha subido una foto con sus dos amigas en la que aparezco yo. Estoy justo detrás de ellas y, aunque estoy charlando con Jane, se ve claramente que soy yo. Y que ha movido un poco la cámara para enfocarme. No solo eso, sino que ha mencionado en qué fiesta se encuentra.
—Será una broma —mascullo.
Jane se asoma por encima de mi hombro para comprobar qué he visto. En cuanto lo comprende, suelta un resoplido.
—¿Cuántos años tiene?, ¿cinco?
—Tendrá todos los que quiera, pero ha conseguido que venga un montón de gente que no conocemos solo por sacarse una foto.
Puedo ver, en su mirada, que quiere hacer una broma. El problema es que no le sale. Sabe que la situación no es muy adecuada.
—Podemos disfrutar igual de la fiesta —asegura al final.
—¿Para que me hagan una foto borracha y Cris vuelva a enfadarse conmigo?
—Ya... Pues podemos irnos. Juntas.
Debería decirle que sí. Es lo más apropiado. Y, no obstante, lo único que siento ahora mismo es rabia. Sé que lo ha hecho a propósito. Y que esté ahí sentada mientras nosotras tenemos que escaparnos...
No, no lo puedo dejar pasar.
Ya la hemos liado.
Como Jane está despistada, aprovecho para soltarme de su agarre e ir directa hacia el sofá. Oigo que me llama y que intenta detenerme, pero ya es tarde. Para cuando consigue alcanzarme, ya me he plantado delante de Jules.
No ha cambiado mucho desde la última vez que la vi, que fue en el supermercado. Hoy se ha atado el pelo, se ha maquillado un poco y va más formal que de costumbre, pero la sonrisa pedante es la misma. Y la miradita provocadora. Pese a que hace un momento estaba muy tranquila, de pronto me entran ganas de darle un puñetazo.
Ashley, que estaba en medio de una frase, se detiene para mirarme. Astrid también lo hace. Jules lo ha estado haciendo desde que me he alejado de Jane, pero aun así enarca las cejas con sorpresa.
—¡Livvie! —exclama con una alegría que no siente de verdad—. Qué bueno verte por una fiesta. Pensaba que últimamente no salías mucho de casa.
No puedo darle un puñetazo. No puedo. Aprieto los puños, pero no hago nada más. Hay mucha gente mirándome y no voy a pasar por otra crisis reputacional. Bastante tuve con la otra, y con que Cris tuviera que sacarme de ella.
—Te has perdido el reto de Jane y Tommy —le dice Ashley, como si la aludida no estuviera justo delante de ella—. Se han desnudado y han empezado a correr por la calle.
—¿En serio? —Jules se lleva una mano al pecho, escandalizada—. Yo no podría hacer eso, qué descaro.
Sé que están intentando provocarnos, y lo peor es que en mi caso lo están consiguiendo. En el de Jane, en cambio, creo que no demasiado; sigue con la misma expresión que ha tenido desde que han empezado con las fotos.
—A quien no esperaba ver en la fiesta es a ti —digo, tan calmada como puedo—. No sabía que tuvieras relación con Tommy.
Jules sonríe como si supiera la rabia que me da que pueda ser verdad.
—Oh, no nos conocemos mucho, pero parece muy simpático. Seguro que congeniamos super bien.
—¿Tenías que subir esa foto? —espeto de repente.
No soporto las conversaciones que no llevan a ningún lado. Que no van a tema que obviamente todo el mundo tiene en mente.
Ante la mención de la foto, sus dos amigas fingen que no me ven y empiezan a toquetear sus móviles. Jules, en cambio, frunce el ceño con confusión.
—¿Miras mucho mi perfil?
—Solo cuando subes fotos de mí.
—Oh, ¿salías en la foto? Solo quería compartir el buen rato con mis amigas.
—¿Conmigo de fondo?
Jules sonríe como si estuviera loca. Eso me da todavía más rabia que todo lo demás.
—Es nuestra foto, Livvie —aclara lentamente—. El mundo no gira a tu alrededor, ¿sabes?
—Y tú sabes que me has sacado a propósito.
—¿Qué iba a ganar yo con eso?
—¡Pues molestar! —estallo, furiosa—. ¡Porque te encanta molestarme! ¡Y no sé qué te he hecho!
Varios móviles ya han empezado a volverse en nuestra dirección, y la conversación de nuestro alrededor empieza a apagarse. No debería llamar la atención, pero no puedo evitarlo.
