La portadora de la llave
Los sentimientos y las intenciones de las personas pueden ser muy difíciles de comprender, a veces incluso hasta el punto de ser un dolor de cabeza. Y es más sorprendente cómo un suceso o un descubrimiento pueden cambiar toda una perspectiva, incluso la propia. Una única cosa puede desencadenar una serie de reflexiones sobre lo que antes se creía.
Su cabello, su mayor orgullo, se ondeaba suavemente con cada pequeño movimiento de su cuerpo. Este es de un dorado tan intenso que su color era fácil de percibir incluso en la oscuridad de la habitación de su hermana. Asahi Hoshimiya, su amada hermana, estaba dormida sin saber que ella estaba observándola. Sus mejillas cubiertas con las marcas de lágrimas.
—Michael.
Ella estiró la mano al frente y aparecieron partículas de luz en el espacio vacío que se fueron condensando hasta adoptar la forma de una gran llave. Una herramienta que no resalta solo por su inusual tamaño y brillo, sino que también por las extraordinarias capacidades que posee. Es una llave que sirve para abrir más que una puerta cualquiera. Michael abre todas las puertas, reales, intangibles e incluso las conceptuales, y de la misma forma, también puede sellar todas las puertas.
Un regalo tan maravilloso que le fue entregado hace un par de días cuando una figura desconocida con una voz casi de otro mundo le dirigió palabras muy hermosas y tentadoras, casi como si conociera los sentimientos que albergaba en su corazón. Fue entonces que le otorgó una hermosa gema, una cuyo poder se reveló al fundirse con su cuerpo en un momento muy doloroso, tras el cual obtuvo aquella gran bendición. Cuando se dio cuenta, aquella entidad ya no estaba, y en su interior poseía aquel regalo.
Ella había ido con su hermana a la torre Tenguu para admirar las vistas de la ciudad, pero una amiga de Asahi también estuvo ahí y, de forma inconsiderada y desagradable, comentó que sería bueno que se recortara el cabello. Eso por sí solo no hubiera pasado como más que un breve desagrado que olvidaría en un par de horas. Lo que realmente dolió fue que su propia hermana se pusiera del lado de aquella mujer. Ambas estuvieron de acuerdo en que debía de cortar su cabello, aquel rasgo tan hermoso que su familia siempre había elogiado.
—No se preocupe, amada hermana. Muku se encargará de todo.
Al mismo tiempo que pronunciaba aquellas palabras, dirigió la punta de la llave a la cabeza de Asahi y la perforó. No hubo sangre ni herida alguna, tampoco reacción de la joven. Mukuro luego pensó en aquello que quería sellar y entonces giró la llave a la vez que un susurro fluyó de forma casi imperceptible de sus labios.
—Segva...
El silencio se asentó de inmediato en la oscuridad de la habitación que se dispuso a abandonar. Ella soltó la llave y esta se diluyó en el aire como partículas de luz, de forma similar a como se formó. Le dio un último vistazo a su hermana adoptiva y se retiró de la habitación evitando hacer ruido.
Fue hasta el día siguiente que los efectos de sus acciones se volvieron notorios. Mukuro estaba en el comedor de su casa junto con sus padres adoptivos. Ellos hablaban entre sí sobre el estado de Asahi en los últimos días cuando la mencionada salió de su habitación con el cabello enredado, en pijama y cubriendo un bostezo con una mano.
—Asahi, mi niña, ¿cómo te sientes? ¿Dormiste bien?
—Anda, ven a desayunar para despertar bien.
Sus voces estaban llenas de cautela y gentileza, buscando que Asahi se sintiera cómoda y acompañada tras haber estado decaída por el accidente de hace pocos días.
—Buenos días. Dormí como oso. Hace tiempo que no descansaba tan bien.
Asahi caminó hasta llegar a la mesa y se posicionó a un lado de Mukuro, acariciando su cabeza antes de sentarse a su lado. Ambos padres se sorprendieron al ver que su expresión era mucho más relajada a comparación de la noche anterior, como si su tristeza hubiera desaparecido de la noche a la mañana.
—Me alegro que durmieras bien, pero no puedo evitar preocuparme por ti.
Asahi alzó una ceja debido a la curiosidad que le causó las palabras de su padre y la preocupación que este compartía con su madre.
—Eh... Yo estoy bien. ¿Acaso pasó algo?
—Bueno, lo de hace una semana, el terremoto espacial...
Justo cuando la madre de la familia estaba por mencionar el más reciente terremoto espacial, Mukuro alzó la voz con tranquilidad y firmeza.
—Adorados madre y padre, lo importante es que mi querida hermana está en buen estado. Cualquier mejoría es recibida con gratitud. Es natural que prefiera no recordar algunas partes del suceso.
Ambos padres se miraron entre sí. Aunque las palabras de Mukuro fueran ciertas hasta cierto punto, no explicaban lo extraño que era el cambio de actitud de Asahi. Ella nunca se caracterizó por tener cambios de humor tan drásticos. No obstante, ella nunca había pasado por una experiencia como esa, por lo que no era imposible que hubiera algunos cambios. Con todo considerado, ambos optaron por dejar el tema de lado por ahora.
Por su parte, la mente de Mukuro estaba centrada en sus propios pensamientos. Hace una semana tenía planeado borrar los recuerdos de todas las personas acerca de su familia para que estos no se robaran su amor, pero un terremoto espacial ocurrió de forma muy repentina. Hacía veinticinco años que no ocurría alguno, de modo que tomó a toda la gente desprevenida.
Aunque fueron las consecuencias del terremoto espacial lo que cambiaron sus planes. Tanto Asahi como su amiga se vieron involucradas en el suceso. Al inicio no se vieron impactadas de forma directa por la explosión, pero la onda de choque resultante derribó el edificio en el que estaban. Asahi quedó atrapada un par de horas en lo que los servicios de emergencia la rescataron, pero su amiga no salió con vida. Al final la experiencia terminó dejando a Asahi en un estado precario.
Al ver el estado de Asahi, Mukuro sintió una gran tristeza por su hermana. Ella le había dado la bienvenida en su familia como si hubieran sido hermanas de toda la vida. Ella y sus padres le dieron una vida feliz que apenas podía soñar en el orfanato. Ahora quería pagarles por el amor que le dieron, ayudarla en su tristeza, incluso si no le agradaba la amiga de Asahi. Lo importante es ayudarla, sin importar cómo. Así que no hay mejor manera de ayudarla que deshaciéndose de aquello que la pone triste: los recuerdos que tenía de su amiga.
—Les agradezco por su preocupación, pero ya estoy mejor. Aun así, quiero darles las gracias por ayudarme.
Asahi le dio a sus padres una sonrisa más tranquilizadora ante la cual ellos ya no tenían otra opción más que aceptar esta extraña situación.
Mukuro aprovechó la cercanía de su hermana para envolver sus brazos alrededor de ella en un abrazo que indicaba que no la quería soltar.
—¡Ah! Que fuerza.
