Capítulo XXVII
XXVII - IMITACIONES
Tras el último mensaje de Jane, admito que me siento un poco más segura de mí misma. Vuelvo a esconderme el móvil en el bolsillo y contemplo la mesa que acabo de abandonar. Tommy ya ha vuelto a sentarse junto con sus amigos y creo que me busca con la mirada, por lo que quizás debería volver rápido, antes de que empiece a hacerse preguntas.
Me pido un refresco cualquiera —lo último que me falta ahora mismo es emborracharme—, respiro hondo y toca volver a la mesa.
Ashley sigue con Tommy, así que apenas me presta atención. A Astrid, sin embargo, no le queda más remedio que estar conmigo. Después de todo, somos nuestra cita mutua. ¿Cómo voy a sacarle conversación a esta chica?
Pregúntale si le gusta el pan.
Por suerte, nadie hace ningún comentario con mi vuelta a la mesa. Tommy sonríe con amplitud y eso es todo. Rebeca está ocupada cuchicheando con su propia cita, así que dudo que se haya enterado de absolutamente nada.
El ruido que hace mi silla al arrastrarla para sentarme es... incómodo. Astrid me observa de reojo y le da un sorbito a su bebida, pero no hace ningún comentario. Casi lo hace peor, porque hace que me plantee absolutamente cada uno de mis movimientos.
Unos segundos después de sentarme a su lado, Astrid decide que no puede seguir ignorándome.
—¿Qué tal? —pregunta.
Trato de que mi tono sea igual de tranquilo que el suyo.
—Bien —murmuro—. ¿Y tú?, ¿cómo has estado estos meses?
—No puedo quejarme. Me han aceptado en la escuela que quería, así que estoy en ello.
—Oh, em... enhorabuena.
—Sí. —Astrid hace una pausa, como si buscara algún tema de conversación—. He visto que sigues activa en redes sociales. Me alegro por ti. Parece que las cosas te funcionan, ¿no?
Al contrario que Jules, que casi lo decía con pasivoagresividad, ella lo pregunta por educación. Dudo que mi vida le interese de verdad, así que podría darle cualquier respuesta porque le daría igual.
—Sí —admito—. ¿Y tú?, ¿sigues en redes?
—No, ya no tengo tiempo. Con tanto ensayo... Pero me gustaba mucho.
En su momento, ella y Ashley eran las reinas de todos los perfiles de música que seguía. Si elegían una canción, todo el mundo las imitaba. Si odiaban a un cantante, todo el mundo dejaba de seguirlo. Hace mucho que no me paso por sus perfiles, pero ya no oigo hablar demasiado de ellas, así que supongo que ya no los tendrán tan activos.
—Me sorprendió que dejaras la música —añade Astrid entonces, pillándome un poco desprevenida—. No se te daba mal.
Quizá lo dice de forma neutral, pero no me lo tomo demasiado bien. No se me daba mal; era genuinamente buena. Puede que en todo lo demás sea una inútil, pero la música y el piano se me dan muy bien. Y no me gusta que Astrid —que lo sabe perfectamente— insinúe que mi estilo era, simplemente, pasable.
O quizá tienes un orgullo muy herible.
—No he dejado la música —puntualizo.
—Ya me entiendes. La has dejado de forma seria.
—Sigo intentándolo, Astrid.
—¿Sin estudios?
Irritada, quiero decirle que he hablado con un productor muy interesado en mí, pero decido que es mejor no seguir ese camino. No le va a importar, y no va a pensar mejor de mí por ello. Ojalá no me molestara tanto que me esté llamando inútil de forma velada.
—Necesitaba un respiro —mascullo, de mal humor.
No debería darle explicaciones, pero aquí estamos.
Bienvenida a mi vida.
—Bueno..., cada uno gestiona su carrera como puede. ¿Quieres un consejo, Livvie? —No espera una respuesta—. Las redes no son la solución. Si quieres ser buena en alguna cosa, encárgate de formarte sobre ella. La música es un trabajo, no una afición.
—La música es una pasión. Da igual el medio con el que llegues a ella. Además, ya he estudi...
—Yo también pensaba así —interrumpe, aunque en tono suave—, hasta que salí de redes sociales y vi cómo es el mundo en realidad. Tener cien corazones en un post no te va a convertir en una genio musical; un título, sí.
Abro la boca para responderle —nada bueno—, pero entonces oigo la puerta de la entrada. Creo que nunca me he sentido tan aliviada como cuando veo a Jane cruzando el umbral.