Jane me toma de la mano con mucha más suavidad que antes, pero apenas puedo sentirlo. Oigo el latido de mi propio corazón en las orejas, como si fuera a estallarme en cualquier momento. Puedo sentir, incluso, la sangre fluyendo a mucha más velocidad por mis venas. Mi cuerpo entero me está diciendo que esto es peligroso, pero mi cabeza tan solo puede seguir centrada en esta conversación. En la rabia que me da.
Jules, por supuesto, sigue mirándome con media sonrisa.
—Pensar que el mundo entero va en tu contra es un poco raro, ¿no? Igual deberías hablar con un profesional.
—Y tú deberías hablar con alguien de la envidia patológica que sientes por los demás.
—¿Estás diciendo que te tengo envidia?
—Livvie —me susurra Jane—, vámonos.
—Sí —espeto, sin pensar—. ¿Cómo explicas, si no, todo lo que has hecho?
—Oye..., yo nunca te he hecho nada.
—De hecho —interviene Astrid—, fuiste tú la que se puso a gritarle hasta que un profesor tuvo que intervenir.
—Y tus fans empezaron a acusar a Jules de plagiarte —añade Ashley con una ceja enarcada—. ¿No has pensado que igual el problema no lo tiene ella?
Abro la boca para responder, pero entonces Jane tira con más fuerza de mi mano. Es lo justo para que pueda reaccionar y alejarme un paso de la conversación. Sé que intenta sacarme de aquí antes de que la situación se descontrole todavía más, pero es que no quiero permitir que mientan de esta manera. ¡Ninguna de esas cosas fue por mi culpa!
—No es así —intento decir, ya desesperada—. Todo eso fue por...
—Ella siempre tiene excusas —murmura Jules de mala gana.
Y esta vez sí que estoy a punto de soltarle un puñetazo. Es una suerte que Jane, por fin, consiga separarme del grupito.
Estoy tan alterada que apenas siento las miradas que me siguen hacia la salida del piso. Tan solo puedo ver la sonrisa pedante de Jules, y oír un zumbido muy extraño en mis oídos que nubla cualquier otro sonido. El corazón me late tan deprisa que las costillas empiezan a dolerme. Y, sin embargo, soy incapaz de preocuparme por nada de esto. Solo puedo contemplar hacia delante y moverme por inercia.
Soy consciente de que hemos salido a la calle por el aire frío. Jane está ante mí. Mueve los labios, por lo que supongo que me está diciendo algo que no alcanzo a comprender.
—Quiero irme a casa —consigo formular.
Jane deja de hablar y me observa unos segundos. Lo que hasta hace unos segundos era confusión se transforma en preocupación.
—¿Estás bien? —pregunta.
Quiero decir que sí, pero no sé si es cierto. Por algún motivo, quiero echarme a llorar. Puedo sentir el escozor en los ojos, así que bajo la mirada al suelo. Me cuesta respirar, pero ya no sé si es por el llanto o por algo peor. Sé que quiero meterme en mi cama, con Pelusa, y fingir que nada de esto ha pasado. Tan solo el pensar en la llamada de Cris hace que las ganas de llorar se multipliquen.
Como llevo un rato sin contestar, Jane se acerca un poco más a mí. Siento que quiere preguntarme otra vez, pero termina por no hacerlo. En cambio, me ofrece una mano que tomo sin pensar.
El camino a casa es en total silencio. Y, aunque caminando es un poco largo, se me pasa en un parpadeo. Para cuando quiero darme cuenta, estoy en el umbral de casa. Espero que no sea muy tarde, porque Jane llama al timbre y espera pacientemente con mi mano en la suya.
Quien abre la puerta resulta ser papá, que parece un poco sorprendido al vernos. Me contempla a mí, nuestras manos unidas y finalmente a Jane. No sé por qué, pero toma la decisión de hablar directamente con ella.
Sé que tienen una conversación en la que me incluyen. Sé, incluso, que yo participo en ella. No soy capaz de recordar lo que he dicho. Tampoco creo que sea importante.
Es más tarde, cuando estoy a solas en mi habitación, que me doy cuenta de que no me he puesto el pijama. Ni siquiera me he cubierto con las sábanas. Tengo la piel fría, pero sigo contemplando un punto perdido de la habitación. Pelusa se tumba a mi lado y me contempla con curiosidad, y al final se acerca para tumbarse un poco más cerca.
Y, pese a que he aguantado las ganas de llorar tanto rato, ahora mismo no puedo hacerlo. Tan solo puedo... sentir vacío.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top