Asahi rio suavemente ante la muestra de afecto tan repentina. Se sorprendió un poco por lo apretado que se sintió. No la lastimaba o incomodaba, aunque sí sintió que la sujetaba con una firmeza mayor a la usual.
—Muku no dejará que le vuelva a pasar nada. Muku hará todo por su amada hermana.
—Oh, sí. Yo sé que me vas a proteger.
Asahi le dio unas palmaditas en la cabeza a Mukuro. Esa escena tan familiar relajó a todos, y las preocupaciones de los padres se redujeron bastante, lo suficiente para que Mukuro obtuviera tiempo para solidificar los efectos del sello en la memoria de su hermana.
En un lapso de quince días, Mukuro terminó sellando parcialmente los recuerdos de más de treinta personas. Los primeros después de Asahi fueron sus propios padres. No se podía arriesgar a que comenzaran a sospechar. Después fue con familiares de la amiga que también conocían a Asahi. Luego fueron amistades y conocidos. Se encargó de sellar solo lo necesario para que las personas dejaran de ser amenazas al bienestar mental de Asahi.
No obstante, no se detuvo con solo sellar recuerdos. En ocasiones sentía los sellos debilitarse, y tras investigar descubrió que era debido a registros como fotografías, certificados o identificaciones. Todo eso también desapareció. Su necesidad de mantener los sellos firmes la llevó a desaparecer cualquier trazo de esa chica de la faz de la tierra.
Ella misma creía que con eso estaría satisfecha. No fue verdad. Tras asegurar que el sello se mantuviera firme, otras preocupaciones crecieron en su interior como hiedras trepadoras, esparciéndose alrededor de su corazón como una jaula apretada y estresante.
Pronto, su necesidad de proteger a Asahi creció de eliminar las amenazas inmediatas a neutralizar a aquellas que ella considerara que pudieran serlo en un futuro.
Cada noche, las dos hermanas observaban las estrellas mientras Mukuro dejaba que su cabello fuera cuidadosamente cepillado por la persona más importante en su vida. A la hora de dormir, ambas se iban a sus respectivos cuartos se iban a sus respectivos cuartos, y a la mañana siguiente se encontraban delincuentes locales sin recuerdos de la noche anterior y sin control de sus articulaciones, tal y como si su cuerpo hubiera olvidad cómo mover sus extremidades.
Una noche, justo después de que que ambas se fueran a dormir, Mukuro permaneció en su cuarto, sentada al borde de la cama como de costumbre, acariciando su cabello recién cepillado antes de salir a neutralizar más posibles amenazas. En ese preciso instante sintió una presencia detrás suya.
—¡Michael!
En un parpadeo se había puesto de pie e invocado a su ángel, apuntando la llave en dirección de la presencia. Ahí estaba la forma extraña que le había brindado sus poderes. Y aunque era difícil decir con certeza lo que hacía, era como si estuviera sentada en la cama, pegada a la pared y abrazando sus rodillas.
—Que hermosa demostración de tu destreza. Fue un acierto darte el sephira a ti de todas las personas.
—¿Quién eres?
Mukuro mantuvo a Michael firme mientras observaba cada centímetro de la entidad frente a ella. Una cosa sin apariencia, sin voz. Un alguien sin identidad.
—Yo soy alguien que ama mucho, como tú. Tú amas a tu familia y harías lo que sea por ellos. Yo también amo a alguien, y haría cualquier cosa por él. ¿Acaso no es eso el amor? Creo que puedes estar de acuerdo conmigo.
—La familia de Muku es lo más especial que tiene.
Su agarre sobre el mango de la llave se apretó un poco más. Es tal y como en su primer encuentro. La entidad habla con palabras casi sacadas del interior de su propio corazón.
—Lo sé. A las dos nos motiva el amor. Es por eso que te escogí a ti.
Entonces, la entidad se levantó de la cama y la superficie que rodeaba a su cuerpo se desvaneció poco a poco, revelando a una joven de cabello corto y rosado, piel suave y una expresión gentil.
—Puedes llamarme Sonogami Rinne.
—¿Ese es tu nombre?
La tensión de Mukuro se redujo un poco al ver que esa cosa por fin tenía un rostro.
—Claro, no tendría sentido esconder mi nombre ahora que te he mostrado mi rostro, ¿no crees?
—¿Y por qué estás aquí?
—Tienes preguntas, claro. Muy bien. Yo responderé cualquier duda que tengas.
La denominada Rinne inclinó levemente la cabeza a un lado cuando una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro.
—Estoy aquí para hablar contigo sobre la razón por la que te escogí. Ya dije que el criterio fue tu enorme amor, pero el motivo inicial es para acabar con los terremotos espaciales.
La expresión de la rubia se tensó instintivamente ante la mención de los fenómenos antinaturales que son los terremotos espaciales. Recordó los problemas que uno le causó a su hermana.
—Esos eventos dejaron de ocurrir hace veinticinco años. En ese entonces fui yo la que los detuvo, pero han vuelto. Son tragedias horribles, y me gustaría detenerlos por mí misma, pero ya no tengo la fuerza para hacerlo.
Rinne desvió la mirada al piso y mordió su labio inferior. Su gentil expresión se tornó en una de tristeza y arrepentimiento.
—Esos terremotos espaciales son causados por horribles monstruos. Algunos parecen personas e incluso hablan, pero solo es una manera suya de engañar a las personas.
La mente de Mukuro se separó un momento de la conversación. Si eso fuera verdad, significaría que cada una de estas entidades es una gran amenaza a su familia. Su querida hermana estuvo involucrada en un terremoto espacial. ¿Qué hubiera pasado si la criatura responsable de ese evento la hubiera atacado?
—¿Cómo puede saber Muku que dices la verdad?
Finalmente, Mukuro la miró directo a los ojos y sujetó con más firmeza aquella llave. No había razón para creer en las palabras de la tal Rinne. Hasta donde sabe, ella es una amenaza más inmediata, una criatura que le dio un inmenso poder como si nada.
—Porque serás capaz de comprobarla pronto. He perdido la capacidad de contrarrestar los terremotos espaciales, pero todavía puedo sentir cuándo va a ocurrir uno. Te esperaré mañana en la torre Tenguu.
Y, sin esperar a que Mukuro pudiera decir algo en respuesta, Rinne se disolvió en partículas de luz justo frente a ella.
La chica permaneció allí, con la llave en alto, confundida, extrañada, angustiada. Esa joven simplemente apareció, le dijo un montón de cosas difíciles de creer y se fue sin dar más explicaciones.
Mukuro alzó la mano y la deslizó por el espacio donde antes estaba Rinne. Ella misma puede abrir portales, pero no hacer algo como desaparecer en partículas de luz. Es una entidad muy distinta, desconocida. Es una amenaza, aunque no podía negar que tal vez le conviniera no neutralizarla de inmediato. Todavía debía comprobar la veracidad de sus palabras.