Hoy lleva un vestido vaquero por las rodillas, una camiseta verde debajo y unas zapatillas más viejas que ella. Ni siquiera se ha molestado en atarse el pelo, que tiene recogido tras las orejas. Y lleva el móvil en la mano. Sospecho que los mensajes que se ven en la pantalla son los que le he mandado hace dos minutos.
Intento evitar el suspiro de tranquilidad, pero no puedo ocultarlo. Astrid se da cuenta enseguida y sigue mi mirada. En cuanto identifica a Jane, tuerce un poco la expresión. No sé cómo acabaron ellas dos, pero acabo de descubrir que no muy bien.
Si dijera que me alegro, ¿sería mala persona?
Jane busca con la mirada y finalmente llega a nuestra mesa. Su mirada se cruza con la mía, pero enseguida se desvía para inspeccionar a los demás. No sé qué debe pensar, pero desde luego no pone muy buena cara.
—¿Qué hace ella aquí? —pregunta Ashley de repente.
Tommy se vuelve, alarmado, pero se queda más tranquilo al ver a su compañera de piso.
—¡Hola, Jane! No sabía que fueras a venir.
—Yo tampoco —murmura ella.
Su tono deja bastante claro que hay algo que no va bien, porque Tommy se gira en mi dirección. Es el único que no entiende lo que está pasando, así que cada vez parece más y más perdido. Puedo ver que le tienta preguntarme, pero al final se contiene para no crear una situación todavía más negativa.
Jane echa una ojeada a Rebeca y su cita, que en este ratito han empezado a succionarse el uno al otro. En cuanto ve los besos húmedos, arruga la nariz y se vuelve de nuevo hacia mí.
Honestamente, no sé cuál es el plan, así que mientras se acerca a mí no muevo un solo músculo. Los cuatro miembros restantes de la mesa permanecemos en silencio absoluto, expectantes por ver cuál es el siguiente giro de guion. Al final, Jane se detiene a mi lado y enarca una ceja con impaciencia.
—¿Y bien? —pregunta.
Parpadeo varias veces, confusa.
—¿Qué?
No sé qué quiere. Si la intención es que improvise, ha ido a llamar a una muy mala puerta, porque ahora mismo estoy totalmente en blanco.
—¿Nos vamos o qué? —insiste, perfectamente metida en su papel—. Me pediste que te enseñara el estudio de la radio, ¿no?
Ooooh.
Vuelvo a parpadear varias veces. Más que nada, porque Tommy, Astrid y Ashley me miran en mí en espera de la respuesta.
—Em... ¡claro! —Consigo reaccionar por fin—. E-este... ¿qué hora es?
—Tarde. ¿Nos vamos?
Nunca dos palabras me habían sonado tan bonitas como esa última pregunta. Trato de no sonreír para disimular un poco, pero mientras recojo mi chaqueta soy incapaz de fingir.
Y entonces, mientras estoy poniéndome de pie, Ashley carraspea ruidosamente.
—¿No podéis quedaros ni a tomar una copa? —pregunta—. No sé cómo habías quedado con Livvie, Jane, pero ella tiene un compromiso con mi amiga.
Considero una respuesta, pero Jane se me adelanta al volverse lentamente hacia ella. Me recuerda a Terminator justo antes de elegir a su víctima.
Esperemos que 'termine' igual. Je, je.
—¿Una copa? —repite.
—Solo una. ¡Nos lo estábamos pasando genial!
Tommy no dice nada porque ve mi cara de espanto. Astrid no lo hace porque está llenándose la boca de bebida. Miro de reojo a Jane. No sé cómo prosigue el plan. Le concedo dos segundos más para responder antes de poner yo misma una excusa. Al final, no hace falta.
Para mi sorpresa, Jane suspira y roba una silla de otra mesa. Sin ningún tipo de prisa, la arrastra con nosotros y va a sentarse entre Astrid y yo. A mi cita no le queda más remedio que moverse un poco para que la silla de Jane tenga un hueco.
Si esta última se da cuenta de lo incómoda que es la situación, no hace un solo gesto sobre ello. Simplemente, se acomoda en su silla con los brazos cruzados y contempla a Ashley. Casi parece que le pregunta si ya está satisfecha.
—Bueeeno... —interviene Tommy entonces—. Estábamos jugando a imitar personajes famosos. ¿Queréis participar?
Jane tiene más cara de querer tirarse la cerveza a la cara que de querer participar, pero aun así asiente.
—¡Bien! —exclama él—. Pues... ¿por qué no vas tú, Livvie?
Mi cara debe ser un poema, porque Jane intenta no reírse de mí.
—Em... vale —murmuro—. ¿Puede ser cualquiera?
—Sí, el que tú quieras.
Lo considero unos instantes, y al final me pongo de pie. Toda la mesa —menos la parejita— me observa, así que es un poco complicado no sentirse incómoda. Hago un esfuerzo por parecer lo más natural posible.
Al cabo de un instante, hago como si llevara un micrófono en la mano. Apenas tengo que hacer un gesto para que Jane golpee la mesa.
—¡Freddie Mercury!
—¡Sí! —digo, entusiasmada.
Tommy está indignado.
—¡Es imposible saberlo solo con eso! Seguro que habéis hecho trampas.
—Aprende a perder, rubito.
Tommy le saca la lengua, a lo que Jane se intercambia conmigo para ponerse de pie. Un poco menos incómoda que antes, me inclino sobre la mesa para no perderme un solo detalle. Ella se sitúa como si sujetara una guitarra, la puntea y levanta el brazo por encima de su cabeza.
—¡Jimmi Hendrix! —exclamo.
—¡Exacto!
Tommy ya no puede más.
—¡¡¡Estáis haciendo trampas!!!
—¡Te prometo que no! —digo enseguida.
Y así empiezan a pasar rondas y rondas en las que, como solo Jane y yo acertamos, no dejamos de imitar a cantantes, músicos y otros personajes que nos gustan. Pasamos por Michael Jackson, Shakira, Jim Morrison, Slash, Beyonce, Elton John, Bruce Springsteen, Stevie Nicks... todos los habidos y por haber. Llega un punto en el que apenas tengo que ponerme de pie para que ella sepa por dónde voy a ir, y viceversa. Llego incluso, contra todo pronóstico, a pasármelo bien. Y creo que Jane también, aunque se haga la dura y no quiera admitirlo.
Tommy, por otro lado, ya está casi azul de la rabia que le da.
¿Alguna vez he mencionado que es muy mal perdedor?
—Si lo hacéis con músicos, solo vosotras vais a saber la respuesta —protesta.
—Astrid y Ashley también han estudiado música —dice Jane, poco impresionada.
Las dos mencionadas han permanecido en un silencio muy incómodo. Ashley por lo menos ha intentado acertar alguna que otra vez, pero Astrid ni eso. Simplemente, se mantiene al margen y nos observa mientras le da sorbitos a su bebida.
—Vale —sentencia Tommy, indignado—, pues esta vez no podéis hacer trampas porque yo os daré los nombres de los personajes.
Como es mi turno, me acerco a él para inclinarme. Tommy lo considera unos instantes, y al final se acerca para susurrar:
—Rocky Balboa.
No puedo evitar la sonrisa triunfadora. Al verme, Jane enarca una ceja con curiosidad. Hace un rato que está bebiendo de mi mismo vaso, pero no me importa. Ahora mismo le da un sorbo mientras me observa con atención.
Levanto ambos brazos como si estuviera haciendo pesas, hago un movimiento de boxeo...
—¡Rocky! —exclama Jane.
Casi al mismo tiempo que yo empiezo a reírme, Tommy golpea la mesa con rabia. Es como un niño pequeño al que le acaban de quitar el dulce.
—No quiero jugar más con vosotras —decreta, muy enfadado.
Jane, divertida, la tira una servilleta mientras yo vuelvo a su lado.
—Qué mal perdedor, rub...
—¡No me llames así! Me he enfadado contigo.
—¿Quieres que perdamos a propósito para que no llores?
Tommy le devuelve el servilletazo, aunque ella no parece muy afectada.
A todo esto, parece que Rebeca y su cita por fin vuelven a centrarse en el mundo que les rodea y se vuelven hacia nosotros.
—Em... vamos a ir a dar una vuelta —informa ella mientras se ponen de pie—. ¡Ah, hola, Livvie!, ¡y Jane! ¿Cuándo habéis llegado?
—Cuando tú le succionabas la lengua a tu nuevo novio —responde Jane.
Rebeca y su cita se ruborizan casi a la vez. Mientras ellos se despiden, no se me pasa por alto que Astrid y Ashley se lanzan miraditas significativas. No sé si son de incomodidad o qué, pero está claro que no están nada contentas.