El día siguiente llegó en pocas horas. Era la una de la tarde, solo 15 horas después de encontrarse con la extraña entidad. Pero todo ese lapso de tiempo se sintió como días enteros. No pudo dormir más de tres horas la noche anterior. Hacía ya un buen tiempo desde la última vez que se sintió tan nerviosa. La última vez fue cuando se enteró que Asahi quedó debajo de escombros.
No podía dejar de pensar en qué clase de criaturas podían provocar catástrofes tan destructivas como los terremotos espaciales. ¿Cuántas de estas existen? ¿Cómo surgieron? ¿Por qué provocan terremotos espaciales? ¿Qué son? ¿Lo hacen por instinto o por gusto? Tenía muchas dudas en su cabeza y ninguna respuesta.
Por el otro lado estaba Rinne. Otra cosa que le provocaba muchas preguntas más. De nuevo, todas sin una verdadera respuesta. Es cierto que le dijo muchas cosas, pero Mukuro no podía confiar tan fácilmente en ella. Solo su familia es merecedora de su ciega confianza.
Al inicio solo aceptó el sephira por temor a perder a su familia ante extraños, pero ahora ya tenía al amor de su familia con ella una vez más. Ya era posible permitirse dudar más de Rinne.
Sus padres se habían ido a trabajar y su hermana estaba en la escuela, mientras tanto, ella se escapó de su propia escuela para así poder estar atenta a cualquier señal de un terremoto espacial. Los terremotos espaciales de antes se extendieron en un plazo de apenas seis meses, además, que hubieran pasado más de dos décadas sin eventos causó que los sistemas de detección no pudieran ser desarrollados de forma adecuada.
Sin una manera segura de saber cuándo y dónde se desataría la catástrofe, Mukuro terminó llegando a la torre Tenguu, un punto alto desde el cual podía observar toda la ciudad sin edificios estorbándole. De cualquier manera terminó en el lugar que Rinne le había indicado.
Estaba sentada en el techo de la gran estructura, observando la ciudad por más de una hora con Michael sujeto perezosamente en su mano izquierda para poder abrir un portal de inmediato si las primeras señales de la catástrofe se presentaban cerca de las ubicaciones de su familia.
—Ah, aquí estabas.
La gentil voz de Rinne sonó a su espalda como la otra vez. Cuando Mukuro se dio la vuelta, allí se encontró a la joven de apariencia amable deteniendo su cabello con una mano para evitar que este se desordenara por el viento en la gran altura. A Mukuro esto no le había importado y su cabello había estado ondeando como una bandera todo este tiempo.
—No creí que me fueras a esperar en el techo. Yo ya llevaba un rato ahí dentro. Es bueno que se me ocurrió buscarte aquí arriba.
—Muku quiere saber más.
La expresión en el rostro de Rinne cambio por un momento a una de duda antes de volver a su gentileza habitual.
—Por supuesto, anoche te visité muy tarde. Debes haber estado medio dormida, o tal vez mis explicaciones no te satisficieron. Pero me temo que todo eso deberá esperar un poco.
Rinne alzó el brazo y apuntó al horizonte.
—Tres kilómetros al sureste. Tenemos 12 minutos antes de que ocurra la explosión. Ah, y te recomiendo que uses tu vestido astral. Te ayudará a protegerte, aunque no resistirá un impacto directo del espíritu. Ten cuidado, por favor.
—¡Muku no entiende lo que dices!
Rinne ignoró la voz suplicante de Mukuro tras pronunciar esas inquietantes palabras, luego volteó su mirada hacia ella y colocó su mano sobre su hombro.
—Yo me encargaré de preparar todo. Espero tengas éxito...
En un instante, su vista se cubrió de blanco y sus oídos fueron sacudidos por un poderoso estruendo. Nunca había sentido algo similar a eso.
Fue cuando abrió los ojos que se percató de la desagradable vista ante ella. Un amplio cráter de varios metros de profundidad perfectamente circular, edificios derribados más allá del cráter y una calle devastada. Y lo más extraño fue que ella estaba justo en el centro de toda esa destrucción.
Ya había visto imágenes como esta. Estaba en el centro de un terremoto espacial, pero, ¿por qué? Eso no era lo único extraño. La calle estaba demasiado vacía, incluso para el sitio de una explosión. Esperaba que tal vez hubieran servicios de emergencia, pero tampoco eso. Por otra parte, el cielo estaba muy oscuro, mucho más que de noche.
Y ahí estaba ella, completamente sola en el centro de una catástrofe, en absoluto silencio y cubierta por un cielo negro azabache. Luego miró hacia abajo, hacia su propio cuerpo. Tenía su vestido astral puesto a pesar de no recordar habérselo equipado.
Estaba sumida en su confusión, todavía no pudiendo procesar lo ocurrido, cuando un alarido la regresó a la realidad. Fue un sonido como nunca había escuchado. Nunca había escuchado a ningún animal hacer un sonido similar, pero estaba claro que fue hecho por algo vivo.
El alarido se esparció por el aire, sembrando una profunda sensación de miedo en los huesos de Mukuro. Eso no era un sonido normal bajo ninguna circunstancia.
Algo muy dentro de sí le decía que debía de escapar. Siempre consideró lo desconocido como una amenaza, y ahora mismo estaba en una situación en extremo peligrosa.
—¡Michael!
El ángel llave se materializó en sus manos y de inmediato perforó el espacio frente a ella con la punta de este, lista para retirarse de inmediato.
—¡|°()|°\ |-/\\/()|°\ /\'/\/|)/\/\/\[-!
Pero justo antes de comandar al ángel a que abriera un portal, un haz de luz impactó con el centro de la llave, casi provocando que saliera del agarre de Mukuro.
Ella de inmediato volteó a ver el origen de aquel haz de luz. Lo que encontró al voltear la mirada superó por mucho lo que esperaba.
A casi cincuenta metros, justo en la esquina de una calle, se encontraba una criatura humanoide con muchas extremidades además de sus piernas y brazos, estas sobresalían de su espalda y costados. El número de extremidades extra fácilmente superaba la decena. Otra característica notable era su tamaño. La criatura se alzaba por varios metros, tal vez cuatro o cinco.
—¡¡¡|)\/[-|_[-!!!!
La criatura se retorció y se abalanzó en dirección a Mukuro. Sus pasos no eran coordinados como los de una persona normal, en cambio, se tropezaba y daba brincos desordenados. Esa cosa tampoco usaba sus múltiples extremidades para moverse, aunque sí se apoyaba un poco de ellas al levantarse de cada caída.
Mukuro no dudó ni un segundo en escapar de ahí. De nuevo insertó la llave en el aire frente a ella y la giró lo más rápido que pudo.
—¡Lataib!
Un portal se abrió frente a ella en cuanto dio el comando. Y entró sin dudarlo un segundo. Ya estaba la mitad de su cuerpo al otro lado del portal cuando vio algo a través del rabillo del ojo. La criatura ahora estaba a menos de un metro de ella. La cercanía de la criatura la asustó mucho. Apenas un segundo antes todavía le faltaban varios metros para alcanzarla.