—Bueno —murmura Jane una vez solos, recostándose en su silla—, ¿se suponía que esto era una cita?
No sé si lo dice por Tommy o por mí. Él sigue indignado por el juego, así que no responde. Creo que me toca a mí.
—Era... una quedada casual. Con amigos —aclaro tras un instante.
Astrid suspira y le da otro trago a su bebida.
—Sí que era una cita —dice Ashley entonces—. Tommy conmigo y Livvie con Astrid. Aunque..., claro, no sabíamos que iba a ser ella.
Al menos, eso último hace que Tommy reaccione.
—¿Y qué quieres decir con eso? —pregunta con los ojos entrecerrados.
—Que ya nos conocíamos —murmura Astrid.
Parece que él sigue sin entenderlo del todo.
—Pues... mejor, ¿no? Menos presentaciones.
—No se llevan bien —suelta Jane, toda delicadeza.
Justo me ha pillado cuando bebía del vaso de las dos, y por poco no me ahogo. Por suerte, todo el mundo ignora mi ataque de tos.
Astrid dirige una mirada agria en nuestra dirección.
—Nosotras intentamos llevarnos bien con Livvie...
De nuevo, no sé qué pretende Jane. Desde que volví, apenas nos hemos dirigido la palabra y no tiene por que defenderme. Aunque, pensándolo bien, tampoco tendría por qué haber bajado a ayudarme y aquí está.
Sea como sea, Jane se vuelve hacia ella como si fuera exactamente lo que esperaba oír.
—Oh, sí, fuisteis unas maravillosas personas. Sobre todo, cuando Jules empezó a mentir sobre ella y nadie la defendió.
—¿Qué culpa tenemos...? —empieza Ashley, pero Jane no la deja terminar.
—¿...de dejar que una persona mienta sobre otra y la deje completamente sola? Toda la culpa. ¿Tienes más preguntas?, ¿o ya hemos terminado?
Entreabro los labios, pasmada. Creo que incluso Ashley y Astrid se han quedado sin nada que decir.
—Espera... —murmura Tommy por ahí atrás—. ¿Quién es Jules y por qué me suena?
—El primer día de clase, intentamos que Livvie se integrara un poco con nosotras —interviene Astrid, colorada—. No es culpa nuestra que decidiera alejarse.
—Oh, ¿ahora la culparemos a ella por haberse alejado de dos personas que hablaban mal de ella a sus espaldas?
—¡No estábamos...!
—Permitíais que Jules lo hiciera, que es lo mismo que hablar mal. Tenéis derecho a que alguien no os caiga bien, pero no os hagáis las santitas cuando sois exactamente iguales a Jules. Livvie, ¿nos vamos o qué? Creo que no tenemos nada más que hacer aquí.
Estoy tan pasmada que apenas proceso que eso último me lo ha dicho a mí. Observo cómo Jane se pone de pie, muy seria, y se ajusta la chaqueta verde que siempre se pone. Tardo unos segundos de más en reaccionar e imitarla. Miro a Tommy, que todavía intenta ubicarse en el espacio-tiempo, y le dirijo una pequeña sonrisa de disculpa.
Por suerte, mientras salimos del bar, nadie intenta detenernos. Jane camina como si el mundo fuera suyo, supongo que por remarcar todavía más lo que acaba de hacer, y sujeta la puerta para ayudarme a pasar.
Una vez fuera, por fin consigo encontrar mis cuerdas vocales.
—¿Qué...? —empiezo, y se me escapa una carcajada—. ¡Jane, eso ha sido... increíble!
Ahora que estamos a solas, ella ya vuelve a estar tan seria como de costumbre. Se mete las manos en los bolsillos y me mira de reojo.
—No ha sido increíble. Era lo que se merecían.
—Pero... ¡no todo el mundo lo habría hecho! De verdad, ha sido increíb...
No sé qué me posee para pensar que sería una buena darle un abrazo, pero enseguida me arrepiento de mi decisión. En cuanto doy un paso en su dirección, Jane lo da hacia atrás y frunce el ceño. Bajo los brazos de forma automática.
Auch.
Durante unos instantes, ambas permanecemos en silencio. Ya ni siquiera lo calificaría como incómodo, creo que es demasiado triste como para resumirlo en un término tan... mundano.
—Perdón. —Es lo único que me sale.
Ella aparta la mirada y la clava en el suelo.