Esa cosa la sujetó del cabello y la arrastró de regreso, casi lanzándola. Ella cayó a un par de metros de la bestia, manteniéndose alta como una torre. Fue entonces que vio su rostro, o lo que se podría considerar como rostro para esa cosa. En el espacio donde debían estar los rasgos faciales, en su lugar había una superficie lisa sin ojos, boca o nariz. Por otra parte, lo que creyó eran múltiples extremidades, en realidad eran unas cosas similares a pilares flotando pegados a su cuerpo.
Entonces la vista de Mukuro bajó un momento a la mano de la criatura, la misma con la que evitó que escapara. Envueltos alrededor de sus dedos había varios cabellos, los suficientes como para verse incluso en la oscuridad y a esa distancia.
—¡Tú! ¡Tú dañaste el cabello de Muku!
Mukuro sintió su sangre hervir. Nada ni nadie además de sus padres y hermana tenían permiso de tocar su cabello. Arrancar tantos cabello estaba más allá de ser un pecado. El miedo dentro suyo se mezcló junto con una ira inmensa. Esta cosa insultó el amor que Asahi puso en su cabello, tanto tiempo y tanta dedicación.
—¡Pagarás!
El brazo de Mukuro se movió casi por instinto, buscando insertar a Michael directo en el torso de la criatura, y lo hizo, incluso alcanzó a girar la llave. En su mente ya tenía pensado qué sellar. Iba a sellar la vida de esta cosa.
—¡Segva! ¿...eh?
No obstante, justo antes de que comandara al ángel en su mano, esa criatura se desvaneció en partículas de luz. Todo desapareció. Luego sintió una intimidante presencia a su espalda. Al darse media vuelta vio a esa cosa mirándola desde arriba, con todos los pilares apuntando en su dirección.
Su cuerpo se cargó con aún más adrenalina de la que ya corría por sus venas. Un instinto muy primitivo de peligro, como si tuviera a un depredador con los colmillos casi sobre su cuello. El único pensamiento que plagó su mente fue la terrible urgencia de quitarse de ahí.
Sus piernas se impulsaron un poco, apenas un pequeño brinco hacia atrás. En un parpadeo, el lugar donde estaba fue bombardeado por una horda de haces de luz. El suelo se quemó y deformó por el calor, una advertencia de lo que le hubiera pasado a su cuerpo.
—|)\/[-|_[-
Los extraños sonidos provenientes de la criatura fueron más débiles ahora, casi como un susurro, luego apuntó los pilares a la nueva posición de Mukuro. Pero ella no se iba a quedar quieta y recibir los impactos. Su ángel ya estaba en posición. No se podía acercar ahora mismo, así que canalizó su energía en la punta de la llave y un torrente de energía se desprendió en dirección a la criatura.
El potente torrente impactó de lleno con los disparos de la bestia, contrarrestando los primeros disparos y dándole tiempo para girar la llave.
—¡Lataib!
Un portal se abrió a la voz, portal por el cual pasaron los siguientes disparos de luz. Lo desconocido para la bestia fue la ubicación del otro lado del portal abierto por Mukuro, hasta que su cuerpo fue impactado por la espalda.
Un poco por encima de la bestia, algo alejado, estaba el portal por el cual los rayos de luz impactaron. Por desgracia, solo uno de estos perforó a la bestia, y fue en un brazo. El resto de láseres impactaron sobre los pilares flotantes que yacían en la espalda de la criatura.
—|\|() |°()|°\ |-/\\/()|°\
Aunque fue solo uno, el haz que alcanzó a perforar a la bestia dejó un grueso hueco en la articulación del hombro de esa cosa. Esta soltó alaridos de dolor. No hubo ni una gota de sangre. Fue como si la carne de esa cosa de cauterizara al toque con esa luz.
Mukuro aprovechó esta oportunidad para embestir de nuevo, pero, de nuevo, el cuerpo de la criatura se disipó en el aire apenas hizo contacto con Michael. En menos de un segundo, la criatura se reformó a una amplia distancia, todavía gimiendo de dolor.
Poco a poco, el dolor en los alaridos de la bestia se tornaron en una ira desmedida. Luego desplegó los pilares a su alrededor, llenando el espacio cercano con pilares, algunos los cuales se acababan de formar en ese momento. El número total de pilares superaba por mucho la cantidad inicial, y todos estaban apuntando a Mukuro desde múltiples direcciones, haciendo imposible repetir lo que hizo antes con el portal.
Todo a su alrededor se puso en cámara lenta, y sentía a su corazón latir como nunca antes. Sus músculos se tensaron y un escalofrío recorrió su espalda. Tenía claro que un contrataque inmediato sería imposible. Acercarse tampoco estaba en las opciones. Abrir un portal y escapar por ahí sonaba como la mejor idea, pero ya había fallado su intento previo de hacerlo. Solo quedaba la opción de despistar a la bestia, ¿pero cómo?
Su mirada barrió los alrededores en busca de una respuesta. No había nada más que un cráter, edificios derribados y más edificios menos dañados a la distancia. No podía correr hasta un edificio y refugiarse allí, no cuando la bestia podía teletransportarse a dondequiera que ella se moviera.
Y sin embargo allí estaba esa cosa. Por mucho que pensara no iba a cambiar el hecho de que esos pilares estaban comenzando a resplandecer desde la punta, como cargando energía para los siguientes láseres.
Por mucho que quisiera, su única opción restante al momento era correr lo más rápido que pudiera, y eso hizo. Sus pies golpearon el piso con la fuerza que pudo juntar con todos los músculos de sus piernas.
El primer haz de luz impactó justo a un lado de su pie, destrozando la superficie del piso, luego otro haz rozó su muslo y un terrible calor abrasó su piel. Luego un tercero, cuarto, quito, séptimo, décimo, quinceavo. Decenas de láseres cayeron a su alrededor como lluvia, varios incluso rozaron e impactaron de lleno, dejando pequeñas aberturas que iniciaban en su espalda y terminaban al frente. Quedaba de más decir que el dolor fue horrible. Hubiera caído al suelo por el dolor si no fuera porque esa cosa la mataría apenas se quedara quieta.
El estrés se fue juntando en su mente hasta volverse agobiante. Seguiría corriendo hasta llegar a los edificios, ¿solo para que esa cosa redujera la distancia de nuevo y reanudara el bombardeo? Iba a morir de esa manera. ¿Y entonces qué? ¿Quién protegería a su familia? ¿A su hermana?
Su mente, tal vez ante el miedo a la muerte, divagó a las noches en las que su hermana le contaba las historias y los nombres de las estrellas, le mostró las constelaciones, cometas, planetas y galaxias.
Estaba por perder a su hermana. Si moría aquí perdería a su hermana, sus padres, su amor. Un miedo nuevo plagó su corazón, un miedo que sobrepasó el que le infligía la bestia. Su corazón se llenó del horror de perder el amor de su familia, aquel amor por el cual selló tantos recuerdos y registros, amor por el cual aceptó los poderes que ahora porta, amor por el cual llegó a la torre donde se reunió con Rinne, amor por el cual estaba en esta situación.
Sus ojos voltearon a ver a la entidad de luz, y se recordó a sí misma que eso no es más que una amenaza al amor de su familia. Con su determinación más solida que antes, insertó a Michael en el aire frente a ella y activó al ángel.
—¡Lataib!
El espacio se distorsionó y abrió paso a la formación de un portal. Tal como esperaba, la bestia se teletransportó a su espalda, y ya estaba incluso lista para arrastrarla para evitar que escapase. Pero entonces Mukuro dio un largo brinco hacia un costado a la vez que una gran estructura de concreto salió disparada del portal a gran velocidad, golpeando de lleno a la criatura.
Mukuro había colocado el otro lado del portal debajo de los escombros de uno de los edificios a la distancia, de modo que la gravedad fue la que impulsó a los escombros hacia la bestia.
—Shifuru.
Poco después de quedar enterrada bajo los restos de un edificio, esa cosa comenzó a sacudirse los escombros de encima. Por supuesto, ella aprovechó este momento para usar otra de las múltiples técnicas que quedaron grabadas en su cerebro tras la adquisición de su ángel, la que podía considerar como la más peligrosa.
En cuanto terminó de recitar el nombre de dicha técnica, el vestido astral sobre su piel cambió de forma y color. Aunque el cambio más notable fue el que sufrió su ángel. Su llave adoptó la nueva forma de una alabarda china. Todavía tenía el poder de los sellos, pero ahora también funcionaba como arma punzo-cortante. Y a pesar de todo lo anterior, el mayor efecto de usar a "Shifuru" fue el incremento descomunal de su propio poder. Se volvió más rápida, más resistente, más fuerte y más ágil.
—¡|°/\|°\/\!
Cuando la bestia por fin se liberó de los escombros de encima, no tardó ni un momento en comenzar a disparar a Mukuro, pero ya no era efectivo. Si bien ella seguía siendo más lenta que la luz que disparaba, su velocidad era mayor a la cual podía apuntarle.
Mukuro se volvió una mancha difusa en la percepción de la bestia, moviéndose de lado a lado evitando sin dificultad los haces de luz. Todo mientras buscaba una abertura para acabar de un toque a la criatura.
No obstante, decenas de pilares rodeaban a la criatura, volviendo imposible el acercarse, incluso a su velocidad actual.
—¡Lataib! ¡Lataib! ¡Lataib! ¡Lataib! ¡Lataib!
Luego se le ocurrió una manera de alcanzar la distancia adecuada. Conforme iba corriendo alrededor de la bestia, fue abriendo múltiples portales cuyas salidas se encontraban esparcidas por todo el lugar. Entonces se metió a un portal y salió a varios metros por otro lugar, y de ahí de metió a otro portal, y luego a otro.
—[-$() |\|()
La criatura dio un paso para atrás. Era como ver a muchas Mukuros moviéndose por todos lados. Luego todo paró. No hubo ni un movimiento. Todos los portales seguían ahí, aunque no había actividad en ninguno de ellos, como si Mukuro hubiera desaparecido.
—Jerez...
Entonces ocurrió, una figura atravesó el borde de la percepción de la bestia, pero fue muy tarde. Mukuro cayó del cielo a gran velocidad con la punta de su alabarda apuntando a su cabeza. El impacto fue instantáneo. La hoja del ángel perforó el eje vertical de la criatura con una fluidez asombrosa, y luego se comenzó a desintegrar.
El desprecio de Mukuro por esa cosa le impedía dejarla intacta. No conocía todo lo que podía hacer, y no se iba a arriesgar a averiguarlo. Aniquilaría cada rastro de su existencia.
El último comando, y el más letal del ángel, es capaz de desintegrar cualquier cosa, dividiendo todo a sus componentes más básicos. La miserable criatura se fue desintegrando cada vez más rápido hasta que solo quedó polvo en el aire, o al menos solo eso debía quedar.
Flotando en el aire, emanando un aura peligrosa, estaba un cristal blanco. Muy similar al que Mukuro insertó en su propio cuerpo cuando obtuvo sus poderes.
—Mun... ¿Qué es esto...?
Una gran inquietud se sembró alrededor de ese cristal. Era demasiado similar al suyo propio. ¿Era acaso un dato tan insignificante que Rinne no consideró mencionarlo?
¿Qué se supone que son los cristales? ¿Por qué la bestia albergaba uno en su interior? ¿Qué relación hay entre el suyo y el del monstruo? O más bien, ¿qué hace a ella diferente de la criatura?
Las dudas en su corazón eran muchas, pero había algo que tenía seguro. Aniquilar al monstruo, cada parte de su existencia.
Fue con ese objetivo que acercó a Michael a la brillante superficie del cristal, lista para usar de nuevo a Jerez.
—Eso fue maravilloso.
De forma repentina, una voz femenina ya familiar llegó de su izquierda. Rinne se acercó caminando y se puso a un lado de Mukuro.
—¿Dónde habías estado?
Las cejas de Mukuro se torcieron en una expresión de molestia ante la actitud relajada de Rinne.
—Observando desde la distancia. Yo ya no puedo pelear, pero sí te puedo ayudar.
Rinne movió su mano al brazo de Mukuro y las heridas infligidas por el monstruo se fueron cerrando una a una. Ella las había dejado de sentir por la adrenalina y por los efectos resilientes de Shifuru, pero eso no había hecho que dejaran de ser graves.
—Hmmm, sí. Mucho mejor. ¿Cómo te sientes?
—Ya no siento nada...
Mukuro se acarició la piel en donde antes tenía varias heridas. La curación fue tan buena que no dejó ni una marca.
—¿Qué era esa cosa?
—Antes los llamé monstruos, pero es más correcto referírseles como espíritus. Son criaturas muy poderosas y peligrosas, aunque me parece que eso ya lo notaste.
Mukuro bajó la mirada en contemplación para luego volver a alzarla y apuntar al cristal con un dedo.
—¿Y eso? Muku quiere saber por qué eso que quedó del espíritu es idéntico al que recibió Muku.
—Ah, claro. Eso es un sephira. Ya lo había dicho. Tal vez fui algo ambigua...
Rinne se acarició la barbilla y sonrió un poco antes de continuar.
—Me disculpo por eso. Bueno, de regreso a lo que preguntaste. Los sephiras son cristales con cantidades inmensas de poder espiritual. Es el cristal lo que te da tus poderes. Por desgracia, si estos no encuentran un portador humano a tiempo, el sephira creará su propio cuerpo. Eso es lo que ocurrió con la criatura que derrotaste antes. La energía del sephira necesita fluir, y al verse privado de un circuito por el cual hacerlo, este construirá un cuerpo adaptado a la perfección con su poder.
—¿Y tú qué eres? ¿De dónde sacaste el cristal que me diste?
—Ah, eso lo obtuve hace poco. Sentí la existencia de ese cristal y lo recogí antes de que formara su propio cuerpo. Por eso eres muy importante. Solo tú podías portarlo. Verás, para que una persona pueda usar un sephira sin enloquecer, esa persona no debe tener ni una pizca de maldad en su corazón. Por eso supe que tú eras la indicada. Tú solo quieres amar y ser amada. Yo creo que eres buena.