—Lo que ha pasado ahí dentro no significa nada —aclara, con un tono neutral que sospecho que no es muy sincero—. Quiero decir que... las cosas no han cambiado.
—Oh, bueno...
Sé que podría decir algo mucho más elaborado. Algo más bonito. Pero es que no me sale. Ahora mismo, me siento un poco humillada. Creo que nunca me habían rechazado de manera tan... visual.
De nuevo, el silencio se extiende hasta hacerse insoportable. Ella no me mira a los ojos y yo no dejo de buscar su mirada. Todo su lenguaje corporal indica lo poco cómoda que está conmigo. Es peor que un puñetazo en la cara. Quiero hacer que se sienta mejor, pero siento que nada de lo que diga va a mejorarlo.
Al cabo de unos instantes, ella por fin vuelve a mirarme.
—No puedes irte sin avisar y luego pretender que volvamos a estar bien —aclara al final.
—Lo sé. Es que... —Se me ocurren mil excusas, pero lo cierto es que ninguna me parece adecuada. No quiero darle excusas—. Lo siento.
—Deja de decir que lo sientes... —Jane cierra los ojos un momento—. Mira, no importa. Tengo trabajo, así que... no sé, ya nos veremos.
Sé que debería dejarlo estar, pero como soy una testaruda la sigo en cuanto empieza a andar. Ella lo nota, pero aun así no me detiene.
—¿Ya te vas? —pregunto, un poquito más desesperada de lo que me gustaría—. Lo que has dicho del estudio...
—Era una excusa.
—Ya, ya lo sé. Pero igual estaría bien, ¿no? Me gustaría ver dónde trabajas.
Jane se detiene de golpe, y yo tengo que hacer lo mismo para no chocarme con su espalda. Irritada, me echa una mirada que me recuerda a una de las últimas.
—¿Por qué sigues intentando que seamos amigas? —pregunta, ahora enfadada—. ¿No he sido lo suficientemente clara?
Su enfado no hace más que provocar el mío.
—¿Y qué hacemos?, ¿no volver a hablar en la vida?
—Puedo hablar contigo, si tan importante te parece.
—¡No me refiero a eso!
—¿Y qué quieres, entonces?
—¡Quiero que me des una oportunidad de arreglar... esto! Vale, la cagué, pero las relaciones no son tan lineales. Se supone que, si quieres arreglar las cosas, tienes que dejar que la otra persona se disculpe contigo. ¿O no quieres que lo arreglemos?
—¿Arreglar el qué, exactamente?
Buena pregunta.
Que mi tono sea tan dramático mientras el suyo permanece neutral me pone de mal humor. No quiero sentir que le da igual. Sé que en el fondo no es así. No quiero que me convenza de lo contrario, porque entonces no encontraría un motivo para seguir luchando por hacer las paces.
Su pregunta me hace dudar, y ella aprovecha mi silencio para seguir andando. Esta vez, no la sigo.
—Pues muy bien —espeto a su espalda, ahora enfadada de verdad—. Si quieres que no volvamos a tener una relación cordial en la vida, vete. ¡Solo intentaba disculparme contigo!
—Puedes guardarte tu disculpa —murmura, todavía andando.
—¡Eso haré! Pero, por lo menos, me quedaré con que yo sí he intentado arreglar las cosas. He intentado disculparme contigo. Y, si me hubieras dejado, habría intentado que me dieras una segunda oportunidad. ¿Con qué te quedarás tú, Jane?, ¿con que has preferido salir huyendo cada vez que nos hemos visto porque no eres capaz de enfrentar tus problemas?
Vaaale, quizá eso último ha sido un poco más duro de lo que pretendía. Una parte de mí se arrepiente, mientras que la otra se mantiene firme.
Jane deja de andar. Por un momento, pienso que va a volverse y a decir alguna cosa. El momento se expande, nos envuelve. Por primera vez desde que hemos salido del bar, me permito a mí misma tener la esperanza de que quizá esto no termine como todas las otras veces.
Pero no es así. En lugar de mirarme, tensa los hombros y sigue andando en dirección contraria.
La observo durante unos instantes, pero pronto me doy cuenta de que no puedo insistir más. O podría, pero no sin poner mi dignidad en duda. Y no quiero hacer eso. Para la poca que tengo, debería intentar conservarla.
Frustrada, echo a andar en dirección opuesta. Me parece oír que sus pasos se detienen durante unos instantes, pero no me vuelvo para comprobarlo.
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