Los músculos de Mukuro se relajaron conforme las palabras de Rinne continuaban y sus dudas eran aclaradas una a una. Todas menos una.
—¿Qué... es lo que es?
La pregunta permaneció en el aire durante un par de segundos antes de que Rinne contestara con un tono incluso más relajado que antes. La repentina cordialidad de Mukuro le pareció muy agradable.
—¿Yo? Yo soy una chica como tú que llegó a combatir a los espíritus hace veinticinco años. Era muy fuerte, pero tanto tiempo ha causado que ya no pueda combatir con los espíritus yo misma. Lo único que puedo hacer es curarte...
Rinne miró al sephira que flotaba frente a ellas.
—...Y desarmar los sephiras. Es por eso que te necesito para que elimines el cuerpo del espíritu para que yo pueda neutralizar su fuente de energía. Solo tú puedes ayudarme a mí, al mundo... y a tu familia.
—¿Es así?
Mukuro desvió la mirada al ángel en su mano, lo que según Rinne es una manifestación de poder similar al espíritu con el que acabó. Si pudiera usar este poder para acabar con todas las amenazas a su familia...
—Muku... Muku no dejará que nada lastime a su familia. Jerez.
—¿Eh?
Los ojos de Rinne se abrieron como platos al ver las acciones de Mukuro. La alabarda en su mano se movió a una velocidad invisible a cortar el sephira del espíritu. Y ocurrió. El cristal se fragmentó en innumerables piezas al contacto con la hoja de Michael, la cual estaba cubierta del poder desintegrador que aniquiló al espíritu antes.
—Esa cosa no volverá a ser una amenaza jamás.
—Tú... ¿por qué destruiste el sephira?
La expresión de Rinne volvió a una tranquila. No gentil ni amable, solo tranquila. En realidad estaba resistiendo para no mostrar la molestia que le causó ver el fruto de años de trabajo ser destruido en menos de un segundo. Por supuesto, no podría decirle todo eso a su conejillo de indias.
—Es sencillo. Sin sephira no hay espíritu. No permitiré que haya nada que pueda lastimar a quienes amo.
Por primera vez, una sonrisa se formó en su rostro en frente de Rinne, aunque no una sonrisa dirigida hacia ella. Su sonrisa se formó por el recuerdo de su amada... familia...
—Ah. Claro. Por lo general soy yo quien se encarga de limpiar los residuos. Perdóname. Todavía no estoy acostumbrada a tener a alguien que me ayude con esto.
—No se preocupe. Muku se encargará de todo lo que se tenga que hacer con esos espíritus. Trabajemos juntas, por quienes amamos.
La extraña determinación nueva de Mukuro sorprendió a Rinne. Claro, su objetivo inicial fue obtener la cooperación de Mukuro tras fallar en que esta fuera separada de su familia, pero algo cambió en el tiempo que Mukuro obtuvo sus poderes.
—Me alegra obtener tu ayuda... Yo te contactaré cuando vaya a aparecer otro espíritu, ¿sí?
—Muku está de acuerdo. Por cierto, ¿qué es este lugar?
Rinne movió la mirada por el cielo, donde estaba la mayor prueba de que este lugar no era normal, un cielo completamente negro.
—Hmm. Es el mundo vecino.
—Mun... ¿Mundo vecino?
—Así es. Es un lugar que aloja a los espíritus cuando estos no están en el mundo humano. Me temo que es un poco más complicado que eso, pero de momento basta con explicar que esta capa del mundo vecino imita al mundo normal. Es por eso que hay edificios, pero no personas. Por cierto, a pesar de que dije que es un mundo vecino, no deberías tener problemas con salir de aquí usando un portal.
El tono de voz de Rinne dejó en claro que no tenía nada más que explicar. Y Mukuro ya no tenía ninguna duda. Tras unos segundos en silencio, Mukuro dio un paso atrás y alzó a Michael.
—Lataib,
El portal se abrió como si el espacio fuera rasgado por la alabarda, tras lo cual Mukuro desapareció al otro lado del portal provocando que este se cerrase tras ella.
Rinne estaba sola en ese mundo, mundo que ella creó. Ya sin la presencia de Mukuro, Rinne se deshizo de su apariencia actual como una capa de fino hielo quebrándose. La persona debajo de la ilusión siendo Mio Takamiya, creadora de los sephiras y madre de los espíritus, dejó salir un suspiro y se puso a contemplar la situación.
La destrucción del sephira del ángel Metatron fue un evento desafortunado lejos de su expectativa inicial. Incluso con su poder, dudaba ser capaz de reconstruir el cristal. No habría mucho problema si Mukuro solo hubiera sellado el poder del cristal, pero lo desintegró en sus elementos más básicos, descompuso lo que le daba al sephira la identidad de Metatron. Reunir y juntar de nuevo cada parte solo formaría un cristal con mucha energía, pero vacío, sin ángel, sin utilidad para su objetivo.
Tenía pensado utilizar a Mukuro como asistente para purificar los tres sephiras restantes como ya había hecho con varías espíritus a las cuales terminó sellándoles los recuerdos.
El problema con Mukuro es su ángel. Ella se adaptó muy rápido y con excelencia a su sephira. Sería muy laborioso encontrar a otra humana con la aptitud necesaria para portar a Michael. Por otra parte, sellar sus recuerdos solo funcionaría hasta que ella misma los desbloquease.
Mukuro es un diamante en bruto, uno que es muy problemático. Ya perdió un sephira para siempre. Perder uno más causaría muchas dificultades en su plan.
Fue buena idea no contarle que el terremoto espacial no fue provocado por el espíritu portador de Metatron, sino por ella, cuando Mio la durmió y la guardó en las profundidades del mundo vecino para luego despertarla forzándola a reaparecer en una capa menos profunda.
La mejor opción sería lograr que Shin la selle, pero él todavía no tiene acceso a los poderes de Camael. Y si bien Mukuro no es hostil, sí ha demostrado mucha negación a dejar entrar gente a su círculo de confianza. Mio sabe que no confía plenamente en ella.
—Debo encontrar a la portadora de Camael pronto...
La tenue voz de Mio resonó en el silencio del mundo vecino.
Una semana después, Mukuro observaba las noticias en el televisor de su casa dando un reporte de los daños causados por el terremoto espacial recién ocurrido. Por fortuna, no se presentaron fatalidades, aunque sí muchos daños materiales. La activación de los sistemas de detección de terremotos espaciales fue efectuada por primera vez desde el primer terremoto espacial, salvando la vida de muchas personas.
La tecnología necesaria para la detección de dichas catástrofes estuvo en desarrollo desde los primeros fenómenos hace muchos años, pero no se habían incorporado en los sistema de alerta por ser tecnología experimental, hasta ahora.
—Mun... Eso es muy feo.
Mukuro envolvió los brazos alrededor de Asahi, quien estaba sentada a un lado de ella.
—¿Te dan miedo los terremotos espaciales? No te culpo. A mí también me dan miedo.
El recuerdo de cuando quedó atrapada bajo escombros pasó brevemente por la mente de Asahi y comenzó a temblar inconscientemente. El miedo del momento dejó cicatrices en su corazón, y aunque no sabía por qué, sentía una punzada de tristeza cada que rememoraba lo sucedido.
—Mukuro...
—¿Hm?
La rubia alzó la mirada hacia los ojos de su hermana, quien abrazó a Mukuro de vuelta, apretando los brazos con fuerza.
—Por favor, siempre ten mucho cuidado, siempre. Lamento mucho haberte preocupado cuando quedé atrapada. No quiero ser una razón para que sufras. Por eso te pido que tengas mucho cuidado. Casi... casi morí aquella vez. No sé cuándo será la próxima vez que pase otra cosa mala, y me da miedo dejarte sola. Quiero que seas fuerte si yo no estoy, ¿sí?
Una débil sonrisa se dibujó en los labios de Asahi, incluso si su voz indicaba un profundo miedo.
—Muku no va a dejar que le pase nada malo a su querida hermana.
Mukuro negó con la cabeza. Las palabras de Asahi tocaron una fibra de su corazón. La idea de perder a su hermana le aterraba.
—Lo sé. Tú siempre me vas a cuidar mucho.
Asahi le dio un pequeño beso en la frente a Mukuro una vez que su preocupación se alivió por el afecto de la pequeña.
—Pero no siempre es posible. Sin importar lo que pase, yo te quiero.
Mukuro escondió su rostro en el costado de Asahi, abrazándola un poco más posesivamente.
—Muku también ama a su hermana.
El tiempo pasó. Los días se tornaron en semanas, y las semanas en meses. Desde aquel día que Mukuro acabó con el espíritu, ni una sola vez recibió noticia alguna de Rinne. Tampoco habían ocurrido más terremotos espaciales, pero esperaba que tal vez se apareciera para hablar. No la extrañaba, pero todavía tenía curiosidad por su existencia. Comprendía que Rinne es la persona más similar a ella en cuanto a capacidades.
Tampoco tenía tanto interés como para salir a buscarla. Le bastaba con asegurar el bienestar de su familia. Como siempre, asegurando la zona, sellando enfermedades, incomodidades, molestias. Lo hacía modestamente, buscando la manera más óptima de cumplir un objetivo sin alterar demasiado las cosas.
Como resultado, la relación con su familia se volvió más atenta y amorosa, todo lo que siempre quiso, una familia que la amase y la haga olvidarse de su tiempo en el orfanato.
No obstante, todavía tenía un cierto grado de preocupación por la existencia de otros espíritus. No sabía cuántos eran ni cuándo aparecerían. El espíritu con el que peleó ya fue un gran desafío, uno muy peligroso. ¿Los demás espíritus serían igual de fuertes? ¿Cómo serían?
Y sin embargo, sus dudas solo podían ser resueltas por el tiempo. Por supuesto, no le agradaba la situación. Cada segundo que no estuviera neutralizando aquellas amenazas, es un segundo que siguen siendo un peligro. La espera se contradijo con su estilo de arreglar los asuntos lo más pronto posible.
Mientras esperaba por cualquier indicio de los espíritus, Mukuro pasó su tiempo expandiendo su rango de jurisdicción. De forma continua, Mukuro pasó de arreglar problemas cercanos y de carácter diario a actuar sobre situaciones de carácter mayor. Después de todo, no hay mejor regalo para su familia que un mundo perfecto, sin problemas ni tragedias. Un mundo sin dolor.
Cierto día, un incendio asoló una gran área de la ciudad. Fue muy repentino. En menos de diez minutos, las llamas se habían expandido cientos de metros. Claro, los medios de comunicación acudieron de inmediato y las noticias se propagaron casi tan rápido como las llamas. Fue cuestión de minutos para que Mukuro se percatara de la situación, y no solo por las noticias. Las columnas de humo se hicieron visibles desde una gran distancia.
—¡Mukuro, prepara tus cosas para evacuar!
Los padres de la rubia entraron a su habitación mientras ella estaba sentada en la cama, observando la situación desde su ventana.
—Padre, madre, por favor, vengan un momento.
—¿Qué pasa? Date prisa.
Los padres de la joven se acercaron con angustia. El fuego se acercaba cada vez más, siendo el incendio más grande en décadas. Y aunque era posible que el fuego nunca alcanzara su hogar, lo mejor sería estar preparados para escapar en cualquier momento.
—Michael, Segva.
El ángel llave se formó en las manos de Mukuro y de inmediato lo insertó en la frente de su padre, girando la llave provocando que este cayera inconsciente al suelo.
—¡Aaaah!
La madre se arrodilló asustada junto al cuerpo de su esposo, aterrada por el poder de Mukuro, pero más preocupada por el estado de su marido.
No obstante, Mukuro no dejó tiempo para eso, ya que ni un segundo después ya también había insertado la llave en la frente de su madre, quien cayó dormida junto al padre.
—¡¿Están bien?! ¡¿Qué pasó?!
Los sonidos de una persona corriendo se aproximaron a la habitación de Mukuro, para luego aparecer Asahi en la puerta del cuarto. Ella, al ver a sus padres en el suelo, se llevó las manos a la boca en horror, imaginando la peor situación posible.
—Nuestros queridos padres están bien. Solo duermen.
Mukuro habló con una voz tranquila, asustando más a Asahi.
—¡¿Qué fue lo que pasó?!
—Nada muy importante. Pero no se preocupe, amada hermana. Nadie se acordará de esta situación.
Sin dejarle tiempo a reaccionar, Mukuro repitió la misma acción, pero ahora con Asahi.
Con los tres en el suelo y dormidos, Mukuro volvió a pasar la llave por la cabeza de cada uno, sellando el recuerdo de verla usando poderes. Esta no era la primera vez que Mukuro hacía esto. Esto se repetía cada vez que ocurría algo y estaba en presencia de su familia.
—Una disculpa.
Mukuro tomó a cada uno y los fue acomodando gentilmente en sus respectivas camas.
—No se preocupen. Muku calmará la situación antes de que empeore. Es una promesa.
Después de asegurar la comodidad de cada miembro de su familia, Mukuro abrió un portal y lo cruzó rumbo al centro del incendio.
De inmediato pudo sentir el cambio de temperatura, y algo más, una pequeña sensación. No la hubiera notado si no fuera porque ya la sintió una vez, cuando peleó con el espíritu. Era una sensación de pesadez en el aire, como una presencia.
—¿Puede ser...?
Mukuro volteó alrededor, buscando cualquier indicio de un espíritu, pero no había nada en las proximidades inmediatas.
—Segva.
Dado que no vio al espíritu alrededor, optó por sellar las llamas que iba encontrando a su paso. Con cada flama sellada, un área de veinte metros a la redonda se apagaba y no se volvía a encender.
Siguiendo de esa manera, fue apagando decenas de edificios. El proceso fue rápido, con una velocidad asombrosa y una firme resistencia a las flamas, no se le dificultaba apagar partes del incendio. Mientras los bomberos cumplieran su deber en el perímetro del incendio, no debería tomarle mucho tiempo apaciguar el fuego.
Después de algunos minutos, sintió la misma sensación de un espíritu cercano volverse más intensa. Esa monstruosidad debía estar cerca.
—Shifuru.
Guiándose por la sensación, Mukuro convirtió la llave en una alabarda, preparándose para eliminar al espíritu causante del incendio lo más pronto y sencillamente posible.
—¿Eh...?
Pero entonces fue sorprendida por una vista inusual, una niña llorando en medio de una de las partes más calientes del incendio, intacta a pesar de que su propio cuerpo estaba cubierto en llamas.
—Ayuda...
La pequeña estaba sollozando. Sus llantos eran apenas audibles en medio del rugir del fuego, pero lo suficientemente notorios para Mukuro. Escucharla llorar de forma tan asustada hizo sentir un poco de pena en el corazón de Mukuro.
Eso es un espíritu, se siente como uno, pero se ve como una niña. Ya Rinne le había dicho de espíritus que aparentaban ser humanos para engañar a estos. Sería complicado, pero Mukuro sabía qué hacer.
Desprendiéndose de la duda en su interior, alzó a Michael, lista para partir al espíritu por la mitad antes de que la viera, pero entonces ocurrió algo muy inesperado.
—¡Kotori!
—¡Onii-chan! ¡No te acerques!
Un niño de cabello azul se acercó corriendo a la pequeña. ¿Cómo había logrado un niño llegar hasta el centro del incendio? Mukuro no sentía ningún poder emanar del infante, eso quería decir que solo era un humano común y corriente.
Entonces, la mirada del joven volteó a Mukuro, quien sujetaba la alabarda en alto justo encima del cuello de la llamada Kotori.
—¡No! ¡Es mi hermana!
El pequeño alzó la mano para desviar la atención de Mukuro, pero una repentina llamarada se desprendió del cuerpo de la niña. EL fuego tuvo tal fuerza que incluso Mukuro tuvo que retroceder un poco. El niño no corrió la misma suerte. Su cuerpo recibió el fuego de lleno, cubriéndose de quemaduras.
—¡Onii-chan!
La pequeña se arrastró hasta quedar a un lado del niño, lloraba aterrada por lo recién ocurrido.
—¡Por favor, despierta!
La desesperación de la niña golpeó con fuerza el corazón de Mukuro. Es un espíritu, y muy peligrosa, pero ese niño recibió una herida por acercarse y tratar de ayudarla, a quien llamó como hermana.
Tanto el corazón como la mente de Mukuro se dividieron en dos. Por un lado, podía acabar con el espíritu en un instante, y por el otro, el espíritu parecía ser una niña común y corriente. ¿Podía ser que la pequeña encontró un sephira y no era compatible con este?
Con cada segundo que pasaba, aquella posibilidad cobraba más y más fuerza.
Con su interior conflictuado, Mukuro enterró la alabarda en la espalda de la espíritu y cantó su orden.
—Segva.
En un segundo, el fuego sobre su cuerpo se apagó y la niña cayó al suelo. También se redujo la fuerza del incendio hasta casi cero. Las llamas ya no eran más que pequeñas brasas.
Después, Mukuro se acercó al joven y repitió el proceso se insertar la punta de la alabarda, ahora en el torso.
—Shifuru...
Y así aumentó sus capacidades físicas. Eso lo mantendría vivo por un poco más de tiempo.
—¿Qué pasa con este mundo?
Mukuro se llevó la mano a la frente. Le había perdonado la vida a un espíritu solo porque este formó un lazo sentimental con un chico. La supuesta Kotori seguía viva, pero completamente privada de su poder. ¿Por qué la perdonó? Ella misma no lo entendía del todo. Tal vez fue por amor. Se vio a sí misma y a su hermana en los niños que ahora estaban en el suelo.
—Lataib.
Con un movimiento sencillo, Mukuro abrió un portal y levanto al muchacho con una mano, lista para llevarlo a un hospital. Aunque, por un momento, le pareció ver una figura a la distancia, una difícil de distinguir que le recordaba a Rinne. Quería investigar un poco más, pero la salud del joven empeoraba con cada segundo desperdiciado, por lo que se vio obligada a dejar el lugar en ese momento.
Algunos minutos después, Mukuro había regresado a su casa. Ya había logrado llevar al niño a un hospital sin que la vieran, y ahora debía atender a su propia familia.
Ver el sentimentalismo demostrado por el espíritu despertó en Mukuro un ansia de ver a su propia familia, de abrazarlos.
Apenas entró a su casa, corrió al cuarto de su hermana donde ella todavía permanecía dormida.
—Lataib...
Apenas levantó el sello sobre su hermana, desapareció al ángel para que esta no lo viera.
—¿Hm? Ah, Mukuro. ¿Qué ocurre?
La joven inclinó la cabeza con duda ante la mirada de su hermana, para luego ser sorprendida por un repentino abrazo. No era raro recibir abrazos de Mukuro, pero este se sintió diferente por alguna razón.
—Ay, que emoción.
Asahi dejó salir una risilla de sus labios y correspondió el abrazo de la rubia.
—Muku te ama...
—Ohh, yo también te amo.
Asahi sonrió gentilmente y acarició el cabello de la pequeña. Era un cabello muy hermoso, dorado como el oro. Pero hoy estaba muy sucio.
—¿Qué te pasó en el cabello? ¿Esto es ceniza?
Asahi tomó una pizca del polvo en el cabello de Mukuro.
—Lo es... Mukuro estaba jugando a quemar cosas con la estufa...
—No hagas eso. Te puedes quemar.
Mukuro apretó los dientes. Quería contarle tantas cosas a su hermana, tantas cosas que hizo por ella. Lo que ocurrió y vio hoy, pero no podía. Era un secreto que debía esconder. No quería imaginar lo que ocurriría si supiera todo lo que ha hecho.
—Está bien... Muku no lo volverá a hacer...
Tras decir aquellas palabras, Mukuro sujetó posesivamente a Asahi, a su muy amada hermana.
Lo haría. Llegaría al fondo del misterio de los espíritus, y acabaría con todos aquellos que pusieran en peligro a su hermana. No dejaría que nadie le haga daño. Aunque, tal vez, pueda llegar a perdonarle la vida a algunos, solo a algunos.
Sigo vivo, mis estimados. Ya llevaba rato desaparecido. Todo está bien, yo digo. Me pegué con alguna esquina de vez en cuando, no lo niego. Cosas que pasan.
En cuanto al fic. Sí, es Mukuro. Casi no hay fics con Mukuro tomando un rol principal, al menos en español. Es curioso.
Este fic fue escrito como participación del Concurso de Fanfics de DAL, en donde han participado otros escritores a quienes respeto mucho como @Kyubi-1, @PhantomD00 y @Elaina_Best. Pasen a leerlos a ellos también si les es posible.
Gracias por leer.
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